martes, 18 de diciembre de 2018

LOS TRES VIAJES SIMBÓLICOS


Durante la iniciación, el recipiendario tiene que hacer tres VIAJES SIMBOLICOS; en el primero siente los efectos del aíre y escucha ruidos ensordecedores y tropieza con muchos obstáculos.
 
En el segundo se le hacen sentir los efectos del agua y oye choques de aceros.

En el tercero se le hace sentir los efectos del fuego, y se le hace sentir un silencio absoluto.

El primer Viaje representa la infancia con toda su impotencia e ignorancia.


El segundo simboliza la juventud con todas sus pasiones, dispuesta siempre a vengar los agravios con la fuerza.

El Tercero representa la edad madura, cuando el hombre mide sus acciones y sus palabras y no da un paso en falso.

El aíre representa las fuerzas de la naturaleza.

El agua representa la purificación.

El fuego simboliza el amor hacía nuestros semejantes.

En el primer viaje se hace caminar al iniciado apresuradamente entre los obstáculos para que tropiece, pero los dos Expertos cuidan de que no caiga.

En el segundo viaje también se hace caminar aprisa al iniciado, representando la precipitación con que obra la juventud. También lo llevan los dos Expertos.

 En el Tercero se le hace andar pausadamente y sólo lo conduce el Prim.·. Exp.·.

 


sábado, 15 de diciembre de 2018

LOS MISTERIOS DIONISIACOS Y LA LEYENDA DE HIRAM ABIF

 
 
La pluma satírica de Aristófanes no ha perdonado ni a los festivales dionisíacos; pero la burla y el sarcasmo de un autor cómico se pueden escuchar siempre con cierta condescendencia, pues por lo menos, ha tenido la candidez de confesar que nadie podía iniciarse si era culpable de un crimen contra su país o contra la seguridad pública.
 
Eurípides hace proclamar al Coro en su Bacchae que los Misterios se practicaban únicamente con propósitos virtuosos. Sin embargo, las iniciaciones llegaron con el tiempo a tener cierto carácter licencioso en Roma; pues ya dice Sainte Croix que "no se puede dudar de que la introducción de las fiestas de Baco en Italia aceleró los progresos del libertinaje y de la intemperancia en ese país".


 
San Agustín prorrumpe en invectivas contra la impureza de las ceremonias correspondientes a los ritos sagrados de Baco, practicadas en Italia; pero, no niega que fueron practicadas con carácter religioso, o por lo menos, supersticioso: Sic videlicet liber deus placandus fuerat. La propiciación ofrecida a divinidad era en realidad un acto religioso.
 
De todos los misterios paganos instituidos por los antiguos no hubo ningunos más difundidos que los del dios griego Dionisos, los cuales se establecieron en Grecia, Roma, Siria y Asia Menor. Entre los griegos y sobre todo entre los romanos, los ritos celebrados en los festivales dionisíacos eran de carácter licencioso; pero en Asia adoptaron una forma diferente. Allí, como en todas partes, la leyenda (ya hemos dicho que cada Misterio tenía su leyenda) relataba el asesinato de Dionisos por los Titanes.
 
En las ceremonias se representaba lo que decía la leyenda. La doctrina secreta no era tampoco más diferente en Asia que en las naciones occidentales; pero habla algo peculiar en su sistema. Especialmente los Misterios de Dionisos celebrados en Siria, no tenían solamente carácter teológico, pues, además de aceptar las opiniones secretas de la unidad de Dios y de la inmortalidad del alma, comunes a todos los Misterios, practicaban sus discípulos el arte arquitectónico dedicándose a construir templos y edificios públicos, mientras buscaban la verdad divina.
 
Sólo se puede explicar la gran pureza de estos ritos sirios adoptando la ingeniosa teoría de Thirwall según la cual "todos los Misterios eran restos de un culto anterior a la mitología helénica. Sus ritos auxiliares se basaban en una idea menos fantástica y más real adecuada de la naturaleza con objeto de despertar el pensamiento filosófico y el sentimiento religioso". Thirwall supone además, que como los asiáticos, debido a su situación geográfica, no incurrieron tan pronto como los griegos en los errores del helenismo, pudieron conservar mejor la pureza y la filosofía de la doctrina pelásgica, que indudablemente había emanado directamente de la religión patriarcal, o sea, de la Francmasonería pura del mundo antediluviano.
 
Sea como fuere, nosotros sabemos que "los Dionisíacos del Asia Menor constituían una sociedad de arquitectos e ingenieros que gozaban del exclusivo privilegio de construir templos, estadios y teatros, bajo la misteriosa tutela de Baco, y se distinguían de los habitantes no iniciados o profanos por la ciencia que poseían y por los signos y toques privados con los que se reconocían entre sí".
 
Esta sociedad especulativa y operativa, especulativa por las lecciones teológicas y esotéricas que se enseñaban en sus iniciaciones, y operativa por el trabajo arquitectónico a que se dedicaban sus miembros, se distinguía por muchas características que la asimilan a la institución francmasónica.
 
En la práctica de la caridad los hermanos más opulentos debían subvenir a las necesidades y contribuir al sustento de los más pobres.
 
Por convenir así al trabajo y a su dirección, se dividían en organismos más pequeños, los cuales estaban dirigidos como nuestras logias, por oficiales superintendentes.
 
Empleaban en sus ceremonias los instrumentos de la albañilería, y tenían, como los francmasones, un lenguaje universal de signos convencionales para reconocerse, con los cuales los hermanos podían conocerse tanto en la luz como en las tinieblas, sirviendo para unir a todo el organismo en una fraternidad común, en cualquier parte en que se encontraran sus miembros dispersos.
 
En las obras de los autores antiguos se encuentran pruebas evidentes de la existencia de estos signos y palabras de paso empleadas en los Misterios. Por ejemplo, Apuleyo dice en su Apología: "Si qui forte adest corundem Solemnium mihi particep, signum dato" etc., lo cual quiere decir que "si entre los presentes hay alguien que haya sido iniciado en los mismos ritos que yo, estará en libertad de escuchar lo que yo guardo con tanto secreto, si me da el signo". Plauto alude también a esta costumbre, cuando hace que Milfidipa diga a Pirogopolónices, en su Miles Gloriosus. act. IV, SC. 2: "Cedo signum, si harune Baccharum es”, o sea, "Dadme el signo si sois uno de los báquicos" o iniciados en los Misterios de Baco. Clemente de Alejandría llama a estas maneras de reconocerse es decir, medios de salvación.
 
En otra parte, Apuleyo emplea la palabra memoracula, para denotar la palabra de paso, cuando dice “sanctissime sacrorum, signa et memoracula custodire", que debe traducirse "conservar escrupulosísimamente los signos y palabras de paso de los ritos y símbolos sagrados".


 
Ya hemos dicho que la leyenda de los misterios de Dionisos relataba la muerte de este héroe-dios y el descubrimiento de su cadáver. Pero, para apreciar debidamente los hechos, es preciso dar más detalles sobre la naturaleza del ritual dionisiaco.
 
En estos ritos místicos, el aspirante representaba de un modo simbólico y dramático los acontecimientos relacionados con la muerte del dios de que derivaban su nombre los Misterios. Después de una serie de ceremonias preparatorias, en las que ponían a prueba su fortaleza y valor, se procedía a figurar el afanismo o muerte mística de Dionisos; y el griterío y las lamentaciones de los iniciados, con el entierro del candidato en el pastos, cofre o ataúd, constituía la primera parte de la ceremonia iniciática.
 
Después empezaba Rea a buscar los restos de Dionisos, lo cual se hacía en medio de la mayor confusión y de gran tumulto. Por fin. se encontraba al dios; la tristeza se transformaba en alegría, la luz sucedía a las tinieblas, y se investía al candidato con el conocimiento de la doctrina secreta de los Misterios: la creencia en la existencia de un solo Dios y un futuro estado de recompensas y castigos.
 
Tales fueron los misterios practicados por los arquitectos -mejor dicho por los Francmasones- de Asia Menor.
 
En Tiro, la ciudad más rica e importante de esta región, memorable por el esplendor y magnificencia de sus edificios, existieron colonias o Logias de estos arquitectos místicos. Este hecho debe tenerse presente siempre, pues constituye un importante eslabón de la cadena que posteriormente une a los Dionisíacos con los Francmasones. Pero, para completar los eslabones de la cadena, es necesario demostrar que los artistas místicos de Tiro, fueron por lo menos contemporáneos de la construcción del templo de Salomón. Tal es lo que vamos a intentar a continuación.
 
Lawrie, cuyas minuciosas investigaciones sobre este asunto han dejado poco ya por descubrir, sitúa en la época de la emigración Jónica, la llegada de los Dionisíacos al Asia menor cuando "los habitantes del Ática, descontentos de la pequeñez de su territorio y de la pobreza del suelo, salieron en busca de tierras más extensas y fértiles. Habiéndoseles unido algunos habitantes de las provincias limítrofes, embarcaron para Asia Menor, de donde expulsaron a los aborígenes, apoderándose de las mejores posiciones y uniéndose bajo el nombre de Jonia, por ser la mayor parte de los refugiados procedentes de esa provincia griega". Valiéndose de sus conocimientos en las artes escultórica y arquitectónica, en las cuales habían ya los griegos hecho grandes progresos, llevaron los emigrantes a las nuevas tierras sus costumbres religiosas, e introdujeron en Asia los misterios de Atenea y Dionisos mucho tiempo antes de que el libertinaje del país paterno los corrompiera.
 
Ahora bien, Playfair sitúa la emigración Jónica en el año 1044 antes de Cristo; Gilles, en el 1055, y el Abate Barthelemy, en el 1076. La última de estas fechas es anterior en cuarenta y cuatro años al comienzo de la construcción del templo de Salomón, y da un margen de tiempo suficiente para que se pudiera establecer en la ciudad de Tiro la fraternidad dionisíaca e iniciarse "Hiram el Constructor" en sus Misterios.
 
Sigamos ahora el eslabonamiento de los acontecimientos históricos que, finalmente, unieron esta purísima rama de la Francmasonería espúrea de las naciones paganas con la Francmasonería primitiva de los judíos de Jerusalén.
 
Cuando Salomón, rey de Israel, iba a empezar, de acuerdo con los propósitos de su padre "una casa dedicada al nombre de Jehová su Dios", quiso hacer sabedor de su deseo a Hiram, rey de Tiro, pues sabía cuán diestros eran los arquitectos dionisíacos de su país, y rogó a este monarca que le prestara su colaboración con el fin de llevar a feliz término su piadoso propósito.
 
Cuentan las escrituras que Hiram satisfizo los ruegos de Salomón y le envió trabajadores para que le ayudaran en su gloriosa empresa. Entre los enviados estaba un arquitecto, a quien describe brevemente el primer libro de los Reyes, como "hijo de una viuda de la tribu de Nephtalí, y su padre había sido de Tiro: trabajaba él en bronce, lleno de sabiduría, inteligencia y saber en toda obra de metal” y con más detalle en el segundo libro de las Crónicas, donde se dice: "Yo, pues, te he enviado un hombre hábil y entendido, que fue de Hiram mi padre. Hijo de una mujer de las hijas de Dan, mas su padre fue de Tiro, el cual sabe trabajar en oro, plata y metal, en hierro, en piedra y en madera, en púrpura y en cárdeno, en lino y en carmesí; asimismo para esculpir todas figuras, y sacar toda suerte de diseño que se le propusiere.”
 
A este hombre -a este hijo de viuda, como dice la Sagrada Escritura y refiere la tradición masónica- le confió el rey Salomón un importante cargo entre los trabajadores del sagrado edificio que se erigía sobre el monte Moría. Sus conocimientos y experiencia de artífice y sobresaliente pericia en todo género de "primorosas y sabias manufacturas" pronto le colocaron al frente de los trabajadores judíos y tirios, como arquitecto jefe y director principal de las obras.
 
A él es a quien atribuimos la unión de dos pueblos tan antagónicos por sus razas, tan desemejantes en costumbres y tan opuestos en religión, como el judío y el tirio, en una fraternidad común, que vino a convertirse en la institución francmasónica.
 
Para conseguirlo debió de servirse de la influencia que le daba su elevada posición. Hiram, como tirio y como artífice, debió estar en relación con la fraternidad dionisíaca y no fue un humilde miembro a juzgar por la elevada posición de sus afectos en la corte del rey de Tiro. Por lo tanto, debió de conocer todas las costumbres ceremoniales de los artífices dionisíacos, y gozar una larga experiencia de las ventajas de la disciplina y del gobierno por ellos practicados en la construcción de los numerosos edificios sagrados en que trabajaban.
 
No cabe duda de que él introduciría algunas de las costumbres del ceremonial y de la disciplina entre los trabajadores de Jerusalén. Para ello les unió en una sociedad, parecida en muchos de sus aspectos a la de los artífices dionisíacos; enseñó lecciones de caridad y de amor fraternal; estableció una ceremonia de iniciación para poner a prueba experimental la fortaleza y valía de los candidatos; adoptó modos de reconocimiento, e inculcó las obligaciones del deber y los principios de la moral, valiéndose de símbolos y alegorías.
 
A los peones y cargadores, los Ish Sabal, así como a los albañiles, correspondientes al primero y segundo grados de la Francmasonería más moderna, se les confiaban pocos secretos. Sus instrucciones, semejantes a las de los aspirantes a los Misterios menores, consistían, simplemente en purificarse y prepararse para pruebas más solemnes y para el conocimiento de verdades más sublimes, que se aprendían en el grado de Maestro, a imitación de los Grandes misterios, en el que se descubrían, exponían y corroboraban las grandes doctrinas de la unidad de Dios y de la inmortalidad del alma.
 
Pero aquí es donde al parecer se levanta un obstáculo infranqueable que impide continuar la semejanza de la Francmasonería con los Misterios dionisíacos. Ya hemos dicho que en los Misterios paganos estas lecciones se enseñaban alegóricamente por medio de una leyenda. Ahora bien, en los Misterios de Dionisos esta leyenda era la de la muerte y resurrección del dios Dionisos; pero hubiera sido completamente imposible enseñar a los candidatos esta leyenda como base de las instrucciones que debían de recibir; porque cualquier alusión a las fábulas mitológicas de sus colindantes los gentiles, cualquier celebración de los mitos teológicos paganos, hubiera sido igualmente ofensiva a las inclinaciones y repugnante a los prejuicios religiosos de la nación judía educada de generación en generación en el culto a un ser divino, celoso de sus prerrogativas, que se había dado a conocer a su pueblo con el nombre de Jehová, el Dios del tiempo presente, pretérito y futuro.
 
No sabemos de qué modo habría podido saltar este obstáculo el fundador israelita de la Orden. No cabe duda de que habría tenido que inventar un sustituto en el que se comprendieran todos los requisitos simbólicos de la leyenda de los Misterios, o sea, de la Francmasonería espúrea, sin violar los principios religiosos de la Francmasonería primitiva judía. Pero no fue preciso recurrir a invención semejante, porque dícese que antes de la terminación del templo, ocurrió un triste suceso, que sirvió para cortar el nudo gordiano: la muerte del arquitecto jefe, que ha proporcionado a la Francmasonería su leyenda, leyenda que, como las de todos los Misterios, sirve para testimoniar nuestra fe en la resurrección del cuerpo y la inmortalidad del alma.
 
Antes de concluir este terna, vamos a decir algo sobre la autenticidad de la leyenda del tercer grado. Algunos francmasones distinguidos creen que es un hecho histórico, mientras que otros lo consideran bella alegoría, lo cual no tiene importancia alguna en lo atañente al simbolismo de la Francmasonería.
 
Quienes defienden su carácter histórico, se fundan en lo siguiente:
 
Primero. Porque el carácter de la leyenda cumple todos los requisitos del bien conocido axioma de Vicentius Lirinenses sobre lo que debe creerse de la tradición: "Quod semper, quod ubique, quod ab omnibus traditum est". 0 sea, que debe creerse todo aquello que se ha transmitido por tradición y por todas las personas en todos los tiempos y lugares. Opinan que la leyenda de Hiram Abif está completamente de acuerdo con esta regla, pues ha sido universalmente admitida y abonada casi en su integridad por los francmasones, desde los tiempos más antiguos. No hay prueba histórica de que la Francmasonería existiera sin esta leyenda desde la época del templo de Salomón en adelante. Está ella tan íntimamente ligada al sistema general, formando su parte esencial, y dándole su más definido carácter, que es evidente que la institución no podría existir sin la leyenda. Quienes abogan por el carácter histórico de la leyenda creen que esto es por lo menos una probabilidad de la verdad.
 
Segundo. La historia contenida en las Sagradas Escrituras sobre la construcción del templo, no contradicen esta leyenda. Y, por lo tanto, en ausencia de la única autoridad escrita sobre este tema, quedamos en libertad de depender de la tradición, con tal de que ésta sea razonable y se apoye en una sucesión ininterrumpida, como en este caso ocurre.
 
Tercero. Se pretende que este mismo silencio de las Escrituras sobre la muerte de Hiram el Constructor es un argumento en favor de la misteriosa naturaleza de su muerte. Es difícil que a un hombre que llegó a ser el favorito de dos reyes -enviado por uno y recibido por el otro como don inapreciable y digno de historiarse- se le dejara en olvido una vez terminado su trabajo, sin dedicarle tan siquiera unas líneas de recuerdo, a menos que su muerte hubiera acontecido en circunstancias tales que fuera impropio darlas a la publicidad. Esto es precisamente lo que se cree que debió ocurrir. Ella se convirtió en leyenda de los nuevos Misterios, que, al igual que las de los más antiguos, sólo se podía divulgar cuando se acompañaba de instrucciones simbólicas que se trataban de inculcar en las almas de los aspirantes.
 
Además, aun admitiendo que la leyenda del tercer grado sea mera ficción - que todo el relato masónico y extraescritural de la vida de Hiram Abif sea simplemente un mito, esto no afectaría en lo más mínimo a la teoría que tratamos de demostrar. Ya observó el sabio Müller que en el relato mítico van íntimamente unidos el hecho y la imaginación, lo real y lo ideal. Puesto que, según la opinión de este mismo autor, el mito nace siempre de una necesidad inconsciente por parte de sus creadores y por principios que actúan del mismo modo en todos, debemos remontarnos hacia la Francmasonería de los dionisíacos en busca del principio que condujo a la formación involuntaria de este mito hirámico.
 
Así, pues, llegamos al mismo resultado que el indicado antes, es decir, que la necesidad del sentimiento religioso en el alma judía, que hubiera rechazado la introducción de la leyenda de Dionisos, llevó a la sustitución de ésta por la de Hiram, en la cual las partes ideales de lo narrativo van íntimamente ligadas a las transacciones reales. De modo que la existencia de Hiram Abif, arquitecto- jefe del templo de Jerusalén, y amigo confidencial de los reyes de Israel y de Tiro, como indica su título de Ab, o padre, y el hecho de que no se vuelve a oír nada sobre él después de terminado el templo son hechos rigurosamente históricos. Su muerte violenta descrita por la leyenda masónica, puede ser cierta o, también, un elemento mítico incorporado a la narración histórica.
 
Pero sea o no cierto esto -que la leyenda es hecho o ficción, historia o mito- lo indudable es que los Francmasones salomónicos la adoptaron como substituta de la leyenda idolátrica de la muerte de Dionisos, perteneciente a los Misterios dionisíacos de los trabajadores Tirios.
 
 
 

EL TECHO DE LA LOGIA



Otro de los símbolos presentes en la Logia es el techo. Baste saber que este techo se supone que figura “el celaje" o firmamento en que se representa la hueste de estrellas, para cerciorarnos de la continua alusión al simbolismo del mundo.

La Logia, como representación del mundo, no tiene más techo que los cielos (Tal era la opinión de algunos antiguos adoradores del sol, cuyo culto realizaban siempre al aire libre, porque creían que no existía templo alguno capaz de contener al sol. De ahí la sentencia "Mundus universus est templum solis”, el universo es el templo del sol. Como nuestros antiguos hermanos, adoraban únicamente “en las más elevadas cumbres” la que es otra analogía importante).


Si no fuera porque otro símbolo, la escalera teológica, está íntimamente relacionado con este tema no seguiríamos tratando de él. La escala mística, que une el pavimento de la Logia con su techo, es otro lazo importante que enlaza la cadena común del simbolismo y de las ceremonias de la Francmasonería con el simbolismo y los ritos de las antiguas iniciaciones.

La escala mística, que en la Francmasonería simbólica es la escalera teológica que Jacob vio que llegaba desde la tierra al cielo", era un símbolo muy difundido entre las naciones antiguas, y se suponía que estaba compuesta de siete escalones.

En los Misterios de Mitra, cuyos grados iniciáticos ascendían a siete, había una elevada escalera de siete escalones o puertas, cada una de las cuales se dedicaba a un planeta, el que, a su vez, se representaba por un metal, siendo el escalón más elevado el que simbolizaba el sol.

Empezando por abajo se tenía: Saturno, representado por el plomo; Venus, por el estaño; Júpiter, por el bronce; Mercurio, por el hierro; Marte, por una mezcla de metales; la Luna, por la plata, y el Sol, por el oro. El conjunto simbolizaba el curso sideral del orbe solar a través del universo.

En los Misterios de Brahmá se encuentra la misma referencia a la escalera de siete peldaños, alusiva al universo.

Los siete peldaños eran emblemas de los siete mundos del universo indio. El inferior era la Tierra; el segundo, el Mundo de la Reencarnación; el tercero, el Cielo; el cuarto, el Mundo Medio, o región intermedia entre los mundos inferiores y superiores; el quinto, el Mundo de los Nacimientos, en el cual vuelven a nacer las almas; el sexto, la Mansión de la Felicidad, y el séptimo, o más elevado, la Esfera de la Verdad, morada de Brahmá, quien no es sino un símbolo del sol, con lo cual llegamos una vez más al simbolismo masónico del universo y del globo solar.


El Dr. Oliver cree haber encontrado la escalera mística de los Misterios escandinavos en el sagrado árbol Idrasil (En el Asgard, o morada de los dioses, se encuentra el fresno Idrasil, a cuya sombra se reúnen diariamente aquellos para hacer justicia. Las ramas de este árbol se extienden sobre todo el mundo y llegan hasta los cielos. Tenía tres raíces, muy distantes entre si: una de ellas arraigaba entre los dioses; otra entre los gigantes del abismo, y la tercera, cubría el Nitlheim, o infierno, y bajo esta raíz se encontraba la fuente Vergelmer, de donde manaban los ríos infernales.).

No cabe duda de que en este árbol sagrado se encuentra la misma alusión que en la escala de Jacob, a una ascensión desde la tierra, en que arraigan sus raíces, hasta el cielo, donde se expanden sus ramas, cuyo ascenso no es sino el cambio de la mortalidad a la inmortalidad, del tiempo a la eternidad, doctrina enseñada en todas las iniciaciones. La subida de la escala o del árbol representa el ascenso desde esta vida a la futura, desde la tierra al cielo.

Creemos innecesario llevar más lejos estos paralelismos. Sin embargo, cualquiera puede ver que se alude indudablemente en ellos a esa división septenaria que predominó universalmente en el mundo antiguo, cuya influencia todavía se deja sentir en nuestra vida común y en la medida del tiempo.

El siete era el número perfecto de los hebreos, que por eso lo empleaban en todos sus ritos sagrados. La creación se terminó en siete días; siete sacerdotes, llevando siete trompetas dieron vueltas alrededor de las murallas de Jericó durante siete días; Noé recibió la noticia de que iba a empezar el diluvio siete días antes; siete personas le acompañaban en el arca que encalló en el monte Ararat al séptimo mes; la construcción del templo de Salomón duró siete días. Podríamos citar mil ejemplos más de la repetición de este número talismánico, si tuviéramos tiempo y lugar para ello.

Los gentiles veneraron también este número sagrado. Pitágoras decía que era "el número venerable". La división septenaria del tiempo en semanas de siete días, que no es universal como se cree generalmente, basta para demostrar la influencia de este número. También es cosa curiosa, por referirse quizás a la escalera de siete peldaños que hemos estado estudiando, que en los antiguos misterios se lavara al candidato siete veces en el agua bendita del bautismo según cuenta Apuleyo.

Es, pues, una anomalía creer que la escalera mística de la Francmasonería tiene sólo tres peldaños, anomalía que no tiene que ver nada con la Francmasonería y que procede de la ignorancia de quienes grabaron en nuestros Manuales los símbolos masónicos por vez primera.

La escalera de la Francmasonería, como todas las equivalentes de instituciones semejantes, tuvo siempre siete peldaños, aunque actualmente se aluda solamente a los tres superiores o principales. Estos peldaños son, empezando por el inferior, Templanza, Fortaleza, Prudencia, justicia, Fe, Esperanza y Caridad. La Caridad, por lo tanto, ocupa el mismo lugar en la escala masónica de virtudes que el sol en la de planetas. En la escala de metales el oro ocupa la misma elevada posición, y en la de colores, el amarillo.

San Pablo entiende que la Caridad no consiste en dar limosnas, sino en amar con ese amor que "sufre mucho y es benévolo". Cuando en nuestras conferencias masónicas decimos que la Caridad es la virtud suprema, pues cuando se pierden la fe y la esperanza, llega ella "hasta más allá de la tumba a los reinos de la felicidad eterna", aludimos al Divino Amor del Creador. Además, Portal dice en su Essay on SymboIic Colors que el sol representa el Amor Divino y que el oro indica la bondad de Dios.


De modo que si la Caridad es equivalente al Amor Divino, y éste se representa por medio del Sol, y, por último, si la Caridad es el peldaño más alto de la escala masónica, habremos llegado como resultado de nuestras investigaciones al símbolo tan repetido del orbe solar. El sol natural o espiritual - el sol, como principio vivificante de la naturaleza animada y, por ende, objeto especial de adoración, o como instrumento más descartado de la benevolencia del Creador - fue siempre tina idea directriz en el simbolismo de la antigüedad.

Su preponderancia en la Institución masónica, es una prueba evidente de la íntima analogía de la Francmasonería con todos los demás sistemas simbólicos.

Explicar cómo se adoptó por primera vez esta analogía y de qué forma se podría dilucidar sin detrimento de la pureza y veracidad de nuestro carácter religioso, implicaría una larga y pesada investigación en los orígenes de la Francmasonería y en la historia de su relación con los demás sistemas antiguos.

Podríamos llevar más lejos todavía nuestras investigaciones; pero hemos dicho ya lo suficiente para establecer los siguientes principios fundamentales:

1. Que la Francmasonería es, estrictamente hablando, una ciencia de simbolismo.

2. Que hay gran analogía entre este simbolismo francmasónico y el de los ritos místicos pertenecientes a las religiones antiguas.

3. Que del mismo modo que en las religiones antiguas el candidato simbolizaba el universo, y se convertía al sol, como su principio vivificante en objeto de adoración, o, por lo menos, de veneración, así también en la Francmasonería, la Logia representa el universo o el mundo y el sol se adopta como su símbolo más importante.

4. Que esta identidad de simbolismo es prueba de la identidad de origen, la cual es perfectamente compatible con el verdadero sentimiento religioso de la Francmasonería.

5. Y, por último, que todo el simbolismo de la Francmasonería alude exclusivamente a lo que los Cabalistas denominan el Algabil -el Maestro Constructor- o sea, el ser que conocen los francmasones con el nombre de Gran Arquitecto del Universo.

 


ARQUITECTURA Y MASONERÍA

 
Si Arquitectura y Masonería figuran parejas en el titulo de este trazado ello es debido a que, en otros tiempos, eran una, y ésta lo era por la Geometría.

Dios geometriza siempre, mide todo en todo momento, tanto lo visible como lo invisible. Su Fiat Lux saca el orden del caos esta­bleciendo la manifestación, el cosmos, donde todo ser está forzosa­mente en alguna parte, en un determinado lugar, ocupa un deter­minado sitio, y lo que no está ni en la Tierra ni en parte alguna del Cielo no es absolutamente nada.


 
Todo ser ha sido medido, deter­minado en sus condiciones de existencia, ha sido hecho lo que es, pues la medida de una cosa es la razón de ser de dicha cosa.
 
La Geometría, contemplada en un sentido más interior que el que le confiere externamente su etimología, puede entenderse como la ciencia por la que se mide toda la manifestación. Desde el cuerpo y la extensión, pasando por el alma y lo sutil, hasta el espíritu y lo universal, todo tiene medida, todo su límite. Sólo el Principio Ab­soluto, el Infinito, escapa a toda medida y geometría. Él es el único que mide y no puede ser medido, que traza y no puede traza algu­na alcanzarle.
 
La Arquitectura, por su parte, es una ciencia adornada de otras muchas disciplinas y conocimientos... las Bellas Letras, Dibujo, Geometría, Óptica, Aritmética, Historia, Filosofía, Medicina, Música, Astrología... Es práctica y teórica. La práctica es una continua y expedita frecuentación del uso, ejecutada con las manos, sobre la materia correspondiente a lo que se desea formar. La teórica es la que sabe explicar y demostrar con la sutileza y leyes de la proporción las obras ejecutadas.
 
Así pues, según dice Vitruvio, la Arquitectura es una ciencia o, lo que es lo mismo, un arte, en cuanto que está estrechamente vinculada con la Geometría y la Aritmética que pertenecen al conjunto de las artes o ciencias liberales, aquellas que son libres y nobles por sí mismas.
 
Además, en la Arquitectura, como en la producción de cualquier cosa hecha con arte, o en el ejercicio de cualquier arte, están implicadas simultáneamente dos facultades respectivamente imaginativa y operativa, libre y servil.
 
La primera consiste en la concepción de alguna idea en una forma imitable, y la segunda, en la imitación (mimesis) de ese modelo invisible (paradeigma) en un material determinado, que es, así, informado. La imitación, el carácter distintivo de todas las artes, tiene, por consi­guiente, un doble aspecto: por una parte, el trabajo del intelecto (nous) y, por otra, el de las manos (cheir).
 
Estos dos aspectos de la actividad creadora corresponden a los "dos en nosotros", esto es, nuestro Sí espiritual, o intelectual, y nuestro Ego sensitivo y psicofísico trabajando juntos (synergoi)... La obra de arte es, pues, un producto a la vez de la sabiduría y el método, o la razón y el arte (sophia 0 logos, y techne)... estas ideas encuentran expresión mitológica en terminos de la relación entre Atenea y Hefesto, siendo la primera la diosa de la Sabiduría que surgió de la cabeza de su padre Zeus, y el segundo el titán herrero cuyas maravillosas obras son producidas con ayuda de Atenea como coadjutora (syntechnos).
 
Atenea y Hefesto "comparten una naturaleza común al haber nacido del mismo padre, y viven juntos en un santuario (hieron) común... ella es "la mente de Dios" (he theou noesis, o nous)... y él es "el noble vástago de la luz"... "Hefesto, famoso por su arte (klytometis), ayudado por Atenea de los ojos brillantes, enseñó obras gloriosas a los hombres de la tierra"; o fue Prometeo quien... robó "la sabiduría artística inma­nente (entechnon sophian) y el fuego" y los dio a los hombres "como dote divina" (moira)... Aquí, las palabras entechnos y moira signifi­can que el "artista humano que está en posesión de su arte" (entech­nos demiourgos) es tal por participación (methexis, metalepsis) en el poder creador del Maestro Arquitecto.

Los artistas siempre han sido conscientes de que el acto de crear ha de ser instigado por algo que no está en la mano del hombre.

El fenómeno creativo ha de dar cuenta de sí mismo. Y este testimo­nio no puede significar sino que el espíritu humano no crea única­mente a partir de sus propias fuerzas, ni siquiera en las condiciones más favorables, sino que necesita el roce y la inspiración de un fa­buloso Otro, y que la eficacia de ese Otro, sea cual fuere el talento humano, constituye la parte más importante del proceso creador en su globalidad. Eso es lo que han proclamado siempre los creadores de todos los tiempos, al declararse inspirados por un ser más alto.
 
 
Cuando Hornero apela a su musa para que lo instruya, cuando Hesíodo cuenta que ha escuchado el canto de las Musas y que ha sido ungido poeta por ellas, estamos acostumbrados a no ver en ello más que la consecuencia necesaria de una fe en los dioses que a nuestros ojos carece de toda validez. Pero, si atendemos a Goethe cuando afirma muy serio que los pensamientos más sublimes no están en manos de los hombres, sino que éstos han de recibirlos con temeroso agradecimiento en su calidad de dones y de obsequios, entonces podemos considerar las confesiones de un Hornero, de un Hesíodo, y de muchos otros, bajo una nueva luz. Ya creamos en Apolo y en las Musas, o no, debemos reconocer que los actos creadores de gran envergadura requieren necesariamente la conciencia viva de la presencia de un ser superior y que nuestro juicio del fenóme­no que entraña dicha creación jamás podrá ser justo si no acepta este hecho.

En cuanto a la Arquitectura, este doble aspecto que acabamos de ver, y que es tal por participación en el poder creador del Maestro Arquitecto (el Gran Arquitecto del Universo), consiste en una manera de construir (techne) y en el modo de concebir (logos) esa manera de construir.

El (Moisés) vio con el ojo del alma las formas inmateriales (ideai) de las cosas materiales que había que hacer, y estas formas tenían que ser reproducidas como imitaciones sensibles, por decirlo así, del gráfico arquetípico y de los modelos inteligibles...

Contemplamos aquí, bajo las expresiones formas inmateriales, gráfico arquetípico, modelos inteligibles, lo que señalábamos más arriba, esa Geometría cuyas trazas alcanzan el mundo de las ideas, esa “Cosmometría", valga la palabra, que debe ser reproducida por la Geometría que la imita en los modelos sensibles y cuyas trazas visibles (formas, figuras) son imágenes de las trazas inteligibles (ideas, números) de aquella otra. Todas las cosas reciben sus formas por medio de las ideas y los números. Lo que el hombre construye no son sino imitaciones sensibles de los modelos inteligibles que ve con el ojo del alma, es decir que concibe con el intelecto (nous).

Sin las formas inmateriales (ideai), y sin el gráfico arquetípico y los modelos inteligibles (el número), las artes, y por tanto la Arquitectura y la Masonería, no serían tales, ya que careciendo de modelos que reproducir serían estériles; y los artesanos, si todavía se podría llamarles así en este caso, se verían igualmente impotentes de realizar algo con arte, pues, hicieran lo que hiciesen, su labor quedaría reducida a algo así como una mera operación servil, y ellos reducidos a la condición de simple "mano". Sin número, peso y medida, las artes serían relativamente sin valor... "y una cuestión de mera práctica y trabajo".

Mediante la Arquitectura y la Masonería, el hombre de las cultu­ras tradicionales, consciente de su participación en el poder creador del Maestro Arquitecto, concibió y construyó edificios y ciudades siguiendo los modelos inteligibles. Y lo hizo
... con atención a la firmeza, utilidad y hermosura.

O, lo que es lo mismo, con arreglo a los arquetipos universales, Sa­biduría, Fuerza y Belleza, los tres pilares que sostienen el cosmos; pues todo edificio, ya sea templo, o casa (templo igualmente), de cualquier cultura tradicional, imita ese otro gran edificio que es el cosmos, y el arquitecto y el masón de esas culturas siguen el para­digma del Gran Arquitecto del Universo, el Maestro Arquitecto, creando el Mundo mediante el número, peso y medida.

La Arquitectura y la Masonería se conciben pues en base al nú­mero y la medida, en cuanto ideas o formas inmateriales, y se cons­truye concretando el número y la medida en formas materiales; por esto están íntimamente vinculadas con el doble aspecto de la Geo­metría que hemos señalado antes.
 
Los antiguos constructores cono­cían, por la Tradición, el significado interno del número y de la me­dida, y su manifestación externa en las artes; conocían que no hay forma sin idea ni número, ni idea ni número sin una inteligencia y voluntad que la conciba y realice al mismo tiempo, y reconocían su participación en esta inteligencia y voluntad del Maestro Arquitec­to al verse capaces de imitar su obra.

Pero, ¿qué necesidad impulsa al hombre de las culturas tradicionales, al arquitecto o al masón, a imitar en sus obras el poder creador del Maestro Arquitecto? Lo impulsa una necesidad interior que responde a las necesidades del "hombre completo", que no solo vive de pan, sino de aquello que el hombre es realmente más allá de lo contingente e individual del estado en el que se encuen­tra ahora transitoriamente, esa necesidad que una vez cumplida le hace tomar conciencia de lo que él es realmente, de lo que es, de un modo permanente e inmutable, fuera de toda sucesión temporal u otra, pues todos los estados del ser, considera­dos en su principio, están en perfecta simultaneidad en el eterno presente.

Este es, en el fondo, el fin y verdadera utilidad de la imitación que hace el arquitecto y el masón de la obra del Maestro Arquitecto y lo es también de las ciencias y artes tradicionales. Esto es lo que el hombre de las culturas tradicionales conoce.

En toda civilización de carácter estrictamente tradicional, todas las cosas comienzan necesariamente por el Principio o por lo que es más próximo a él, para descender luego a aplicaciones cada vez más contingentes; y, además, inclusive estas últimas no se encaran jamás desde un punto de vista profano, que no es, según lo hemos explicado a menudo, sino el resultado de una degradación por la cual se ha perdido la conciencia de la vinculación de estas aplicaciones al Principio.
 
Pero hay más todavía: la fundación de las ciudades, la elección de su sitio y el plan según el cual se las construía se hallaban sometidas a reglas pertenecientes esencialmente a la “ciencia sagrada" y, por consiguiente, estaban lejos de responder solo a fines "utilitarios", por lo menos en el sentido exclusivamente material que se da actualmente a esa palabra; por completamente extrañas que sean estas cosas a la mentalidad de nuestros contem­poráneos, es preciso sin embargo tomarlas en cuenta, sin lo cual aquellos que estudian los vestigios de las civilizaciones antiguas jamás podrán comprender el verdadero sentido y la razón de ser de lo que observan, aún en lo que corresponde simplemente a lo que se ha convenido en llamar hoy el dominio de la "vida cotidiana", pero que entonces tenía también, en realidad, un carácter propia­mente ritual y tradicional.

No ocurre así en nuestra sociedad actual, la cual no solamente está alejada en extremo de lo que es una sociedad tradicional sino que es verdaderamente su inversa, hasta el punto de que constitu­ye realmente una sociedad anti tradicional en el pleno sentido de la palabra. Aquí las necesidades del hombre, y del arte y la ciencia, están igualmente invertidas, como no puede ser de otro modo, con respecto a las de la sociedad tradicional, y sólo responden ya a condicionantes económicos, sociales, utilitarios, en suma, de inte­rés y utilidad exclusivamente material e individual por los que se rige esta sociedad que parece como si quisiera vivir sólo de pan.

Para las civilizaciones tradicionales o culturas arcaicas, es decir para aquellas que vivían el Conocimiento y que nos lo legaron como la expresión suprema de su propia esencia, el esquema so­cial no era arbitrario ni casual, ni todo el aparato cultural, su Tradi­ción, una mera suma de convenciones cualesquiera, sino que sim­bolizaban otras realidades que se manifestaban por su intermedio a los efectos de establecer un enmarque, apto para vivenciar diversos niveles de conocimiento y para efectuar diferentes maneras de existencia; por ello es que se dice que los orígenes de cualquier cultura son sagrados.
 
 
De más está subrayar que esta frase en nada se refie­re a la concepción de lo sagrado que en general posee el hombre contemporáneo. El cual, por otra parte, no es enteramente respon­sable, ni culpable de sus propias concepciones. Heredero de una Tradición degradada, habitante de una ciudad profana, que ha per­dido la memoria de todas las cosas, teniéndose que identificar con ella para poder subsistir, es inevitable que el sello de la ignorancia (y por lo tanto del sufrimiento) se halle marcado sobre su frente.

Desde luego que estas voces, y otras que suenan en armonía con ellas, no llegan a la mayoría de los ciudadanos de hoy día, pero hay algo que, en mayor o menor medida, les llega: su asomb­ro al contemplar las ciudades y los edificios de las culturas antiguas que responden a las necesidades del "hombre completo"; pues, como no puede ser de otro modo, en el fondo de su ser, sin ellos saberlo, subyace esa necesidad. Su asombro responde a que estas obras expresan y reflejan la participación consciente, a todos los niveles de los antiguos constructores en la obra del Gran Arquitecto del Universo, el único que construye iluminando y dando vida a toda obra. Y su asombro se vuelve confusión cuando perciben, del modo que sea y sin saber muy bien cómo, que sus actuales ciudades y edificios carecen de luz y vida, pues, retomando el ejemplo la mitología griega que hemos visto más arriba, en la sociedad comtemporánea, Atenea no inspira hoy ya las obras que Hefesto realiza, y que, por consiguiente, nacen muertas.

Pero si esto es lo que sucede en gran parte de nuestra sociedad, no por ello ha dejado de existir en su seno agrupaciones, la Masonería es una de ellas, que, remontándose ininterrumpidamente a tiempos de las sociedades tradicionales y a sus gremios de constructores, guardan y transmiten el carácter de éstas, y, con él, la enseñanza de las artes y ciencias tradicionales, es decir de la "Ciencia Sagrada".
 
Las antiguas cartas de la Franc-Masonería, que se remontan a los siglos XIV y XV, y que se las conoce actualmente con el nombre de Antiguos Deberes (Old Charges), testimonian esta transmisión. En ellas está recogido, con más o menos detalle y extensión relato histórico del digno oficio de la Masonería, y los Deberes propios por los que se regía el oficio; el relato histórico, que constituye la memoria viva del oficio y de sus dignos oficiales a través de los tiempos, se remonta a su origen mítico enlazando así con la Tradición primordial; y los Deberes mantienen viva la regla (Usos y Costumbres) del hacer diario de este oficio.
 
Antiguos Deberes, herramientas (la totalidad de sus símbolos) del oficio, y ritos constituyen hoy, en la Masonería, un todo donde está deposi­tada la enseñanza de la "Ciencia Sagrada", y, con ella, la posibili­dad que tiene hoy el hombre de vivir participando conscientemen­te en la obra del Gran Arquitecto del Universo, es decir tomando conciencia de lo que realmente es.

 
 

miércoles, 28 de noviembre de 2018

3º GRADO SIMBÓLICO, INSTRUCCIONES EN FORMA DE CATECISMO


3º  Grado Simbólico.
 
INSTRUCCIONES EN FORMA DE CATECISMO

P. ¿ De donde venís H.·. mío?

—R. De la sala del medio H.·. Resp.·.

P. ¿ Que hacíais allí?

—R. Honrar la memoria de nuestro Resp.·. M.·.Hir.·.

P. ¿Cómo llegasteis allí?

—R,\ Por una escalera que se sube por 3.*.5 . \ y 7.*.

P. ¿Qué significan estos números?

—R. Que es menester tres años para hacer un Aprendiz, cinco para un Compañero y siete para un Maestro.


P. ¿Dónde habéis sido recibido M.·.

—R. En una L.·. perfecta.

P. ¿Cuántos son los que componen una L.·. perfecta?

—R. Siete; un Resp.·. M.·., dos Zel.·. y cuatro M.·.

P. ¿Qué visteis cuando os permitieron entraren la L.·.?

—R. Horror, luto, y tristeza.

P. ¿Nada mas habéis percibido?

—R. Si, una luz oscura que alumbraba la tumba de nuestro Resp.·. M.·.

P. ¿De que tamaño era?

—R. De tres pies de ancho, cinco de profundidad, y siete de largo.

P. ¿Qué tenia encima?

—R. Una rama de Acacia y en la parte superior, un triángulo de oro puro con el nombre del Eterno grabado en el centro.

P. ¿Qué os sucedió?

—R. Me acusaron de un crimen horrible.

P. ¿Quién os confortó?

—R. Mi inocencia.

P.  ¿Cómo fuisteis recibido M.·.?

—R. Pasando de la Escuadra al Compás.

P. ¿Que buscabais en aquel camino ?

—R. La palabra de M.·. que estaba perdida.

P. ¿Cómo se perdió?

—R. Por tres grandes golpes, bajo los cuales sucumbí.

P. ¿Quién os socorrió ?

—R. La misma mano que me había herido.

P. ¿Cómo es eso?

—R. Nunca lo diré sino en secreto a uno de mis iguales, y cuando se me obligue a ello.

P. ¿Qué habéis aprendido?

—R. Las circunstancias de la muerte de nuestro Resp.·. M.·. Hiram que fue asesinado en el Templo por tres Compañeros que querían arrancarle por fuerza la palabra de M.·. o la vida.

P. ¿Cómo supieron que hablan sido tres Compañeros los que cometieron el crimen?

—R. Por la llamada general que hicieron de todos los obreros, por lista, y por la falta que se encontró de los tres Compañeros.

P. ¿Qué hicieron los M.·. para reconocerse después de la muerte de nuestro Resp.·. M.·. Hiram?

—R. Sospechando los MM.·. el asesinato de Hiram, y temiendo que a fuerza de tormentos le hubieran obligado a declarar sus secretos, convinieron que la primera palabra que se pronunciara cuando lo encontrasen, les serviría en adelante para reconocerse. Lo mismo fue de la seña, y del tocamiento.

P. ¿Cuáles fueron los indicios de la descubierta del cuerpo de nuestro Resp.·. M.·. Hiram?

—R. Vapor, tierra nuevamente movida, y un ramo de Acacia.


P. ¿Qué hicieron del cuerpo después de haberle hallado?

—R. Salomón le hizo enterrar con la mayor pompa en el santuario del Templo.

P. ¿Cuáles son las señales distintivas de los MM.·.?

—R. Una seña, un Toque, dos Palabras y los cinco Puntos perfectos de la Maestría.

P . Hacedme la seña.
 
—Se hace.

P. Dadme el tocamiento.

—Se da.

P. Dadme la palabra.

—Se da.

P. ¿Cuáles son los Cinco Puntos Perfectos de la Maestría?

—R. El Pedest.·. la inflexión de las Rodillas, la unión de las dos Ma.·. De.·., el Br.·. lzqui.·. sobre el Homb.·., y el B.·. de paz.

P. ¿Dadme su explicación?

—R. El Pedest.·. significa que siempre estamos prontos en socorrerá nuestros HH.·., la Inflex.·. de las Rod.·., que debemos humillarnos a cada momento ante el que nos ha dado el ser. La unión de las Ma.·. Der.·., que debemos asistir nuestros HH.·. en sus necesidades. El Br.·. que le pasamos sobre el Homb.·., que debemos darles consejos dictados por la Sabiduría y la Caridad. En fin el B.·. de paz, anuncia la dulzura y la unión inalterable que forma la base de nuestro Orden.

P. ¿Sobre que se sostiene la L.·. de los M.·.?

—R. Sobre tres grandes pilares triangulares, nombrados, Sabiduría, Fuerza, y Belleza.

P. ¿Tienen alguna significación estos tres nombres?

—R. Si, su forma significa la Divinidad en toda su extensión; La Sabiduría, Simboliza su esencia; la Fuerza, su poder infinito, y la Belleza, lo perfecto y sublime de sus obras.

P. ¿Cuáles deben ser las cualidades de un M.·.?

—R. Sabiduría, Fuerza, y Belleza.

P. ¿Cómo puede reunir cualidades tan raras ?

—R. La Sabiduría, en sus costumbres, la Fuerza, en la unión con sus HH.·., y la Belleza, en su carácter.

P. ¿Hay algunos muebles o joyas en la Logia?

—R. Si, tres; el Evangelio, el Compás y el Mallete.

P. ¿Cuáles son sus significaciones ?

—R. El Evangelio demuestra la verdad, el Compás la Justicia, y el Mallete que sirve para mantener el orden, nos indica que debemos ser dóciles a las lecciones de la Sabiduría.

P. ¿Por qué se sirven de malletes los tres primeros Of.·. de la L.·.?

—R. Para darnos a entender que así como la materia suena cuando la chocan, del mismo modo el hombre a quien Dios ha dado un corazón y la facultad de conocer y juzgar, debe ser sensible al grito de la virtud, y rendir homenaje a su creador.

P. ¿Cuál es el nombre de un M.·. ?

—R. Gabaon, es el nombre del lugar donde los Israelitas depositaron el Arca del Testamento, en los tiempos de insurrección.

P. ¿Qué significa eso?

—R. Que el corazón de un M.·., debe ser bastante puro para formar con él un Templo agradable a Dios.

P. ¿Sobre que trabajan los M.·.?

—R. Sobre la tabla de trazar.

P. ¿Dónde reciben su recompensa?

—R. En la sala del medio.

P. ¿Qué significan las nueve estrellas que iluminan al Templo?

—R. El número de los MM.·. enviados en busca de Hiram.

P. ¿Cómo viajan los MM.·.?

—R. Por toda la superficie de la tierra.

P. ¿Porque?

—R. Para distribuir la luz.

P. ¿Si se perdiera uno de vuestros HH.·. donde lo encontraríais?

—R. Entre la escuadra y el compás.

P. Explicadme esta respuesta

—R. Yo os lo diré, la escuadra y el compás son los símbolos de la sabiduría y de la justicia, de los que un buen M.·. jamás debe separarse.

P. ¿Qué haríais si estuvieseis en algún peligro?

—R. La seña de socorro.

P. ¿Cómo se hace?

—R. Así: (se hace.)

P. ¿Cuál es la edad de un M.·.?

—R. Siete años.

P. ¿Qué significan esos siete años?

—R. El tiempo que Salomón empleó en construir el Templo.

P. ¿Qué hora es?

—R. Medio día.
 
 
 



4º- LOS OFICIOS TRADICIONALES EN LA MASONERÍA


A propósito de la iniciación efectiva y de la iniciación virtual, René Guénon señala la diferencia entre ambas y escribe:

...La vinculación a una organización tradicional regular (presuponiendo naturalmente la cualificación) basta para la iniciación virtual, mientras que el trabajo interior que viene a continuación concierne propiamente a la iniciación efectiva, que es en suma, en todos sus grados, el desarrollo "en acto" de las posibilidades a las cuales la iniciación virtual da acceso. Esta iniciación virtual es pues la iniciación entendida en el sentido más estricto de esta palabra, es decir como una "entrada" o un "comienzo"... el punto de partida necesario de todo el resto...


 Se podría resumir todo en estas pocas palabras: entrar en la vía, es la iniciación virtual; seguir la vía, es la iniciación efectiva; pero desgraciadamente, de hecho, muchos se quedan en el umbral..., sobre todo... como consecuencia de la degeneración de ciertas organizaciones que, habiéndose vuelto únicamente "especulativas" como acabamos de explicarlo, no pueden por ello mismo ayudarles en modo alguno para el trabajo "operativo"..., y no les suministran nada que pueda incluso permitirles sospechar la existencia de una "reali7ación" cualquiera..., aunque, incluso en estas organizaciones, se hable todavía... de "trabajo" iniciático, o al menos de algo que se considera como tal; pero entonces... ¿en qué sentido y en qué medida esto corresponde todavía a alguna realidad?
 
Para responder a esta pregunta, recordaremos que la iniciación es esencialmente una transmisión... de una parte, transmisión de una influencia espiritual, y, de otra, transmisión de una enseñanza tradicional.
 
Es la transmisión de la influencia espiritual la que debe ser contemplada en primer lugar... sobre todo porque es ella la que constituye esencialmente la iniciación en sentido estricto..., la enseñanza iniciática... no puede ser otra cosa más que una ayuda exterior aportada al trabajo interior de realización..., ésta es, en el fondo, su única razón de ser, y es en esto solamente que puede consistir el lado exterior y colectivo de un verdadero "trabajo" iniciático....

Ahora, lo que hace la cuestión un poco más compleja, es que los dos tipos de transmisión que acabamos de indicar, aún siendo en efecto distintos en razón de la diferencia de su naturaleza misma, no pueden sin embargo estar nunca enteramente separados uno del otro...
 
En efecto, los ritos son esencialmente, y ante todo, el vehículo de la influencia espiritual, que sin ellos no puede ser transmitida de ninguna manera; pero al mismo tiempo, por lo mismo que tienen, en todos los elementos que los constituyen, un carácter simbólico, conllevan necesariamente también una enseñanza en sí mismos, puesto que, como lo hemos dicho, los símbolos son precisamente el único lenguaje que conviene realmente a la expresión de las verdades de orden iniciático.
 
Inversamente, los símbolos son esencialmente un medio de enseñanza, y no solamente de enseñanza exterior, sino también de algo más, en tanto que deben de servir sobre todo de "soportes" de la meditación, que es por lo menos el comienzo de un trabajo interior; pero estos mismos símbolos, en tanto que elementos de los ritos y en razón de su carácter "no-humano", son también "soportes" de la influencia espiritual misma.
 
Por otra parte, si se reflexiona en que el trabajo interior sería ineficaz sin la acción o, si se prefiere, sin la colaboración de esta influencia espiritual, se podrá comprender por ello que la meditación sobre los símbolos adquiere ella misma, en ciertas condiciones, el carácter de un verdadero rito, y de un rito que, esta vez, no confiere solamente la iniciación virtual, sino que permite alcanzar un grado más o menos avanzado de iniciación efectiva.


 ... Y es justamente esto lo que, por definición, escapa forzosamente al punto de vista "especulativo" como tal. Este no puede más que atenerse a un estudio exterior de los símbolos, que no sabría evidentemente hacer pasar, a aquellos que se dedican a ello, de la iniciación virtual a la iniciación efectiva..., y hay que considerarse dichosos si no se aleja más o menos completamente en consideraciones "al margen", como por ejemplo cuando se quiere sobre todo encontrar en los símbolos un pretexto de "moralización", o deducir de ellos pretendidas aplicaciones sociales... que no tienen ciertamente nada de iniciático ni incluso de tradicional. En este último caso, se ha franqueado ya el límite en el que el "trabajo" de ciertas organizaciones deja completamente de ser iniciático, aunque fuese de una manera enteramente "especulativa", para caer pura y simplemente en el punto de vista profano..., y es muy fácil comprender cómo la "especulación", tomada como un fin en sí misma, se presta enojosamente a deslizarse [de la degeneración a la desviación] de una manera casi insensible.
 
...es decir que las consideraciones teóricas no tienen valor real, en tanto que trabajo puramente iniciático, más que si están destinadas a preparar la "realización"; y de la cual son, de hecho, una preparación necesaria, pero esto es lo que el punto de vista "especulativo" es incapaz de reconocer, y de lo que, por consiguiente, no puede de ninguna manera hacer conscientes a aquellos que limitan a él su horizonte.

Así pues, a juzgar por todo lo anteriormente expuesto, la Masonería actual tiene posibilidad de restauración siempre y cuando dicha restauración pase por su vuelta al estado "operativo", es decir, siempre y cuando sus miembros recuperen el trabajo interior iniciático volviendo a contemplar la iniciación desde el punto de vista operativo; siempre y cuando tomen conciencia de que la iniciación no es solamente entrar en la vía iniciática, como dice René Guénon, sino que es además seguir la vía, que es lo que corresponde propiamente a la iniciación efectiva, es decir a la realización metafísica del ser, a la "Obra" alquímica, a la construcción del Templo.
 
Aunque en la vía iniciática haga falta necesariamente un trabajo de conocimiento teórico, es necesario igualmente y principalmente, ya que de él depende la iniciación efectiva, un trabajo interior iniciático; el trabajo teórico, que por sí sólo no podría conducir a la iniciación efectiva, debe pues dar paso al trabajo interior, ya que es por mediación de este último, en la medida en que este trabajo se hace, que el ser se va transmutando, es decir va siendo aquello que él es realmente, a medida que lo va reconociendo y a medida que va reconociendo también al mismo tiempo lo que él no es sino de manera transitoria e ilusoria. Por otra parte hay que subrayar que el trabajo interior sería, como dice también René Guénon, ineficaz sin la colaboración de la influencia espiritual, que como se sabe se transmite a través del rito; pero como el trabajo interior se lleva a cabo también a través de la meditación en los símbolos, esta operación tiene que tener ella misma, en estas condiciones, el carácter de un rito para que haya aquí colaboración de la influencia espiritual.
 
Por lo tanto, en el trabajo interior, tanto el rito como el símbolo con los que se trabaja son mediadores de la transmisión de la influencia espiritual, y también lo son, al mismo tiempo, de la transmisión de la enseñanza tradicional; en esto consiste propiamente su carácter operativo, y aunque este carácter, como se acaba de decir, es propio del trabajo interior, lo es igualmente, por extensión, de todo oficio tradicional, ya que la forma externa de trabajo de cualquier oficio así, sea ésta cual sea, no es sino la expresión del trabajo interior del obrero sobre aquellos aspectos cualitativos de su naturaleza, es decir sobre la naturaleza cualitativa del iniciado, de manera que aquí el trabajo externo no es sino la forma aparente que reviste el trabajo interno.
 
Así pues, si, como se dijo en la primera parte de este trazado, la Masonería actual, habiendo conservado sus señas de identidad, es decir la transmisión de la influencia espiritual y de la enseñanza tradicional a través de sus ritos y de sus símbolos, ha devenido ella misma, con la desaparición de los oficios tradicionales, un oficio tradicional que sirve de soporte a la iniciación que ella transmite y en el cual tiene aplicación dicha iniciación; y si, como se ha dicho en esta última parte, todo oficio tradicional es operativo, nada impide, salvo la incomprensión por parte de los propios masones de los aspectos expuestos más arriba, que la Masonería actual pueda recuperar el carácter operativo que le es propio. 


 

3º- LOS OFICIOS TRADICIONALES EN LA MASONERÍA


Vista, en la primera y segunda parte de este trazado, la relación que vincula a través de la naturaleza cualitativa del oficio tradicional, a la Masonería con los oficios tradicionales, y que el fin primordial, tanto de aquella como de éstos, no es sino el de ofrecer los medios y servir de soporte para la realización metafísica del ser, veamos ahora, la propiedad operativa, si así se puede decir, de esa naturaleza cualitativa que, tanto a la Masonería como a los oficios tradicionales, les es común.


Las palabras operativo y operar derivan del latín opera, trabajo, actividad (al servicio de alguien o de alguna cosa), labor, atención, aplicación; y esta de opus, obra, trabajo (artístico o intelectual), labor, construcción, acto, hecho. Por consiguiente, ambas expresan una facultad de obrar (propia de la naturaleza de la persona que obra y también de la labor misma), una capacidad de actualizar (pasar de la potencia al acto), de realizar.

La palabra operativo está pues íntimamente ligada con la palabra realización, y en el ámbito de la iniciación, como veremos más adelante en palabras tomadas de René Guénon, expresa el "cumplimiento" del ser, es decir su "realización".

Este hermano, refiriéndose a la Masonería, señala un error:
 
"Muy extendido... sobre el sentido de la palabra operativo y también... sobre el de la palabra "especulativo".

El punto de partida del error que señalamos, [escribe René Guénon], consiste en esto: del hecho de que la forma de la iniciación masónica está ligada a un oficio... y que sus símbolos y sus ritos, en una palabra sus métodos propios, en todo lo que tienen de "específico", toman esencialmente su apoyo en el oficio de constructor, se ha llegado a confundir en esto "operativo" con "corporativo", deteniéndose así en el aspecto más exterior y el más superficial de las cosas, como es natural para quien no tiene ninguna idea ni incluso ninguna sospecha de la "realización" iniciática. La opinión más extendida podría pues formularse así: los Masones "operativos" eran exclusivamente hombres de oficio; poco a poco, "aceptaron" entre ellos, a título honorífico en cierta manera, a personas extrañas al arte de construir; pero, finalmente, sucedió que este segundo elemento se hizo predominante, y es de aquí de donde resultó la transformación de la Masonería "operativa" en Masonería "especulativa", que no tenía con el oficio más que una relación ficticia o "ideal"... Parece que se piensa, de manera más o menos unánime, que el cambio que dio nacimiento a la Masonería "especulativa" marca una superioridad con respecto a aquello de lo que ésta ha derivado, como si representara un "progreso" en el sentido "intelectual" y respondiera a una concepción de un nivel más elevado...


De hecho, no existía antiguamente otra distinción más que la de Masones "libres", que eran hombres de oficio, que se llamaban así a causa de las franquicias que habían sido acordadas por los soberanos a sus corporaciones, y sin duda también (deberíamos quizá incluso decir ante todo) porque la condición de hombre libre de nacimiento era una de las cualificaciones requeridas para ser admitido a la iniciación, y Masones "aceptados", los cuales no eran profesionales, y entre los que se hacía un lugar aparte a los eclesiásticos, que eran iniciados en Logias especiales para poder cumplir la función de "capellán" en las Logias ordinarias; pero unos y otros eran igualmente, aunque a títulos diferentes, miembros de una sola y misma organización, que era la Masonería "operativa" y ¿Cómo hubiera podido ser esto de otra manera, si ninguna logia hubiera podido funcionar normalmente sin estar provista de un "capellán", es decir sin contar por lo menos con un Masón "aceptado" entre sus miembros?


Es cierto, por otra parte, que es entre los Masones "aceptados" y por su acción que se ha constituido la Masonería "especulativa"; y esto puede en suma explicarse simplemente por el hecho de que, no estando ligados directamente al oficio, y no teniendo, por eso mismo, una base tan sólida para el trabajo iniciático bajo la forma de que se trata, podían, con mayor facilidad y de manera más completa que otros, perder de vista una parte de lo que comporta la iniciación, y diremos incluso la parte más importante, puesto que es aquella que concierne propiamente a la "realización"...
 
Se puede señalar aquí, a propósito de estas palabras de René Guénon, y adelantando lo que se verá más adelante, que si la Masonería llamada "especulativa", o, mejor dicho, los Masones "aceptados", bajo cuya acción la Masonería tomó esta forma, perdieron de vista "la parte más importante" que comporta la iniciación, la que concierne propiamente a la "realización", no por ello la Masonería en sí misma ha perdido su esencia, ni con ésta la posibilidad de recuperar esa "parte más importante" que es consustancial a ella: "la que concierne propiamente a la realización".


Es aquí cuando, aún habiendo partido de consideraciones históricas para comodidad de nuestra exposición, [prosigue René Guénon], tocamos el fondo mismo de la cuestión: el paso de lo "operativo" a lo "especulativo", muy lejos de constituir un "progreso" como querrían los modernos que no comprenden el significado de esto, es exactamente todo lo contrario desde el punto de vista iniciático; ello no implica forzosamente una desviación propiamente hablando, pero al menos implica una degeneración en el sentido de una disminución; y, como lo acabamos de decir, esta disminución consiste en la negligencia y el olvido de todo lo que es "realización", ya que es esto lo que es verdaderamente "operativo", para no dejar subsistir más que un punto de vista puramente teórico de la iniciación... y que la palabra "especulación" expresa sin duda más claramente, puesto que da, por su misma derivación, la idea de algo que no es sino un "reflejo", como la imagen vista en un espejo, es decir un conocimiento indirecto, por oposición al conocimiento efectivo que es la consecuencia inmediata de la "realización", o que más bien no es sino uno con ésta... la palabra "operativo" no debe ser considerada exactamente como un equivalente de "práctico", en cuanto que este último término se refiere siempre a la "acción"... en realidad, se trata de ese "cumplimiento" del ser que es la "realización" iniciática, con todo el conjunto de medios de diversos órdenes que pueden emplearse con vista a este fin; y no deja de tener interés señalar que una palabra del mismo origen, la de "obra", es también usada precisamente en este sentido en la terminología alquímica.

La consideración que hace el hermano René Guénon, al final de este último párrafo, de que la palabra "operativo" debe ser considerada como haciendo referencia al "cumplimiento" del ser que es la "realización" iniciática, expresa en síntesis dicha palabra, ya que el término "cumplimiento" está indicando aquí, por una parte, el llevar a efecto lo que debe hacer el ser, y, por otra parte, la "terminación", o la "culminación", del ser mismo; es decir, está expresando que el llevar a efecto lo que debe hacer el ser no es otra cosa más que su fin.

Es fácil desde ese momento, prosigue René Guénon, darse cuenta de lo que queda en el caso de una iniciación que no es más que "especulativa": la transmisión iniciática subsiste siempre, puesto que la "cadena" tradicional no ha sido interrumpida; pero, en lugar de la posibilidad de una iniciación efectiva, siempre que algún defecto individual no venga a obstaculizarla, no se tiene más que una iniciación virtual, y condenada a permanecer así por la fuerza misma de las cosas, puesto que la limitación "especulativa" significa propiamente que este estadio no puede ser rebasado, ya que todo lo que va más lejos es, por definición misma, de orden "operativo". Esto no quiere decir, por supuesto, que los ritos no tengan efecto en semejantes casos, pues permanecen siempre, incluso si aquellos que los realizan no son conscientes de ello, como siendo el vehículo de la influencia espiritual; pero este efecto es por así decir "diferido" en cuanto a su desarrollo "en acto", y no es sino como un germen al que le faltan las condiciones necesarias para su eclosión, las cuales residen en el trabajo "operativo" pues es sólo por medio de éste que la iniciación puede hacerse efectiva.

 
A propósito de esto, debemos insistir todavía sobre el hecho de que tal degeneración de una organización iniciática no cambia sin embargo nada su naturaleza esencial, y que incluso la continuidad de la transmisión basta para que, si se presentaran circunstancias más favorables, sea siempre posible una restauración, debiendo entonces necesariamente ser concebida dicha restauración como una vuelta al estado "operativo"...
 
Por otra parte, la inferioridad del punto de vista "especulativo", tal como acabamos de explicarlo, muestra además, que el "pensamiento", cultivado por él mismo, no podría en ningún caso ser la característica de una organización iniciática como tal; ésta no es una agrupación donde se deba "filosofar" o librarse a discusiones "académicas", como tampoco a cualquier otro tipo de ocupación profana..., en suma, se puede decir que hay desviación, más o menos grave según los casos, todas las veces que exista confusión entre el punto de vista iniciático y el punto de vista profano... pero, fuera de toda desviación, se puede siempre, de manera muy exacta, aplicar los términos "operativo" y "especulativo", en lo que concierne a una forma iniciática, la que sea, e incluso si ella no toma un oficio como "soporte", haciéndoles corresponder respectivamente con la iniciación efectiva y la iniciación virtual. 

 
 

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