jueves, 13 de septiembre de 2018

JAKIN Y BOAZ: LAS COLUMNAS DEL TEMPLO


Nosotros no podemos conocer un objeto por sus solas semejanzas. Necesitamos también conocer sus diferencias con los demás objetos. Igual cosa pasa con las ideas. No es, pues, posible formarse una idea del Ser en su unidad radical.
 
El infinito escapara nuestro entendimiento, y lo que los matemáticos designan por este nombre, con el símbolo... no es sino una cantidad enorme, muchísimo más grande que cualquiera de las conocidas o concebibles, más nunca, es para el matemático, la representación absoluta del infinito (Ain Sep) que se escapa por completo a la inteligencia del cerebro humano.

La unidad absoluta es, por consiguiente, tan imposible de comprender como la nada absoluta, y quizá sea la misma cosa, pues de lo contrario serían dos infinitos coexistentes, lo que lógicamente es un absurdo. Esto era lo que los antiguos designaban por las palabras el abismo, la noche, el caos, el vacío, la nada o el todo. Científicamente se representaba por un disco negro o por un círculo vacío, 0, el cero, y no hay contradicción de pensamiento al llamarlo Todo-Nada, o Ser-No Ser.
 
La diferenciación, en consecuencia, se impone al conocimiento, y la ciencia, filosóficamente hablando, ha empezado con el DOS, es decir, con el binario. He aquí porqué se dice que el 2 es el número de la ciencia.
 
En el simbolismo arcaico, el binario se representaba por una mujer negra, en traje egipcio sentada entre dos columnas y haciendo con ambas manos el signo del esoterismo: la derecha dirigida hacia el cielo y la izquierda hacia la tierra, según el gran dogma de Hermes: "Como es arriba es abajo". El color negro de la mujer indicaba su carácter misterioso y secreto.
 
Este principio hermético de la analogía universal, base de la interpretación de todos los símbolos es el de las columnas B.·. y J.·. de nuestros templos, y corresponde a las siguientes antítesis principales:
 
Objeto.............. Sujeto.
Paciente............Agente.
Pasivo...............Activo.
Negativo.......... Positivo.
Hembra........... Macho.
Madre.............. Padre.
Receptor.......... Donador.
Conservador.... Creador.
Desarrollador... Productor.
Sentir............... Obrar.
Imaginación..... Razón.
Comprender..... Inventar.
Obedecer.......... Mandar.
Reposo............. Movimiento.
Materia............ Espíritu.
Isis .................. Osiris.
Luna................. Sol.
Concreto ......... Abstracto.
Comprensión... Expansión.
Repulsión ........ Atracción.
Resistencia ...... Acción.
Perpendicular .. Nivel.
Etcétera ........... Etcétera.
 
Las columnas simbólicas recuerdan los obeliscos cubiertos de jeroglíficos que se levantan delante de los templos egipcios, así como en el templo de Salomón y posteriormente en los pórticos de las catedrales góticas. Son las columnas de Hércules que con su non plus ultra marcaban simbólicamente los límites de la vida y de la muerte, de lo conocido por el velo de Isis, tendido de una a otra columna.
 
Ese leve cortinaje nos impide la visión de la realidad verdadera que se encierra en el misterio de la unidad, porque somos el juguete de Maya, la diosa de la ilusión que nos tiene fascinados con sus encantos, impidiéndonos ver la verdadera luz.
 
El velo de Isis, suspendido entre las columnas del templo, y que oculta su entrada, debe ser levantado por el pensador que quiera, sepa y sea callado, es decir: por el iniciado que quiera, sepa y pueda penetrar.
 
El recipiendario lo deja tras de si cuando, después de haber sufrido las pruebas, ha recibido la luz. El iniciado se encuentra en ese momento entre ambas columnas, sobre el pavimento de mosaico cuyos cuadros negros y blancos nos enseñan que el bien y el mal se compensan con rigurosa exactitud, y en general reproducen la simbología binaria de ambas columnas.
 
La luz no se concibe sino por su contraste con las tinieblas, la felicidad se estima por el infortunio, y el gozo de la vida reside en el triunfo de las dificultades que es necesario vencer en la lucha por la misma existencia.
 
Las columnas, símbolo del binario, por consiguiente también lo son de la vida, que resulta de un perpetuo conflicto. La oposición engendra todas las cosas. Tal es el sentido del mito de la caída adámica. El egoísmo individual (serpiente del Génesis) incita el automatismo fisiológico, y hace al hombre volverse consciente y desear ser semejante a los dioses (Aeloim), para conocer el bien y el mal.

La Sirena Real de Basilo Valentino, con sus propias manos exprimía de uno de sus senos, sangre (columna J) y de otro leche (columna B), y se representaba nadando en el océano de que ella misma era la fuente (la materia primera de la que todo se ha formado). Recomendamos al Comp.·. medite sobre este símbolo gnóstico.

Levantándose exteriormente a ambos lados de la puerta principal del templo, estas columnas, corresponden (como antes expusimos) a los obeliscos de los santuarios egipcios. Como estas, estaban cubiertos de jeroglíficos o ideogramas que sólo los iniciados sabían descifrar. Era esta instrucción iniciática y no un salario material, lo que los aprendices y compañeros acudían a recibir junto a las dos columnas.
 
Eran de bronce estas columnas, para indicar que los principios de la iniciación son inmutables y que, por tradición, se trasmiten de una civilización a otra.
 
La Biblia (I Reyes VII: 13 y versículos siguientes) asigna a las columnas simbólicas del templo de Salomón, diez y ocho codos de altura, sin contar el capitel, que medía cinco codos. Una red de doce codos rodeada cada columna y el capitel remataba en una cavidad hemisférica rodeada de una doble fila de granadas. Estas proporciones dan a las columnas del templo de Salomón un aspecto fálico, que tiene por causa la misma forma de numerosos monumentos fenicios consagrados al poder generador masculino.
 
Las columnas eran de un espesor de cuatro pulgadas y se construían huecas para guardar en ellas el tesoro de los aprendices y compañeros. Dicho tesoro era su doctrina iniciática, y estaba reservado a los que no deteniéndose en la superficie saben profundizar.
 
La red de doce codos que rodeaba a cada columna es la que, equivocadamente, se interpreta en nuestro catecismo de compañero al decir que las columnas medían diez y ocho codos de altura y doce de circunferencia, procurando explicar esta deformidad así:
 
M.·. V.·. M.·. —¿Por qué esa deformidad en la obra maestra?
 
P.·. V.·. —Para demostrar al mundo, desde los umbrales del templo de la verdad, que la perfección es imposible y la elegancia transitoria, por lo que sólo debe apreciarse a la ciencia y a la virtud, simbolizadas por las columnas, y las cuales son asequibles y eternas una vez que se alcanzan.
 
M.·. V.·. M.·. —¿Cuál es el diámetro de las columnas?
 
P.·. V.·. —Cuatro codos. En realidad, en arquitectura antigua, una columna de 18 codos de altura y 4 de diámetro, no podía considerarse como deforme.

 
 
 

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