sábado, 31 de marzo de 2018

CON RELACIÓN AL NÚMERO CUATRO


En la Masonería, al referimos al lenguaje simbólico, observamos cómo todo lo que se manifiesta en la creación es el símbolo de un ser invisible que en ella se expresa; o sea, que cada uno de los seres existentes obedece a algún arquetipo, es decir, a una «idea» (en el sentido platónico del término), de la que el ser manifestado es sólo un reflejo ilusorio.
 
A su vez, podemos ver cómo esos arquetipos, emanados del Ser primordial, son los atributos del Gran Arquitecto, que produce el universo como una exhalación de su gracia, imponiendo simultáneamente en forma rigurosa los límites necesarios a la creación, para aspirar nuevamente todas las cosas manifestadas hacia Si.
 
Se nos dice que el templo masónico, lo mismo que el hombre, es un modelo del cosmos. Por lo tanto, hay una clara relación simbólica hombre-templo-universo; y es por eso que construyendo nuestro templo interno colaboramos en la obra de la creación del templo universal, sumándonos de esta manera a la Gran Obra o Arte Real, enseñado y transmitido desde el origen de los tiempos, por hierofantes, constructores y alquimistas, de los que somos herederos.

El hombre fue creado para coronar la obra de la Creación. Cuando logra, mediante el arte supremo de conocerse a sí mismo, descubrir su esencia íntima, es decir, el centro de su ser, logra el Conocimiento y la identidad con la causa primera.

En nuestra Orden se nos enseña a construir. Todos nuestros instrumentos de trabajo están relacionados con este arte. El arte de la construcción no es un fin en sí mismo, sino un medio de alcanzar nuestra suprema meta. La Palabra perdida, impronunciable, es el secreto inviolable que nuestra Orden guarda celosamente; es el misterio inefable, objeto eterno de la búsqueda del hombre, que permanecerá siempre oculto en la profundidad de su esencia misteriosa.

Nuestra labor no es la de descubrir el misterio, incognoscible por su propia naturaleza. Nuestra tarea es la de guardar ese secreto misterioso, que es el espíritu mismo de la Masonería, oculto en el Ara de nuestro templo y en el corazón de nuestro ser. Esta idea nos despierta la búsqueda de lo milagroso y nos hace recuperar el sentido mágico de la vida, mediante el reconocimiento de que guardamos y transmitimos ese secreto misterioso.

Esa custodia y transmisión es la razón de ser de la iniciación en los misterios, que comenzamos a recibir en el interior de la caverna y que debemos profundizar a medida que avanzamos por nuestro camino, construyendo nuestro templo (un cosmos, un orden), que nos permitirá salir finalmente de él rumbo al Eterno Oriente.

Para tener una noción más clara de lo que fue nuestra Orden en la antigüedad, y de los misterios que ésta guarda y conserva, tendríamos que atenernos al punto de vista sagrado, esotérico, iniciático y tradicional.

Este tipo de ideas, según lo que heredamos de los griegos, se transmite a través de las ciencias escilricas, y particularmente de las cuatro principales ciencias numéricas: la aritmética, la geometría, la música y la astrología, temas de estudio y meditación que, como sabemos, son habituales en todas las logias del mundo.

En nuestros últimos trabajos, hicimos énfasis en el sentido cualitativo y esotérico de los números y vimos algunos aspectos simbólicos de los tres primeros, que constituyen la Gran Tríada, la Trinidad Suprema, símbolo de lo inmanifestado. Decíamos que la unidad es indimensionada, como el punto geométrico su equivalente. Este no tiene alto, ni ancho, ni largo; es lo más pequeño, pero a su vez lo más grande de todo; se encuentra en todas partes y en ninguna. Observábamos cómo esta unidad se polariza produciendo al número dos, la línea recta, la primera dimensión, simbolizada por nuestra regla de 24 pulgadas, y cómo en el tres y en la figura geométrica del triángulo se producen ya las dos primeras dimensiones (base y altura). Pero se dice que los hombres somos seres tridimensionales, pues percibimos el mundo en tres dimensiones.

En nuestro simbolismo, este pasaje del mundo de dos dimensiones al de tres (es decir, del número tres al cuatro), se expresa como el pasaje del plano al volumen, o sea, de la geometría plana a la construcción. No podemos conocer el arte de la construcción si no conocemos el arte de la geometría; no podríamos conocer ésta sin conocer la ciencia de los números; y no podremos realizar nuestro templo sin conocer la armonía que nos enseña la música y la astrología que nos muestra el cosmos. Es por esto que la numerología nos da una base fundamental y un orden, sin el cual no sería posible ningún tipo de construcción ni de comprensión; y las cuatro ciencias aludidas, son un todo, que nos permitirá realizar la armonía en nuestro templo, dentro de nosotros mismos, y eventualmente en el mundo. Geométricamente, esta tridimensionalidad se produce mediante la aparición de un punto central en el triángulo.

Es lo que simboliza nuestro triángulo con el ojo en el centro. La unidad se suma así al temario, produciendo el cuaternario y las tres dimensiones. Esta figura geométrica resultante, el tetraedro regular, es la primera figura volumétrica: una pirámide de cuatro caras, cada una de las cuales está compuesta por un triángulo equilátero, siendo por lo tanto todos sus lados iguales: esto es símbolo, como hemos dicho, de la primera manifestación y también del mundo de la construcción y de la creación.

El número cuatro simboliza al cosmos, mientras que los tres primeros son considerados supracósmicos

Según la cábala, la primera trinidad es el mundo de lo trascendente, y con el cuatro comienza lo inmanente, los números de construcción cósmica.

El cuatro es la unidad en otro plano. Siguiendo la Tetraktys pitagórica, podemos ver cómo: 4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1.

Es decir, que el número cuatro expresa a la unidad inmanifestada en el mundo de la manifestación; a la vez que este número se encuentra íntimamente unido al denario, que incluye a todos los números naturales.

También se representa al cuatro en la geometría con los símbolos del cuadrado y de la cruz, que fijan los límites en el espacio y el tiempo. Precisamente, la unión de estos dos conceptos nos ayuda a intuir la presencia de otra dimensión que no perciben nuestros sentidos externos, pero que según la tradición constituye la realidad verdadera.

Este número también está presente en la idea de los cuatro elementos, de los cuatro mundos cabalísticos y de las cuatro partes en que puede ser subdividida toda jerarquía.


 

jueves, 29 de marzo de 2018

APLICACIÓN DE LA NUMEROLOGÍA EN LA MASONERÍA


Si hemos distinguido en el simbolismo general entre los aspectos esotérico y exotérico de toda manifestación (lo interno y lo externo del símbolo) en el caso del simbolismo numérico esta distinción se muestra de un modo claro en el doble aspecto cualitativo y cuantitativo de los números.
 
Uno de los rasgos característicos del hombre moderno, es su marcada tendencia a verlo todo desde un punto de vista cuantitativo, olvidándose cada vez más de lo cualitativo. Esta tendencia ha llegado al extremo de que hoy se valora a las personas por lo que tienen (en cantidad) y no por lo que son (en cualidad).
 
El hombre por esta razón se aleja cada vez más de lo esencial, para dar toda la importancia a lo que siempre fue considerado por los sabios antiguos como secundario y contingente.

Esta tendencia se observa claramente en el modo como se enseñan los números en las escuelas, colegios y universidades de nuestro tiempo y cómo los utiliza en particular la ciencia moderna. En efecto, se ven únicamente como instrumentos para contar y medir y, desde este punto de vista, puramente cuantitativo, se suman, restan, multiplican y dividen, llegando hasta las más complicadas operaciones sin vislumbrar de manera alguna el origen sagrado y divino, esencial y cualitativa que los números poseen en su más importante aspecto.

Se los utiliza también para identificar objetos y toda clase de documentos, y para identificar personas, hasta el extremo de que, hoy día, ya todos los hombre tenemos la obligación de portar un documento llamado de «identidad», caracterizado fundamentalmente por un número que se pierde en lo indefinido de la multiplicidad. Esta manera de ver las cosas, tan propia y exclusiva del hombre occidental moderno (corriente que está arrastrando a la humanidad entera), tiende de manera casi imperceptible, pero cada vez más intensa, a llevar al hombre hacia la uniformidad, la disolución y la desarmonía, alejándolo de la unidad, la unión y la armonía. Es lo que de manera clara se describe como el «reino de la cantidad» y el olvido de la calidad.

Las tradiciones antiguas, que son las fuentes de las que la Masonería bebe los conocimientos, veían los números como los principios esenciales de las cosas. Consideraban que el número no era humano, sino que había sido revelado al hombre por la divinidad, para que sirviera como medio de conocimiento de las más altas verdades y como vehículo de síntesis y unión entre el Cielo y la Tierra y entre los distintos órdenes de la existencia.

Los pitagóricos, por ejemplo, establecieron las relaciones precisas entre la aritmética, la geometría, la música y la astrología (todas ciencias numéricas) demostrando de esta manera la armonía del universo y la analogía del macrocosmos y el microcosmos, sin dejar de reconocer que también la desarmonía de algunas de las partes está incluida en la armonía general del todo.

Las figuras geométricas, que se realizan con la regla, la escuadra y el compás, representan la manifestación de los números en el plano bidimensional. A cada figura geométrica corresponde un número determinado y su adecuada comprensión nos puede llevar a interpretar y desentrañar los planos del Gran Arquitecto del Universo.

Si llevamos esta geometría al espacio tridimensional, pasamos del plano a la construcción, y observamos cómo los pueblos antiguos construían ciudades y templos a imagen y semejanza del modelo del universo, así como el templo de Salomón y la ciudad de Jerusalén (y podríamos mencionar las otras tradiciones) fueron construidos tomando como modelo a la Jerusalén Celeste.

Nuestra Orden hereda de las órdenes de constructores (este conocimiento, enseñándonos así cómo debemos construir nuestros templos y, fundamentalmente, cómo podemos aplicarlo para la construcción del templo interno, cuya coronación constituye la meta de nuestra carrera masónica.

También mencionábamos la relación del número con la música. Las notas musicales no son otra cosa que números actuando en el mundo del sonido. Esto pone al número en estrecha relación con las ideas de armonía y ritmo y particularmente nos muestra la armonía de la ley natural.

Y la astrología, ciencia también numérica (que bien entendida pone al hombre en la tierra en estrecho contacto con el cielo) utiliza la escuadra y el compás en la realización de sus cálculos.

Por otra parte, la Cábala nos enseña de la relación de los números con las letras y las palabras, y también a comprender la esencia de los nombres a través del número.

Y podríamos mencionar que también los metales, los colores y, en realidad, todo lo que se manifiesta es numérico; pues, como dice el evangelio cristiano, «hasta el último de tus cabellos está contado».


Trataremos en los próximos trabajos de analizar cada uno de los números, estableciendo con ellos las múltiples relaciones entre las distintas tradiciones y entre los distintos estados del ser. Quizá podamos demostrar así, cómo la numerología es un verdadero lenguaje; y, tal y como lo ha encarado la Masonería, podremos ver cómo este lenguaje puede ser considerado, verdaderamente, un idioma universal.

 

lunes, 26 de marzo de 2018

EQUINOCCIO DE PRIMAVERA: «SI NO MORÍS, NO VIVIRÉIS»


«SI NO MORÍS, NO VIVIRÉIS»

Esperáis que os hable... pero, ¿qué más queréis? Mirad, la naturaleza ya nos ha hablado a todos.

¿Os habéis dado cuenta que por todas partes a vuestro alrededor se está produciendo un acontecimiento que se llama primavera?..
 
¡Ah! os habéis dado cuenta...
 
Es magnífico, sentimos que todo se agita; una nueva ola afluye desde el cosmos, y dentro de poco tiempo toda la tierra se llenará de flores, de árboles,  de pájaros... ¡qué maravilla! He ahí uno de los fenómenos más extraordinarios de la vida: la primavera.

Cada año todo se renueva... Sí, todo, ¡excepto los seres humanos! Los hombres no cambian, no se sintonizan con esta renovación. Sienten, desde luego, que hay algo en el aire, pero no se dejan influir.

Deben aprender ahora a abrir sus puertas y sus ventanas para que esta vida pueda también penetrarles e impregnarles. Esto es lo más importante que puedo deciros esta mañana. Porque es una lástima que este renacimiento se produzca solamente en la naturaleza y que los humanos, demasiado concentrados en las viejas cosas, apenas lo noten.
 
Debemos estar libres, disponibles, y recibir con los brazos abiertos esta nueva vida. Sin duda que inconscientemente todo el mundo se siente un poco agitado, sobre todo los jóvenes: no saben lo que les ocurre, pero sienten un impulso, una necesidad de amar. Esta voz que se hace oír y dice a todas las semillas, a todas las simientes:« ¡Vamos, despertaos, creced ahora!» es de una potencia inaudita; pero la mayoría de los hombres son sordos a esta voz, y continúan paralizados, estancados.

Para un Iniciado, este período del equinoccio de primavera es muy importante. Sabe utilizarlo para hacer todo un trabajo de purificación, de regeneración. Sí, no basta con observar que los pájaros cantan, que las flores crecen y que los hombres están un poco más alegres. Hay que hacer todo un trabajo, un trabajo de renovación. Cuando venís por la mañana a la salida del sol sólo debéis tener en la cabeza la idea de esta renovación. Dejad a un lado todos los demás temas, todo aquello que ya es viejo y caduco, y concentraos únicamente en la nueva vida para entrar en comunicación con esta gran corriente que brota del corazón del universo.

¡Sí, alegraos, la primavera está ahí, cantad, bailad! Algunos dirán: «Para nosotros ya se acabó... la primavera es para la juventud». Al razonar así se apartan de la vida. Todo el mundo debe sintonizarse con la renovación ya que en eso no hay que hacer distinción entre jóvenes y viejos. ¿Acaso habéis oído decir a los viejos árboles: «para nosotros ya pasó la edad de florecer, ahora dejamos eso para los  jóvenes»? No, también ellos, en primavera, se cubren de flores y de hojas. Así que, hasta las abuelitas y los abuelitos deben entrar en el corro, corretear, saltar, danzar - simbólicamente, claro - y todo les irá mejor.

¿Cómo no ver que la naturaleza entera piensa en nosotros? Cada primavera nos envía todas las energías y los estímulos que necesitamos para el resto del año, y a nosotros nos corresponde no dejarlas pasar de largo sino aprovecharlas.

Ya habéis recibido mucho esta mañana a la salida del sol, ¿qué queréis que yo añada ahora? Estoy aquí para interpretar ciertos fenómenos, para daros explicaciones, para orientaros, eso es todo; para lo demás, dirigíos al sol. ¡Mirad tan sólo el trabajo que hace sobre todas las pequeñas simientes que dormían! Les dice: «¿A qué esperáis? Ahora tenéis que dar algo. ¡Hala, vamos a trabajar! -Pero, somos pequeñas, somos débiles... ..No, no, probad y veréis, yo os voy a ayudar». Y entonces todas estas pequeñas simientes cobran ánimo. Cada día el sol las calienta, las acaricia, les habla, y, después de algún tiempo, se ven aparecer unas flores magníficas junto a las que los poetas, los pintores, los músicos, vienen a maravillarse y a inspirarse. ¿ Por qué ho iba a suceder lo mismo con nosotros?

Nosotros somos semillas plantadas en algún lugar del suelo espiritual y, expuestos a los rayos del sol, podemos producir colores y perfumes tan exquisitos que hasta las divinidades queden extasiadas.

¿Qué es una flor? No sabe ni cantar, ni danzar, ni tocar el violín, y sin embargo, hasta los cantores, los bailarines y los músicos se extasían ante ella... y si, de igual forma, nosotros sabemos ser como flores, ¿por qué las divinidades, que son muy superiores a nosotros, no iban a quedar fascinadas? Dirán: «¡Qué bonita flor!», y se ocuparán de nosotros para hacemos aún más puros, más luminosos, más perfumados.

Ahí está, pues, la renovación, la regeneración que se acerca; y éste es el proceso que nos interesa: todo lo demás debemos dejarlo de lado. Este período del equinoccio de primavera es uno de los más importantes del año. Y si se ha situado la resurrección de Jesús en este momento es porque, en realidad, se trata de la resurrección de toda la naturaleza que era ya festejada desde mucho antes de Jesús. Sólo que, en el transcurso de los siglos, la luz de la Iniciación se perdió y los cristianos ya no saben cómo comprender la resurrección.

En todos los santuarios iniciáticos del pasado, y mucho antes de la época de Jesús, los hierofantes revelaban a sus discípulos cómo resucitar para acceder al rango de inmortales. La resurrección la estudiaron los Iniciados en primer lugar en la naturaleza, que siempre ha sido su guía.
 
Observaban la naturaleza y a través de la metamorfosis de la oruga en mariposa, por ejemplo, o del grano que tiene que morir para fructificar, comprendían sus lecciones.

«Si no morís, no viviréis», dijo Jesús. La noción de resurrección está obligatoriamente ligada a la de muerte, de descomposición. En tanto no muere, la semilla se opone a la manifestación de la potencia de vida oculta dentro de ella. En el hombre, es la naturaleza inferior la que debe morir para dejar su sitio al espíritu, el principio divino, que encuentra entonces la posibilidad de liberarse para actuar y transformarlo todo.

El secreto de la resurrección está ahí, delante nuestro, en la: naturaleza, y espera que nosotros lo comprendamos, que nos decidamos a morir conscientemente para que surja de nosotros un hombre nuevo. Muy pocos, incluso entre los Iniciados, han logrado resucitar para convertirse en inmortales, porque no hay cosa más dificil que dominar a la naturaleza inferior, que es extremadamente hábil, astuta, y sabe todo lo que tiene que hacer para engatusarnos. Para poder escapar de ella hay que tener mucho discernimiento, un amor estable y una voluntad poderosa.

En algunas Iniciaciones del pasado, la prueba final para el discípulo que había superado con éxito las etapas preliminares era la de la muerte y la resurrección. Era colocado en un sarcófago en donde permanecía durante tres días y tres noches, vigilado por sus Maestros, los cuales, con ayuda de determinadas prácticas por ellos conocidas, le mantenían en estado hipnótico y separaban de su cuerpo físico sus cuerpos etérico y astral con los que el discípulo viajaba por el espacio. Durante tres días visitaba todas las regiones; el infierno, el paraíso... miraba, quedaba asombrado, horrorizado, extasiado, vivía la verdad. Cuando volvía, los lazos entre sus cuerpos etérico y astral y su cuerpo fisico eran de una naturaleza totalmente diferente: todo lo que había visto, todas las impresiones que había vivido se habían grabado en su cerebro, y podía ahora recordarlas con todo detalle.

Algunos movimientos espiritualistas han conservado estos ritos de muerte y resurrección.

Desgraciadamente, en la mayoría de los casos se trata de una comedia, porque los Iniciados y los grandes Maestros ya no están presentes. Queda sólo un lejano recuerdo de ritos antiguos, en espera de que los humanos recobren un día el sentido de lo sagrado que antes poseían. Pero es muy dificil: para llegar a recobrar y a vivir toda esta ciencia, es preciso liberarse de las cortapisas que les pone la naturaleza inferior; y son muy raros los que quieren liberarse.

Para resucitar y lograr la inmortalidad existen varios métodos que nos son revelados por los símbolos de los dos triángulos, el uno con el vértice hacia arriba y el otro con el vértice hacia abajo.

Estos dos triángulos representan los dos procesos universales de evolución e involución, evolución de la materia e involución del espíritu. Nos enseñan cómo debemos elevamos hasta la Divinidad para fundirnos en ella, al mismo tiempo que debemos atraerla para que venga a habitar y a manifestarse en nosotros. Decís: «Señor, yo no soy quien vive y se manifiesta, sino tu Espíritu en mí». Os perdéis en el espacio infinito a fin de que no quede ni un átomo de vosotros y venga El, el Poderoso, el Grande, el Fuerte, a ocupar vuestro lugar...

Así es como hay que comprender la muerte que se nos pide desde el punto de vista espiritual: no destruís el cuerpo físico, sino únicamente el principio que mantiene la muerte en vosotros. Es el «Solve» y el «Coagula» de los alquimistas: os diluís, os fundís en el espacio y pedís a Dios, que es la inmensidad, que venga a encarnarse en vosotros. Ahora comprendéis cómo expresan estos dos triángulos el proceso de resurrección. Son conocidos, sobre todo, con el nombre de hexagrama o sello de Salomón; pero este símbolo ya existía desde mucho antes de Salomón.

Evidentemente, la verdadera resurrección total, definitiva del ser humano no se produce de golpe, sino progresivamente. Cuando encendéis una vela, podéis estar seguros de que podéis prender fuego a la tierra entera; porque ya poseéis una llama. De igual forma, desde el instante en que encendéis una célula en vuestro corazón o en vuestro cerebro, puede decirse que estáis encendidos: aunque las demás células no hayan prendido aún, pueden hacerlo. En Pascua, en las iglesias ortodoxas, el pope enciende un cirio, luego transmite la llama al cirio de su asistente, y así, sucesivamente, cada uno enciende su cirio con el del vecino y la iglesia pronto queda iluminada.

Esto puede producirse también en vosotros: en cuanto hayáis encendido una célula, vuestro cuerpo entero puede ser encendido e iluminado, siempre que, claro está, la naturaleza inferior no venga a oponerse al proceso de regeneración. La resurrección difinitiva presupone que se han producido ya varias resurrecciones... Así que, mis queridos hermanas, debéis lograr resucitar por lo menos una célula, porque ésta es capaz de encender otra a su lado, y ésta, a su vez, otra... y así es como la luz se propagará poco a poco en todo vuestro ser.

«Si no morís, no viviréis». Morir significa fundirse en el infinito para ceder el sitio al Señor a fin de que sea El quien venga a reinar en vosotros. No os aferráis a vuestra existencia, queréis desaparecer, pero con una sola condición: que sea Dios mismo quien ocupe vuestro sitio. Y si insistís verdaderamente, se ve obligado a capitular porque utilizáis fuerzas de la misma naturaleza que la Suya. No puede decir: «Veamos, voy a reflexionar, voy a estudiar cómo vivió en el pasado». No hay pasado ni nada: ante semejante deseo todo lo demás queda borrado, sólo queda la decisión que hoy tomáis.

Mientras no queráis ceder vuestro sitio a un ser superior, ni siquiera al Señor, seguiréis siendo vulnerables, endebles, miedosos, desgraciados. No existe religión más elevada que el sacrificio: aceptar morir para vivir, para estar vivo de otra vida distinta de la vuestra, para estar vivo de la vida de Dios.

Habéis querido desaparecer, y no sólo no desaparecéis sino que os volvéis más grandes que antes. Y ése es el verdadero heroísmo. Los verdaderos héroes son aquellos que no tienen miedo de desaparecer para ser reemplazados por la Divinidad.

Ahora voy a daros un ejercicio. Imaginaos que os proyectáis hacia las alturas, y que, al mismo tiempo que os eleváis, os extendéis en el espacio infinito, os diluís en el Alma universal y desaparecéis sin miedo, sin temor. Aunque tengáis la impresión de que habéis perdido totalmente la consciencia, no debéis inquietaros por ello. Y al mismo tiempo que os disolvéis en el espacio, pensad que el espíritu divino desciende sobre vosotros, que se instala en vosotros para trabajar y que es él quien habla, quien actúa, quien se manifiesta. No os inquietéis por lo que vaya a suceder, seguiréis siendo vosotros; aunque ya no seáis los mismos, no perderéis nada de vuestra verdadera identidad.
 
Mostradme algo en el mundo que sea más significativo que estas dos palabras: vida y muerte. No lo hay. Todo está contenido en estos dos procesos: la vida y la muerte. Son las dos palabras más poderosas. Decid tan sólo: «la vida» o «la muerte», todo está ahí, y las gentes tiemblan o se exaltan.

Todo lo demás no es nada al lado se estas dos palabras.

Es preciso morir para poseer la verdadera vida; y los que quieren morir, en realidad, están ya muriéndose.



domingo, 25 de marzo de 2018

LA OBRA DE LOS MASONES


Los masones utilizaron un lenguaje que si bien era difícil de comprender por sus coetáneos serviría para toda la eternidad: el de la piedra.
 
Ellos fueron los constructores de catedrales de la Edad Media. Su estilo ha pasado a la historia con la denominación de «gótico», pero se trata en realidad del «argótico» o argot, el idioma de los iniciados.
 
En los templos que construían colocaban los signos que los adeptos descubrirían más tarde, en el transcurso de los siglos: aquellos que indican el camino que debe tomarse al llegar a una encrucijada.
 
Los boy scouts (asociación de jóvenes que practica el escultismo y trata de tener un papel constructivo en la sociedad) utilizarían mas tarde ese sistema de señales, mediante las que el grupo de los avanzados indica a los rezagados la ruta a seguir para llegar a la meta.
 
En las catedrales góticas, cada columna, cada capitel, cada vidriera, cada escultura es una señal. Una señal del camino que ha de recorrer el alma hasta la coronación de su obra.

A menudo estas señales, que marcan un trayecto evolutivo, grabadas en la piedra permanecen todavía ocultas a las miradas profanas. Pero si nos detenemos ante ellas, si apartamos por un momento la mirada de turista y abrimos una ventana a la mirada interior, descubriremos una marca, una señal, un signo que nos transportará siglos atrás y nos ayudará a penetrar en el lenguaje de los iniciados.
 
Todas las sociedades tienen su lenguaje; los deportes y la bolsa también tienen el suyo; los sudokus o los crucigramas tienen su código... ¿Por que habría de resultar extraño que la masonería tuviera el suyo?
 
En las ciudades del mundo cristiano los obreros del templo de Hiram dejaron las huellas de la trascendencia. Pero llegó un momento en que esos adeptos sintieron la necesidad de salir de la piedra para expresarse en un lenguaje directo que un mayor número de personas pudiera comprender. Entonces la masonería dejo de ser operativa para convertirse en reflexiva y filosófica.
 
 
 
 

sábado, 24 de marzo de 2018

FILOSOFÍA HERMÉTICA Y RITOS ANTIGUOS


Nada indica que los iniciados en los Misterios Antiguos tuvieran durante el transcurso de la historia, los mismos rituales exactos, que se habrían transmitido a través de los cultos esotéricos, hasta las corporaciones de oficios, para llegar por fin hasta los Masones. Más probablemente, utilizamos hoy una amalgama simbólica que, bajo ciertas influencias, se ha constituido poco a poco en un sistema coherente y estructurado que llamamos francmasonería.
 
Es sin embargo fácil mostrar que filosóficamente, que la francmasonería está mucho más próxima a las escuelas de Misterios de la antigüedad, que de la tradición bíblica o judeocristiana. Para poner sólo un ejemplo, la noción de la Verdad es muy diferente si se coloca sobre el plano religioso, o sobre el de la iniciación masónica. En el cristianismo, la Verdad procede de la Revelación y desemboca en la formulación de un dogma que funda la fe del creyente.
 
La razón aparece y se desarrolla sólo a partir de los principios admitidos por la fe. Se expresará en las disciplinas que son la teología o la filosofía cristiana. La vía iniciática al contrario, es múltiple y variada en su interpretación de la verdad y el modo de acceder a ella. Por cierto se trata a veces de un tipo de revelación divina, pero la multiplicidad y la diversidad de estas revelaciones es la misma fuente de su relatividad.
 
En cuanto a la filosofía de los antiguos griegos, se articula más o menos estrechamente con este paso espiritual. Pero una de las constantes de estos ritos antiguos es la posibilidad de acercarnos hacia la luz de la verdad por la práctica de los ritos de la iniciación, la virtud personal atada a nuestros actos y nuestros pensamientos, así como el estudio y la reflexión.
 
En esta perspectiva, manifestada en la tradición neoplatónica, la razón y la meditación filosófica nos eleva hacia la Verdad. No esperamos que una gracia descienda del cielo, sino que consideramos que sólo nuestra virtud moral y nuestros esfuerzos intelectuales nos permiten engrandecernos, volvernos continuamente más responsables de lo que somos. Esta idea no es nueva ya que está íntimamente al hermetismo y a la tradición.
 
Así podemos leer en el Cuerpo Hermeticum: «no queda pues más que hacer, lo que tú mismo emprendiste: hacer bien a todos e imitar divina natural que es en el hombre. » Pero si nos limitábamos a lo que acabamos de decir, daríamos sólo una visión demasiado fragmentaria de esta vía. En efecto, como también dice el texto del Cuerpo Hermeticum citado más anteriormente, « el que conoce es bueno y ya divino. »
 
Por naturaleza reconocemos la existencia de una dimensión sagrada y espiritual, inherente al ser y al mundo. La tradición masónica tal como se vive en los ritos egipcios, no es una filosofía simple y moral. Es una vía verdadera y iniciática que implica una relación con lo sagrado a la vez en ella y fuera de ella. El mito y el rito tienen entonces para función de servir de guías a la conciencia del que recorre esta vía.
 
Declarar que el ejercicio de la razón, asociada con la virtud permiten adelantarse hacia el mundo espiritual, es una condición necesaria, pero no suficiente. Esta ascensión del espíritu hacia la Belleza y el Bien del que habla Platon es ley en la francmasonería, y de modo explícito en el Rito de Memphis y Misraïm, a la evocación del sagrado a través de la activación simbólica y ritual del mito.
 
Los símbolos utilizados en el curso de los rituales son la representación de las Ideas del mundo inteligible o ideal. Las ceremonias rituales asociadas con la práctica de la razón y de la virtud permiten pues al espíritu purificarse y desprenderse de pasiones, para desarrollar las cualidades nobles del ser que son la fraternidad, el amor, el coraje, el honor, etc.
 
Los métodos fueron evidentemente diferentes según las escuelas y de ellas los heredamos indirectamente. No olvidemos que las iniciaciones de los misterios desaparecieron hasta que ciertos aspectos rituales fueron practicados de nuevo al Renacimiento. Cuando la francmasonería apareció bajo la forma que la conocemos hoy, fue impregnado valores religiosos y espirituales propios de su época. Los nuevos elementos rituales y simbólicos fueron introducidos en estos y se mezclaron en el seno de los ritos hermetistas egipcios.
 
La intuición notable de los hermanos que adaptaron los ritos masónicos fue reponerlos en lo que les parecía ser su fuente original, es decir lo que se podría llamar al sentido ancho, el egypto-helenismo. Aunque pocos conocimientos históricos y arqueológicos eran accesibles en aquella época, el sentimiento de un parentesco espiritual se reveló como el más fuerte y a menudo compensó las debilidades documentales.
 
Los ritos egipcios de Cagliostro, de Misraim, de Memphis, de Nápoles, etc. aparecieron y se desarrollaron hasta hoy. Entonces, aunque la intuición de salida fue completamente coherente, el desconocimiento de los cuerpos filosóficos, hermétistas, así como datos arqueológicos realmente no permitieron a lo que se podía llamar la masonería egipcia, encontrar su vía y su expresión plena.
 
El hermetismo implica un desarrollo paralelo entre la razón y la espiritualidad. De la misma manera, la francmasonería especulativa procura asociar la reflexión intelectual, en una palabra el ejercicio de la razón, con la iniciación, el paso verdadero y espiritual. Considerar o practicar una sin la otra podía ser, según nuestros antepasados, fuente de error, de orgullo, vanidad, es decir la puerta abierta a las pasiones. Pero el estudio intelectual se tiene que comprender de dos maneras.
 
En primer lugar como el ejercicio constante de la razón crítica, con la presencia de un cierto escepticismo metódico al que ayudamos nosotros al conservar y aumentar nuestra libertad de pensamiento. Este es primordial, porque sabemos que siempre no es fácil formar espíritus libres y respetuosos con los demás.
 
El segundo aspecto es el estudio verdadero y intelectual de las obras del pasado. Así como ampliamente tuvimos la oportunidad de mostrarlo, nosotros todos vivimos sobre los hombros de nuestros predecesores y es fundamental conocer su herencia. Desconocerlo nos conduce  a no percibir la profundidad de nuestros ritos y no adquirir las indicaciones necesarias para nuestra vida. En efecto, los antiguos textos de la tradición hermética no invitan a una sumisión ciega a un principio, tan divino sea. La iniciación tal como la definíamos no es este influjo que desciende a través de tal o tal hiérophante. Es al contrario la expresión de la virtud y de la inteligencia del hombre, manifestación de esta determinación que le permitió sobrepasar el estatuto de animal.
 
Verdaderamente aquí se encuentra el corazón de la tradición masónica, que la hace más rica y más noble. Las antiguas instrucciones masónicas dicen: « estamos aquí para cavar tumbas para los vicios y ascender tus templos a la virtud; » y leemos en el Tratado X-9 del Cuerpo Hermeticum: « Entonces el vicio del alma, es la ignorancia». En efecto cuando una alma no adquirió ningún conocimiento de los antiguos, de su naturaleza, ni del Bien, sino cuando es totalmente ciega, sufre las conmociones violentas de las pasiones corporales. Entonces por haberse ignorado esto, nos hacemos esclavos de un cuerpo monstruoso y depravado, llevamos el cuerpo como una carga, en el que no mandamos sino que nos manda. Tal es el vicio para con alma.
 
"Al contrario la virtud del alma es el conocimiento, porque el que conoce, es bueno y piadoso y ya divino. [] también, cuando das gracias a dios, debes rogar que obtenerse un buen "intelecto". [] el hombre es un ser viviente divino, [] es un dios mortal."
 
Platón explica repetidas veces en sus diálogos que las pasiones encarcelan el alma, la parte espiritual del cuerpo. Naturalmente no puede entonces elevarse hacia el mundo de las Ideas. La virtud moral va, por el contrario, a permitirnos desarrollar en nosotros lo que es esencial y empezar esta ascensión hacia la Luz. Observemos que es cultivando el conocimiento y la inteligencia, diríamos hoy la razón, por lo que nos desprendemos de pasiones y que plenamente manifestamos nuestra humanidad, nuestra naturaleza de "dios mortal". No tenemos que esperar una revelación cualquiera, una salvación que venga del exterior. Ya poseemos las cualidades necesarias y nos incumbe expresarlas, cultivarlas por nuestro trabajo constante y determinado. «Gloria en el trabajo» diría la francmasonería…
 

viernes, 23 de marzo de 2018

EL 5, EL NÚMERO DEL COMPAÑERO

 
En el simbolismo alquímico, los cinco puntos significan la interconexión de los cuatro elementos (Aire, Fuego, Agua y Tierra) unidos por el quinto elemento o "quintaesencia" que algunas veces se denomina Éter y más a menudo el Espíritu.

Si el tiempo, señala cuatro estaciones distintas en las dimensiones en que se manifiesta, el quinto punto central representa a la inmóvil y siempre presente eternidad en la que todo es simultáneo, no sujeto al devenir.

Y si el espacio se proyecta en cuatro puntos cardinales, el quinto es el inmutable centro, el punto de referencia (el yo, u observador) a partir del cual esa proyección es posible.

El número cinco simboliza el estado del ser en el que todo es aquí y ahora, aquella región en la que el tiempo y el espacio se hallan fundidos. Es la unidad, o espíritu puro, oculta en el cuaternario. El centro mismo del cuadrado y la cruz, sin el cual estas figuras no podrían existir.

Si el cuadrado y la cruz nos sirven para simbolizar al mundo de la creación y a la manifestación universal, el punto central que les da razón de ser es la representación de lo oculto e interno, de lo esotérico, de la esencia única que es el origen y el destino común de todo ser manifestado.

En el caso de la construcción piramidal, de base cuadrada, este quinto punto es el centro de la base que se eleva verticalmente hacia el vértice de la pirámide, o sumidad del templo.

El cinco es en la Masonería el número con que se identifica el compañero. Y en nuestro simbolismo constructivo, en el que observamos cuatro piedras de esquina (corner stones), la quinta es la piedra angular, o piedra de toque, la que da sentido a toda la construcción, y que según el Evangelio cristiano ha sido rechazada por los constructores.

En la carta XXI del Tarot, en cada una de las esquinas se simboliza a un elemento, y el ombligo de la mujer, en el centro de la lámina, representa la quintaesencia, simbolismo equiparable al cristiano que, colocando en cada esquina a uno de los cuatro evangelistas, asigna el quinto punto central al mismo Cristo.

La tradición agrega a los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), un quinto, llamado éter, que simboliza el vacío espacio celeste, la realidad espiritual que todo penetra, y que une dentro de sí a todos los seres. El éter es anterior a los otros cuatro elementos, pues es el primero de ellos, pero al mismo tiempo es el último, ya que él absorbe dentro de sí a todos los seres en la unidad primordial. En el ser humano el éter se aloja en la cavidad central del corazón (en la caverna interior en medio de dos aurículas y dos ventrículos), morada de la divinidad, y es en él donde se une el alma individual con la realidad universal, y lo humano con lo divino.

En la Cábala, la quinta sefirah llamada Gueburah, el rigor, cumple la función de negar todo aquello que niegue a la unidad, y por lo tanto destruye todo lo que no es ella absorbiendo a todos los seres en ese principio único y metafísico. También desde otra perspectiva se considera al número cinco como central. En efecto, el cinco es el del medio en los nueve números naturales. Es un perfecto intermediario entre el punto y la circunferencia, la unidad y la manifestación, entre el cielo y la tierra, el espíritu y la materia. Los pitagóricos lo consideraban número «nupcial», pues siendo el resultado de la suma del primer número impar con el primer par (3 + 2), representa la unión de lo masculino (el cielo, 3) con lo femenino (la tierra, 2).

El cinco es el número del microcosmos, el hombre, y muy diversas tradiciones han relacionado a este número con el ser humano, por el hecho de que éste percibe la realidad sensible con cinco sentidos, tiene cinco dedos en sus manos y en sus pies, y su propia figura es pentagonal, pues posee cinco extremidades: los dos brazos, las dos piernas y la cabeza.

Al hombre se le inscribe en una estrella de cinco puntas representando así al ser humano en cuanto emanado de Dios y creado a su imagen y semejanza. En el templo masónico destaca esa Estrella Flameante, dentro de la cual se coloca la letra G, simbolizando también la perfección humana, y el arquetipo divino del hombre.

Los chinos nos hablan de cinco elementos (fuego, agua, metal, madera y tierra) y también los hacen corresponder con los puntos cardinales del espacio y el tiempo, siendo el quinto elemento (la tierra) el central. También consideran al cinco como número de centro, y dividiéndose la ciudad en cuatro partes, al Emperador le corresponde habitar en el quinto punto del medio. Y los indios americanos le dieron a esta cifra un carácter sagrado y especialmente significativo, haciendo al número cinco símbolo del dios del maíz, de Quetzalcóatl, del sacrificio y la resurrección.

 

jueves, 22 de marzo de 2018

ACERCA DE LOS ANGELES

 
La historia y la fenomenología, como ciencias positivas de la religión, han desarrollado estudios esclarecedores acerca de la configuración simbólica de los ángeles. Este fenómeno se dio principalmente en los cultos monoteístas, predominando de manera más pura en el Judeocristianismo, en el Mazdeísmo y en el Islamismo; a partir del advenimiento de ciertos reformadores, como Zoroastro (forma griega de Zaratustra) Jesús y Mahoma.

Es digno de mención, que Filón (siglo I) dudó de la existencia de estos seres angélicos y los llamó "emanaciones y fuerzas del universo", como critica a lo que parecía ser un fenómeno reciente en su época; pero lo cierto es que en los núcleos míticos de las principales religiones desde tiempos muy antiguos (entre ellos Grecia y Mesopotamia), aparecen estas entidades ambivalentes intermedias entre los dioses y los humanos con funciones de ordenadores del cosmos y ejecutores de la voluntad divina.

Según los antiguos babilonios, el aire estaba poblado por fuerzas malignas que causaban enfermedades, representadas en el principio del "ZI", especie de vampiros con alas provenientes de los espíritus de ultratumba. Ellos reconocían, independientemente de su panteón politeísta, siete principios personales en el viento, la tempestad y el torbellino. Es posible que el libro sapiensal de Job (cap. 1 y 2), en donde el diablo asesina a sus hijos en una tormenta de viento, tenga su origen en estas creencias.
 
Los seguidores de Pitágoras pensaban que nuestra atmósfera estaba poblada de seres espíritus bajo el control de un jefe que tenía su asiento en el imperio del aire, probablemente esta idea fue inspirada en los silfos de la mitología germana, como pequeñas entidades manifestadas en los elementos; gracias a ello se entiende el pensamiento cristiano acerca de Satanás, que es presentado en Efesios 2:2 como "el príncipe de la autoridad del aire".

Siguiendo con esta línea de pensamiento, podemos encontrar motivos de estas criaturas en jarrones y murales griegos y etruscos, donde a menudo se los representan con sexo femenino o en forma de niños. Esto no recuerda a las Nuris, "vírgenes canónicas" que aparecen en la mitología islámica, en formas de ángeles femeninos, cual Valkirias hiperbóreas de las que tanto nos habló Lamartine. También era cosa común entre los Persas representar a sus reyes como seres alados. En la "puerta de Ciro", en las ruinas Pasargada, encontramos un bajorrelieve del monarca con cuatro alas saliendo de su torso. Al igual que el dios principal prezoroastrico Atar, el fuego solar en su carro (luego reemplazado por Ahura Mazda), era plasmado con una apariencia similar pero viajando dentro del disco astral remero, como se puede ver en la pared de la inaccesible tumba de Jerjes y Darío II. No obstante, el desarrollo pleno de estas estructuras angélicas se da para una etapa tardía de la historia de un pueblo por razones que expondremos en el siguiente trabajo.

 ACERCA DE LOS ANGELES

La palabra ángel era conocida por el mundo paleosemita como "algo santo" (Del término arameo IRIM: Lit. sagrado, separado). Sin embargo, en el hebreo primitivo adoptó la forma de Mal’ak, que se traduce principalmente como mensajero o enviado de alguien "santo". En las fuentes testamentarias, el término Mal’ak, muchas veces significa "espíritu" o "viento"(Tal vez aludiendo a la velocidad del mensajero), pero esto depende del contexto.

Esta idea esta apoyada por un conjunto de idiomas arcaicos como el ugarítico, el arábigo (Malik)y el etíope, donde su significado es de uso similar. En algunos pasajes bíblicos como el de II Reyes 20: 2, 3, él término Mal’ak, aplica a los mensajeros reales que envió el rey Ben-Hadad de Siria al reino de Israel en una misión diplomática. En todos los casos parece atribuirse a alguien que ha sido designado como correo real y que debe transitar a través de una gran distancia con el fin de comunicar "algo importante" a "alguien influyente". Sin embargo, en la mayoría de los casos expuestos, el término se adjudica a seres sobrenaturales que cumplen papeles comunicativos en carácter de asignación divina.

Pero ¿Quiénes eran estas entidades propias de algunas mitologías? ¿Por qué se los presenta en muchos núcleos míticos como seres ambivalentes, es decir, de una naturaleza santa, pero a la vez demoníaca sin llegar a ser dioses? ¿Por qué propenden a desarrollarse estas figuras simbólicas de una manera más notable en el seno del monoteísmo?

ESTUDIO ESTRUCTURAL DE LAS IMÁGENES ANGELICAS

Si bien la configuración angélica se da con más viveza y trascendencia en los cultos monoteístas, no es exclusivo de ellos. Este fenómeno también se observa muy a menudo en las grandes religiones politeístas, como Egipto, Mesopotamia, India, Grecia y Roma.

El hombre vive lo sagrado a través de la multiplicidad de las figuras divinas, al menos es así en los sectores generales de una civilización. El devoto común que tiene dificultades para comprender lo divino en el terreno de alguna especulación metafísica, hermética, propia de los círculos intelectuales o sacerdotales (de los cuales nos disertan sobre una unidad con el absoluto), expresa lo religioso a través de lo que le es más simple, en la naturaleza y su diversidad de aspectos. Por ello los monismos más ejemplares, como en el caso del panteísmo hindú, son vividos dentro del más explícito politeísmo.

La oscilación del pensamiento teológico entre la multiplicidad de divinidades hasta llegar a configurar una sola, es decir, la movilidad entre el politeísmo y el monoteísmo, esta determinada en buena medida por los procesos históricos de cada pueblo. Así sucedió en Egipto en el sincrético culto al disco solar de Aton, durante el reinado de Amenofis IV, en donde todo el poder político y religiosos fue manipulado para que caiga sobre un solo hombre, el Faraón.

En el monoteísmo, el único Dios, reúne todas las facetas que están repartidas en el panteón de los dioses del politeísmo. Por ejemplo, en la etapa temprana del culto israelita, Yahvé era el Dios del que procedía el bien y a su vez él era el originador de las catástrofes (Deuteronomio Cap. 28), mientras que en el politeísmo existe una divinidad para cada función. A este Dios un, también se lo presenta con aspecto humano, antropomórfico (Exodo 15: 4, quizá esta endecha sea uno de los escritos más antiguos del Pentateuco), donde se lo describe como un varón, es decir con sexo, como los dioses egipcios o fenicios, con rostro; manos; se pasea por el jardín; busca al hombre sin encontrarlo, etc.(Génesis 3: 8-13). Pero a su vez es visto en una etapa histórica monárquica tardía como un Dios tutelar, que esta dentro del predio del templo, como Marduk que fue el custodio de Babilonia, o Asur el guardián de Ninive, etc.

Sin embargo, después de la destrucción del templo de Yahvé en Jerusalén a manos de los ejércitos caldeos, el movimiento profético lo representó como una divinidad no circunscripta a un edificio o ciudad determinada, sino más allá del tiempo y el espacio.

Es en esta etapa (siglo VI a. J. C.)cuando la angelología cobra más fuerza y repercusión en el culto judío. Yahvé es ahora un Dios inalcanzable, al que solo se puede acceder mediante profetas o ángeles. Estos reflejan sus atributos, los espejan o refractan como harían los dioses de un panteón politeísta, por ello muchas veces, como veremos, a los ángeles se los asocia con los elementos de la naturaleza.

El mismo fenómeno sincrético se puede observar en la religión de la antigua Persia, donde el movimiento del reformista Zoroastro (siglo VII a. J. C.) invalidó los dioses antiguos y prevaleció el culto al único Dios, Ahura Mazda y sus atributos; luego convertidos en ángeles benéficos, en contra del malvado Ahrimán y su séquito demoníaco.

Por lo general, estas estructuras angélicas, toman su forma de la monarquía constituida, en donde el Dios uno y principal, asume el papel político y Real. Ahora su corte con sus funcionarios y voceros son vistos como ángeles. En el caso de Israel, al caer la dinastía davidica, toda la expectativa de plasmar su nueva situación política y administrativa fue proyectada en los cielos y se centró en la morada excelsa de Yahvé y su séquito. En las cartas de Amarna (Dinastía XVIII), al faraón se lo consideraba un Dios principal, y a su corte parte del panteón.

En otras palabras, la configuración angélica es muy antigua y con toda probabilidad tenga su origen el seno del politeísmo y en sociedades con cierto desarrollo sociopolítico, al menos allí están presentes; pero sobreviven y se tonifican cuando las funciones de los múltiples dioses se resumen en uno solo, de allí que sobresalgan en los cultos monoteístas.

LAS IMÁGENES ANGÉLICAS EN LA LITERATURA SAGRADA

La presencia de seres divinos ayudantes y serviles a los propósitos del "Dios Uno" como entidades espíritus, tiene raíces en tradiciones orales semitas e indoarias, cuyo vértice se pierden en las tinieblas del pasado.

La fuente de acceso más rica y antigua que tenemos a la mano para estudiar el tema es la Biblia, ya que en la religión Persa rastrear la antigüedad angélica prezoroástrica es una tarea complicada. Solo poseemos datos anteriores al Avesta de las inscripciones fragmentarias de sus monumentos y de las confusas referencias de Herodoto. Con relación al Corán ocurre lo mismo, además que como escrito posterior tiene claras dependencias narrativas con la Biblia. Si bien, los árabes desde tiempos muy remotos creían en espíritus del desierto la configuración angélica fue tomada sin ninguna duda de los registros hebreos.

Evidencia bíblica

Se sabe que el Pentateuco fue el resultado de la fusión de por lo menos cuatro documentos anteriores al primer milenio a. C. Uno de los más antiguos se le llama técnicamente: la fuente "J", Yavista. Si bien la mayoría de los doctos concuerdan en que fueron compilados en forma escrita a partir del siglo X a. C. su origen puede ser tan antiguo como para situarlo en los tiempos del éxodo.

En dicha fuente ya se nos habla de los Elohim, palabra hebrea para dioses o señores, similar a los Ellis de las inscripciones caldeas, siempre en asociación con Yahvé Elohim, la deidad única y suprema indiscutiblemente. Estos Elohim, o hijos espíritus de Dios, son los ángeles, pero con una notable relación con los elementos; en este caso con el fuego. En las escrituras este elemento era símbolo ambivalente, por un lado era el atributo de la luminosidad, sabiduría y soberanía suprema; pero por el otro era asociado con la destrucción absoluta, sin recobro ni resurrección.

1-1 Debido a una falta ritual, los primeros hombre fueron expulsados del paraíso terrenal; Yahvé apostó espíritus a la entrada con una espada llameante para que no accedieran al Arbol de la Vida (Génesis 3:24). Estos seres también protagonizaron el episodio de la destrucción por fuego y azufre de las inicuas ciudades del Sidín(sitio desconocido en las inmediaciones del Mar Muerto), entre ellas Adma, Zebollyn, Sodoma y Gomorra.

1-2 En el Sinaí ya se describen a estas criaturas como seres alados, que viajan a grandes velocidades y que son visibles como humo y fuego, con un gran poder tanto destructor como salvador. La columna llameante que acompaño el paso de las hordas israelitas a través del desierto, fue interpretada en la literatura cristiana temprana como la manifestación del Arcángel Miguel. Al igual que en la religión Persa, el fuego sagrado fue configurado como un ser personal. En la cobertura del Arca de la Alianza se entallaron dos figurillas de estas criaturas de oro (símbolo alquímico solar)y tenían poder para destruir a cualquier impuro que ose profanar el lugar santo. Entre los musulmanes, los ángeles benéficos tenían el rostro del Sol. En Egipto durante la Pascua, un ángel "con una espada" inspeccionaba las puertas de las casas, aquella que no estaba pintada con la sangre de un cordero, se tomaba inmediatamente la vida del primogénito de la familia. A esta entidad aterradora se le llama en el Nuevo Testamento como "EL Destructor", como un ser ávido de sangre. A este personaje de la mitología cristiana se lo conoció como aquel que custodiaba el "lago de fuego y azufre" del Apocalipsis.

1-3 Ya en épocas históricas, cuando la invasión asiria al mando de Senaquerib sitió la ciudad de Jerusalén, un ángel en una sola noche exterminó a 185.000 soldados en las inmediaciones de Lakis. Luego en los escritos proféticos se dan imágenes vívidas de estos seres como ministros del único Dios Yahvé, presentado en ropaje real, como veremos.

Estudio comparativo con el Talmud, Corán y el Avesta

2-1 Tanto en la literatura talmúdica, como la Persa y la testamentaria, se los compara a estas entidades aladas con cuerpos celestes, ya sean estrellas o planetas, por la luz que destellan. En Job se habla de ellos como "estrellas de la mañana". Para la mitología Persa Nvare-khchaeta, era el sol y Mah, la luna. Luego configuraron ángeles que regían estos sistemas celestes. A Lucifer, en el Talmud, se lo llama Helel ben-Shahar, el hijo de la aurora, y se lo compara con el enemigo del dios solar, el planeta Venus, el Lucero. Este era él ultimo astro en ocultarse en la mañana, era desafiánte al Sol; como Satanás desafía a Yahvé.

2-2 La Biblia no da el nombre de ningún ángel a no ser el de Miguel y Gabriel (Daniel 12: 1; Lucas 1: 26). La razón es obvia, en la religión hebrea se evitaba el dar adoración a estos seres, para dejar bien establecido que no eran dioses. El Apocalipsis 19: 10, cuando un ángel se le aparece a Juan y este se siente inclinado a reverenciarle aterrado por tan terrible manifestación de poder, este ser replica: "Adora a Dios". Sin embargo, la adoración de ángeles era muy extendida en los primeros siglos de la era cristiana. En la zona de Colosas, este culto era común. En el concilio del siglo IV en Laodicea se estableció: "Los cristianos no deben invocar nombres de ángeles". Y Teodoro, teólogo y escriturario del siglo V, indica que este "vicio" continuaba en sus días.

2-3 Si bien no conocemos sus nombres, la Biblia describe algunos de sus rangos y funciones. En el capítulo 10 de Daniel, aparece el Arcángel Miguel. Arcángel significa "ángel principal o jefe de ángeles". Luego la literatura apócrifa multiplicó a estos jefes haciendo de ellos un verdadero ejercito.

Luego vienen en la corte celestial, los Serafines. Aparecen una sola vez en la Biblia, en Isaías capitulo 6. No se sabe con exactitud el significado de su nombre pero parece ser que eran serpientes ardientes, brillante, o príncipes esplendorosos. Su nombre deriva de una etimología hebrea que quiere decir "devorar" por fuego. Estos seres están por encima del manto real de Yahvé y proclaman al unísono su superlativa santidad y pureza augusta. Dentro de su orden sagrado están encargados de velar por la limpieza absoluta.

Los Querubines son seres que han tenido en la Biblia un papel más protagónico. Están debajo de Yahvé, son el escabel de su trono; como corceles voladores impulsan su carro y ministran ente su presencia. Estos en la profecía reflejan directamente los atributos divinos simbolizados con caras de animales.

2-4 El ángel Gabriel, fue un aporte tardío en la literatura apocaliptica y cristiana (Entre los siglos II-I a. J. C.). Este fue quien se le apareció a María y le anunció el nacimiento virginal de Jesús. Según los musulmanes, fue este mismo quien le revelo a Mahoma lo que luego llego a ser el Corán. Cuenta la tradición, que Mahoma fue a la gruta de Hira para meditar, allí se le apareció Gabriel. Este ser le obligó mediante la agresión física a que recitara el nombre de Alá.

2-5 En la carta a los Colosenses 1. 6 (Ya para la antigüedad tardía), se describen otras categorías "Tronos, Señoríos y Gobiernos o autoridades". Es digno de mención que estos junto con los datos que da el antiguo Testamento, suman siete funciones, similar a los aspectos de los ángeles de Ahura Mazda, los Amesa Spenta. Que eran: 1) El espíritu puro; 2) El buen pensamiento; 3)El orden; 4) La potencia; 5) La devoción; 6) La integridad; 7) La no muerte. Todos y cada uno de ellos totalizan o refractan los atributos completos del supremo Ahura Mazda. Por debajo de ellos, se encontraban innumerables legiones de espíritus benéficos, genios, dioses y demonios. Esta formación es traducida en el Corán por siete cielos en donde existen diferentes categorías de ángeles.

Ya para el siglo IV, Dionisio en su libro El Areopagista, describe una jerarquización que continuó hasta nuestros días. El divide a los ángeles en número de nueve, agrupados en tres carros cada uno. El primer nivel están los Serafines, Querubines y Tronos; en el segundo, Dominios, Virtudes y Poderes; en el tercero Príncipes, Arcángeles y Angeles. A su vez divide a los arcángeles en siete, posiblemente basado en los siete ángeles que tocas las trompetas en el libro de Apocalipsis: Miguel, Gabriel, Raphael, Uriel, Hamsel, Reziel, Auriel(La mayoría de estas identidades no son bíblicas, sino que fueron tomadas las tradiciones orales judías posteriores al siglo II d. J. C. y a los libros deuterocanónocos).

Los ángeles caídos

Cada cosmovisión religiosa tiene su propia interpretación del mal. Generalmente esta es vivida como lo opuesto en coincidencia, es decir, el bien no puede existir en forma independiente del mal. Los ángeles son presentados como seres individuales con voluntad propia y libre albedrío. Estos pueden revelarse contra su creador y oponerse a él. De hecho, los ángeles rebeldes son motivos corrientes en las tradiciones religiosas antes mencionadas.

3-1 Satanás mismo es un ángel rebelde que por su belleza superlativa se hizo así mismo arrogante y quiso ser él mismo un Dios, el Elohim supremo, convirtiéndose en un dios mimo, es decir, sin la capacidad de crear. En Ezequiel 28. 11 al 19, en una endecha contra el rey de Tiro, se habla esotéricamente del diablo, mencionando que era un querubín cubriente y él más bello de su estirpe. Pero no fue el único desleal.

3-2 En el tiempo antes del diluvio, ángeles desobedientes dejaron su sagrado lugar de habitación y adoptaron cuerpos humanos para cohabitar con las mujeres de la tierra, al menos así lo entendían los comentaristas tardíos.

Después de la catástrofe acuática, estos ángeles volvieron a las regiones de los espíritus pero ya no como "hijos de Dios" sino como demonios, bajo las ordenes y dirección del antagonista de Yahvé, Satanás el Diablo.

El núcleo temático del Apocalipsis, es la batalla final de estos seres demoníacos contra los ángeles fieles en la temible batalla del Armagedón.

3-3 En la mitología Persa, paralelo a los siete espíritus se encuentra otros siete demonios del mal, bajo las órdenes de Ahirmán, su contracreador. Ellos los llamaban los Daevas, se creía que si se dejaban restos de cabellos o de uñas sin tratamiento ritual esto les daría más poder. En las especulaciónes judías de los primeros siglos de la era cristiana, aparecen siniestros personajes como Samael, el príncipe de las tinieblas. En el libro de Enoc XVIII: 1, 6 se lo identifica con Shamal una divinidad siria, un cosmocrator o un demiurgo o el Azazel del Levítico en el Antiguo Testamento. Aquel que se opuso a Yahvé el primer día creativo cuando este ordenó que la luz se hiciera.

3-4 Entre los escritos judíos no faltaron los demonios femeninos, como la maligna Lilit. Posiblemente sea la misma que mencionan los hechizos babilonios como el espíritu del viento. En una tablilla sumeria del 2000 a. C. encontrada en Ur, en la epopeya de Gilgamesh y el sauce, habla de una mujer diabólica que habita en los árboles. Es la misma, al parecer, que adopta forma de cabra peluda para la mitología árabe precoránica.

A estas entidades negativas femeninas, se las simbolizaba con serpientes sagradas. En el Tanis Papyrus contiene una lista de títulos que se le daba a estos animales. Un antiguo ritual griego, muestra que las mujeres estériles acostumbraban pasar una noche en el templo de Asclepio con la esperanza de ser fecundadas por una serpiente divina. Esto nos trae a la memoria a los misterios frigios, donde las doncellas se casaban ritualmente con una serpiente sagrada.

3-5. Entre la escatología musulmana, los individuos inicuos son llevados por ángeles repulsivos de color negro, como los elfos en la mitología celta. En la tumba, según la creencia antigua, dos ángeles negros Munkar y Nakir, examinaban al difunto para ver si era digno de hacer de su tumba un lugar más reconfortante.

Desde las especulaciones teológicas antiguas y medievales, el tema de los ángeles fue abordado por el arte, la liturgia, la mística y literatura universal. Pasando por las imágenes dantescas hasta la poética de Milton, para quedar plasmadas en forma eterna en las representaciones de Durero, han sido verdaderas musas de las expresiones artísticas de todos los tiempos. Donde quiera que miremos en la obra humana siempre están presentes estos seres alados, en las tumbas, en los capiteles, en los museos y en los grabados de los viejos manuscritos bíblicos. Tal vez él porque, se deba a que hombre necesita que lo salven de su incierto destino; o quizá porque en estas representaciones se funden paradigmáticamente la lucha interna que todo mortal padece, la del bien contra el mal, plasmada en la simbólica del combate escatológico de los ángeles.

En el mismo nivel que los gnomos, los elfos, los dragones y los genios, estos entes fabulosos, surcadores de todos los cielos, innominados y de culto proscrito, nos muestran que las imágenes de los ángeles no solo provienen de la memoria de un pasado sagrado y universal, sino que hacen posible que en ellos, aquellos dioses y héroes olvidados perduren para siempre en el espíritu humano.

Autor: Sergio Fuster 
 
 

miércoles, 21 de marzo de 2018

TIFERETH - BELLEZA - 6º SEPHIROT

 
«El Sexto Sendero es la Inteligencia Mediadora, porque en ella están multiplicados los influjos de las Emanaciones; pues hace que esa influencia fluya a todos los reservónos de las bendiciones con las que ellas mismas están unidas.»

IMAGEN MÁGICA: Un rey. Un niño. Un dios sacrificcado.

NOMBRE DE DIOS: Jehovah Aloah va Daath.

ARCÁNGEL: Rafael.

ORDEN DE ANGELES: Malachim. Reyes.

CHAKRA MUNDANO: El Sol.

VIRTUD: Devoción a la Gran Obra.

TÍTULOS: Zoar Anpin, El Rostro Menor. Melekh, el Rey.

EXPERIENCIA ESPIRITUAL: Visión de la Armonía de las Cosas. Los Misterios de la Crucifixión.
 
COLOR YETZIRATICO: Salmón-rosa rico.
 
COLOR BRIATICO: Amarillo.
 
COLOR ASSIATICO: Ámbar dorado.
 
VICIO: Orgullo.

SÍMBOLOS: El Lamen. La Rosa Cruz. La Cruz del Calvario. La Pirámide Truncada. El Cubo.

1. Tifareth es el Sefirah central del Arbol de la Vida, la piedra angular de toda la creación, manteniendo el equilibrio entre todos los otros Sefiroth que conecta: entre Dios en los Alturas, en Kether, y el Universo físico de Malkuth; entre los polos superior e inferior de la psique en Daath y Yesod; entre los opuestos de Chokmah y Binah Chesed y Geburah, Netzach y Hod; entre las potencias similares de Chesed y Hod, Geburah y Netzach; de hecho, es en verdad la Inteligencia Mediadora asignada a él por el Texto Yetzirático. Hay un fructífero campo para la meditación en todos los triángulos formados por los Senderos que conducen entre Tifareth y los otros Sefiroth, y sin un conocimiento de lo que representan todos estos Senderos y su interrelación no puede haber nunca un completo entendimiento de Tifareth. Lo mismo se aplica a los otros Sefiroth, por supuesto, pero las interrelaciones de Tifareth son tan fundamentales y diversas, que un entendimiento de Tifareth es casi sinónimo con un entendimiento de todo el Arbol. Es el Sefirah de la Belleza, la cual significa el Plan Divino llevado a cabo en la manifestación tal como debería de ser.

2. El Texto Yetzirático establece que todas las influencias de las otras Emanaciones, o Sefiroth, fluyen a Tifareth, donde son bendecidas con una impresión de unidad en conjunto. Este Sefirah, pues, es el aspecto integrador de todo el Arbol, conduciente hacia la síntesis y la unidad, que es un estado hacia el que la humanidad ha estado forcejeando por miles de años, y cuya carencia es la causa primaria del dolor y el sufrimiento. Es porque Tifareth representa la meta que todos han de alcanzar, que su Virtud es la de Devoción a la Gran Obra. Y como dentro del alma del hombre la Gran Obra es regeneración o renacimiento, el Sefirah está lleno de simbolismo de muerte y resurrección. Es el Sefirah de todos los Dioses Redentores, incluyendo por supuesto al ejemplar Supremo de redención humana, Nuestro Señor Jesucristo.

3. Las Experiencias Espirituales son en número de dos, en vez de una como es usual. Esto significa que hay dos lados en Tifareth, y desde luego es par excellence un Sefirah vinculador, reconciliando la parte superior del Arbol con la inferior. Hay una fragmentación en la conciencia humana «normal» originada por la Caída Original, y esto está simbolizado por el Golfo situado justo por debajo de Tifareth. El hombre corriente tiene poco concepto de la vasta esfera de su conciencia divina que se halla por encima de los niveles de la mente del trabajo diario, y sólo se percatará de la conciencia de Tifareth si es de una persuasión religiosa. Incluso entonces, puede no tener una gran percepción fundamental funcional de las realizaciones de esta gran esfera, que confiere una Visión de la Armonía de las Cosas y un entendimiento de los Misterios de la Crucifixión. Y es la realización lo importante, no una mera concepción teórica intelectual.

4. Los colores del Sefirah son rosas, amarillos y ámbares, que pueden percibirse mejor en las bellezas supremas del horizonte, al ponerse el sol y al alba. El Nombre de Dios en este Sefirah es Jehovah Aloah va Daath, que significa Dios Manifestado en la Esfera de la Mente, pero desgraciadamente Dios se manifiesta poco en la mente del hombre en el momento presente.

5. La Armonía, o la Belleza, implican salud y curación, y así Rafael, el Arcángel «que se halla en el sol», es obviamente parte integral de Tifareth. En el trabajo ritual es el Arcángel que guarda el cuarto cardinal del Este, que es el cuarto del Elemento Aire. El Este ha sido considerado siempre como la fuente de toda santidad; es el punto por donde aparece primero la luz del sol después de largas horas de noche, así como la Luz Espiritual amanece en la obscuridad de la conciencia no iluminada. El Elemento Aire es también un símbolo del Espíritu, de movimiento libre y no confinado, penetrándolo todo.

6. Rafael puede ser visualizado, como alternativa a los colores Sefiróticos, en los colores de oro y azul del disco brillante del sol en un cielo claro, irradiando los poderes curadores y sustentadores de la luz solar que incluye las fuerzas de calor radiante, infrarrojo y ultravioleta, aparte de la iluminación espiritual y la aceleración de la vida del Sol detrás del Sol. Puede ser concebido con alas que baten el aire, causando un impulso de fuego y aire que revitaliza las fuerzas de cualquier aura que contacta, es un gran contacto de curación, espiritual y psicológica, así como física.

7. El orden de Angeles es llamado Malachim, Reyes, y pueden ser considerados como agentes curadores y traedores de vida bajo la presidencia de Rafael. Hay por supuesto un gran poder curativo en la naturaleza, la Esfera de los Elementos, y los Cuatro Reyes Elementales, los Regentes de las gentes de cada Elemento, pueden ser asignados a Tifareth, aunque la esfera de los Elementos pertenece realmente a Malkuth.

8. Es bien conocida la tradición de que los Elementales, siendo unidades de vida creadas por los primeros Poderes Constructores del Universo, y no emanando de los dominios de la Realidad Espiritual, tienen sólo existencia fenomenal y monumental. Por tanto, cuando el Día de Manifestación llegue a su fin, se extinguirán, salvo que entretanto hayan captado la vibración del ser espiritual durante su curso. Ellos pueden obtener esta oportunidad de inmortalidad a partir de cualquier evolución que habite el planeta cuya cascara corporal mantienen en existencia, y así, en la Tierra, dependen de los contactos con la humanidad. Uno sólo tiene que echar un vistazo a la humanidad para llenarse con una grave duda respecto a sus oportunidades. La mayor proporción de la humanidad es ignorante de su propia espiritualidad, dejando de lado el que perciba la necesidad de mediar esta cualidad. E incluso cuando el hombre ha alcanzado una alta percepción espiritual, ha estado demasiado a menudo acompañado por un desdén y un horror al ser físico. La teología medieval marcó a todos los seres Elementales como demonios, y en tiempos modernos su misma existencia es negada. Así que el adepto ha sido considerado siempre el iniciador de los Reinos Elementales como el único cualificado, en razón de su estatura y realización espirituales, para hacerlo así. El extraño y viejo libro «Comte de Gabalis» de Abbe N. de Montfauçon de Villars contiene muy grandes verdades sobre estas materias bajo la guisa de hacer burla de ellas, a menudo el único modo en que las verdades sobre estas materias pueden ser pasadas a través de la dura concha del parroquialismo cósmico del hombre.

9. Cuando un Elemental ha alcanzado la percepción espiritual se puede decir que tiene conciencia de Tifareth, y los Reyes Elementales, aquellos Elementales que han alcanzando este estado, son también mostradores del Camino para ellos. Los Reyes Elementales tienen los nombres de Paralda, para el Aire; Niksa, para el Agua; Ghob, para la Tierra; y Djin, para el Fuego; pero una consideración completa de la evolución Elemental pertenece realmente a Malkuth.

10. El Chakra Mundano de Tifareth es el Sol, que es la fuente de luz y vida para su Universo, y por tanto una manifestación física de los poderes de Dios Mismo y los mundos espirituales. El Condicionador y Sustentador de nuestro Sistema Solar es el Logos Solar —referido comúnmente como Dios— y aunque El es el Dios Único por lo que concierne a la humanidad y el resto del Sistema Solar, El es Dios solamente sobre ese Sistema, y el Sol puede ser considerado Su cuerpo físico, aunque todo el resto de la existencia física del Sistema Solar está bajo Su presidencia.

11. Donde la teología esotérica difiere de la teología exotérica es en que la última considera a Dios como inmutable y supremo sobre toda la existencia. La teología esotérica, por otro lado, considera a Dios, grande como El es, evolucionando. También considera que toda estrella es un Dios presidiendo sobre Su propia creación, y que por encima del Dios de nuestro Sistema Solar hay otros Dioses, elevándose en grandeza hasta el Dios que preside sobre todo el Sistema Galáctico, que, como los Sistemas Solares, es una rueda giratoria gigantesca; y que, presumiblemente, puede haber un Dios presidiendo sobre todos los Sistemas Galácticos a todo lo largo del espacio interestelar e intergaláctico.

12. Esto no es una negación del monoteísmo pues el Dios o Logos Solar de nuestro Sistema es omnipotente, omnisciente y omnipresente dentro de este Sistema, y es por tanto el Dios Único para todo aquello sobre lo que preside. Todas las influencias extralogoidales, sean de Sirius, la Osa Mayor, las Pléyades, Andrómeda, o las constelaciones del Zodíaco, afectan al Sistema Solar solamente a través de la mediación del Logos Solar, no directamente.

13. Todas estas cosas relativas a Tifareth recién consideradas, Dios Manifestado en la Esfera de la Mente, los grandes poderes curativos armonizadores de Rafael, la conciencia divina de los Reyes Elementales, la luz y el calor del Sol dadores de vida, tienen referencia a la Visión de la Armonía de las Cosas. Hay sin embargo otra Experiencia Espiritual, los Misterios de la Crucifixión.

14. Es en Tifareth que el Espíritu hace su contacto con la mente del hombre, y este contacto al principio será pequeño. El símbolo supremo para el nacimiento de la conciencia espiritual es proporcionado en la historia de Navidad del niño Cristo nacido en un pesebre observado por las bestias del campo. El hombre es un ser colgado a mitad de camino entre dios y la bestia, y la conciencia espiritual es al principio débil, como un pequeño niño en el mundo animal de la psique, la voz aún pequeña que puede ser ignorada tan fácilmente.

15. Pero el niño, si se le da protección, crece, aprendiendo gradualmente los hechos de su nueva existencia física, hasta que finalmente se convierte en un hombre, y tratándose del Espíritu no sólo en un hombre, sino en un rey entre los hombres. Siguiendo el simbolismo Cristiano, que son la Vía, la Verdad y la Vida ejemplares, se recordará que Cristo fue llamado Rey de los Judíos, aunque como él dijo, su Reino no era de este mundo. En sus malabarismos intelectuales sobre lo que es la Verdad, Pilatos pudo haber realizado que muchas palabras verdaderas se dicen —o, en su caso, se escriben— en broma.

16. Siguiendo con el principio de la regencia, que es el dominio del Espíritu sobre el resto de la psique, el alma recorre la Vía del Amor, que es el sacrificio del yo para el beneficio de otros, así como Nuestro Señor fue crucificado, aunque la Crucifixión no es el fin, sino el medio por el que llegan la Resurrección y la Ascensión posteriores, y el establecimiento del Reinado Divino.

17. Esta es la secuencia de ideas que se halla detrás de las Imágenes Mágicas de este Sefirah, el Niño, el Rey y el Dios Sacrificado, y es una vía que toda alma tiene que recorrer, no una vez, sino muchas veces. El patrón completo está establecido en la vida de Nuestro Señor. En el progreso del alma la Crucifixión no es más que un símbolo para un modo de acción, aunque no es por ello menos real. Lo extraño es que haya tantas almas aparentemente fijadas de modo permanente en la Crucifixión; almas que hacen de toda su vida un fatigado patrón de autosacrificio y sufrimiento autoinfligido, completamente sordas a los gemidos de los «espíritus en prisión» del lado animal de sus propias personalidades, y rehusando pasar a través del Descenso a los Infiernos para dar a estos aspectos de sí mismas la realización de los principios espirituales envueltos, y a la liberación e iluminación de la Resurrección y la Ascensión. Es una clase de masoquismo espiritual, decididamente patológico, y resultante probablemente de un rehúse a encarar ciertas áreas del alma que fueron responsables, o son un resultado de la desviación inicial del Plan Divino.

18. Todos tienen su propia Crucifixión, o «Cruz que cargar» como dice el dicho, de acuerdo con su fortaleza, y es usualmente sólo en una o más de las últimas encarnaciones terrestres que la vida misma es sacrificada en devoción a u principio para el bien de otros. La muerte del cuerpo físico es una de las formas más supremas del principio de la Crucifixión. Una que la iguala es la «muerte de la iniciación». Esta es la iniciación relativamente alta en la que la vida entera es dedicada al servicio del Espíritu, que es el servicio a todos los demás, y el iniciado en vez de morir por un principio vive su vida de acuerdo con un principio, y esto puede ser una cosa mucho más dura. El se convierte en «un muerto viviente», esto es, vive plenamente una vida en el mundo, pero después de su dedicación sin reservas está viviendo en tiempo prestado. La Gran Obra viene primero, cualquiera que sea el costo, y así la Virtud de Tifareth es la Devoción a la Gran Obra. Y Devoción no quiere decir interés intelectual, trabajo de una parte del tiempo, buenas intenciones vagas. Estas son suficientemente buenas para el laico o el aspirante menor, pero irremediablemente inadecuadas para el iniciado superior que ha hecho su dedicación, servido su término de probación, y ha sido aceptado finalmente por la Jerarquía de los Planos Internos para su entrenamiento y trabajo individual.

19. Por otra parte, aunque se solicita una dedicación sin reservas, esto no quiere decir que las fraternidades esotéricas deberían ser corrillos o fanáticos. El fanatismo es una aberración. Como ya se ha mencionado, el fanatismo es una forma de Orgullo, que es el Vicio asignado a Tifareth, y uno muy probable de llegarle al iniciado recién tomado por un Maestro para probación individual. La Gran Obra requiere seres humanos, y cuando uno dedica su vida a un principio hay un modo correcto y un modo erróneo de llevarla adelante.

20. El modo erróneo es identificarse completamente con la función del principio, de modo que uno se convierte más en un objeto en funcionamiento que en un ser humano. La forma más común de esto es la profesora de escuela de una aldea pobre, a la que no se le permite ser otra cosa que la profesora de la escuela, esté en su tarea o fuera de ella. Los otros miembros de la comunidad no la dejarán ser ninguna otra cosa. Cuando la hablan, es siempre a la «profesora de la escuela» a la que hablan, y no a un ser humano de carne y hueso.
 
21. La forma de dedicación correcta es retener todas las características humanas, y sin embargo vivir una vida enteramente dirigida por el principio. Puede no necesitar de ninguna clase de actos externos de virtud heroica o autosacrificio espectacular; sin embargo, se espera que las virtudes del iniciado se eleven hasta el nivel heroico. No sólo requiere acciones completamente éticas sobre el plano físico en los detalles más pequeños —y la virtud persistente en las llamadas cosas pequeñas es tan importante como, incluso más difícil que, un corto reventón de virtud a gran escala— sino que requiere también el control de los pensamientos y las emociones. Como dijo Nuestro Señor: «Habéis oído que se decía por aquellos de los viejos tiempos, No cometerás adulterio: Pero yo os digo, Que cualquiera que mira a una mujer con lujuria ha cometido ya adulterio con ella en su corazón.» Para el ocultista todo plano de existencia es de igual importancia, y una vida exteriormente virtuosa sobre el plano físico es inútil si no hay una virtud igual sobre los planos internos. Una condición semejante sería una de gran hipocresía, y casi una patología espiritual, pues implicaría una conformidad con la ley externa con una fragmentación en el ser, separando la conformidad externa de la condición real caótica y anárquica del alma.

22. Esta es la función real del mago, construir las formas correctas de su propio ser para que las habite su propia fuerza espiritual. Los trabajos rituales de la magia ceremonial no son sino una técnica especial para elevar al grado enésimo una particular potencia de la vida para darla una orientación correcta. El ritual real es un proceso de veinticuatro horas al día de vivir la vida de acuerdo con principios espirituales, de modo que, por esta acción talismánica, se formen patrones del correcto vivir en la mente inconsciente de la raza, de manera que este modo de vivir correcto resulte más fácil para aquellos que siguen detrás.

23. Puede pensarse que unos pocos iniciados, viviendo la vida de acuerdo con el principio, podrían tener poco efecto sobre la vasta masa de gente viviendo sus vidas en varios grados de caos, buscando sólo el placer y el provecho más que el principio. El punto es, sin embargo, que una vida vivida con intención talismánica tiene una fuerza mucho mayor que una que tiene sus patrones basados, no sobre la realidad espiritual, sino en la conveniencia física de día a día. Además, el iniciado tiene una mente entrenada, y sus formas de pensamiento claramente definidas y la vibración de su aura tienen un profundo efecto sobre el ambiente. Las formas de pensamiento del hombre corriente son generalmente demasiado débiles y vacilantes para tener mucho efecto permanente, excepto por el peso del número. También, toda la fuerza de la Gran Logia Blanca mediando la Voluntad de Dios está trabajando detrás y al lado y a través de los iniciados que hay en el mundo.

24. Debería recordarse que después de la muerte de Nuestro Señor, el modo de vida que posteriormente formaría toda la Cristiandad fue empezado por once hombres de una oscura nación sometida de Oriente Medio. También, uno puede considerar los ideales de la Tabla Redonda, tan con nosotros ahora en los principios de la democracia, aunque con muchos defectos. Uno puede imaginar cuan pocos de sus ideales pudo haber conseguido físicamente de modo consistente el Arturo original, y sin embargo el ideal vivió a través del apogeo y la declinación del feudalismo, a través de la elevación y el declinar de los gremios mercantiles, a través de la elevación y la declinación de la burguesía propietaria de factorías del siglo XIX, hasta nuestros tiempos más o menos democráticos de «conferencias en mesa redonda» e igualdad para todos, en la teoría si todavía no en la práctica. Desde luego, siendo como es el ser humano, estas cosas llegan con aplicaciones variadamente distorsionadas. Así, en vez de ser un círculo donde todos los representados contribuyen a la solución general, una conferencia de mesa redonda es usualmente una pandilla de gente, empujados todos por sus propios caminos separados, guardando celosamente sus propios intereses menores, de modo que todo lo que queda es un montón de discordias y amargas recriminaciones, y en el mejor de los casos un dudoso y odiado compromiso trabajable universalmente. Además, la tendencia general de los luchadores por la igualdad del hombre ha sido empujar hacia abajo al superior hasta el nivel del populacho, en vez de elevar el populacho hasta el nivel del aristócrata en corazón, mente y acto. Pero hay abundancia de tiempo evolutivo para recorrer, incluso si la humanidad se da a sí misma un paso atrás de varios cientos o miles de años al resolver temporalmente sus dificultades con bombas de hidrógeno.
 
25. La única solución final para los problemas de la humanidad es por la realización universal de la Visión de Armonía de las Cosas de Tifareth, lo que implica la ética suprema del Servicio, y esto está simbolizado por la Vía de la Cruz. Así, uno de los más importantes símbolos de Tifareth es la Cruz, sea en su forma de la Cruz del Calvario negra con tres peldaños negros que conducen hacia ella, o la Cruz dorada de Brazos Iguales con una rosa roja floreciendo en su centro.

26. La Cruz del Calvario representa la vía del autosacrificio en beneficio de otros, y es el único camino por el que el hombre puede retornar a su hogar espiritual. Como dijo Nuestro Señor: «Ningún hombre llega al Padre sino por Mí.» Sólo después de que ha sido aceptado y experimentado el Camino de la Cruz, puede venir el conocimiento de la Rosa Cruz, cuando la Rosa del Espíritu florece sobre la Cruz Universal de la manifestación en la materia densa. En este último símbolo, la Visión de la Armonía de las Cosas y los Misterios de la Crucifixión son uno. Sobre la Cruz del Calvario, es el hombre sacrificado como un ser separado; sobre la Rosa Cruz, es el Espíritu del hombre en armonía con todo el Universo, incluyendo la manifestación más densa.

27. El principio detrás de la Cruz del Calvario es el del mostrador del Camino que descendió a la corrupción de la existencia humana en la Tierra y mostró la fórmula de la Redención. El principio detrás de la Rosa Cruz es el del mostrador del Camino que permaneció fuera de la manifestación guardando el patrón perfecto de lo que debería ser el hombre, no teñido por la corrupción. Si no hubiese habido caída del hombre la Cruz del Calvario, hubiera sido innecesaria, no habría habido ilusión de separatividad, ni falta de hermandad y servicio mutuo entre los hombres. El Espíritu habría brotado y florecido después como una rosa fragante sobre la cruz dorada de una existencia física armoniosa. Tal como estamos ahora, la Rosa Cruz es inobtenible sin aceptar primero la Cruz del Calvario.

28. El Título Cabalístico para Tifareth es Zoar Anpin, el Rostro Menor, por oposición al título Arik Anpin, el Rostro Vasto de Kether. Por tanto, Tifareth es concebido en este simbolismo como Kether en un arco inferior, el manantial del Espíritu, no en la fuente de la creación, sino en medio de ella.

29. Alternativamente, estos títulos de Rostro Vasto y Rostro Menor son puestos en su forma Griega de Macroposopos y Microposopos, y entonces Malkuth, el mundo físico, es conocido como la Novia del Microposopos. O, cuando se cita a Tifareth como el Rey, Malkuth es la Reina. Esto muestra llanamente que el mundo físico tiene un lugar importante en el Plan de Dios, pues es el mundo físico, Malkuth, el que será unido en «matrimonio» y «gobierno» con Dios-manifestado-en-el-medio-de-la-creación.

30. Esto es lo implicado en el Apocalipsis de San Juan: «Y yo, Juan, vi a la ciudad santa, la nueva Jerusalén, viniendo de Dios desde el Cielo, preparada como una novia adornada para su esposo.» Y posteriormente, «Y vino a mí uno de los siete ángeles... y habló conmigo diciendo, Ven aquí, yo te mostraré a la novia, la esposa del Cordero. El me condujo en el espíritu a una montaña grande y elevada, y me mostró a esa gran ciudad, la Jerusalén santa, descendiendo de Dios desde el cielo.» La Nueva Jerusalén es el Jardín del Edén en un arco superior, y el propósito de Dios y el hombre es civilizar espiritualmente la forma simple de creación primaria representada por el Jardín del Edén hasta lograr la expresión de las realidades espirituales en los niveles más densos de la manifestación, tal como está representado por la construcción de la Nueva Jerusalén sobre la Tierra.

31. La misma idea inspira a muchos versos de William Blake: «Los campos desde Islington hasta Marybone, Hasta Primrose Hill y Saint John's Wood, «Fueron construidos con pilares de oro; Y allí estaban los pilares de Jerusalén.» «Sus Pequeños correteaban por el campo, Se podía ver al Cordero de Dios entre ellos, «Y la bella Jerusalén, Su Novia, Entre los pequeños prados verdes.» «Pancras y Kentish Town reposan Altos entre sus pilares dorados, «Entre sus arcos dorados que, Lucen sobre el cielo estrellado.»

32. Cualquiera que tenga conocimiento de algunos de estos distritos de Londres tendrá una concepción muy buena del abismo que exista entre la visión y la realidad.

33. Debería ser innecesario, por supuesto, afirmar que el objetivo último del adepto iniciado no es el uso del oro como material de construcción, ni una reconstrucción del mundo en una clase de mezcolanza pre-Rafaelista. Sin embargo, es quizá bueno recalcar el hecho, pues es poco más fatuo que la idea de que, porqué usan a menudo simbolismo judaico e imponen juramentos de secreto, las Escuelas Esotéricas Occidentales son agentes secretos del Sionismo Internacional, que fue una acusación hecha contra ellas hace algunos años cuando el antisemitismo estaba más de moda.

34. De los restantes símbolos asignados comúnmente a Tifareth, el cubo, aunque a primera vista es un símbolo de Chesed, puede corresponder a Tifareth por sus seis caras. La pirámide truncada, también una figura de seis caras, tiene implícita en su forma la sugestión del ápice, que sería Kether, aunque los niveles superiores no son realmente en la forma de la figura sólida, que representa a la forma por debajo de Tifareth, de base amplia y diversa en el nivel más bajo, y ascendiendo hacia la Unidad del punto apical, la Deidad. El Lamen es el símbolo sobre el pecho que usa el mago, que tiene escrito sobre él la naturaleza exacta de la fuerza con la que está trabajando, y se corresponde por tanto con Tifareth, que es la Visión de la Armonía de todas las fuerzas de la naturaleza, particularmente al ser llevado sobre el pecho, que es el centro de Tifareth cuando se aplica el Arbol de la Vida al cuerpo humano.

35. En los panteones paganos todos los dioses solares, dioses curadores y dioses sacrificados redentores pueden aplicarse a Tifareth, y en su diversidad pueden dar valiosas claves de los muchos aspectos de este Sefirah, cuyas ramificaciones son tremendas. Una de las atribuciones no inmediatamente obvia es Percival, uno de los Caballeros Arturianos de la Tabla Redonda. En su juventud fue apartado de la caballería por su madre, que había perdido a todos sus otros varones en la batalla, pero Percival encontró finalmente a algunos caballeros, y encendido por su ejemplo fue, no siendo sino un joven de un rudo país, a la Corte de Arturo. Allí mató a un caballero, aún yendo él mismo sin armadura, y era tan ignorante de los hechos de la caballería que, incapaz de quitarle la armadura a su víctima, encendió un fuego y trató de asarlo para que saliera de ella. Fue finalmente tomado y entrenado por un cariñoso vasallo de un vasallo y llegó a ser posteriormente uno de los más grandes caballeros y un conquistador del Grial. Este es otro ejemplo de los primeros intentos del Espíritu por manifestarse en los mundos inferiores, simbolizados por el Niño de Tifareth, obteniendo posteriormente control, y ejecutando las obras de su Padre en el Cielo.




 



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