domingo, 22 de mayo de 2016

BIENVENIDOS


En sus Aperps sur l'initiation, René Guénon señalaba amargamente que «cuando uno se da cuenta hasta qué grado de degeneración hemos llegado en el Occidente moderno, resulta fácil comprender cuántas cosas de orden tradicional y, con más razón, de orden iniciático, no pueden subsistir más que en estado de vestigios, más o menos incomprendidos incluso por aquellos mismos que los guardan».
 
Conviene releer y meditar con humildad estas palabras para darse cuenta de que, mal nos pese, ésta es la situación actual, en nuestra modesta opinión, de las organizaciones iniciáticas occidentales. Estaría fuera de lugar referirnos a las múltiples imitaciones, a la cohorte de grupos, sociedades y «escuelas» pseudoesotéricos que las parodian salpicando el panorama ocultista actual. Tampoco podemos detenernos a estudiar el papel claramente diabólico y antitradicional que estas últimas desempeñan en el mundo moderno. Ante tal situación de confusión, expresión fiel de la edad sombría que nos ha tocado vivir, no podemos dejar de citar a un teósofo (que no «teosofista») cristiano, Karl von Eckartshausen, que en su delicioso opúsculo La Nube sobre el Santuario escribió:
 
«Cuando se hizo necesario que las verdades interiores fueran envueltas en ceremonias exteriores y simbólicas, a causa de la debilidad de los hombres, que no eran capaces de soportar la unión de la luz, nació el culto exterior, pero se trata siempre de la representación y del símbolo del interior, o sea, el símbolo del verdadero homenaje rendido a Dios en espíritu y en verdad».
 
Si bien el gran peligro "que corren en la actualidad tanto la Iglesia Católica como la Francmasoneria, ambas depositarias en Occidente del saber tradicional, es precisamente éste: la confusión del símbolo con la realidad de orden trascendente a la que simboliza cayendo así en la secularización, la socialización, la mayoría de sociedades pseudoiniciáticas suelen adolecer del mismo error, característico del Kali Yuga: el deleite morboso en lo fenoménico que podemos ver, por ejemplo, en el predominio de lo psíquico sobre lo puramente espiritual y en la sustitución de las experiencias espirituales que podríamos llamar «graciosas» por experiencias «forzadas» y pseudomisticas, deseadas por el ego orgulloso y provocadas en muchas ocasiones a base de consumir drogas, desconociendo el uso ritual y sagrado que tenían antaño en diversas tradiciones. Se trata, una vez más, de una profanación del símbolo.
 
Si, utilizando la terminología masónica, hemos de reconocer que la palabra se ha perdido, también hemos de aceptar que los símbolos y los ritos han sido tergiversados y que, para acceder a su esencia, debemos, humildemente, acudir a los Maestros de la Tradición. En un momento en que cualquier maestrillo se atreve a interpretar los símbolos sagrados a la luz de su mentalidad moderna y profana, egóticamente, llegando incluso a lograr que sus incautos discípulos prefieran sus interpretaciones pretenciosas a la Doctrina del Cielo, sorprende sobremanera encontrarse con trabajos como los que siguen, por su rigor, por su respeto, y por su amor hacia el Misterio.
 
En esta web hallaremos textos excepcionalmente didácticos en lo que se refiere al símbolo, pero también en lo que atañe al rito y a la cosmogonía. Debemos, pues, leer entre líneas, meditar en los grabados que, a modo de Libro Mudo de los alquimistas, ilustran estos trabajos e intentar un acercamiento más cordial que racional a aquello de lo cual nos hablan. Símbolo, mito y rito no son, como opinan algunos autores no tradicionales, meras abstracciones intelectuales separadas de la esencia del hombre; antes al contrario, constituyen la posibilidad real y efectiva de conectar esa misma esencia con la divinidad, de encarnar en el mundo de lo sensible aquello que por su naturaleza misma lo trasciende.
 
Vivimos en una época de sustitutos e inversiones (el mismo diablo es «simio» de Dios) en la que ya nada es lo que parece, en la que ya nada es «verdad», por lo que debemos mantener los ojos bien abiertos. Hemos llegado a confundir el dinero con la verdadera riqueza, que es de muy otro orden, el totalitarismo y el despotismo con el poder, y la alucinación o el atontamiento de los sentidos obtenidos artificialmente con la experiencia trascendente. Y, lo que es aún peor, casi toda la información, en el orden que sea, que llega hasta nosotros es esencialmente «profana» y convencional, y pertenece al reino de lo «inferior».
 
En la antigüedad se sabían quizá pocas cosas; actualmente se «mediosaben» (= ignoran) muchas. El Conocimiento, que por su naturaleza misma es Uno y eterno, ha sido substituido por la información, que es múltiple y siempre cambiante. En ésta web publicamos trabajos realizados por francmasones auténticos, trabajos o «trazados» leídos en Logia, que constituyen el mejor testimonio de cómo se trabaja en una organización de tradición iniciática. El protagonista de estos trabajos es siempre el mismo: el símbolo, el rito y el mito. Tergiversados, travestidos y mal utilizados en el mundo profano, todos ellos actúan de un modo directo, saltándose las barreras del racionalismo y de lo meramente convencional, sobre el campo de la consciencia, nos posibilitan el acceso a otros aspectos de la realidad, abarcando al mismo tiempo lo sensible y lo velado, lo evidente y lo oculto. Utilizan la manifestación para ayudarnos a elevarnos hasta lo inmanifiesto.
 
Y ello es así porque los símbolos tradicionales, contrariamente a los signos y las alegorías con los que se suelen confundir, y por enorme que ello pueda parecer a la mentalidad moderna, son de origen suprahumano, ya que, corno escribe Guénon, «el simbolismo tiene su fundamento en la naturaleza misma de los seres y de las cosas». Mucho habría que decir sobre este tema, y sobre todo a propósito de otra cuestión que Guénon ya apuntó en Oriente y Occidente cuando se refería a la constitución de una élite espiritual formada por aquellos individuos que, en pleno Káli Yuga, aún siguen fieles a la Tradición. Que esa élite existe, es un hecho, y que aquéllos que se pelean en el exterior por pertenecer a ella o que quieren hacernos creer que pertenecen a ella están errados, también es un hecho. A propósito de ello, Karl von Eckartshausen escribía:
 
«Siempre ha existido una escuela más elevada a la que ha sido confiado el depósito de toda ciencia; esta escuela es la comunidad interior y luminosa del Señor (...) sus miembros están dispersos por todo el mundo pero han estado siempre unidos por un espíritu y una verdad...».
 
Con todo, un buen número de buscadores sinceros, tendrían cabida en esa escuela por su humildad y su cualificación espiritual, pero las circunstancias antitradicionales del mundo en que vivimos hacen que no se conozcan entre sí ni puedan hacerse participes los unos a los otros de sus trabajos y sus investigaciones. Alguien objetará quizás que aquí se están revelando secretos iniciáticos, pero de nuevo habrá confundido continente con contenido y no habrá comprendido nada: una cosa es el símbolo, otra la explicación que podamos dar de él y otra, muy otra, su actualización, su incorporación en nuestro corazón. Esta última no depende de Obediencias, grados, drogas, ejercicios ascéticos u otras cuestiones meramente «humanas», pues el Espíritu «sopla donde quiere» y no donde quisiéramos que soplara.






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