jueves, 26 de abril de 2018

DE LA CARIDAD EN LA MASONERÍA


Siendo la caridad la primera virtud social, y la que mas acerca el hombre a la divinidad, es la que debe distinguir en todas las circunstancias de la vida humana el carácter del Francmasón; tan satisfactoria es esta virtud para el que la practica, como útil para el que de ella se aprovecha; lleva con sigo su recompensa por los puros y dulces placeres que goza el hombre que la ejerce. 
 
La caridad, contiene tiernas emociones para el sabio admirador e imitador de las bondades del Creador y Señor del Universo. Imprime en los corazones, caracteres sagrados, con los cuales se manifiesta a todas las criaturas; se presenta siempre a nuestros ojos, bajo las formas mas agradables, y sentimos por medio de sus divinas emanaciones, los efectos deliciosos de aquellos sentimientos que llenan las almas de una verdadera e inalterable satisfacción que no podemos comprender, y que solo Dios puede explicar.
 


¡Quien pudiera expresar la felicidad de que goza el que, teniendo solo a Dios y a su corazón por testigos de sus tiernas afecciones, puede acordarse de sus acciones benéficas, oír las bendiciones de los desdichados, a quien ha socorrido en sus infortunios, y recibir las muestras sinceras del agradecimiento, renovadas cada día con las consolaciones que verterá en las almas oprimidas de desdicha, de miseria, y de dolor!
 
La caridad es la piedra angular de nuestras obras místicas, esta amable virtud, más llena de gloria que el primer rayo de luz que viene a aclarar un hermoso día, es el principio vital de nuestra sociedad; ella forma la base de todas nuestras acciones por lo que toca a nuestros HH.·.; ella es el guía que arregla nuestro celo y afán por el bien del genero humano, porque aunque las necesidades de nuestros HH.·. nos interesan particularmente, el mérito y la virtud en la indigencia, en cualquiera clase que se halle, merece nuestros beneficios y atenciones.
 
La caridad M.·. tiene placeres que no son conocidos del profano, solo el verdadero M.·. puede conocer y practicar este tierno sentimiento con la delicadeza y consideración que realza el mérito y el precio de una buena obra.
 
Cuantas ocasiones halla el Masón de cumplir con lo que debe a su prójimo, procurando a los infelices, todo genero de consolaciones, escuchando con paciencia y sensibilidad, la relación de las penas del afligido: cuidando de enjugar sus lágrimas, de aliviar sus necesidades, de animar y sostener su valor, y de mostrarle la esperanza.
 
En una palabra, la ocupación continua de un M.·. debe de ser la de apropiarse las dificultades de su prójimo. El alma verdaderamente benéfica, siente un gusto divino en anticipar sus auxilios a los que los necesitan.

La caridad fraternal, es también una virtud que procura al que la practica, el agradecimiento, la estimación, la amistad, y aún, la admiración de los hombres.

¿Podremos pues negar estos sentimientos a el que se ha hecho una obligación y un hábito de perdonar las debilidades y errores de sus hermanos, de cubrir sus faltas, de ensenarles a vencer sus pasiones, a conocer la paz del corazón y del alma, de conservar la amistad, de fortalecerles con ejemplos y buenos consejos, en los principios sagrados de la sana moral, de instruirlos de sus yerros y a perdonar sus injurias?
 
Tales son los movimientos deliciosos y sublimes de un corazón tierno, que practica esta preciosa virtud en todas sus ramificaciones; en silencio, sin orgullos ni ostentación; hace el bien solo por gusto, y se esfuerza siempre por llegar a la pureza y perfección adquiriendo nuevas virtudes.

 

lunes, 23 de abril de 2018

SOBRE LOS DEBERES Y OBLIGACIONES DEL HERMANO SECRETARIO


Además de la relación verbal que el secretario hará, de las proposiciones, de las deliberaciones y de todo lo que haya sido tratado en las asambleas, tanto en la Logia como en la Junta de los Dignatarios y oficiales, está además encargado de la correspondencia, de los anuncios, de los carteles, y de los extractos en los protocolos.
 
Antes de cerrar la Logia, el Secretario entregará al examen de los miembros de ella, el bosquejo o borrador que haya hecho de los trabajos del día. En caso que haya cometido algún error, u omitido alguna cosa, lo rectificará inmediatamente, y lo hará firmar por el Venerable Maestro.
 
En la Sesión siguiente luego que hayan comenzado los trabajos, dará orden el Ven.·. para que se lea el resumen que tenga hecho de ellos, y entonces el Hermano orador juzgará, viendo el borrón, si todo está exacto y fielmente extractado.

Si el Ven.·. se olvidase de mandar al Secretario que lea el prospecto o relación, este oficial está obligado a proponer la lectura de él.

El resumen de la relación se hará con cuidado y en ningún caso podrá el Secretario hacer cambio alguno en él: tampoco consentirá que ningún Hermano o Dignatario haga la menor alteración en lo escrito.

El Secretario debe tener libros de Arquitectura Masónica para cada grado en particular; nunca inscribirá ni sentará la relación de una Sesión en otro libro que aquel a cuyo grado pertenezcan los trabajos que se han tenido y que deben constar en él.

Después de haber sido leído y aprobado el resumen, le dará asiento en el libro de Arquitectura del grado que pertenezca, y se firmará por los tres primeros oficiales y el Secretario.
 
El Secretario guardará los borradores para depositarlos en los Archivos de la Logia al fin del año.

En un libro particular se debe escribir la correspondencia. En un lado se inscribirán los papeles recibidos, y en el opuesto la respuesta, de suerte que a primera vista se pueda dar cuenta de lo que se ha hecho o queda por hacer.

Las Cartas leídas y la minuta de sus respuestas, deben ser anotadas según sus fechas y unidas en un volumen o legajo que se guardaran en fin de cada año; las planchas de las Logias que están en correspondencia se deben también anotar por orden alfabético, adosar y unir del mismo modo.

El Secretario recogerá y guardará separadamente las diferentes proposiciones de leyes y reglamentos que se hayan comunicado a la Logia, las opiniones sobre los mismos objetos, y las respuestas dadas por la Logia sobre las cuestiones propuestas; los discursos pronunciados en Logia, las relaciones de vida y otras memorias; y después de haberlas anotado y adosado las depositará en los archivos.

Los papeles que exijan una pronta respuesta o que sean necesarios para acelerar algún trabajo, se podrán confiar por muy corto tiempo al Venerable Maestro.

Todos los papeles descartados por el Secretario deben tener antes de su firma, algunas de estas expresiones: Por orden del Ven.·. M.·. Por orden o mandato de la junta de Dignatarios y Ofi.·. de la Resp.·. L.·. o por orden de la Logia; o según sea la autoridad Masónica de la cual emanare aquella.

Si la custodia del sello está confiada al Secretario,  pondrá el grande sobre los certificados, u en los sobre escritos a la Gran Logia, y sobre los despachos importantes. El pequeño está destinado a la correspondencia diaria, debe firmar todos los despachos según su calidad.

Si la Logia ha instituido un guardasellos, este Oficial firmará bajo este concepto todas las piezas en las cuales tenga que ponerse el Gran sello de la Logia.
 
En cualquier peligro el Secretario está obligado a salvar todo lo que pertenezca a su Taller y que esté en sus manos depositado.

Tiene obligación de formar y conservar una plancha exacta de los miembros de su Logia,  y la inscribirá en el libro de Arquitectura de los trabajos del 1º grado simbólico.

En la plancha debe contener el nombre, el apellido, la fecha de la recepción y el grado que tenga, así como la dignidad de cada miembro. Después se inscribirán los HH.·. nuevamente recibidos. Los miembros ausentes deben estar sentados sobre una lista particular.

Si un H.·. pidiere su diploma al Secretario se lo dará este (después de haber tomado conocimiento el Tesorero) firmado por él y por los Dignatarios.

Cuando un Hermano pidiere algún certificado, exigirá antes los diplomas o certificados de los grados inferiores que el demandante haya obtenido aunque pertenezcan a otra L.·. y los depositará con las demás piezas que estén en los archivos.
 
Todos los certificados entregados se inscribirán sobre un registro separado, y se numeraran. Cada Logia tiene derecho de fijar los derechos del Secretario por los certificados que despache.

El secretario visará los certificados o diplomas de los HH.·. visitadores después que lo hayan hecho las tres Luces de la L.·. y se los entregará al Maestro de Ceremonias para que los devuelva a sus dueños.

No basta que el Secretario esté versado en el conocimiento de las leyes Mas.·. debe también conocer el modo con que se deben conducir los negocios; por lo mismo debe hacer un estudio particular de ello al ver que el afecto y sufragio de sus H H.·. que le han elevado a tal puesto.

En las asambleas, el Secretario cuidará de tener a mano todos los reglamentos de la L.·.y las piezas necesarias al ejercicio de sus funciones.

Se le prohíbe expresamente al Sec.·. tomar para sí ninguna copia de los asuntos Mas.·. que tenga que despachar, de cualquiera genero que sean, también le es prohibido entregar los originales a nadie sin permiso del Ven.·. y en caso que la entrega les sea ordenada, dará cuenta de ella a la L.·.

El Secretario guardará bajo buena custodia todos los papeles que tocan a su oficio, como también los que se hallen en los archivos de la L.·. Tendrá un registro exacto, destinado solamente a contener todo lo que entre en dichos archivos, y cuando cese en sus funciones y vaya a hacer la entrega en manos de su sucesor, se le dará en el mismo registro un descargo completo.

Todas las Logias tienen facultad de instituir un archivero, pero este H.·. no puede gozar de los derechos otorgados a los oficiales regulares, quiero decir que no puede asistir bajo tal denominación a la junta de los Dignatarios y oficiales de la Logia.

El Secretario por sus conocimientos Mas.·. debe fijar la opinión de las LL .·. que estén en correspondencia con la suya, reuniendo sus funciones todo el celo de que es capaz, y aumentar con la pureza de su estilo la hermosura de los trabajos de su L.·.

Está además encargado de un empleo de la mayor importancia. Depositario de todas las deliberaciones de su L.·. en él reposa toda la confianza de sus HH.·. para la distribución de los signos característicos que dan fuerza de ley, e imprimen la regularidad de los trabajos de su Resp.·. L.·.
 
 
 


domingo, 22 de abril de 2018

SOBRE LOS DEBERES Y OBLIGACIONES DEL HERMANO ORADOR.


El oficio de un orador es uno de los mas importantes en las Logias Masónicas.
 
Para llenar el lugar a que ha sido elevado, no debe figurarse que va a brillar en él con discursos pomposos llenos aparatos, ni tratar de agradar con una locución luminosa y realzada.

Debe pues valerse de los talentos que le haya prodigado la naturaleza, con razonamientos sólidos y llenos de la más buena y sabia moral, que al mismo tiempo que agrade, instruya a sus Hermanos Masones en los deberes que les impone el derecho de ser partes de la fraternidad Masónica.

Velará como los Celadores tanto a sostener los reglamentos, como al orden y regularidad que deben reinar en los asuntos de la Logia cuyos reglamentos debe tener siempre a la vista asi como los principios generales de la Masonería.

En las discusiones complicadas compendiará y resumirá las opiniones de todos y procurará fijar el verdadero motivo que mueve la cuestión, y hará que se siente clara y terminantemente el punto de la disputa en el borrador de seciones antes de proceder al escrutinio que se ha de hacer para decidir la controversia.

El orador, está obligado no solamente a pronunciar discursos análogos a cada una de las funciones que celebre su Logia sino también cuando se lo indique el Venerable Maestro. Además de esto tiene que atender al examen de las planchas de arquitectura que otros Hermanos hayan trazado para ser presentadas y pronunciadas en Logia.

Está obligado a comunicar o entregar una plancha en todas las Logias de instrucción. Si sus atenciones públicas le impiden el cumplir con este deber procurará con tiempo que la haga otro Hermano.

Debe asistir al Venerable Maestro en todo lo que toca a la instrucción. Cuando asista a las Logias de iniciación o de promoción debe llevar consigo una plancha de arquitectura análoga al grado en que se trabaja, a fin de llenar el vacío que queda entre los mensajes del preparador, cuando no esté él mismo encargado de esta función.

Invitado el Orador por el Venerable, debe examinar los candidatos destinados a ser promovidos a mayores grados; cuando se halle cumpliendo con esta obligación tan difícil como importante para el bien del orden, tiene que atenerse a las instrucciones, aprobadas y seguidas en su rito.
 
En las diputaciones solemnes puede el Venerable encargarle que tome la palabra.

El Orador está sobre todo destinado por su misma vocación a mantener la buena inteligencia y concordia entre los Hermanos y a prestar sus buenos oficios e influjos al Venerable Maestro o a la junta de los Dignatarios cuando se trate de reunir Hermanos Masones divididos y de establecer la buena armonía entre ellos.

Las funciones honrosas que le están señaladas al Orador son por conclusión, las de imprimir en nuestros sentidos y corazones la moral de los emblemas y jeroglificos de nuestro orden sublime.

Depositario sagrado de las leyes generales de la Masonería y de las particulares de la Respetable Logia, sus Hermanos confían en la integridad que debe caracterizarle, del derecho de explicarlas.

Órgano de la verdad debe rasgar el velo que la oculta y presentarla desnuda a los ojos de los Masones débiles y fáciles de seducir; ocuparse en instruir a sus Hermanos en la práctica de las virtudes sin las cuales el Masón no puede existir.

Que empleo mas precioso que el de grabar en el alma de sus Hermanos las bondades del Criador. Ha recordarles a menudo las máximas Evangélicas, y volver a la viña del Señor aquellas ovejas que han tenido la desgracia de alejarse de su rebaño.

Debe recomendar continuamente el respeto que se debe tener a las autoridades Masónicas y sus sabias lecciones no deben respirar sino la paz, armonía y beneficencia. 
 
 
 

LA MASONERÍA COMO FACTOR PRINCIPAL EN LA CIVILIZACIÓN Y EL PROGRESO DE LOS PUEBLOS


No es con un simple objeto de beneficencia a lo que nos reunimos; la masonería no es una beneficencia, como tampoco es una religión; las religiones se encuentran basadas sobre dogmas, y los dogmas son las arcas de hierro en que se encierra el pensamiento, encadenándose este pensamiento en toda clase de religiones; en la masonería éste es esencialmente libre, pues cada uno de los que la forman piensa y cree lo que quiere, la conciencia reina allí como soberana, manifestándose libremente, porque la asociación tiene por objeto buscar en todas las cosas la verdad por el concurso de todos y por una recíproca enseñanza, en una palabra, es una escuela mutua.

 
La masonería ha hecho grandes servicios a la humanidad y ésta espera aún mayores. De su seno es de donde han salido hombres de genio, creadores e ilustres.

Definida de este modo la institución a que nos honramos pertenecer, por uno de los hombres más eminentes de la literatura francesa, ¿qué hemos de decir nosotros que no sea un pálido reflejo de lo que en sustancia y esencia en sí abarca tal pensamiento?

Todas las ideas, tanto políticas como religiosas o de cualquier carácter que sean, han hecho su aparición en la sociedad de una manera aislada y contingente: dos o más individuos las han aceptado, y en virtud de los beneficios que idealmente prejuzgaron reportaría a los demás hombres, pasaron a popularizarlas. Así fue que se formaron las escuelas.


La idea de cada escuela es hija de la necesidad de una época. Cada época ha necesitado desenvolverse de las que le han precedido, depurando los hechos, examinando las causas, y buscando en la observación la mayor cantidad de verdades, necesarias para ordenar el conjunto uniforme de la sociedad.
¡He ahí el gran trabajo del espíritu humano, La Civilización!

Trabajo sublime que no se realiza sino por medio de esfuerzos gigantescos, de grandes sacrificios, de un valor casi sobre humano, al cual sólo llegan ciertos hombres no sin gran postración, pero al que deben acercarse todos los demás, tanto por el deber en que están de ayudarse recíprocamente, cuanto porque la Ley universal que rige los destinos de los seres humanos, los arrastra hacia él, fustigándolos por medio de ciertas emociones que son otros tantos sentimientos imposibles de evitar.

En esa labor próspera y fecunda el hombre se trasforma en héroe, el héroe en mártir, y el mártir en Ángel de luz. Si hay alguno que al contemplar el escabroso camino de su perfeccionamiento vacile, más le valiera desistir de ser hombre.

En una época y en un día, día y época perdidos en la sucesión interminable del tiempo, apareció bosquejada imperfectamente en un número de hombres, una idea.

Los hombres desaparecieron sin dejar un solo recuerdo de quienes fueron ni como se llamaron; empero, la idea le sobrevivió, tampoco se sabe de que manera ésta se sostuvo; es más, como creció y formó más tarde un cuerpo de doctrina, dando lugar a que se le erigiese en escuela; pero escuela de principios tan universales, que aún después de estudiada y comprendida, nadie que se precie de criterio recto y de ilustrada razón, se atrevería a formar un juicio definitivo de su verdadera grandeza.

Esa escuela es la Masonería, institución extendida universalmente como esas federaciones creadas por el profético genio de Pi Margal, y entrevistas en no lejano día por la mirada audaz del inmortal Víctor Hugo; institución, repetimos, que participa de todo lo grande, de todo lo bello que contiene la filosofía, porque así como ésta señala de un modo matemático las evoluciones del ser humano a través de sus realizados progresos, la masonería, determinando las grandes reacciones en la política y en la religión, acentúa el desenvolvimiento progresivo de las ideas, y pone en marcha a la humanidad en busca de esos grandes medios, hasta ahora desconocidos, que han de realizar su perfeccionamiento moral, intelectual y material.

En efecto: la masonería, orientándose en la esencia y forma de la ley natural, procura sacar a la humanidad del trillado camino del dogmatismo ortodoxo; quiere la libertad del entendimiento del hombre, de su conciencia, de su razón; y quiere igualmente esa libertad para todos los seres que lo rodean, porque la libertad supone igualdad de derechos, y esto es lo mismo que si dijéramos dignificación humana, pues los hombres aún son esclavos, y donde la esclavitud constituye un galardón social, ni puede haber civilización, ni progreso, ni estabilidad en las Leyes, ni orden en las cuestiones económicas, ni respeto a la personalidad: en una palabra, la anarquía del exclusivismo y el absolutismo se convierten en leyes de fuerza prepotente de las cuales se sirven unos hombres para humillar e incapacitar a los débiles. Y esto que por sí sólo es una violación del derecho individual, constituye además el mayor de los crímenes sociales.

Pues bien: comprendiéndolo así la masonería, ha procurado por los medios más persuasivos, y de los cuales también sabe disponer en los momentos oportunos, sin alterarse ni darlo a conocer siquiera por de pronto, corregir esos yerros que lastiman hondamente no tan solo la dignidad, sino también los intereses de todo un orden social; que después, por medio del titánico trabajo de la ilustración acabará por completo con ellos, haciendo que todos los hombres se reconozcan como hermanos y que como tales se amen y respeten.

De esta manera solemne, esa institución más grande por sus fines que todos los códigos llamados divinos, y aún más que las leyes preceptuadas por todos los legisladores conocidos, reasume el principio del bien universal por medio del amor y de la beneficencia, sin coartar de ningún modo el divino derecho del libro albedrio, don precioso que el Autor de la naturaleza concedió al hombre para dignificarlo como correspondía, dada su aptitud en medio de los demás seres creados.

Los que desconozcan la escuela a la que pertenecemos se extrañarán, sin duda, al leer nuestras afirmaciones, y creerán que exageramos el juicio que se desprende precisamente de los hechos consumados; empero, vendrán a darnos la razón si tienen en cuenta que los hombres de todas las naciones, de todas las creencias religiosas, de todos los sistemas políticos y de todas las categorías sociales, forman en la masonería un cuerpo docente vinculado por los estrechísimos lazos de una fraternidad inviolable, de una moral purísima, y de una abnegación a toda prueba.

Además: basta observar el orden y armonía que presiden a todas esas obras que se ejecutan mediante su bienhechora influencia, para que desde luego, y sin necesidad de otras pruebas, se la reconozca como la más benéfica de todas las instituciones creadas hasta hoy.

Ella ha hecho confraternizar a los hombres divididos por razón de los exclusivos privilegio de las castas, que las religiones positivas hicieron nacer del seno de una misma sociedad, donde antes todos formaban una sola familia. Ella ha sido en todas ocasiones el baluarte inexpugnable donde los débiles oprimidos por las miserias humanas encontraron generoso amparo. Ella cerró para siempre las puertas de esas escuelas de viciosos extravíos, a los que se acogieron bajo su protectora influencia; y a las pasiones mal contenidas las abrieron de par en par a la sombra de la impunidad que la ortodoxia de las religiones les ofrecieron, y en donde, con frecuencia harto lamentable, sucumbieron y aun sucumben, lo mismo el adolescente joven que empieza la carrera de su vida rodeado de todos los medios de ilustración necesarios para ser útil a su familia y su patria, como el infeliz anciano que toca al ocaso de su existencia envuelto en la penumbra horrible de la ignorancia, madre celosa de todas las deformidades y de todas las utopías.

La masonería siempre recatada y pundonorosa, eludiendo todas esas manifestaciones entusiastas que pueden halagar la sensibilidad de ciertos hombres, ha marchado firme y decididamente trabajando en la obra cien veces secular, que lleva emprendida desde hace algunos centenares de siglos sin retroceder un momento; obra que, como dejamos dicho y repetiremos siempre, tiene por objeto la rehabilitación humana por medio do una justicia equitativa, y de una moral racional; por esto no es extraño que la generalidad, no conociendo sus laudables fines, la confunda con una de tantas sectas religiosas empeñadas en destruirse mutuamente, por ser una misma su índole y tendencias; o bien se la considere como una institución exclusivamente benéfica sin mas objeto que hacer la caridad entre sus mismos sectarios, esa caridad de que tanto blasonan las creencias que establecen sus fundamentos en la ley, y la cual, si se la examina con criterio desapasionado y razonable, sólo es un escarnio lanzado audazmente a la faz humana.

¡El mendigo que cubierto de harapos, sin luz en sus ojos, convulso por el hambre, y tembloroso de vergüenza va de puerta en puerta extendiendo su mutilada mano en demanda de un pedazo de pan, que a menudo se le niega, es el inteligente obrero de ayer que contribuyó a levantar el suntuoso palacio del encopetado señor que lo ve pasar volviendo el rostro temeroso de contagiarse con tanta miseria!

La masonería no es una beneficencia; no es tampoco una religión como vulgarmente se ha creído; es más, pero mucho más que todo eso.

En sus relaciones con la moral es la escuela de la filosofía, porque estudiando a los hombres bajo su aspecto fisiológico, penetrando hasta el fondo de sus almas, y arrancando de ellas los inmutables principios de los deberes humanos, puede trazarles la amplia senda por la cual dirigirán sus pasos con acierto, sin exponerse a caer en las tenebrosas simas que se ocultan en el camino de la vida.

Con el concurso de sus conocimientos los dispone a penetrar en un orden de verdades reales y objetivas, tanto más hermosas, cuanto qué sin acudir a la razón ni  a la experiencia, pueden comprobarlas en las mismas causas de que se desprenden, porque en la realidad de las cosas está la verdad, y la verdad en la masonería es el principio fundamental e indestructible de todas sus obras, de todos sus hechos.

En sus relaciones con la política es la escuelas de los grandes principios, porque a la luz de la ordenación establecida en las leyes naturales y divinas, forma el más recto criterio con la razón, y aunándolas a la voluntad del hombre, despierta el sentimiento de su justicia, única y sólida garantía del derecho, del bien común y de la libertad.

Ella es la que en medio de la corrupción de los gobiernos, y alzándose vigorosa y enérgica junto a las calamidades públicas, consigna en un día memorable para toda la humanidad y en una declaración solemne, los derechos naturales del hombre, derechos tanto mas inalienables y sagrados, cuanto que nacen de la soberanía del pueblo, que es el alma de toda nación.

Desde aquel hermoso día, la libertad y la razón han sido los luminares espléndidos que han esparcido su luz sobre la abatida frente de los seres humanos, hasta entonces esclavos de la tiranía, de la inmoralidad y la corrupción de los gobiernos pie habían hecho de las leyes un objeto de utilidad propia.

En sus relaciones con la civilización es la escuela que ensancha los horizontes del hombre, guiándolo al través de las investigaciones científicas hasta los últimos límites del progreso humano, que debe ser en sustancia la perfectibilidad del espíritu.

Ella le muestra el conjunto inexplicable de todas las cosas creadas; somete a su consideración lo infinito que se levanta sobre su cabeza, y lo infinito que se extiende debajo de sus pies; luego corre a sorprender los misteriosos secretos de la naturaleza, para iniciarlo en las futuras conquistas del pensamiento que, ávido de encontrar verdades que destruyan su letal ignorancia, promueve ese movimiento universal que sin solución ni medida, lo envuelve todo en una aspiración generosa y siempre creciente, desde la simple arista que se mueve sin cesar en torno de sí misma, hasta los gigantescos mundos que mas allá de las regiones estelares ruedan en sucesión eterna e inalterable, en busca de su centro de perfección y grandeza.

Las deducciones, las hipótesis, las esperanzas de alas doradas y poderoso vuelo de que están llenas la mayor parte de las leyendas científicas, no tienen valor alguno bajo la penetrante mirada de la Masonería. Su ojo escrutador, al que ninguna ilusión fascina, vela desde el fondo de la más pura razón, buscando la solución de los problemas donde se oculta la felicidad y el bienestar del hombre, sin caer jamás ni en la superstición de los que son indolentes, ni en el frío escepticismo de los que se sacrifican en la actividad constante de un trabajo estéril y superficial, que solo produce confusión y desorden.

En sus relaciones con el progreso es el término medio entre la suma de todas las perfecciones, porque coloca al hombre en actitud de ser con el Cristo, modelo de todas las virtudes

Ella, instruyéndolo y alejándolo de las frivolidades del mundo profano, lo enseña a ser libre sin que llegue jamás a los extremos de la licencia. Lo hace grande sin que el orgullo y la torpe presunción desdoren un solo momento su carácter de hombre, título más que honroso cuando el ser humano sabe sostenerlo en el lugar que le corresponde. Lo hace humilde sin que nunca llegue a olvidarse de sí mismo para descender a la bajeza. Siempre justo, firme, severo, sumiso y valeroso, defenderá al oprimido, protegerá al inocente, estará al lado de los débiles sin que recuerde en ninguna ocasión los favores y servicios prestados, ni las ofensas e injurias que se le hayan inferido.

Por estas razones y otras más que damos al olvido, es que de su seno se han levantado esos generosos benefactores, que dando vida a los pueblos por medio del trabajo y siendo ejemplo de virtudes y de valor, se han conquistado un nombre imperecedero, que la humanidad recuerda a veces con sincera y expresiva veneración.

Por último: la masonería elevando al hombre al pináculo de todas las grandezas morales y materiales, le ha devuelto su carácter divino que el Gran Arquitecto Del Universo imprimió sobre su frente, distinguiéndolo así de los demás seres creados.

Por tanto: la honrosa liberalidad que la distingue y enaltece en todas sus obras, si bien es verdad que puede ser un motivo para colocarla en la regia categoría de las instituciones benéficas, no es razón objetiva para que exclusivamente se la considere como tal, ni mucho menos se haga alto en el abolengo religioso que la popularidad le ha dado por virtud de su carácter evangélico, de su misión de paz y concordia humana, porque, como hemos dicho antes, su labor constante y grandiosa se extiende aun más allá. Y si no, veámosla frente a frente de los sistemas religiosos.
 
 

jueves, 19 de abril de 2018

LOS MASONES LIBERTADORES DE LOS OPRIMIDOS


Al concluir el siglo décimo octavo el aspecto social e intelectual de la humanidad había cambiado por completo. El movimiento operado durante dieciocho siglos por el dominio de la raza sacerdotal, empezó su efecto de decadencia y retrogradación, mientras que la masonería continuaba y continúa esparciendo a manos llenas su influencia benéfica por todas partes.
 
De las canteras de Alemania había salido un débil rayo de luz. El tallista, inconscientemente, al elevar el buril sobre la piedra había hecho saltar una chispa de fuego, y ese fuego se trasformó en flamígera estrella que, fijándose en el centro del espacio, marcaba un rumbo seguro al infeliz viajero de la tierra extraviado en ese laberinto sin fin, ante la duda y el temor.

Ya no eran los constructores de la edad media los que formaban la piedra angular para edificar una simple sociedad de hombres libres, que tenían necesidad de vincularse en la más íntima unión para defender sus comunes intereses y captarse las simpatías de los endiosados soberanos: No. El progreso destruyendo en gran parte las desigualdades de Castas; humillando enérgicamente el señorío jerárquico de la aristocracia, comenzaba su obra rehabilitadora, y al lado del humilde menestral aparecía el gran señor con el primer mallete en la mano, dispuesto a dirigir ese movimiento grandioso y omnímodo que ha conmovido al mundo moral y materialmente.


La luz se difundía. La decadencia moral y el relajamiento de los caracteres, que habían sido la consecuencia funesta legada a la sociedad como patrimonio de las escuelas religiosas y políticas del antiguo régimen, abandonaban su tradicional enervamiento y rebuscaban energías en el esfuerzo del trabajo.
 
Era necesario aquilatar a los hombres por medio de la civilización; era preciso infundir en la sociedad el sentimiento sublime de la abnegación, abrirle los ojos a la luz y hacerla comprender la necesidad de su redención. Es decir, levantar al hombre del estado de cosa hasta el de ser sociable, digno por todos conceptos de la consideración y respeto de los demás; desligar el pensamiento de las ruines trabas de un monopolio vergonzoso; hacer libre la conciencia, juez innato de nuestras acciones, la que cohibida por la ciega obediencia de una fe estrecha y mezquina, inclina al hombre a los vicios y crímenes más degradantes: en una palabra, era necesario estirpar del mundo la lepra moral que lo había sepultado en la fosa de la angustia y el dolor.

¿Y quién es el que inaugura semejante período de gloria? ¿
De dónde procede ese genio audaz que de tal manera se atreve a soliviantar las ideas de un nuevo régimen, y atropellar con ellas el tradicionalismo de tantas épocas célebres?

Aunque los pueblos permanezcan subyugados por el imperio del despotismo, y la arbitrariedad los doblegue al último estado de abyección y servilismo, reside en ellos tal espíritu de exaltación de secular grandeza, que llegado un momento, basta un simple accidente, una variante cualquiera en las ideas para lanzarlos a la lucha, y, héroes o vencidos, conquistar con esfuerzo supremo los derechos que a su bienestar son necesarios.

Los tiranos permanecerán mientras los pueblos no lleguen a la apoteosis de la desesperación. Cuando ésta se realiza, un imperio, la más poderosa nación del mundo, vale tanto como una arista de paja en medio del más desenfrenado torbellino.

La virtud de la libertad es la más fecunda fuente de fe racional. Ella proporciona cuerpo a los caracteres más débiles; ella produce fuerzas allí donde la inteligencia más sagaz solo encontraría motivo de desconfianza; su convicción es ruda, algunas veces feroz, pero en todas ocasiones es firme, segura e indispensable. Llegada la hora de su transfiguración le anima todo, y hace marchar a un pueblo hambriento, desnudo, agonizante por el cansancio y la sed, hasta el calvario.

Y una vez en él, si cae triunfa. Si le martirizan triunfa. Si muere triunfa. En el estertor de la agonía decapita al tirano que le usurpa sus derechos; se reviste de inmarcesible lauro de gloria, y esa victoria le hace salir del sepulcro triunfante.

Tal es el poder que engendra la desesperación en el sentimiento de los pueblos avasallados por la ignorancia de los gobiernos.

Regularmente cuando esto sucede, cuando los pueblos se revisten de esa actitud digna y decidida, es porque la sociedad entra en cierto período de postración que es el anuncio de una muerte segura. Maltratados todos sus elementos de vida; estériles ya los medios que le habían servido hasta entonces para sostener la organización del mecanismo social, y sobre todo, la jerarquía de los poderes constituidos en forma de gobierno para mantener el equilibrio de las fuerzas económicas de una nación, la naturaleza de los acontecimientos hace indispensable renovar esos medios, sustituyéndolos con nuevos factores que correspondan a los términos reclamados por las necesidades del progreso.

En esos momentos solemnes, cuando toda la Europa y mucha parte de la América sienten sobre sí el peso fatal de una atmósfera candente; cuando los ruidos confusos y prolongados que producen las corrientes ígneas, anuncian que el volcán de las mal contenidas pasiones está próximo a estallar, aparecen en todas partes esos genios de fecunda actividad engendrados por el puro sentimiento de una escuela racionalista, desarrollada en el centro de los talleres masónicos que deben dirigir hacia el bien los torbellinos del despecho y de las mal encauzadas ideas.

Riego en España, Lafallete en Francia, Lincoln en los Estados-Unidos, Juárez en México, proclaman a una voz la inviolabilidad de los derechos del hombre, la soberanía de la libertad sobre los gobiernos reaccionarios; y el Contrato social que el filósofo de Ginebra, Juan Jacobo Rousseau formara para dar vida y sostén al carcomido trono de las monarquías, solo sirve para consolidar los cimientos de la democracia, y destruir el germen de esas dinastías autocráticas que han sido y son la degradación moral y material del género humano.

El absolutismo, esa gangrena social, soberbia de los hombres, maldición de los déspotas que los hace alimentar de sangre como si fueran hienas, había ido mermando la virilidad de las fuerzas sociales que en Europa y América se levantaban con notable pujanza. Allá en el viejo mundo el poder temporal y espiritual, pugnando por encerrar en la mano del sucesor de San Pedro las riendas del gobierno de todo un mundo.

En América la esclavitud de los hombres blancos y de los hombres de color, formando una mancha abominable en la historia de la civilización moderna.

Los gobiernos de las distintas naciones petrificadas ante esos desafueros de la razón, de la Ley y de las costumbres, inmóviles, sin valor moral ni material para oponerse a esos crímenes horrendos de lesa humanidad, dejaban que los acontecimientos siguieran el destino fatal que la ambición de los hombres se había empeñado en marcarle, formando de su indolencia, de su punible abandono, un horóscopo siniestro para la humanidad, y en el cual se verían inevitablemente envueltos ellos mismos.

Los poderosos señores, los altos dignatarios del Estado, apurando la última copa del festín en la misma mesa donde el Sumo Pontífice acepta la infalibilidad de un poder odioso para su carácter de mansedumbre y modestia, que como representante del más humilde reformador hubiera debido rechazar con toda la energía de su alma.
 
En América el látigo del cruel mayordomo caía sobre la espalda del infeliz esclavo que acababa de volver del ímprobo trabajo a que su humillación le había conducido: ¡Ni una sola esperanza en el horizonte de la vida para acabar con tamaña impudencia!

Las miserias humanas revisten a veces una aparente grandeza, necesaria para que las catástrofes que han de destruir las iniquidades, surjan sin violencia, y cumplan metódicamente su providencial trabajo.

 Cuántos años hace que Italia, la primera nación del mundo por sus progresos y por sus conquistas, se veía doblegada de por el imperio del terror y del despotismo Almagávares, alemanes, güelfos y gibelinos, franceses y españoles, luchan por más de cuatro siglos para mantenerla sometida al imperio de sus poderes.

Los Papas la envenenan con el fanatismo. Los reyes y los emperadores la descuartizan llevándosela a pedazos entre sus ensangrentadas garras.

Tuvo sus hombres pensadores, profundos genios de las ideas; empero, esos hombres fueron débiles para comprender el valor de esa nación que dio al mundo el telescopio, la metafísica, un nuevo mundo, y otras tantas y tantas grandezas que la llenan de gloria y que por su debilidad la cubrieron de lágrimas.

Pero, como sí esos genios que se llamaron Mazzini, Cavour, Dante, Petrarca, Savonarola y Campanella descendieron desde lo alto para sacudir y romper la esclavitud de su patria, aparece Garibaldi, el sublime redentor de Italia, que inspirándose en el grandioso aliento de esos otros genios, extiende su vigorosa mano hacia los esclavos y los conmueve; les dirige la palabra y tornan a la vida. Los reúne, los manda; y como si fuera una embajada divina, toca a las puertas de la santa Ciudad, derroca al ídolo de carne que yacía sobre su trono inquieto y atolondrado, y establece la libertad, acabando para siempre con las injusticias de los privilegios que son el pan ácimo con que consagran los tiranos de todas las naciones.

El héroe de la independencia italiana dejó su nombre grabado en el corazón de sus conciudadanos, y a la Masonería la gloria inmarcesible de haberlo dirigido con sus profundas enseñanzas por el sendero del deber, infiltrando en su espíritu el sentimiento de la energía moral que dio a su dulcísimo carácter el calor vivificante para conservar en toda su pureza las salvadoras leyes de la democracia.

No menos grande aparece en las páginas de la historia el presidente de los Estados-Unidos Abrahan Lincoln, que aún sin llegar a ser masón (pidió el ingreso pero no llegó a iniciarse), si tuvo mucha relación con la masonería y fue el gran libertador de la esclavitud en la América del Norte.

En política las cuestiones más importantes son las cuestiones religiosas, porque la religión es, entre la humanidad, el punto capital de todas las ideas; de ella nacen todos los errores, y como consecuencia natural, a ella vuelven con todo su séquito de monstruosidad y desaciertos.

La igualdad evangélica que predicara un día Jesús en la cumbre del Tabor, y después de él y según sus respectivas escuelas, todos los los filósofos, moralistas, economistas, y político de todos los matices, solo ha servido de vana fórmula para ejercer mayor opresión sobre las masas indiferentes.

¿Quién hubiera creído que en esa República modelo de ilustración, de cultura y de libertad, pudiera mirarse con indiferencia una cuestión moral de tan gran importancia como lo es la esclavitud

¿Cómo es posible que un hombre sujete a otro bajo su dominio, lo envilezca azotándolo impunemente, lo ultraje y le sustraiga el producto de su trabajo, los afanes de su vida, el alimento y porvenir de sus hijos, sin que la opinión pública no quede avergonzada escandalosamente? ¡Acaso no murió el Cristo sobre el afrentoso patíbulo de una cruz, y consagró en ella para siempre la redención del esclavo! ¡No murió el Justo por la libertad de todos los hombres, de todos los pueblos, y de todas las naciones?

Empero, hemos de considerar que el Redentor enclavado en la Cruz y sellando con la sangre de su martirio la libertad de los pueblos, no hizo más que mostrarse en vivo ejemplo a la humanidad para enseñarla como había de conquistar sus derechos, y la manera de cumplir religiosamente sus deberes.

El gran espectáculo del Gólgota es el prólogo de una obra aun no escrita por el hombre, y esa obra es la historia universal del progreso y de la civilización de los moradores de la tierra.

Para llegar al desarrollo más completo de la verdad, y a la posesión completa de la justicia, es necesario una depuración absoluta de los sentimientos del hombre; y para lograr ese fin hay necesidad de luchar; luchas a veces encarnizadas y sangrientas; a veces simples combates de ideas; más estas luchas y combates habremos de sostenerlas hasta que rendidos de cansancio caigamos para no levantarnos más.

Lincoln acaba de mostrarnos un hermoso ejemplo de cómo se conquistaban las grandes victorias; de cómo es que se emancipan los pueblos de la odiosa servidumbre cuando la justicia y la libertad permanecen indiferentes a los agravios que una sociedad recibe de otra sociedad. Entonces, si es necesario que los tronos caigan, que sea; que la libertad se hunda, aplaudamos sin reservas. No debe haber ninguna razón, ninguna idea, ningún derecho, ninguna justicia que nos obligue a hincar la rodilla en el suelo para besar la mano que nos ultraja. Los fueros de la dignidad humana son sagrados y, por lo tanto, inviolables.

El humilde leñador de ayer que sabía, porque lo había sentido, las grandes fatigas que proporciona el rudo trabajo de los agrestes campos; que había luchado lo mismo que el infeliz esclavo contra la inclemencia del tiempo, contra los rigores de la naturaleza; corazón de ángel, genio fecundo como el de Napoleón para la guerra, alma virgen, espíritu audaz, comprendió que su patria caería desde un trono de luz a un abismo de tinieblas si se mantenían en vigor las leyes de la servidumbre de los hombres de color, y se propuso impedir la caida de su patria adorada.

No tardó mucho tiempo en presentársele una ocasión oportuna.

Algunos hermanos masones comprendiendo la grandeza de aquella alma desinteresada, se propusieron dirigir la opinión pública en su favor para colocarlo en la presidencia de la República.

Desde aquel instante todas sus ideas refluyen a su alma, y una alegría indescriptible se apodera de su ser embargado por el sublime propósito de quebrantar las cadenas del esclavo.
 
Ante esa colosal idea la República se extremece y vacila; pero él está allí, su amor es grande, su ternura inmensa. El furor de los filibusteros se enardece por momentos. Los comerciantes de carne humana llegan en su odio hasta la desesperación, pero él no cede. Se dirige a la multitud y la convence. Mantiene con rectitud enérgica dentro de sus principios, las riendas del gobierno de la República: llega el momento; su voz es más que elocuente, manda, y... un ejército de quince mil hombres sube a seiscientos mil. Una escuadra inmensa surge de los mares haciendo que a su vista el mundo se extremezca de admiración.
 
Los obreros dejan sus labores; los comerciantes cierran sus tiendas; los fabricantes sus fábricas; el transeúnte se detiene, pregunta y se apresta voluntario al combate. Y aquella multitud, alegre, decidida, con el heroísmo en el alma, llega a las orillas del caudaloso Mississippi a verter su generosa sangre por la redención del esclavo.
 
Lincoln preside ese ejército inmenso, lo contempla con solemne seriedad, piensa que aún es necesario sacrificar a unos seres para bienestar de otros, y... el ejército se precipita embriagado de entusiasmo a cumplir su gran obra de regeneración.

Las ultimas cadenas caen, y un grito de júbilo inmenso sale de todas partes. Las naciones del mundo admiran al libertador y lo aplauden con regocijo.

¡Lincoln confió en Dios y Dios premió su confianza dándole el triunfo!

 
Tal ha sido la obra de la Masonería; tales han sido sus triunfos sobre el despotismo y la soberbia de las castas, unir a todos los hombres bajo una misma bandera dentro de un solo templo, por LA FRATERNIDAD Y LA JUSTICIA.

 

lunes, 16 de abril de 2018

SOBRE LA MASONERÍA Y LOS TEMPLARIOS

 
Son muchas las opiniones sobre el origen de la Francmasonería. No tenemos pretensión en pronunciarnos absolutamente sobre este asunto; pero creemos necesario satisfacer la justa curiosidad de los jóvenes mas.·. en este punto; hemos querido presentarles un resumen histórico que les diese una idea de la antigüedad, de la universalidad y de la importancia filosófica de la institución, preocupándonos lo menos posible del espíritu sistemático que ha guiado a la mayor parte de los autores, y siguiendo tanto como nos sea dado las antiguas tradiciones que la historia de los pueblos y el establecimiento de las religiones y de la filosofía parecen apoyar y confirmar.

Entre todas las opiniones de la masonería,  la más importante de combatir, aunque haya sido adoptada ligeramente por algunos autores masones, es aquella que hace descender a nuestra institución de los Templarios, porque es muy importante advertir a los adeptos contra un error que puede tener las mas graves consecuencias, cuando se reflexiona que este origen es justamente aquel que todos los enemigos de la Francmasonería han pretendido atribuirle, con el objeto de excitar el fanatismo religioso de los pueblos ignorantes o crédulos e irritar las susceptibilidades de los gobiernos contra una institución inocente, que trataron de presentar entonces como enemiga de la religión, de las leyes y de los soberanos.



Los autores que hacen descender la masonería de los Templarios, le dan por fundadores a los caballeros que habiendo logrado salvarse de Francia en 1307, se refugiaron en Escocia, en donde fueron bien acogidos por el rey, y recibidos con todas las consideraciones que merece la desgracia por los hh.·. mas.·. organizados ya en la capilla de Santa María, desde el año 1298.

Este hecho no prueba más que una cosa, y es que, antes de la llegada de las templarios a Escocia, había francmasones organizados en corporación o en sociedad, desde hacía ya varios años. Será suficiente consultar la organización de esas corporaciones de hh.·. mas.·. en Escocia, para convencerse de que ella era absolutamente la misma que la de la cofradía de los mas.·. de York, de la cual, en la carta del año 926, con sus leyes y reglamentos, se hace un relato incontestable e histórico.

Podremos hacer una objeción: que la introducción de los Templarios entre los mas.·. de Escocia ha podido contribuir a alterar profundamente los dogmas y prácticas de los mas.·.

Pero la observación de los hechos viene, por el contrario, a destruir victoriosamente esta objeción, pues es probado que esas corporaciones han conservado intacta su organización primitiva y sus leyes hasta el  año de 1649, época en que Elias Ashmole reedificó sus rituales, hasta en el año 1717, época en que la francmasonería filosófica moderna fue definitivamente constituida en Inglaterra.





 
Si fuese verdad que el sistema templario hubiera invadido a la masonería y a la vez fuesen verídicas las épocas designadas por los autores, partidarios de esta afiliación, es evidente que las alteraciones o modificaciones sensibles se hubieran manifestado entre las corporaciones de este modo transformadas; pero nada de esto ha tenido lugar, y no se encuentran más señales que las que existen en la imaginación de aquellos que, al principio del siglo XVII, tuvieron la vanidad de prestar a nuestra institución un origen noble y caballeresco, idea de la cual se ampararon de pronto los Jesuitas, que pensaron poder alcanzar, por este medio, el dirigir la Orden Masónica, o el desacreditarla, así como lo demuestran muy claramente los h.·. Fessler y Bonneville.

No podemos menos de reconocer aquí, que es verdad, que varios altos grados presentan, en ciertos puntos, alguna apariencia templaría, pero no debemos por esto concluir que la masonería sea templaría; pues ciertas formas en los grados simbólicos nos autorizan a llamarla judía. Además, no debemos perder de vista que todos los altos grados son de creación puramente moderna, y que sin embargo de su denominación de Gr.·. Escoceses, ellos no han sido conocidos ni practicados en Escocia sino mucho tiempo después de haber sido conocidos y practicados en la América del Norte, en Francia y en Alemania, así como lo prueba la declaración solemne de la Gran Logia de Edimburgo, que, respondiendo a la circular del Nuevo S.·. C. Charlestown, decía, en 1803:

 
"Un número igual de gr.·. no puede inspirar sino el más profundo desprecio por la m.·. esc.·. que no los reconoce, queriendo sólo conservar siempre su rito según su simplicidad primitiva."
 
También en 1836 la G.·. L.·. Escocesa declaró formalmente, en sus Reglamentos : "que ella no practica ningún otro grado de mas.·. sino los de Ap.·. Comp.·. y M.·., llamada masonería de San Juan."

En resumen, querer establecer comunicaciones entre un orden militar y religioso, como el de los templarios, y una institución pacífica como la mas.·. es el cúmulo del ridículo si los templarios u otra Orden caballeresca parecida viniera a presentarse de nuevo sobre la escena pública, es cierto o seguro que la mirarían como a los exhumadores del último caballero errante cantado por Cervantes, ese inmortal genio que, en el siglo XVI, supo pintar una época que concluía.

Los hh.·. mas.·. no descienden, pues, de los Templarios, pues no tienen nada de común con ellos, y si los primeros les dieron hospitalidad a los segundos en la época en que fueron tan cruel y tan injustamente perseguidos, si ellos los han recibido, aceptado o afiliado en su seno, hicieron lo mismo que hacen hoy en día los hh.·. mas.·. modernos, recibiendo o iniciando en sus misterios a los Judíos, a los musulmanes, etc., sin que por esto admitan sus dogmas religiosos, ni alteren ni modifiquen en nada las doctrinas de la Orden.
 
El artículo tres de las leyes fundamentales de la Carta de York, del año 926, había ya concedido en principio lo que sigue: "debéis ser servibles, hacia todos los hombres, y ligaos en amistad fiel con ellos todo lo que podáis, sin inquietaros a qué, religión u opinión ellos pueden pertenecer", acogiendo a los Templarios perseguidos en el año 1307, ellos no han hecho más sino poner sus preceptos en práctica.

La razón de esta conducta, inspirada por la tolerancia, es bien simple; si la mas.·. profesa una moral religiosa, ella no es por esto ni jamás ha sido considerada como una institución religiosa. Las logias no son iglesias, los masones no son ni curas, ni frailes, ni teólogos, es, pues, un absurdo el hacerlos herejes ni impíos, sobre todo cuando saben bien que la orden masónica lejos de buscar el entrar en lucha con los Estados, y la Religión, prohíbe, por el contrario, todas las discusiones políticas y religiosas asambleas de sus LL.·.

No nos revelamos aquí contra los diversos sistemas históricos en mas.·. pero podemos con toda seguridad decir, con el h.·. Bonnevillo, "que la relación inmediata de los masonería fr.·. y acc.·. con el orden antiguo de los Templarios no es más que una quimera."
 
Y si hemos insistido sobre este punto, es porque nos parece que debemos evitar servir, aunque indiferentemente, a favorecer las miras de nuestros adversarios, dándoles motivos a los pretextos de crítica para la propagación de opiniones vagas y erróneas sobre nuestro origen y nuestra historia, porque esto es proveer un alimento mayor al fuego del error y de la mentira.

Que las doctrinas de los filósofos y de los antiguos iniciados hayan sido esparcidas en Europa por algunas de las cruzadas a su vuelta del Oriente, es lo que no se puede poner en duda, puesto que la influencia de ese gran hecho histórico se hizo sentir por todas partes, en las ciencias como en las artes, en la filosofía y en la poesía; siendo tal vez en esos manantiales de donde Dante parece haber sacado sus sublimes inspiraciones, y en donde los arquitectos de la edad media parecían haberse inspirado; pero no pueden atribuirle, como lo hacen algunos autores, el origen de la masonería, que existía antes de esa época y que no parece haberse revestido de un carácter distinto de aquel que ella tenía antes, puesto que en el siglo XVIII tomó el carácter filosófico, espiritualista y verdaderamente universal que la distingue eminentemente hoy en día de todas las instituciones o sociedades secretas.

En nuestra opinión las mas.·. es la humanidad creciente, desarrollándose y progresando libremente a través de los siglos, sin otros medios que aquellos que saca de los lazos de amor y de moral universal, que la ley natural impone a todos los seres racionales como un deber. Y considerando de este modo a la masonería es, como hemos podido estudiar todos los sistemas históricos, y darnos cuenta de las diversas transformaciones que ella ha sufrido, sin detenernos en una época determinada, ni admitir en su marcha los tiempos de interrupción que no nos parecen conciliables con su objeto.
 
Tal es la regla que hemos seguido en el corto resumen histórico contenido en los Estudios que anteceden.
   
 
 

domingo, 15 de abril de 2018

LA ESTRELLA FLÁMIGERA Y LA LETRA G


Queridos hermanos:
 
En vuestra iniciación al grado de compañero se os ha concedido, por primera vez, el poder considerar y distinguir la estrella flamígera, lo cual indica un gran progreso en vuestra edad y en vuestra educación masónica; puesto que no es sino después de haber estudiado y observado mucho, cuándo el hombre supo tomar por guía, tanto en sus viajes como en sus trabajos de agricultura, a las principales estrellas del cielo, pudiendo regularizar por ellas sus pasos, sin temor de extraviarse, y preparar la tierra para las semillas y plantaciones con toda seguridad; y al resultado de esas observaciones es a quien se debe la confección del Zodíaco, cuyos signos se comunican en todos los países con los fenómenos de la naturaleza, con la agricultura y el clima.
 
De esos estudios resultó muy pronto para el vulgo una admiración, exagerada por los astros, que fueron su objeto; y varios pueblos de la antigüedad tomaron a las estrellas por gran veneración y las adoraron.
 


Los Idumeos, los pueblos de la Arabia Pétrea y de los desiertos de Siria, llevan en los platos sagrados la representación de una estrella, como el ídolo precioso de su culto. Y una estrella también guió a los Magos de Oriente cerca del Verbo Divino, emblema de la verdad.
 
La estrella de cinco puntas, que fue presentada por los discípulos de Pitágoras a los nuevos iniciados, era, según ellos, un signo de aceptación; la llamaban el pentágono de salud y prosperidad.
 
Según los filósofos Herméticos, esta estrella representaba a Mercurio; y para figurar mas claramente ese símbolo, la pintaban con llamas, porque según ellos, la plata viva era el fuego celestial o el bálsamo saludable derramado por el Eterno en toda la naturaleza.
 
Ved aquí quien podrá explicarnos porqué los antiguos iniciados han añadido en el centro de ese signo venerado la letra G, monograma filosófico del Todopoderoso, que se comunica con los actos más sublimes del Creador de los mundos:

GENERACIÓN, GEOMETRÍA, C I E N C I A ( G N O S I S ), GENIO.

Ese símbolo, que caracteriza especialmente al grado de compañero, se comunica también directamente con la palabra de pase que os ha sido comunicada, y de la cual os daré aquí la interpretación astronómica, según nuestro ilustre hermano Ragon.

"Subiendo la esfera celeste por la estación y el lugar del año en que fue fundado el templo de Salomón, la posición del Ven.·. corresponde a aquella por donde se levanta el sol; el aspirante, que entra por la puerta de Occidente, se encuentra frente al astro del día, y por consiguiente, cerca de la estrella del zodiaco, que se oculta cuando aquel aparece. ¿Cuál es esta estrella? La esfera lo indica: es aquella que bendice al hombre de los campos, que los Hebreos llaman sch.·. los Latinos spica, y los Españoles espiga, y cuyo nombre sirve de característico a los compañeros".

 Añadimos que esta estrella forma parte de la constelación de Virgo, constelación que fue consagrada por los antiguos a Ceres, diosa de las estaciones, de la agricultura y del trabajo pacífico y civilizador de los campos.

 Si no temiéramos traspasar los límites que nos hemos impuesto en este discurso, enseñaríamos aquí la analogía que hay entre los viajes del compañero  después de los cuales él llega a, contemplar la estrella flamígera, emblema de la luz, de las ciencias y del genio creador, y entre los viajes de Ceres que va a buscar a su hija Proserpina, después de los cuales aparece un Triptolemo, que esparce los conocimientos de la agricultura en los campos, y un Plutos, hijo de la diosa de la agricultura, que inventa el arado, y al que Ceres coloca en el cielo después de su muerte bajo el nombre del Boyero; haremos notar también la analogía que existe entre esos viajes y aquellos de Isis, cuando ella va en busca de su esposo Osiris (o sea el sol), pues todos esos viajes alegóricos se relacionan con el desmonte de los terrenos, con la enseñanza y propagación de la agricultura; pero esas comparaciones, entre todas las fábulas de los misterios de la mas.·. nos llevarían demasiado lejos, y es siempre bueno dejar alguna cosa por explicar a los jóvenes masones que están deseosos de instruirse.

Será suficiente hacer observar aquí en esta ocasión, con el sabio Barón de Santa Cruz, que la agricultura y la legislación tienen un origen casi común, pues la invención de la una ha debido hacer necesario el establecimiento de la otra, y no es sin razón el que los antiguos hicieran honor a las dos, presentándolas por Demeter  o Ceres, llamada por los romanos Vesta, o sea la buena diosa, la grande madre, la madre de los dioses; y es por lo que explican que los poetas, los filósofos y los artesanos de la antigüedad, la han pintado muchas veces poniéndole en las manos una balanza, o un timón.

Ese noble objeto de la santificación de las ciencias útiles, y de la confección de las leyes fue lo que dio en lo sucesivo tanta celebridad e importancia a los misterios, germinando también esas nuevas doctrinas sobre la existencia de un solo Dios, sobre la inmortalidad del alma, y sobre las penas y recompensas futuras; doctrinas que fueron enseñadas bajo la forma emblemática de los símbolos y de las alegorías, y que encontramos en los libros sagrados de los diferentes pueblos de la tierra.
 

 

sábado, 14 de abril de 2018

LOS 5 PRIMEROS NÚMEROS SAGRADOS


Queridos Hermanos: habéis podido notar en el primer grado que los números forman uno de los tipos misteriosos de la iniciación masónica por la aplicación múltiple que hacen del número 3, y como los compañeros destinados al trabajo tienen a menudo, ocasión de añadir la práctica al estudio, es muy útil que conozcáis la teoría.

Los números se hicieron sagrados por el empleo metafísico que desempeñaron en los misterios; los Pitagóricos y los Platonianos aplicaron las propiedades aritméticas de los números a las ciencias abstractas; San Agustín demuestra que las combinaciones misteriosas de los números pueden servir para inteligencia de las santas escrituras; y encontramos hasta en el Breviario Romano, alguna de esas alegorías dada en forma de lección; no hay pues que extrañarse de ver que la superstición de los pueblos se sirviera de ellos de un modo inconsiderado y ridículo, puesto que los hombres abusan de todo.



Sin atribuir a los números la importancia que los antiguos les tributaron, probablemente en medio del entusiasmo que les causaron las múltiples combinaciones a que ellos se prestan, los francmasones los han conservado por la tradición como signos de la ciencia más exacta y más útil que ha sido enseñada a los hombres.

Siguiendo esta teoría, que sería superfluo explicar más extensamente aquí, la unidad, como generadora y principio de todos los números, era el símbolo de la armonía general y el atributo esencial, el carácter sublime, el sello mismo de la divinidad; llamaban dios al uno, como siendo él solo, título que le conviene y lo distingue de todos los otros seres que cambian y se renuevan sin cesar: de ahí las denominaciones en latín de sol (sol) y solas (solo), denominación que la lengua española ha conservado casi intacta.

El número dos significaba todo lo que es doble, falso y opuesto a la única realidad, y expresaba también las mezclas o contrariedades en que se encuentra la naturaleza. Y en consecuencia de esas interpretaciones los Romanos dedicaron a Plutón Dios de los infiernos, el segundo mes del año; y el segundo día del mismo mes ellos rescataban las almas de los difuntos con fiestas y ceremonias.


Entre los católicos, la conmemoración de los difuntos es igualmente colocada en el segundo día del mes de Noviembre, segundo mes con que termina el año. Qué analogía tan singular! Si habrá sido copia! Nada extraño es que para ensanchar el círculo de sus ganancias nos hayan introducido ese infierno y purgatorio de otras religiones anatematizadas como paganas, y haciéndonos ver que la voluntad de ese Dios, de quien se llaman ministros, se ablanda y varía por la intercesión de sus preces. Oh! y que demencia, juzgar a Dios tan voluble, y tan esclavo a las súplicas de hombres que sólo les domina el egoísmo.

Y que contradicciones teológicas... diciéndonos por una parte que los juicios de Dios son eternos y rectos, al tomar cuenta a las almas que pasan de esta vida a su presencia, y por otra parte dándonoslo a conocer lleno de conmiseración sólo por las oraciones que ellos elevan por un estipendio metálico.

El número tres era entre los filósofos el número por excelencia y predilección, pues todas las cosas triples emanan de Dios y se reducen a la unidad, como en su principio y en su fin; refiriéndonos a los tres lados del triángulo, ese número representa la armonía perfecta; era en una palabra, el regenerador secundario de la naturaleza, representado por la causa, el medio y el resultado de la vida universal.

El tres se demuestra por todas partes en la naturaleza: vemos tres reinos, el mineral, el vegetal y el animal; tres medidas de las cosas, el principio, el medio y el fin; tres medidas del tiempo, el pasado, el presente y el porvenir; tres signos en el espacio, el punto, la línea y la superficie; tres dimensiones en todo cuerpo, la longitud, la latitud y el espesor; tres figuras geométricas radicales, el triángulo, el cuadrado y la circunferencia.


En fin, los antiguos misterios y todas las religiones han consagrado ese número, del cual la más alta expresión se encuentra representada por diversas Trinidades, veneradas en todos los pueblos desde los tiempos más remotos hasta nuestros días.

El número cuatro, que contiene toda la religión del juramento misterioso, lleva el nombre de mundo.

El número cinco, era la imagen del principio del mal arrojando la turbación en el orden inferior, porque él se compone de los números 2 y 3, y que ya hemos explicado. Es más, señala la edad del compañero, del cual es uno de los tipos misteriosos; mas tarde sabréis el por qué.


Bajo otro sentido, ese número era también emblema del casamiento, porque se compone del primer número par 2, y del primer impar 3; servía por consiguiente de emblema jeroglífico a Juno.

Los iniciados de la India veían en ese número la vida universal, como el resultado del juego de sus cinco elementos: la tierra, el agua, el aire, el fuego y lo que llamaban éter, ese fluido que ellos creían esparcido en los espacios de los cielos.

A medida que vayáis adelantando en grados aprenderéis a conocer el sentido misterioso de los otros números.


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