domingo, 19 de agosto de 2018

EL PENTAGRAMA, PENTALFA

 
La estrella que se descubre al compañero definitivamente vencida de las atracciones elementales es la del genio humano. Sus cinco puntas corresponden a la figura de un hombre (microcosmo) abierto de manos y de pies en cuyo símbolo se puede trazar una línea recta del cerebro al pie izquierdo, de éste a la mano derecha, de ésta a la mano izquierda, de ésta al pie derecho y de ahí al cerebro, al punto de partida. Estas cinco líneas rectas forman la figura geométrica de un pentagrama, llamado también pentalfa o estrella del microcosmo.

Dicha figura es en magia el signo de la voluntad soberana, que es el irresistible medio de acción del iniciado. Pero para que el símbolo tenga este valor, una de las puntas debe ser trazada hacia arriba, siguiendo las dos puntas inferiores la misma línea horizontal, lo que corresponde a la figura humana en su posición normal (con la cabeza hacia arriba).


Invertido, el pentagrama toma un significado diametralmente opuesto, pues deja de ser el pentalfa luminoso de los magos, ya no es espíritu que se imponga a la materia; sino el astro oscurecido de los instintos groseros y de los ardores lúbricos que subyugan a los animales.

En efecto, dentro de un pentalfa invertido (es decir, con un vértice hacia abajo), puede dibujarse la cabeza de un macho cabrío (chivo), cuyos cuernos ocupan las dos alfas superiores, las orejas ambas A laterales y la barba el alfa inferior.

En general, en el simbolismo de la magia, toda figura que en su posición recta significa lo más noble de la humanidad, invertida es el signo de lo brutalmente instintivo de la animalidad.

La misma fuerza universal idéntica opera en ambos casos; la diferencia consiste en que en el primer caso se adapta y en el segundo se polariza. Según el lenguaje simbólico de la magia "el pentagrama expresa la dominación del espíritu sobre los elementos, y es por medio de este signo como se encadena a los demonios del aire, a los espíritus del fuego, a los espectros del agua y a los fantasmas de la tierra".

Armado de este signo y convenientemente dispuesto, el iniciado puede ver el infinito a través de la facultad que es como el sopor del alma y se hace "servir por legiones de ángeles y columnas de demonios".

"Con el pentagrama (escribe Eliphas Levi) se puede obligar a los espíritus a aparecerse en ensueños, sea durante la vigilia, sea durante el sueño propiamente dicho, trayendo consigo, ante nuestra disciplina, un reflejo, que existe en la luz astral, si han vivido, o un reflejo análogo a su verbo espiritual si no han vivido en la Tierra. Esto explica todas las visiones, y demuestra, sobre todo, porqué los muertos aparecen siempre a los videntes, sea tales como eran en la Tierra, sea tales como están todavía en la tumba, nunca como están en una existencia que escapa a las perfecciones de nuestro organismo ante".

Es el pentagrama a que alude Goethe en el hermoso monólogo de "Fausto":

"¡Ah, cómo se estremecen todos mis sentidos con esta vista! Siento la joven y santa voluptuosidad de la vida rebullir en mis nervios y hervir en mis venas. Era un dios el que trazó este signo que aplaca el vértigo de mi alma, llena de alegría mi pobre corazón, y, en un vuelo misterioso, desvela al derredor de mí las fuerzas de la Naturaleza. ¿Soy yo un dios? Todo se aclara ante mi vista, veo en esos sencillos trazos la naturaleza activa revelarse a mi espíritu. Ahora, por primera vez, reconozco la verdad de esta palabra del sabio. ¡El mundo de los espíritus no está. cerrado! ¡Tu sentido es obtuso, tu corazón está muerto! ¡Es pie! ¡Baña, oh adepto de la ciencia, tu pecho aún envuelto en velo terrestre, en los esplendores del naciente día"!

"También, por este mismo pentagrama, se miden las proporciones exactas del grande y único atanor necesario para la confección de la piedra filosofal y para cumplimiento de la gran obra. El alambique más perfecto que puede elaborar la quintaesencia, está conforme con esta figura y en la misma quintaesencia está figurado el signo del pentagrama".

Meurin, y con él muchos autores, confunden la estrella flamígera con el pentalfa. La confusión nace de que en la simbología masónica casi siempre se representa el pentalfa en el centro de la estrella flamígera, para indicar la estrecha unión entre el macrocosmos y el microcosmos conforme al gran dogma de Hermes.



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