Nada indica que los iniciados en los Misterios Antiguos tuvieran durante el transcurso de la historia, los mismos rituales exactos, que se habrían transmitido a través de los cultos esotéricos, hasta las corporaciones de oficios, para llegar por fin hasta los Masones. Más probablemente, utilizamos hoy una amalgama simbólica que, bajo ciertas influencias, se ha constituido poco a poco en un sistema coherente y estructurado que llamamos francmasonería.
Es sin embargo fácil mostrar que filosóficamente, que la francmasonería está mucho más próxima a las escuelas de Misterios de la antigüedad, que de la tradición bíblica o judeocristiana. Para poner sólo un ejemplo, la noción de la Verdad es muy diferente si se coloca sobre el plano religioso, o sobre el de la iniciación masónica. En el cristianismo, la Verdad procede de la Revelación y desemboca en la formulación de un dogma que funda la fe del creyente.
La razón aparece y se desarrolla sólo a partir de los principios admitidos por la fe. Se expresará en las disciplinas que son la teología o la filosofía cristiana. La vía iniciática al contrario, es múltiple y variada en su interpretación de la verdad y el modo de acceder a ella. Por cierto se trata a veces de un tipo de revelación divina, pero la multiplicidad y la diversidad de estas revelaciones es la misma fuente de su relatividad.
En cuanto a la filosofía de los antiguos griegos, se articula más o menos estrechamente con este paso espiritual. Pero una de las constantes de estos ritos antiguos es la posibilidad de acercarnos hacia la luz de la verdad por la práctica de los ritos de la iniciación, la virtud personal atada a nuestros actos y nuestros pensamientos, así como el estudio y la reflexión.
En esta perspectiva, manifestada en la tradición neoplatónica, la razón y la meditación filosófica nos eleva hacia la Verdad. No esperamos que una gracia descienda del cielo, sino que consideramos que sólo nuestra virtud moral y nuestros esfuerzos intelectuales nos permiten engrandecernos, volvernos continuamente más responsables de lo que somos. Esta idea no es nueva ya que está íntimamente al hermetismo y a la tradición.
Así podemos leer en el Cuerpo Hermeticum: «no queda pues más que hacer, lo que tú mismo emprendiste: hacer bien a todos e imitar divina natural que es en el hombre. » Pero si nos limitábamos a lo que acabamos de decir, daríamos sólo una visión demasiado fragmentaria de esta vía. En efecto, como también dice el texto del Cuerpo Hermeticum citado más anteriormente, « el que conoce es bueno y ya divino. »
Por naturaleza reconocemos la existencia de una dimensión sagrada y espiritual, inherente al ser y al mundo. La tradición masónica tal como se vive en los ritos egipcios, no es una filosofía simple y moral. Es una vía verdadera y iniciática que implica una relación con lo sagrado a la vez en ella y fuera de ella. El mito y el rito tienen entonces para función de servir de guías a la conciencia del que recorre esta vía.
Declarar que el ejercicio de la razón, asociada con la virtud permiten adelantarse hacia el mundo espiritual, es una condición necesaria, pero no suficiente. Esta ascensión del espíritu hacia la Belleza y el Bien del que habla Platon es ley en la francmasonería, y de modo explícito en el Rito de Memphis y Misraïm, a la evocación del sagrado a través de la activación simbólica y ritual del mito.
Los símbolos utilizados en el curso de los rituales son la representación de las Ideas del mundo inteligible o ideal. Las ceremonias rituales asociadas con la práctica de la razón y de la virtud permiten pues al espíritu purificarse y desprenderse de pasiones, para desarrollar las cualidades nobles del ser que son la fraternidad, el amor, el coraje, el honor, etc.
Los métodos fueron evidentemente diferentes según las escuelas y de ellas los heredamos indirectamente. No olvidemos que las iniciaciones de los misterios desaparecieron hasta que ciertos aspectos rituales fueron practicados de nuevo al Renacimiento. Cuando la francmasonería apareció bajo la forma que la conocemos hoy, fue impregnado valores religiosos y espirituales propios de su época. Los nuevos elementos rituales y simbólicos fueron introducidos en estos y se mezclaron en el seno de los ritos hermetistas egipcios.
La intuición notable de los hermanos que adaptaron los ritos masónicos fue reponerlos en lo que les parecía ser su fuente original, es decir lo que se podría llamar al sentido ancho, el egypto-helenismo. Aunque pocos conocimientos históricos y arqueológicos eran accesibles en aquella época, el sentimiento de un parentesco espiritual se reveló como el más fuerte y a menudo compensó las debilidades documentales.
Los ritos egipcios de Cagliostro, de Misraim, de Memphis, de Nápoles, etc. aparecieron y se desarrollaron hasta hoy. Entonces, aunque la intuición de salida fue completamente coherente, el desconocimiento de los cuerpos filosóficos, hermétistas, así como datos arqueológicos realmente no permitieron a lo que se podía llamar la masonería egipcia, encontrar su vía y su expresión plena.
El hermetismo implica un desarrollo paralelo entre la razón y la espiritualidad. De la misma manera, la francmasonería especulativa procura asociar la reflexión intelectual, en una palabra el ejercicio de la razón, con la iniciación, el paso verdadero y espiritual. Considerar o practicar una sin la otra podía ser, según nuestros antepasados, fuente de error, de orgullo, vanidad, es decir la puerta abierta a las pasiones. Pero el estudio intelectual se tiene que comprender de dos maneras.
En primer lugar como el ejercicio constante de la razón crítica, con la presencia de un cierto escepticismo metódico al que ayudamos nosotros al conservar y aumentar nuestra libertad de pensamiento. Este es primordial, porque sabemos que siempre no es fácil formar espíritus libres y respetuosos con los demás.
El segundo aspecto es el estudio verdadero y intelectual de las obras del pasado. Así como ampliamente tuvimos la oportunidad de mostrarlo, nosotros todos vivimos sobre los hombros de nuestros predecesores y es fundamental conocer su herencia. Desconocerlo nos conduce a no percibir la profundidad de nuestros ritos y no adquirir las indicaciones necesarias para nuestra vida. En efecto, los antiguos textos de la tradición hermética no invitan a una sumisión ciega a un principio, tan divino sea. La iniciación tal como la definíamos no es este influjo que desciende a través de tal o tal hiérophante. Es al contrario la expresión de la virtud y de la inteligencia del hombre, manifestación de esta determinación que le permitió sobrepasar el estatuto de animal.
Verdaderamente aquí se encuentra el corazón de la tradición masónica, que la hace más rica y más noble. Las antiguas instrucciones masónicas dicen: « estamos aquí para cavar tumbas para los vicios y ascender tus templos a la virtud; » y leemos en el Tratado X-9 del Cuerpo Hermeticum: « Entonces el vicio del alma, es la ignorancia». En efecto cuando una alma no adquirió ningún conocimiento de los antiguos, de su naturaleza, ni del Bien, sino cuando es totalmente ciega, sufre las conmociones violentas de las pasiones corporales. Entonces por haberse ignorado esto, nos hacemos esclavos de un cuerpo monstruoso y depravado, llevamos el cuerpo como una carga, en el que no mandamos sino que nos manda. Tal es el vicio para con alma.
"Al contrario la virtud del alma es el conocimiento, porque el que conoce, es bueno y piadoso y ya divino. [] también, cuando das gracias a dios, debes rogar que obtenerse un buen "intelecto". [] el hombre es un ser viviente divino, [] es un dios mortal."
Platón explica repetidas veces en sus diálogos que las pasiones encarcelan el alma, la parte espiritual del cuerpo. Naturalmente no puede entonces elevarse hacia el mundo de las Ideas. La virtud moral va, por el contrario, a permitirnos desarrollar en nosotros lo que es esencial y empezar esta ascensión hacia la Luz. Observemos que es cultivando el conocimiento y la inteligencia, diríamos hoy la razón, por lo que nos desprendemos de pasiones y que plenamente manifestamos nuestra humanidad, nuestra naturaleza de "dios mortal". No tenemos que esperar una revelación cualquiera, una salvación que venga del exterior. Ya poseemos las cualidades necesarias y nos incumbe expresarlas, cultivarlas por nuestro trabajo constante y determinado. «Gloria en el trabajo» diría la francmasonería…
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