viernes, 31 de agosto de 2018

ÉTICA, MORAL Y VIRTUDES MASÓNICAS

 
El concepto de virtud, como otros relacionados directa o indirectamente con la moral y la ética, conforman convenciones ilustradas normalmente admitidas. Acaso sea la palabra convenio la que mejor defina el carácter propio de "lo moral" tal y como nuestro mundo y nuestro sistema nos tiene habituados, pues, efectivamente, hay tantas éticas y morales, luego virtudes normalmente aceptadas, como sistemas culturales; no obstante, a tenor del flujo que toma el sistema moderno bien puede decirse que se ha llegado, al menos en Occidente, a una ética global y a una moral instaurada como superestructura volitiva y corno pauta de conducta.
 

El sistema moderno está cada vez, si cabe, más alejado del contenido que se esconde detrás de estas palabras, pero aquí no nos interesa esta cuestión ni nos perturba la simplicidad con que la modernidad, es decir, el ámbito profano, trata no sólo estos aspectos que consideramos sino, en general, todo lo referente a lo que de verdad define y perfila al ser individual, que en su realidad ternaria está provisto de todos aquellos elementos que le son necesarios para el autentico conocimiento de si mismo, más allá de determinaciones  mentales, es decir, históricas, que no lo son tanto si advertimos que ellas están sometidas al devenir, luego que son cambiantes dependiendo muchas veces de intereses ajenos al ser mismo.
 
Para nosotros, finalmente la Virtud, como la moral y la ética, no difiere en absoluto del compromiso iniciático bajo el cual trabajamos a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo. Pues, en efecto, si, como dijo René Guénon, la Ortodoxia masónica consiste en seguir fielmente la Tradición, podría decirse que la Virtud deviene justamente de este compromiso que la Masonería tiene consigo misma y con la Tradición que vehicula; compromiso que, desde luego, lo es de todos sus miembros esparcidos por la faz de la Tierra.
 
Para un masón ¿qué otra virtud podría haber más que aquella que se desprende de ser fiel receptáculo y transmisor del contenido tradicional e iniciático? es decir, transmitir y vivificar mis símbolos, ritos y mitos, única manera de actualizar los contenidos tradicionales. De hecho, esta Virtud a la cual nos referimos, no es masónica en sí, sino común a todo proceso iniciático.
 
Puesto que macro y microcosmos son análogos, bien podemos decir que si estamos en la Edad Oscura esto no significa qua la Edad de Oro no pueda florecer en el corazón de cada cual, como una realidad siempre actuante, pues unida está sutilmente con el Principio: de hecho, la Edad de Oro es una expresión de su infinita perfección. Valdría decir que no hay, en realidad, otra Edad de Oro más que aquella que adquiere la consciencia en su camino ascendente hacia la Gnosis. Por eso nuestra Orden tiene y conserva orígenes míticos siendo los masones miembros de aquel "coro del inmortal amor" al que alude Porfirio: un canto y un sacrificio a la vez, una voz única sin tiempo ni lugar pero claramente perceptible en cualquier tiempo y en cualquier lugar.
 
Si históricamente la tradicción se ha mantenido, no sin controversia, a través de sus adeptos, es la virtud la que une, como el como el cemento que esparce el Venerable Maestro, lo de arriba con lo de abajo, siendo justamente en medio (pues la Virtud esta íntimamente relacionada con la justicia) donde se sitúa el masón dando testimonio de que más allá de lo individual, lo universal es lo realmente trascendente. En este sentimiento, podemos decir que la Virtud es un estado del alma y no una de sus actitudes y que este estado del alma no es más que la manifestación del Amor que hace que lo semejante se conozca por lo semejante; por ello, también, este estado del alma podría verse como un lugar común a quienes participan de lo universal y no una convención ni una pauta de comportamiento.


 
Es por la Virtud que la cadena se mantiene unida, pues es notorio advertir que sólo si el eslabón se cierra podrá formar parte de ella.
 
La Tradición no es una forma de vida, sino aquello que da la Vida, sea cual fuera la forma que ella adopte. Saber cuáles son nuestras raíces y debernos a ellas y saber cuál es nuestro destino y cumplir con él. Y es precisamente, también, debido a la Virtud como el masón quiere conocerse y reconocerse en el centro de la Logia, como único lugar común con su verdadera personalidad; pues es efectivamente este centro el que simboliza, en el plano de la Logia, a la Unidad metafísica; y la plomada o fiel que sobre este centro se cierne ejemplifica esta vertical en torno a la cual todo gira, este eje al que se suman los iniciados.
 
En verdad, podría decirse que todos aquellos intereses que no soporten la idea de Unidad metafísica y, sobre todo, aquello que está más allá de ella, son ajenos a nuestra Orden y que es precisamente la Virtud la que nos habla de no confundir la trascendencia metafísica con la impresión psicológica de trascendencia ya que esta última, si bien importante por cuanto abre un espacio significativo en la existencia individual, es limitada precisamente por su carácter individual.
 
Es igualmente por la Virtud por la que somos capaces de dejar los metales fuera del Templo sabiendo a ciencia cierta que los metales más pesados son los más intangibles, aquellos que llevamos en los bolsillos de nuestra psique: nuestra Logia está viva no por nuestra presencia, sino por la presencia de la Unidad en su centro.
 
Pudiera parecer, a tenor de lo dicho, que la Virtud es un don que se adquiere por inducción; en cierta manera deberíamos decir que el estudio paciente de los símbolos y mitos y la participación consciente en los ritos promueven en el oficial una transmutación psíquica que lo acerca cada vez más a la entera superación de su individualidad, expresada justamente por su carácter psicológico. Ciertamente, así puede decirse, pues esto es aquello de lo que se trata cuando nos referimos al pulimento de la Piedra bruta, labor a la que el iniciado se introduce, digámoslo de paso, sin ninguna garantía de éxito, pues el éxito no es una palabra que figure en el diccionario masónico: la gnosis no ofrece garantías, nada más que de aquello que está íntimamente relacionado con el misterio.
 
La cruda realidad es que la Tradición le pide al iniciado que deje de ser él, sin más, y es por la Virtud que aquel comprende que se le han ofrecido todos los medios necesarios para tal fin.
 
Decíamos que pudiera parecer que la Virtud es un don que se adquiere por inducción, pero si bien se piensa se verá que un determinado estado del alma impele a ciertos individuos a conocerse a si mismo, o en otras palabras, al sacrificio por el Conocimiento, y a otros no, lo que no es más que la expresión de ciertas determinaciones ontológicas que signan la realidad de cada cual.
 
Hay ahí una Virtud innata (aquella fuerza que impele a los Filósofos a buscar a Sophia) que, de todas maneras, habrá que desarrollar. De su despliegue deriva la moral y la ética, la forma de ser, la conducta. Todo se ordena en torno al desarrollo de esta Virtud, pues ella es también la manifestación palpable de la altura intelectual del iniciado.
 
 
 

miércoles, 29 de agosto de 2018

LA MISIÓN DE HERMES


 
En bien general de la Orden y de nuestro Taller en particular propongo evocar con vigor al dios Hermes, el tres veces grande, conocedor de las tres cuartas partes de la Sabiduría e inspirador de la Tradición Hermética, rama de la Tradición Primordial que es y será el fundamento y razón de ser de nuestra civilización hasta que se complete este ciclo.
 

Es totalmente real que esta entidad sale al encuentro a cada paso y es certero que llama abiertamente en cualquier encrucijada a todos los locos de amor por el Conocimiento, a los tocados por sus efluvios, a las almas errantes que desean liberarse, permaneciendo velada su presencia a las miradas profanas.


 
Es bien cierto que se trata de una deidad viva, actuante, presente y manifiesta, cuya llamada se reconoce solamente desde una visión sagrada del universo y de todo lo que él contiene. Como si de un juego inocente se tratara, emite abundantes mensajes en unos tiempos especialmente atribulados. El gran combate cósmico está siendo, ahora, en todos los mundos, y los dioses envían la Salud, la Fuerza y la Unión a todos los que los invocan.
 
Si como se dice:

Los hombres no son sino los estados caídos de los dioses"

Hermes, el desvelador, es quien los despierta constantemente con su áurea vara, los mantiene alerta, cual vigías, con los pies bien anclados en la Tradición al mismo tiempo que eleva todos sus anhelos de conquista y conduce sus intenciones hacia lo más alto, hacia la restauración del "estado primordial":

"En el que los dioses y los hombres no son sino una unidad indisoluble que habita en la morada de los inmortales".
 
Hermes transita por los estados del ser, conduce lo de arriba hasta abajo y eleva lo de abajo hacia arriba, en un vuelo vertical, al mismo tiempo que siembra y recolecta en todos los planos horizontales.
 
Su energía cruciforme es educadora y no en vano se le relaciona con las artes y las ciencias, verdaderos puentes entre los dioses y los hombres, que él mismo contribuye a revelar y engrandecer.
 
Pero además de transmitir mensajes, ayuda a interpretarlos, los hace inteligibles al hombre que busca con corazón sincero, descifrándole los signos de los tiempos, desvelando su conciencia para la aprehensión de otros mundos libres de la forma, del tiempo y del espacio y contribuyendo con su enseñanza a disipar toda la ilusión del devenir, indicando simultáneamente la verdadera naturaleza supracósmica de lo eterno.
 
Hermes sugiere los errores que cabe denunciar y asigna una misión a cada ser, sea donde sea que se halle. Labra en el corazón del hombre, planta la semilla dorada y da un nombre a la planta que germina, escribe lo que es, lo que ha sido y lo que será sin preocuparse por nada, pues conoce el camino de salida de la rueda cósmica y así lo revela al que lo escucha. Y de esta manera fija lo volátil, materializa el espíritu y espiritualiza la materia, da forma a las ideas para que se expresen a través del hombre, enseñándole a leer el mensaje oculto y esotérico de los seres y las cosas.


Es también un psicopompo o acompañante de las almas de los hombres en todos sus viajes por el estado humano y por los otros estados del ser, si es que así lo dispone la divinidad y uno está dispuesto a entregarse a tal expedición. Hermes entonces cierra y abre puertas y descubre los secretos de la vida y de la muerte, el arte de la combinación de toda dualidad, el desapego de lo efímero, al tiempo que promulga el anclaje en la verticalidad, en el eje axial donde se armonizan los opuestos y se intuye la presencia y la fusión con lo Inmutable.

Guía indiscutible en los viajes por el mundo intermediario, navegante diestro del ancho mar, conduce a los aventureros hasta las naves, los protege en la peligrosa y a veces ardua travesía de las aguas, les procura reposo, les proporciona alimento, marcando siempre el recto y justo camino y sugiriendo sutilmente el destino final, la llegada a la Tierra Prometida, al Centro del Mundo.

Como sanador y curandero disipa toda duda, miedo, inquietad o debilidad, fortaleciendo el cuerpo y el alma con todas sus enseñanzas, y revistiéndola del ímpetu necesario que la impulsarán a lanzarse a la conquista de la inmortalidad y a su propio abandono final, tras el reconocimiento de que ella, el alma, no es más que un simple vehículo que debe identificarse con finalmente con el Espíritu. Pero en el intermedio disfruta jugando, y tan pronto la agita llevándola al límite de sus posibilidades como la aquieta y serena haciéndola receptiva a la fecundación celeste.

Lleva también inscrita en su naturaleza una gracia especial pata el comercio y con ello recuerda que la labor a realizar con la psique halla un claro reflejo en todo lo que acontece en los mercados. Uno debe desprenderse de todo aquello que lo mantiene atado y prisionero, aunque también debe ofrecer como mercancía de intercambio lo que posee más bello y valioso, para poder "adquirir" el gran tesoro de la plena Libertad. Desprenderse con alegría, aunque a veces cueste sangre, sudor y lágrimas de prejuicios y pasiones disonantes, y adquirir, no por la fuerza, el engaño o la usurpación sino por la gracia derramada, la perla tan anhelada. Estar dispuesto a "vender" todas las pequeñeces para "comprar" la conciencia del Todo. Negocio por lo más alto, donde se debe estar dispuesto a perder todo lo mundano, para ganar en lo celeste.

Sutil es la energía de este dios, ligera, versátil, fresca, inocente, etérea, brillante, plata viva, directa, clara, infantil, juguetona, juvenil, libre, axial, fálica, atractiva, plástica, rápida, activa, astuta, emprendedora, aérea, sanadora e inteligente.

¡Hermes, dios de la Verdad y la Justicia, derrama abundantemente estos dones sobre los que te invocan, elevando simultáneamente todos sus deseos más nobles hacia el Empíreo:

" Loados sean los dioses, y sea magnificada por todos los seres vivientes la infinita, simplicísima, única, altísima y absolutísima causa, principio y uno! (Giordano Bruno).



 

LA RAZÓN EN LA MASONERÍA


La palabra razón (del latín ratio) tiene varios significados, pero aquí sólo hablaremos de sus acepciones usadas en la filosofía masónica.

Considerada como buen sentido o espíritu humano, es un hecho patente que el hombre está dotado de facultades totalmente superiores a las de los animales, que no es posible dejar de designadas por un nombre especial: la razón.

Algunos pensadores ven en ella una especie de revelación natural hecha por Dios a todos los hombres; en cambio otros no la consideran sino como el desarrollo en su más alto grado de instinto, de las mismas facultades que posee el animal, de tal manera que la razón humana no se distinguiría de la inteligencia animal sino por una diferencia gradual, mas no específica.

Otros filósofos quieren que sea la razón la facultad de percibir el infinito. Del debate de este postulado han nacido muchas escuelas (empirismo, idealismo, etc.) unas que admiten y otras que niegan, con innumerables matices de exposición, la existencia de esta facultad sui géneris llamada la razón pura.


Se llama idealismo el sistema fundado sobre la fe en esta facultad y empirismo el sistema que la rechaza. Los partidarios de la razón como Platón, los realistas de la edad media como Malebranché, tendón, etc., sostienen que las ideas de infinito, absoluto, necesario, eterno, universal, perfecto, etc., son no solamente ideas positivas, sino las más positivas de todas, las que nos ponen en contacto con invencibles y supremas realidades, infinitamente más reales que las cosas de nuestro mundo material. Según ellos, esto no se alcanza por un esfuerzo, por un trabajo cualquiera del espíritu, sino de un salto y por una viva percepción que tenemos de íntimo conocimiento de todo este mundo de ideas (ideas innatas o a priopi).

La experiencia no es la fuente de nuestros conocimientos; al contrario, ella nos sería imposible sin la presencia anterior de estas ideas primas, causa y condición indispensables de toda la vida intelectual. En este sistema, los objetos de la razón, por ejemplo, las ideas de casualidad, sustancia, tiempo y espacio infinito el bien, la verdad y lo bello absolutos, etc., no son sino manifestaciones de una sola y perfecta realidad que no es otra que Dios mismo, y no hay que pensar en derivadas en ningún grado de las facultades inferiores de sensación, percepción, razonamiento, abstracción, etc.

En el sistema contrario, la razón no es esa facultad maestra, esa "luz que ilumina a todos los hombres que viven en este mundo", siguiendo el lenguaje del idealista Malebranche. Sencillamente es una facultad de generalización, una especie de síntesis de todas las experiencias, que nada nuevo nos revelan; pero que se aplica a hacernos clasificar, coordenar, sistematizar en grande las naciones dispersas, que debemos a la experiencia interna o externa. Tal es el sistema de Aristóteles, de los nominalistas de la Edad Media, de Locke, de Hume y de los positivistas modernos, de los cuales uno sobre todo, Stuart-Mill, se dedicó a reconstruir la teoría lógica desde este punto de vista.

Según estos pensadores, las ideas más arriba enumeradas no son otra cosa que conocimientos excepcionales y sui géneris. La idea de causa, de substancia, o de infinito, no son revelaciones de Dios; sino frutos de la inducción, resultados de la experiencia, en una palabra: no son ideas absolutas, sino generales: no son objetos percibidos por institución, sino nociones concebidas por un trabajo artificial del espíritu; en fin, son abstracciones, no realidades.

En otra acepción de la palabra razón, las discusiones han versado sobre el terreno teológico. Según la teología llamada una "flama vacilante" más propia para engañarnos con sus falsos resplandores, que para guiarnos útilmente. Todos los teólogos ortodoxos van de acuerdo con Calvino en que "Nulia deterior est petsos quam humana ratio". (No hay peste más perniciosa que la razón humana). Según esa teoría, es necesario explicar y justificar esta asombrosa enfermedad de nuestra naturaleza: ¿Cómo se nos podría acusar de no ver bastante claro, si reconocemos que Dios mismo nos ha dado malos ojos y nos ha condenado a las tinieblas?

De este modo, para establecer que la razón es tan profundamente importante, es preciso admitir el pecado original, que explica cómo una caída esta enfermedad natural. Ya establecido esto, natural es buscar los medios para restablecer nuestra naturaleza vencida cosa imposible sin una ayuda sobrenatural, puesto que la naturaleza corrompida estaría imposibilitada para regenerarse a sí misma. Se ve, pues, por esto solo, que la razón es considerada como débil insuficiente y ciega, para lo cual el supranaturalismo es necesario.

En la teología liberal, por lo contrario, la naturaleza es considerada como imperfecta; sin duda pero buena y capaz de progresar. De ahí que no haya necesidad de ningún socorro sobrenatural para levantar y salvar al hombre. En tanto que, según la ortodoxa, la razón no puede nada sin la fe, la teología liberal admite, por lo contrario, que la mejor fe es obediencia a la naturaleza y particularmente la razón, único medio de que dispone el hombre para alcanzar la verdad. Esta teología no tiene, pues, la razón como una especie de instrumento deformado o falso, sino, a falta de mejores facultades y atributos más perfectos, como un excelente órgano con el cual Dios ha dotado al hombre para su bien.

Problema muy debatido en las escuelas teológicas y filosóficas, ha sido éste: ¿existe una razón impersonal?, o en otros términos: ¿la razón es siempre de un individuo, y por consiguiente, distinta de la de los demás individuos? Según los idealistas y los racionalistas, la razón es una facultad esencialmente impersonal; es estoico. Cleantho hablaba ya de la razón universal, el koinos logos. La palabra misma de sentido común indica, como lo hace notar, Descartes, que es la facultad más igualmente repartida entre la especie humana. Sin embargo, es muy difícil formarse una idea justa de lo que pudiera ser esa especie de inteligencia colectiva, común a todos y que en todos reside, aunque en diversos grados. Y el empirismo se ha asido vivamente de esta facultad para negar la impersonalidad de la razón y para presentar cada espíritu como dotado de un poder de pensar según reglas constitutivas que son el único fondo común entre todos los espíritus y todos los pensamientos humanos. Este problema por otro lado va muy íntimamente unida al de individuación.

Acabamos de ver cómo los filósofos de todas las escuelas explican la razón. Mas si nuestra opinión va con la de los libre pensadores modernos, nos queda una cuestión de muy alta importancia todavía: es el problema de la autoridad de la razón, de la legitimidad del derecho que pretende poseer para imponer sus decisiones como soberanas e indiscutibles. Si todo lo que proclama la razón, tal como la concibe el libre pensamiento, es necesariamente verdadero ¿existe entre esta facultad y la realidad de las cosas, un lazo de unión, una relación necesaria? En otros términos: ¿cómo un libre pensador, que no puede creer en la existencia de la razón impersonal, y que no apoya la autoridad de la razón sobre Dios mismo que la había dado al hombre como el medio de alcanzar la verdad, puede representarse su razón individual como esencialmente ligada a la realidad exterior?


Las decisiones de nuestra razón constituyen juicios individuales, y todo juicio se resuelve en el movimiento interior de ciertas ideas que se enlazan unas a las otras cuando el juicio es afirmativo, o que se alejan mutuamente cuando el juicio es negativo. Pero, estas ideas ¿qué son ellas mismas? Son representaciones más o menos exactas de las cosas extremas. Si estas representaciones fueron de una exactitud perfecta, los movimientos de nuestras ideas podrían no ser sino la representación fiel y a menudo anticipada de todos los movimientos que se verifican entre las cosas externas. Tal es el verdadero enlace que une la razón a la realidad.

Si un hombre pudiera estar seguro de que todas sus ideas son perfectamente exactas, sólo le faltaría una cosa para darle el derecho de asentar como ciertas todas las decisiones de su razón, y sería la de estar seguro, al mismo tiempo, que tuviera ideas de todo lo existente, sin excepción, puesto que lo que él ignorase podría tener influencia perturbadora sobre los resultados, y su razón no podría adivinar esta influencia. Como se ve, esta condición es imposible. Por consiguiente, dos causas se oponen, y se opondrán siempre a considerar todas las otras razones individuales como verdades indiscutibles: a) lo incompleto en la representación del mundo exterior por las ideas del individuo, y b) lo que a menudo hay de inexacto en esa representación.

El progreso de la razón humana, si nunca llegara a hacer desaparecer esas dos causas, constantemente las reducirá: ésta es la luz que poco a poco va disipando las tinieblas. Si el hombre nunca poseerá sino una parte de la verdad, el grado de compañero nos exige que, en nuestra razón individual, esa parte sea la mayor posible, dentro de nuestro eterno aprendizaje. La luz que actualmente nos procura la razón aún está lejos de igualar la claridad del día, pues apenas es un débil crepúsculo; pero cuando se marcha por un camino sembrado de obstáculos y de precipicios, la más débil claridad es mil veces preferible a la oscuridad de una noche profunda.

Nada hemos dicho sobre la razón suficiente. No podemos ser muy extensos, por lo cual suplicamos a los Queridos Hermanos Francmasones que sobre este particular lean la Teodicea le Leibniz.

Una idolatría nueva, no de otro modo puede llamarse el culto, o fiesta de la razón que instituyó en Francia el movimiento anticatólico de la revolución de 1793. Intolerancia de parte de la clerecía e intolerancia de parte de los revolucionarios exaltados, en medio de las ideas filosóficas de la época se produjo este curioso culto. El clero católico mismo, como se sabe, se había dividido en dos fracciones: la juramentada y la realista.

Muchos sacerdotes filósofos, no veían en su ministerio, sino una cátedra de moral, más bien que de teología. Se había propuesto la supresión del presupuesto de cultos, pues la idea de un gobierno laico ganaba terreno.

La revolución fundió campanas para fabricar cañones, usó ornamentos eclesiásticos en los servicios de los hospitales militares y fundió también los sepulcros de plomo para hacer balas. Estando la patria en gran peligro, pero a la vez pasando gran penuria, fueron enviados a la convención los santos de oro y plata, etc., para subvenir a las necesidades hacendarias del estado; Ruhl, el enérgico patriota alsaciano, en una solemnidad pública rompió la famosa y legendaria santa ampolleta que había servido para la consagración de los reyes.

Así las cosas Anarchasis Cloots y otros, pidieron a Gobel obispo constitucional de París, que se despojara solemnemente de sus funciones. Así lo hizo Gobel, que era un filósofo y patriota; aunque no abjuró ninguna doctrina. Sus vicarios y sacerdotes lo imitaron, y el ejemplo fue seguido por millones de sacerdotes franceses; fue lo que se llamó la desacerdotización. La convención acogió con entusiasmo estas demostraciones; pero hasta entonces no se ejercía violencia en las conciencias.

Después de esta manifestación, la comuna y el departamento ordenaron que se celebrase una fiesta a la razón el 20 de brumario (10 de noviembre), en la Iglesia de Notre-Dame, de París. Una montaña simbólica fue erigida en el coro, rematada por el templo de la filosofía y sobre una roca brillante la antorcha de la verdad, y se desarrolló un programa literario musical. Sobre el altar, la razón fue representada por Mlle, Aubry, artista de la ópera.

En realidad se trataba de un culto ateo que tuvo mucho éxito y desarrollo en toda Francia; pero Robespierre, y con él otros masones deístas (como debemos serlo según nuestro gran Landmarck) sólo vieron en este nuevo culto una resurrección de las SATURNALES de la antigüedad, "las saturnales del ateísmo y del filosofismo" como el mencionado Robespierre decía con desprecio. Desde el 1º de frimario (21 de noviembre) había hablado en este sentido en los Jacobinos, y Danton y Desmoulins también se pronunciaron en contra de los innovadores. Fue invocada la libertad de cultos, la cual fue garantizada por el decreto del 16 de frimario (6 de diciembre) que Robespierre arrancó a la Asamblea.

Poco tiempo después, los autores del Culto de la Razón subieron al cadalso: fin lamentable, pues los hombres, por muy extraviadas que sean sus ideas, nunca deben pagar con la vida su modo de filosofar; la libertad del pensamiento que es sagrada.


 

LEER ES ESCUCHAR


El mismo cuidado y criterio que ponemos en examinar y separar con la criba del entendimiento las palabras que escuchamos, debemos aplicarlos en nuestras lecturas, eligiéndolas oportunamente para que sean efectivamente constructoras en el templo de nuestra individualidad inteligente.

Debemos, pues, desechar todas las lecturas inútiles, es decir, las que no sirven de aliento para nuestra alma, ni de estímulo para nuestra inteligencia o de necesaria información: las lecturas que no responden a una de estas tres finalidades, nunca pueden tener para nosotros y para nuestra vida una importancia constructora, y es mucho mejor eliminarlas de antemano que gastar en ellas un tiempo que podemos emplear más útilmente en cualquiera otra forma.

Esto se hace mucho más necesario hoy, con la impresión económica, la larga circulación de los periódicos y todas las lecturas que podemos encontrar en internet, que en otro tiempo o no existían o no estaban al alcance de todos.

Por otro lado, de nada sirve leer mucho, pues lo que realmente sabemos y conocemos no depende de lo que leemos, sino de lo que pensamos. Nuestras lecturas deben servirnos principalmente para “aprender a pensar”, y un libro o cualquiera lectura nos es útil en la medida en que llena este objeto fundamental. Así es que, cuando lo hemos leído, no somos exactamente los mismos de lo que antes éramos, sino que nuestra mente se ha abierto a una nueva comprensión y mayor inteligencia, y nos sentimos mejor dispuestos y animados para enfrentarnos con las tareas y deberes de nuestra vida diaria.

Por el contrario, son inútiles y disolventes todas aquellas lecturas que nos alejan de nuestros deberes y responsabilidades actuales y especialmente las que excitan las pasiones animales, estimulan al vicio, adormecen las condiciones o ejercen una influencia deprimente y morbosa sobre nuestra imaginación. Nunca puede ser edificante la descripción del vicio, de la enfermedad, del crimen y de la perversidad, el ensalzamiento de lo que hay en nosotros de más abajo, negativo y nos aleje de aquella exaltada visión constructora que hace posible nuestro progreso.

Por consiguiente, si somos sabios, deberán tener el último lugar entre nuestros libros las novelas y todo lo que constituye pura literatura, limitándonos a unas pocas realmente escogidas. En cambio deberán estar preeminentes en nuestra biblioteca las obras que elevan, ennoblecen y fortifican el espíritu, nos inspiran y alumbran nuestra senda diaria y contribuyen en hacernos realmente mejores.

Tampoco debemos olvidar que toda lectura en general, y especialmente la lectura que se lleva a cabo sin pensar, dejando que nuestra mente y nuestra imaginación sean pasivamente dominadas por lo que leemos, es un incentivo para el desarrollo de nuestra actitud negativa, por cuanto nos hace más o menos esclavos del pensamiento ajeno. Por consiguiente, leer sin pensar es lo que, sobre todo, debemos constantemente evitar, mucho mejor sería, si la lectura sabiamente disciplinada no fuera un maravilloso estimulante espiritual y un medio de progreso intelectual, pensar sin leer: ser pobres en conocimientos adquiridos, pero ricos en originalidad, intuición y comprensión de la verdad.

Leamos, pues, si lo deseamos, y sentimos esa necesidad; pero escogiendo con discernimiento nuestras lecturas, así como escogemos nuestros alimentos y puntos de vista ajenos.

Hablando de los “pobres de espíritu”, como de los que pueden más fácilmente alcanzar el Reino de los Cielos (que es también el Reino de la Verdad) Jesús se refería, evidentemente a esta pobreza intelectual, simbolizada en nuestra Institución por el despojo de los metales, mediante la cual se abre más fácilmente en nosotros el entendimiento espiritual y la percepción directa de la verdad.


LOS TRABAJOS DEL GRADO DE COMPAÑERO


La masonería es una ciencia progresiva que está dividida en diferentes clases, o grados, para proporcionar un avance más regular en sus misterios. Según el progreso que hacemos, limitamos, o extendemos nuestras indagaciones, y a proporción de nuestra capacidad llegamos a un mayor o menor grado de perfección.
 
La masonería incluye dentro de su círculo casi todos los ramos de las bellas ciencias. Bajo el velo de sus misterios se encierra un sistema científico bien regular, y metódico. Algunas de sus elucidaciones podrán parecer menos interesantes a algunos espíritus apocados; pero los hombres de talento conocen que son de suma utilidad e importancia.


 
La masonería está fundada sobre un plan sabio acomodado al gusto de los literatos y de los artistas; y así el filósofo como el matemático experimentan en la investigación de sus ocultas doctrinas placer y satisfacción. Agotar los varios objetos de que ella se ocupa excedería la capacidad de los más grandes ingenios; pero como se puede tocar muy cerca del punto de perfección, el hombre sabio no desmaya aunque al principio le parezca inaccesible la empresa.
 
La perseverancia y la aplicación remueven cualquiera dificultad; cada escalón a que sube ofrece a su vista nuevo placer, y una instrucción noble y sublime viene siempre a ser el premio de sus indagaciones. En esta prosecución de los conocimientos las facultades intelectuales se ocupan en promover la gloria de Dios, y el bien del género humano.
 
El primer grado está sabiamente calculado para fomentar los deberes de la moralidad, e imprimir en el alma los principios más nobles que pueden adornar el entendimiento humano. De aquí es que este grado viene a ser la mejor introducción para el segundo, que no solamente amplifica este plan, sino que contiene él mismo un sistema más difusivo de conocimientos. Aquí se unen la práctica y la teoría para calificar al industrioso masón a participar de los placeres anexos al adelantamiento en el arte.
 
Escuchando con atención las sabias opiniones de los artífices experimentados, sobre objetos importantes, su espíritu se familiariza gradualmente con una multitud de instrucciones útiles, y pronto se hace capaz de investigar verdades del mayor interés en las generales transacciones de la vida. De este sistema fluye naturalmente un deleite racional mientras que todas las facultades mentales están ocupadas. Ejercitase rectamente el juicio prevalece la emulación, y todos aspiran a descollar por su celo en promover las preciosas reglas de instituto.

DE LA PRIMERA SECCION

La primera sección del segundo grado ilustra el modo peculiar de introducción a este grado, instruyendo al diligente obrero cómo debe proceder en el orden de las ceremonias que se usan en el caso. Ella le califica para juzgar de su importancia, y le convence de la necesidad de adherir constantemente a todos los usos de la orden. Aquí adquiere él la confianza por medio de particulares pruebas que le ponen en estado de justificar su opción a los privilegios de este grado, dándole al mismo tiempo razones satisfactorias sobre su origen: muchos de los deberes que son de estrecho vínculo de los hermanos bien instruidos se esclarecen en esta sección; y se franquea la oportunidad de avanzar en la masonería, de suerte que vengan siempre a distinguirse los talentos de aquellos que han llegado a la preferencia. El conocimiento de esta sección es absolutamente necesario a todos los artífices; y como ella recapacita la ceremonia de la iniciación, y contiene muchas otras particularidades importantes a todo oficial o miembro de la logia, debe este estar impuesto en ella.

La plomada, la escuadra y el nivel, estos nobles y provechosos utensilios de un compañero, se introducen y moralizan en esta sección, y vienen a ser un permanente aviso a la práctica de la virtud. La plomada es un instrumento usado por los albañiles para levantar las perpendiculares; la escuadra para ajustar su obra, y el nivel para tirar las horizontales; mas nosotros como libres y aceptados masones, somos enseñados a hacer uso de estos instrumentos para más nobles y gloriosos fines. La plomada nos amonesta a marchar con rectitud delante de Dios y de los hombres en las diversas estaciones de la vida, ajustando nuestras acciones a la forma de la virtud, y acordándonos que estamos viajando sobre el nivel del tiempo hacia ese país desconocido de cuyos términos ningún viajero vuelve.

DE LA SEGUNDA SECCION

La segunda sección de este grado va hasta el origen de la institución, y contempla la masonería bajo dos denominaciones, especulativa y práctica. Estas se consideran separadamente, y se explanan en particular los principios en que ambas están fundadas. Su afinidad se indica por medio de figuras alegóricas, y representaciones típicas. Se fija el periodo estipulado para premiar el mérito, y se explica la moral sublime e inimitable a que alude esta circunstancia.


Se describe la creación del mundo, y se refieren muchas particularidades conservadas entre los masones, y trasmitidas de siglo a siglo por la tradición oral. Aquí se particularizan circunstancias de gran importancia a la fraternidad, y con las memorias sagradas y profanas se confirman muchos de los dogmas y costumbres tradicionales. Se examinan los globos celestes y terrestres; y aquí puede un hombre de educación desplegar sus talentos dilucidando las órdenes de arquitectura, los sentidos de la naturaleza humana, y las ciencias y artes liberales que están clasificadas en varias órdenes, y distribuidas con regularidad.

Esta sección es por fin un reservatorio de preciosos conocimientos fundados en razón, y en algunas memorias sagradas tan gustosas como instructivas.

La masonería es de dos modos, práctica y especulativa, llamamos masonería práctica la aplicación de las útiles reglas de la arquitectura, de la cual resultan la forma, solidez y belleza de un edificio por medio de la justa proporción y correspondencia en todas sus partes. Ella nos provee de habitaciones cómodas, y nos pone a cubierto de las vicisitudes e intemperie de las estaciones; y al mismo tiempo que ostenta los efectos del saber humano, así en la elección como en el orden de los materiales que componen un edificio, nos hace ver también que en el corazón del hombre está inoculado un germen de sabiduría que no necesita sino de desarrollarse, para producir los mejores y más saludables efectos intentados por el Autor Supremo.


La masonería especulativa nos enseña a someter nuevas pasiones, a obrar con rectitud, a usar bien de la lengua, mantener el secreto y a practicar la caridad. Ella interviene con la religión de tal modo, que nos obliga a dar a Dios ese homenaje racional, que hace a la vez nuestro deber y nuestra felicidad. Ella lleva al contemplativo a observar con reverente admiración las gloriosas obras de la creación, inspirándole las más sublimes ideas de las perfecciones de su divino Creador.

Creó Dios el mundo en seis días, y en el séptimo descansó. Por esto nuestros antiguos consagraron el séptimo día para cesar del trabajo, y lograr la oportunidad de contemplar las obras de la creación, y adorar al Supremo Hacedor. La astronomía comprende la doctrina sobre las esferas.

 

lunes, 20 de agosto de 2018

LAS SIETE ARTES Y CIENCIAS LIBERALES


Las siete artes y ciencias liberales, son las que siguen a continuación:
 
GRAMATICA

La gramática enseña la justa distribución de las palabras según el idioma o dialecto de cada pueblo o nación. De ella nace esa excelencia de pronunciación, que nos hace hablar o escribir una lengua con exactitud, conforme a la razón y uso correcto.

RETORICA

Esta nos da la copia y afluencia para hablar sobre cualquier materia, no sólo con propiedad, sino también con todas las ventajas de la fuerza y de elegancia. Ella nos inspira el modo de cautivar al que nos escucha, con el nervio del argumento y la valentía de la expresión, sea que supliquemos o exhortemos, sea que amonestemos o aplaudamos.


LOGICA

La lógica nos enseña a guiar discretamente nuestra razón en el conocimiento general de las cosas, dirigiendo nuestro entendimiento en la investigación de la verdad. Consiste ésta en formar una serie regular de argumento, por medio de la cual inferimos, deducimos y concluimos según las premisas asentadas o concedidas. Aquí se emplean a la vez las potencias o facultades de concebir, juzgar, razonar y disponer; las cuales son llevadas naturalmente por una continua graduación hasta que se llegue al punto de que la cuestión termina.

ARITMETICA

Esta enseña las potencias y propiedades de los números sirviéndose para esto de letras, tablas, figuras e instrumentos. Por esta ciencia hallamos cualquier número determinado, cuya relación o afinidad con otro está ya conocida.

GEOMETRIA

La geometría trata de la naturaleza de la magnitud en general, en la que se consideran longitud, latitud y profundidad, pasando del punto a la línea, de la línea a la superficie, y de ésta al sólido. El punto es una figura sin dimensiones, o una parte indivisible del espacio. Línea es un punto continuado, y una figura que sólo tiene una extensión, a saber, longitud. Superficie es una figura de dos dimensiones, a saber: longitud y latitud. Sólido es una figura de tres dimensiones, a saber: longitud, latitud y profundidad.

VENTAJAS DE LA GEOMETRIA

Por medio de esta ciencia, el arquitecto se hace capaz de levantar sus planes, y ejecutar sus diseños; el general firma y ordena sus escuadrones; el ingeniero toma los puntos militares; y el geógrafo nos da las dimensiones del mundo delineando los mares e indicándonos con especialidad las divisiones de los imperios, reinos y provincias. Con su auxilio también fija el astrónomo sus observaciones, determina la duración de los tiempos y de las estaciones, de los años y de los ciclos: últimamente la geometría es el fundamento de la arquitectura, y la raíz de las matemáticas.

MUSICA

La música nos enseña el arte de formar de muchas consonancias una armonía deleitable, por medio de una matemática y proporcional distribución de los sonidos grave, agudo y mixto. Este arte, por una serie de experiencias ha venido a calificarse de ciencia demostrativa en cuanto a los tonos e intervalos del sonido. Sus especulaciones se ocupan de la naturaleza de la concordancia y discordancia, enseñándonos por medio de números la proporción que hay entre ellas.

ASTRONOMIA

Es aquel arte divino que nos da a leer en las magníficas páginas del hemisferio celeste, la sabiduría, el poder y la belleza del omnipotente. Ayudados de la astronomía, observamos los movimientos, medimos las distancias, tomamos las de artífice del universo, y nos lleva a observar con placer las magnitudes, y calculamos los períodos y los eclipses de los cuerpos celestes. Ella nos enseña el uso de los globos, el sistema del mundo, y las leyes primitivas de la naturaleza. El estudio de esta ciencia nos hace palpar en la admirable máquina del mundo, señales irrefutables de sabiduría y de bondad; y descubrir por entre las obras de la creación al supremo autor de toda ella.


VENTAJAS MORALES DE LA GEOMETRIA
 
La geometría, la primera y más noble de todas las ciencias, es la base sobre que se ha erigido el edificio de la masonería. Por la geometría podemos penetrar en los ocultos senos de la naturaleza, y rastrear sus más profundos recesos, ella no descubre el poder, la sabiduría y la bondad del grande Artífice del universo, y nos lleva a observar con placer las proporciones que ligan las diversas partes de esta asombrosa máquina.
 
Ella nos enseña el modo con que los planetas describen sus órbitas en sus diversas revoluciones, y el retorno de las estaciones, y la variedad de escenas que cada una de ellas ofrece a nuestra vista. Aquí nos vemos rodeados de innumerables mundos fabricados todos por el mismo Divino Artista, rodando en el inmenso espacio, y conducidos por las mismas leyes infatigables de la naturaleza.

Una ligera observación de la naturaleza y de sus bellas proporciones, determinó desde luego al hombre a imitar en algún modo este plan divino, y a hacer de la simetría y del orden el principal objeto de sus estudios. Estos nobles esfuerzos elevaron la sociedad, e hicieron nacer en su seno las ciencias y las artes.
 
El arquitecto empezó sus diseños, y estos primeros planes, pefeccionados por el tiempo y la experiencia, abortaron esas obras que son la admiración de los siglos. La decadencia del tiempo, la grosera mano de la ignorancia, y las devastaciones en la guerra, han arruinado una multitud de preciosos monumentos de la antigüedad, en que se habían empleado los mayores esfuerzos del ingenio. El templo mismo de Salomón, esta grande y magnífica obra en que trabajaron los más celebrados artistas, no pudo escapar a las horribles devastaciones de la barbarie. Entre tanto la masonería ha sobrevivido a todo.
 
El oído, atento recoge los sonidos de la lengua instruida, y los misterios de la masonería se colocan a salvo en el repositorio de los pechos fieles. Las herramientas y utensilios de la arquitectura se escogen por la fraternidad para grabar en la memoria sabios y juiciosos pensamientos, y por este medio los dogmas de nuestra institucción se trasmiten ilesos por la sucesión de los siglos. Tal es el fin de las dos secciones de la segunda lectura, que junto con la ceremonia usada al abrir y cerrar la logia, comprende todo lo concerniente al segundo grado de la masonería.
 
Esta lectura contiene un sistema regular de ciencia, demostrada por principios los más luminosos, y establecida sobre fundamentos los más sólidos.

 
 
 

LOS 5 SENTIDOS DE LA NATURALEZA HUMANA


A continuación, un análisis de las facultades humanas, entre las cuales los cinco sentidos llaman con particularidad nuestra atención. Estos son oír, ver, sentir, oler y gustar.

OIR

Es aquel sentido por cuyo medio distinguimos los sonidos, y podemos gozar de los encantos todos de la música. El nos hace sentir los placeres de la sociedad y nos pone en estado de comunicarnos mutuamente nuestros pensamientos, e intenciones, nuestros designios y deseos; y de desplegar todo el poder y energía de nuestro corazón. El sabio y benéfico autor de la naturaleza quiso por la formación de este sentido, destinarnos a formar sociedad y a que en ella recibiésemos unos de otros la mayor parte de nuestros conocimientos. Este es el fin que tuvo en habernos adornado de este sentido, el cual por medio del desenvolvimiento de nuestras facultades sirve de complemento a nuestra felicidad.

VER

Este sentido nos hace distinguir los objetos y en un momento sin cambiar de lugar ni situación vemos ejércitos formados, soberbios monumentos, y toda esa agradable variedad que nos ofrece la perspectiva de la naturaleza. Este sentido fija nuestro rumbo en medio del raso océano por su auxilio atravesamos el globo de la Tierra, determinamos su figura y dimensiones, y delineamos cualquiera de sus partes: con él medimos los orbes planetarios y hacemos nuevos descubrimientos en la esfera de las fijas; y aún más él nos da el temperamento, afectos, y pasiones de las personas que nos rodean de los momentos mismos que ellas traten de ocultarlos; de suerte que aunque la lengua pueda aprender la simulación y el engaño, el semblante patentizará la ficción al ojo que sabe discernir.


Finalmente los rayos de luz que hacen el ministerio a este sentido, son la parte más asombrosa de la creación animada, y hacen el ojo un objeto singular de admiración. La vista es la más noble entre todas las demás facultades. La estructura del ojo y de sus partes accesorias convencen el prodigioso esfuerzo de la naturaleza en disponer sus diversas nociones interiores y exteriores al paso que la variedad pródiga que se observa en los ojos de los diferentes animales, proporcionada a los varios fines de la vida, nos hace ver claramente que este órgano es la obra maestra entre todas las producciones de la naturaleza.

SENTIR

Este es el sentido por cuyo medio distinguimos las diferentes cualidades de los cuerpos; tales como el calor, frío, dureza, blandura, aspereza, suavidad, solidez, movimiento y extensión. Oír, ver y sentir, son los tres sentidos que se juzgan peculiarmente esenciales entre los masones.

OLER

Por este sentido distinguimos los olores cuyas varias clases llevan al afina diferentes impresiones. Los cuerpos animales y vegetales, e indudablemente todos los demás expuestos a la acción del aire, exhalan continuamente una multitud de efluvios los más sutiles así en el estado de vida y vegetación, como en el de fermentación y putrefacción. Estos efluvios introducidos junto con el aire, por las ventanas de la nariz, son los medios por donde el olfato percibe todos los cuerpos. De aquí aparece evidentemente el designio del creador, en haber colocado este órgano dentro del canal por donde el aire va continuamente a la respiración.

GUSTAR

Por este sentido hacemos elección de nuestros alimentos. Su órgano guarda la entrada del conducto por donde ellos pasan, así como guarda el del olfato de la del canal de la respiración. Por la situación de estos dos órganos aparece que la naturaleza los destinó para discernir los alimentos saludables de los nocivos. Todo lo que entra en el estómago debe sufrir el escrutinio del gusto y por él podemos distinguir las alteraciones que reciben esos mismos cuerpos en las diversas composiciones del arte, cocción, química, farmacia, etc.

El gusto y el olfato están inseparablemente unidos: pero el género de vida poco natural que se lleva por lo común en la sociedad, ha venido a inhabilitar estos sentidos en una gran parte de sus funciones.

Todos nuestros conocimientos dependen del alma; ¿qué objeto pues habrá más digno de la investigación de los masones?


Las disecciones y observaciones anatómicas nos dan a conocer el cuerpo animal; pero solo la anatomía del alma nos puede llevar al descubrimiento de sus facultades, y principios. Para compendiar el todo de esta economía trascendental de la bondad divina para con el hombre, añadiremos, que la memoria, la imaginación, el augusto, el discurso, la percepción moral, y todas las facultades activas del alma nos presentan un campo ilimitado para investigaciones filosóficas, bien difíciles al alcance de los hombres, y llenas de misterios conocidos solamente por la naturaleza y su creador, a quienes nosotros, y todos los demás hombres debemos el ser, la conservación, y todos los bienes de que gozamos.

ACERCA DE LOS GLOBOS Y LOS ÓRDENES ARQUITECTÓNICOS


Los globos son dos cuerpos artificiales y esféricos, en cuya superficie convexa, están representados los países, mares, y las otras partes de la Tierra, la faz de los cielos, las revoluciones de los planetas, y otras particularidades. La esfera en que están delineadas las partes de la Tierra se llama el globo terrestre, y la que representa las constelaciones y demás cuerpos celestes se llama el globo celeste.

USO DE LOS GLOBOS

El principal uso de los globos, (fuera de servir de cartas para distinguir las partes exteriores de la Tierra y la situación de las fijas), es para ilustrar y explanar los fenómenos que resultan de la revolución anual, y diurna rotación de la Tierra alrededor de su eje. Ellos son unos nobles instrumentos, por cuyo auxilio el entendimiento se adelanta, y toma una idea tan clara y distinta de cualquier problema o proposición, que se halla en estado de resolverla.
 

La contemplación de estos cuerpos inspira al hombre un justo respeto a la divinidad, y a sus obras, y le anima al mismo tiempo al estudio de la astronomía, navegación, geografía, y de las de más artes que dependen de éstas de todas las cuales la sociedad ha reportado tan grandes bienes. Se trata también en esta sección de las órdenes de arquitectura, de que será bueno dar una ligera descripción.

DEL ORDEN EN LA ARQUITECTURA

Llamamos orden en la arquitectura un sistema de combinación de todas las partes, proporciones, y adornos de las columnas y pilastras; o una regular distribución de los vuelos de un edificio, que unidos con los de una columna forman un todo bello y perfecto.

SU ANTIGÜEDAD

El orden en la arquitectura es tan antiguo como la sociedad. Sabemos que cuando el rigor de las estaciones obligó a los hombres a buscar un asilo contra la intemperie, clavaron al efecto árboles y les cruzaron después otros para sostener las cubiertas. Las vendas, o ligas con que ataban estos árboles hacia los dos extremos, suministraron, dicen, la idea de base y capital en las pilastras, resultando de tan simple e indirecto original el orden más cultivado en la arquitectura. Toscano, Dórico, Jónico, Corintio y Compuesto. Las cinco órdenes de esta ciencia están clasificadas así:

EL TOSCANO

Este es el más simple de todos los cinco. Fue inventado en toscana, de donde deriva su nombre. Su columna tiene siete diámetros de altura, y su capitel, base y entablamiento lleva algunas molduras. La sencillez de la construcción de esta columna la hace preferible donde quiera que los adornos se contemplan superfluos.

EL DORICO

Este, que es el más llano y natural, como también el más antiguo, fue inventado por los griegos. Su columna tiene ocho diámetros de altura, y raras veces admite adornos en la base, o en el dintel, a excepción de algunas molduras. El friso no obstante va distinguido por triglifos y metopas, sirviéndole aquellos de adorno. La sólida composición de este orden le da la preferencia en los edificios sólidos, y de una majestuosa simplicidad. El Dórico es el más proporcionado de todas las órdenes. Las varias partes de que se compone se fundan en la posición natural de los cuerpos sólidos. En su primitiva invención fue mucho más sencillo que lo que está al presente. Después que empezó a adornarse, tomó el nombre de dórico; porque cuando se construía en su forma sencilla y natural se le daba el nombre de toscano. De aquí es que el toscano se coloca antes del Dórico por la semejanza a esta pilastra, en su estado primitivo.

EL JONICO

Tiene éste el lugar medio entre los más sólidos, y los más delicados de los órdenes. Su columna tiene nueve diámetros de altura su capitel lleva roleas, y su cornisa dentellones. En esta pilastra se manifiesta a la vez el primor y la delicadeza. Su invención se atribuye a los jónicos, como que el famoso templo de Diana era de este orden. Dícese haber sido formado por el modelo de una graciosa joven de hermoso talle, y airosamente peinada, como para hacer un contraste con el orden dórico formado por el modelo de un varón fuerte y robusto.

EL CORINTIO

Este es el más rico de los cinco, y se le tiene por la obra maestra del arte. La columna tiene diez diámetros de altura; su capitel se adorna con dos hileras de follaje, y ocho roleas que sostienen el ábaco, y la cornisa con dentellones y conecillos. Este orden es propio de los magníficos y soberbios edificios.

INVENCION DE ESTE ORDEN

Calimaco, natural de Corintio inventó este orden, y una circunstancia notable dio a su invención la primera idea.

Pasando casualmente Calimaco junto al sepulcro de una joven, vio puestos sobre la raíz de un acanto un cesto de dijes cubiertos con una losa, el cual había sido dejado allí por la nodriza de aquella joven. Como las ramas crecieron fueron rodeando el cesto hasta que llegaron a la losa que le cubría, y como no podían vencer el obstáculo, inflerible su dirección, volvían hacia abajo formando una graciosa figura, por la que excitado Calimaco hubo de sentarse y tratar de imitarla. Representó el cesto en la base del capitel, en el ábaco la losa, y en las roleas las hojas encorvadas de la planta.

EL COMPUESTO

Este es una imitación de los otros, ideada por los romanos. Su capitel lleva los dos cordones de hojas de corintio, y las roleas del jónico. Su columna es bocelada como la del dórico y toscano; tiene diez diámetros de altura, y la cornisa lleva dentellones y canecillas. Esta pilastra es propia de los edificios en que deben lucir a la vez la solidez, la elegancia y la belleza.

LA INVENCION DEL ORDEN EN LA ARQUITECTURA

Los antiguos órdenes de arquitectura tenidos en veneración por los masones no son más que tres: dórico, jónico y corintio, los mismos que fueron inventados por los griegos. A éstos añadieron los romanos dos, que son el toscano, qué hicieron ellos más simple que el dórico; y el compuesto, que era más ornamental, sino más bello que el corintio. Entre tanto solo los tres primeros son esencialmente diversos, y presentan un carácter peculiar. Los dos restantes no tienen sino lo que han tomado de los otros, y su diferencia es puramente accidental. El toscano es dórico en su primitivo estado, y el compuesto es el corintio enriquecido del jónico. A los griegos pues, y no a los romanos debemos lo que hay de grande, noble y distinto en la arquitectura.

LAS CEREMONIAS MASÓNICAS


Muchos profanos y no pocos masones encuentran fuera de lugar nuestros ceremoniales ritualísticos, tildándolos unos de arcaicos, otros de irreverentes o sacrílegos y los menos exigentes, de ridículos o inútiles. Nada debemos de discutir con los profanos sobre nuestros misterios, puesto que uno de nuestros Landmarcks establece que nuestra Augusta orden es secreta.
 
La vida moral que llevamos, los actos más delicados de la parte profana de nuestra vida, la conciencia y práctica de nuestros deberes, son garantías suficientes de nuestra conducta cuando "estamos a cubierto" en nuestros Talleres.
 
Cuando el público lleva su condescendencia a no acusarnos de los más negros maleficios (cosa común entre los fanáticos de todas las religiones positivas), se gozan representándonos en sus sátiras como niños grandes que se disfrazan para representar comedias ritualísticas, y dicen "los francmasones se burlan de los sacerdotes, y en cambio se dedican a farsas aún más ridículas".
 
Esta sentencia de los espíritus que se tienen a si mismos como esclarecidos, tanto se dice, se comenta y se repite que no faltan HH.·. compañeros, que sin datos para dirimir la cuestión, sin antecedentes para dar un voto verdaderamente razonado, piden, y lo que es peor, han llegado a obtener de sus propias logias, y lo que aún es más grave, de las grandes comisiones de dogma y liturgia de sus respectivas Grandes Logias la mutilación de los rituales simbólicos, con gravísima injuria a la tradición y pureza de nuestro dogma.

Toda crítica formulada de buena fe merece ser tomada en consideración, siquiera sea para desvanecer el error de quien la formula, con tanto más motivo que algunos Hermanos de cortas luces han llegado a convencerse de la falsa necesidad de una completa revisión de nuestros rituales. Avergonzados por un ceremonial que les parece hueco, estos Hermanos no vacilan en romper con las tradiciones que su solo arcaísmo no las hace suficientemente respetables a sus ojos. De ahí se ha originado todo un movimiento antisimbolista que pretende modernizar racionalmente (?) la Francmasonería.

Estos reformadores son para los tradicionalistas, es decir, para los verdaderos masones, fiel imagen de los malos compañeros que por su ignorancia cometieron el crimen de que nos habla el grado supremo del simbolismo, y que comentaremos extensamente.

Sus tendencias van encaminadas a hacer de la Francmasonería una honesta sociedad profana del tipo o de la clasificación de los sociólogos. En cambio los simbolistas sostienen con conocimiento de causa, que sin simbolismo no hay, ni puede haber, iniciación ni Francmasonería.

Optmii corruptio pessima. Toda nuestra enseñanza es simbólica, y cuando los símbolos no nos enseñan nada es porque nosotros no buscamos su significación que nos pone en la vía de los profundos misterios del pensamiento humano, y cuando nuestra actitud nos parece grotesca, es señal de que hemos perdido más o menos parcialmente las enseñanzas sabias y profundas de esos símbolos que nada nos dicen porque sólo son libro abierto para el verdadero iniciado. ¡Pobre hombre es el masón que nunca ha llegado a comprender las pruebas de su recepción y que, no obstante, se complace en revestirse de sus insignias, muy convencido de que una llama de licopodio es la luz que realmente se le ha dado, y que se cree un irreprochable iniciado, porque sabe de memoria el catecismo y trae en su cartera el recibo en que consta que está a plomo con el tesoro de su taller!

Grandes cualidades son las que del masón que sólo abriga en su pecho sentimientos fraternales y generosos; más si ésta es condición sine qua non, para obrar masónicamente, la masonería no se detiene ahí: al lado de la moral está el símbolo, está la filosofía, está el estudio de los arcanos y está el fin supremo de la gran obra.

Ningún rito carece de valor, y son tales, que aun cuando se practica mecánicamente el ritual, tiene su eficacia. Supongamos que un masón se prepara para entrar en logia. Ocupada por otras ideas su cabeza, se ciñe el mandil maquinalmente, luego observa como un autómata la actitud prescrita, ejecuta el signo, la marcha y el saludo del grado, para quedar al orden entre columnas. Aunque todo lo haya hecho distraídamente por hábito, el masón, sin que se dé cuenta, ha sido ocultamente influido, de tal modo, que nunca se portará en logia abierta como lo haría en cualquier reunión profana, y es que cada uno de sus actos sucesivos repercuten en el dominio misterioso del sentimiento.

A falta del consciente, el mandil advierte al inconsciente su actitud masónica. La mano puesta sobre la garganta tiene la virtud real de contener las pasiones en el pecho, y no es vano el simbolismo que de esa actitud nos enseñan los rituales. Precisa ser psicólogo muy mediano para colmar de desdén esas prácticas que sólo tienen de pueriles sus engañosas apariencias, su aspecto externo. Seamos, pues, prudentes con las formas tradicionales. Mientras menos podamos interpretar su alcance, más debemos respetarlas, porque el Hermano que en ellas cree es más sabio que los espíritus fuertes que quieren desacreditarlas con la audacia sola de su indocumentación.

Tal vez el pasado nos haga sufrir una dominación irritante; pero ¿por qué sublevarnos, cuando lo que se trata de resolver es un enigma? Estudiemos, busquemos nuestro juicio. La impaciencia, excusable en el aprendiz, ya no lo es en el compañero, y mucho menos en el maestro, que debe proceder con pleno conocimiento de causa.

Teniendo, pues, creyentes y misterios, ¿puede considerarse que la masonería es una iglesia, como cualquiera otra? Como cualquiera otra, no; como ninguna otra, más bien. La diferencia capital reside en el carácter puramente humano de la Francmasonería, que no se detiene ante las "verdades divinamente reveladas", puesto que invita a sus adeptos a despojarse del error por sus propios esfuerzos, para orientarse por sí mismos con entera independencia hacia esa luz del espíritu a la que aspiran las inteligencias.


No obstante, hay ciertas similitudes. Ecciesia, en griego, significa asamblea, y no podía negarse que el conjunto de los francmasones forman una "iglesia" en el sentido etimológico de la palabra, y en efecto, las Grandes Logias al dejar de reconocerse como regulares entre sí, lo cual por desgracia es frecuente, ¡en realidad no hacen sino excomulgarse lo más eclesiásticamente del mundo!

Pero en verdad, la masonería no es una religión, o más exactamente, no es una religión positiva. Los altares de nuestros templos, consagrados al trabajo, y dedicados al culto de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, y más que nada, al culto de la Verdad, en cuya cúspide se encuentra el G.·. A.·. D.·. U.·. siguiendo el sendero de la gnosis (la letra G), son en los que oficiamos, en los que como apóstoles predicamos una religión más alta que todas las demás precisamente por ser la síntesis de todas ellas. Pero no buscamos un culto oficial, no pretendemos una religión de estado, por más filosófica que sea, porque entre todos los sacerdocios, el único que no es malo, el único que no es dañoso al libre albedrío, es aquel en que cada hombre es su propio sacerdote, pues no hay un tribunal de penitencia, ni una cátedra de enseñanza más altos que los de la propia conciencia.

Ese sacerdocio laico, individual e independiente no tiene más fin que el de la emancipación de los espíritus. De ahí resulta un corolario: la masonería nunca deberá estar, ni estará al servicio de ningún gobierno, cualquiera que éste sea. Una organización masónica, instrumento del poder, o no tendría el derecho de usar el título de libre masonería; aunque no lo quieran entender así algunos pseudomasones que con gusto verían transformadas nuestras logias azules en verdaderos clubes de jacobinos, para en ellos resolver conflictos regionales, profanos y transitorios, siendo así que nuestra orden se dedica a conocer los más elevados e inmutables misterios del universo.



domingo, 19 de agosto de 2018

EL PENTAGRAMA, PENTALFA

 
La estrella que se descubre al compañero definitivamente vencida de las atracciones elementales es la del genio humano. Sus cinco puntas corresponden a la figura de un hombre (microcosmo) abierto de manos y de pies en cuyo símbolo se puede trazar una línea recta del cerebro al pie izquierdo, de éste a la mano derecha, de ésta a la mano izquierda, de ésta al pie derecho y de ahí al cerebro, al punto de partida. Estas cinco líneas rectas forman la figura geométrica de un pentagrama, llamado también pentalfa o estrella del microcosmo.

Dicha figura es en magia el signo de la voluntad soberana, que es el irresistible medio de acción del iniciado. Pero para que el símbolo tenga este valor, una de las puntas debe ser trazada hacia arriba, siguiendo las dos puntas inferiores la misma línea horizontal, lo que corresponde a la figura humana en su posición normal (con la cabeza hacia arriba).


Invertido, el pentagrama toma un significado diametralmente opuesto, pues deja de ser el pentalfa luminoso de los magos, ya no es espíritu que se imponga a la materia; sino el astro oscurecido de los instintos groseros y de los ardores lúbricos que subyugan a los animales.

En efecto, dentro de un pentalfa invertido (es decir, con un vértice hacia abajo), puede dibujarse la cabeza de un macho cabrío (chivo), cuyos cuernos ocupan las dos alfas superiores, las orejas ambas A laterales y la barba el alfa inferior.

En general, en el simbolismo de la magia, toda figura que en su posición recta significa lo más noble de la humanidad, invertida es el signo de lo brutalmente instintivo de la animalidad.

La misma fuerza universal idéntica opera en ambos casos; la diferencia consiste en que en el primer caso se adapta y en el segundo se polariza. Según el lenguaje simbólico de la magia "el pentagrama expresa la dominación del espíritu sobre los elementos, y es por medio de este signo como se encadena a los demonios del aire, a los espíritus del fuego, a los espectros del agua y a los fantasmas de la tierra".

Armado de este signo y convenientemente dispuesto, el iniciado puede ver el infinito a través de la facultad que es como el sopor del alma y se hace "servir por legiones de ángeles y columnas de demonios".

"Con el pentagrama (escribe Eliphas Levi) se puede obligar a los espíritus a aparecerse en ensueños, sea durante la vigilia, sea durante el sueño propiamente dicho, trayendo consigo, ante nuestra disciplina, un reflejo, que existe en la luz astral, si han vivido, o un reflejo análogo a su verbo espiritual si no han vivido en la Tierra. Esto explica todas las visiones, y demuestra, sobre todo, porqué los muertos aparecen siempre a los videntes, sea tales como eran en la Tierra, sea tales como están todavía en la tumba, nunca como están en una existencia que escapa a las perfecciones de nuestro organismo ante".

Es el pentagrama a que alude Goethe en el hermoso monólogo de "Fausto":

"¡Ah, cómo se estremecen todos mis sentidos con esta vista! Siento la joven y santa voluptuosidad de la vida rebullir en mis nervios y hervir en mis venas. Era un dios el que trazó este signo que aplaca el vértigo de mi alma, llena de alegría mi pobre corazón, y, en un vuelo misterioso, desvela al derredor de mí las fuerzas de la Naturaleza. ¿Soy yo un dios? Todo se aclara ante mi vista, veo en esos sencillos trazos la naturaleza activa revelarse a mi espíritu. Ahora, por primera vez, reconozco la verdad de esta palabra del sabio. ¡El mundo de los espíritus no está. cerrado! ¡Tu sentido es obtuso, tu corazón está muerto! ¡Es pie! ¡Baña, oh adepto de la ciencia, tu pecho aún envuelto en velo terrestre, en los esplendores del naciente día"!

"También, por este mismo pentagrama, se miden las proporciones exactas del grande y único atanor necesario para la confección de la piedra filosofal y para cumplimiento de la gran obra. El alambique más perfecto que puede elaborar la quintaesencia, está conforme con esta figura y en la misma quintaesencia está figurado el signo del pentagrama".

Meurin, y con él muchos autores, confunden la estrella flamígera con el pentalfa. La confusión nace de que en la simbología masónica casi siempre se representa el pentalfa en el centro de la estrella flamígera, para indicar la estrecha unión entre el macrocosmos y el microcosmos conforme al gran dogma de Hermes.



LOS ALTOS GRADOS EN LA MASONERÍA

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