Vamos a explicar algo de lo que acerca de las antiguas iniciaciones que refiere Jámblico, filósofo neo-platónico, discípulo de Porfiro y profesor en Alejandría que floreció a fines del siglo III y a principios del IV de la era cristiana.
Este escritor mezcló la magia a su filosofía mística, jactándose de conocer el modo de poner en comunicación al hombre con Dios o con los demonios y de poseer el don de obrar prodigios. Se ha conservado de él un libro referente a los Misterios de los egipcios y que se ha creído pertenecer antes a su escuela que a él mismo. Como quiera que sea, la obra contiene pormenores por todo extremo interesantes, que creemos oportuno dar a conocer sucintamente a nuestros lectores.
Parece ser que la famosa esfinge de Gizeh daba entrada a los escondidos subterráneos cuya puerta de bronce abrían tan solo los magos y por la cual se penetraba en unos sombríos e intrincados corredores que llegaban hasta la gran pirámide.
Cuando se presentaba un postulante solicitando la honra de ser iniciado en los Misterios y se le concedía esta gracia por unanimidad de votos, los dos iniciados más antiguos le llevaban de noche y vendados de ojos a la misteriosa puerta, le hacían descender una escalera espiral practicada en la peña viva y al píe de la cual se abría otra nueva puerta de bronce dando entrada a una sala circular en donde sus dos conductores le decían al postulante que se hallaba al borde de un abismo y que no podían pasar adelante hasta que se hubiese echado un puente levadizo desde la margen opuesta de aquella sima.
Entonces los dos sacerdotes vestían dos túnicas de lino blanco, dos cinturones, uno de oro y otro de plata y ocultaban sus facciones el uno con una cabeza de león y el otro con una cabeza de toro. Las túnicas simbolizaban la pureza del mago, las máscaras dos signos del Zodíaco y el oro y la plata eran metales consagrados al sol y la luna, astros que aquellos signos recordaban.
De repente se oía un grande estrépito y aparecía un espectro que blandiendo una hoz gritaba:
- ¡Ay del profano que viene a turbar la paz de los muertos!
Al mismo tiempo los sacerdotes arrancaban la venda que cubría los ojos del postulante. Si éste no retrocedía ante una triple sorpresa tan inesperada, le felicitaban por su valor anunciándole que iba a sufrir otra prueba más difícil y en la cual debía aquilatarse su humildad.
En seguida le entregaban una lámpara y tocando un resorte hacían girar una plancha de bronce, detrás de la cual se veía un corredor tan bajo y angosto que solo era posible pasar por él andando a gatas y sus conductores le instaban a vencer con viril resolución los temores que debía infundirle aquel pasaje, símbolo de la estrechez y tinieblas del sepulcro. Le besaban deseándole un buen viaje y la plancha de bronce volvía a cerrarse con estridente ruido en tanto que una voz lúgubre, cuyas palabras repetía muchas veces el eco, gritaba:
- ¡Aquí perecen los insensatos que ambicionan la ciencia y el poder!
Como si todo esto no fuera bastante aun para trastornar el ánimo mejor templado, el postulante notaba muy pronto que aquel extraño corredor se prolongaba formando un plano inclinado como si condujese a las mismas entrañas de la tierra.
Después de un buen rato de terror, de indecisión y de tardío arrepentimiento, aquel corredor iba ensanchándose y parecía al mismo tiempo que su techo se iba elevando por grados. Sin embargo, nada ganaba con esto el cuitado, pues su vista azorada veía desde lejos que aquel lóbrego camino le llevaba hasta el borde de un gran cráter en forma de cono invertido, cuyo interior era liso y tan reluciente que brillaba como el acero al pálido resplandor de la lámpara. Entonces, terminado ya el corredor, encontraba el postulante una escala de hierro, por la cual bajaba por la sencilla razón de que no le era dado hacer otra cosa.
Se armaba de valor mientras descendía por ella; mas al llegar al último peldaño notaba que el cono terminaba en un pozo abierto; subía otra vez aterrado por el peligro y entonces veía una abertura dentro de la cual se descubrían algunos escalones; entraba en ella y se hallaba en un camino que en forma de espiral se desenvolvía en la roca y que le conducía a una verja de bronce al través de la cual podía contemplar una extensa galería sostenida a entrambos lados por una docena de cariátides y en cuyos muros había pintados varios frescos representando personajes y símbolos misteriosos, iluminados por una línea de trípodes de bronce colocada en el centro de la galería.
Un mago, al cual llamaban Pastoforo o guardián de los símbolos sagrados, abría entonces la verja, felicitando al postulante por su denuedo y por la protección que la diosa Isis le dispensaba; mas también le advertía que aun le esperaban nuevos peligros que confiaba sabría vencer con su probada intrepidez.
Luego le mostraba los cuadros de la galería, revelándole la oculta significación de cada uno.
Del conjunto de aquellos arcanos deducía la Magia que la ciencia de la voluntad era principio de toda sabiduría y manantial de todo poder y que cada uno de ellos era la fórmula de una ley de la actividad humana en su relación con las fuerzas espirituales y las fuerzas materiales cuya combinación produce los fenómenos de la vida.
El primer arcano se designaba con la letra A, equivalente al número 1 y era la expresión del Ser absoluto en el Mundo divino. En el Mundo intelectual la unidad era principio y síntesis de los números, y la Voluntad, principio de los actos. En el Mundo físico representaba al Hombre, el más privilegiado de los seres relativos, llamado a elevarse por una perpetua expansión de sus facultades en las esferas concéntricas de lo Absoluto.
Figuraba este arcano el Mago, tipo del hombre perfecto, es decir, en plena posesión de sus facultades físicas y morales. Le representaban en píe, actitud de la voluntad que va a proceder a la acción, vestido de una túnica blanca, imagen de la pureza original o reconquistada y llevando a la cintura una serpiente que se mordía la cola, símbolo de la eternidad.
Ceñía su frente una diadema de oro que simbolizaba la circunferencia universal en que gravitan las cosas creadas, en tanto que el metal de que estaba formada era emblema de la luz.
Tenía en la diestra un cetro de oro, como signo de mando y lo elevaba al cielo para indicar la aspiración a la ciencia, la sabiduría y la fuerza y señalaba la tierra con el índice de la mano izquierda para significar que la misión del hombre perfecto es reinar sobre el mundo material. También denotaban estas actitudes que la voluntad humana debe reflejar acá abajo la voluntad divina para producir el bien e impedir el mal.
Delante del Mago había una piedra cúbica, encima de la cual se veían una copa, una espada y un siclo, moneda de oro que tenia una cruz grabada en el centro. La copa significaba la mezcla de las pasiones que contribuyen a la felicidad o a la desgracia según sabemos dominarlas o nos dejamos dominar por ellas. La espada simbolizaba el trabajo, la lucha que atraviesa los obstáculos y las pruebas que nos hace sufrir el dolor. El siclo figuraba las aspiraciones realizadas, las obras llevadas a cabo, la suma de potencia conquistada por la perseverancia y la eficacia de la voluntad. La cruz, sello de lo infinito, representaba la futura ascensión de esta potencia en las esferas de lo futuro.
Cuando el postulante había contemplado este cuadro, le decía el Pastoforo:
- Recuerda, hijo de la tierra, que el hombre debe, como Dios, obrar sin descanso. No querer nada, no hacer nada, no es menos funesto que querer o hacer el mal. Si aparece el Mago entre los signos fatídicos de tu horóscopo, anuncia que una firme voluntad y la fe en ti mismo guiadas por la razón y el amor a la justicia te conducirán al término que quieres alcanzar y te preservarán de los peligros del camino.
El arcano II que designaban la B y el número 2, expresaba en el Mundo divino la conciencia del ser absoluto que abraza, los tres términos de toda manifestación: el tiempo pasado, el presente y el venidero; en el Mundo intelectual, el Binario, reflejo de la unidad y la ciencia, percepción de las cosas visibles e invisibles; en el Mundo físico la Mujer, molde del hombre y unificándose con él para cumplir un destino igual.
Figuraba este arcano una mujer sentada al dintel del templo de Isis, entre dos columnas. La de la derecha era roja, significando el espíritu puro y su luminosa ascensión encima de la materia. La columna de la izquierda era negra y figuraba la noche del caos y el cautiverio del espíritu impuro en los lazos de la materia. La mujer estaba coronada de una tiara que tenia en la punta la media luna y la envolvía un velo cuyos pliegues caían sobre su rostro. Llevaba al pecho la cruz solar y tenia sobre las rodillas un libro abierto medio escondido bajo el manto.
Este simbolismo personificaba la ciencia oculta que espera al iniciado en los umbrales del santuario de Isis para comunicarle los secretos de la Naturaleza universal. La cruz solar significaba la fecundación de la materia por el espíritu, al par que como sello de lo infinito significaba que la ciencia procede de Dios y que es ilimitada como su fuente. El velo representaba que la verdad se oculta a las miradas de la curiosidad profana. El libro medio escondido bajo el manto quería decir que los misterios no se revelan sino en la soledad al sabio que se recoge silencioso en la plena y tranquila posesión de sí mismo.
Al mostrarle este cuadro le decía el Pastoforo:
- Recuerda, hijo de la tierra, que el espíritu se ilustra buscando a Dios con los ojos de la Voluntad. Con ella hizo Dios la luz que inunda el espacio y con ella debe el hombre buscar la manifestación de la verdad y el logro del bien. Si aparece en tu horóscopo este arcano, llama con resolución á las puertas de lo venidero y te serán abiertas, pero estudia mucho tiempo el camino que vas á emprender. Vuelve el rostro al Sol de Justicia y alcanzarás la ciencia de lo verdadero.
Calla tus designios para sustraerlos a la contradicción de los hombres.
Señalaban el tercer arcano la C y el número 3 y expresaba la Potencia suprema equilibrada por la Inteligencia eternamente activa y la Sabiduría absoluta.
Esto en el Mundo divino, pues en el intelectual representaba la fecundidad universal del Ser y en el Mundo físico la germinación de los actos emanados de la Voluntad.
Figuraba este arcano la imagen de una mujer sentada en el centro de un sol radiante, coronada de doce estrellas y con los pies apoyados en la luna. Era la personificación de la fecundidad universal. El sol era el emblema de la potencia creadora, la corona estrellada simbolizaba con el número doce el de las Casas, o estaciones que recorre este astro anualmente en torno de la zona zodiacal. Esta mujer que era en suma la Isis celeste o la Naturaleza, llevaba un cetro coronado de un globo, signo de su perpetua acción sobre las cosas nacidas y por nacer.
En la otra mano llevaba una águila símbolo de las alturas en las cuales puede el espíritu cerner su vuelo. La luna que tenia bajo sus pies figuraba la infinidad de la Materia y su dominación por el Espíritu.
Al llegar a este arcano le decían al postulante:
- Recuerda, hijo de la tierra, que afirmar lo que es verdadero y querer lo que es justo ya es crear, y afirmar y querer lo contrario es condenarse a sí mismo a la destrucción.
Si el arcano tercero se manifiesta entre los signos fatídicos de tu horóscopo, espera el éxito de tus empresas, con tal que sepas unir la actividad que fecunda a la rectitud de espíritu que hace fructificar las obras.
El arcano cuarto, que también se designaba con la letra D, expresaba en el Mundo divino la realización perpetua y jerárquica de las virtualidades contenidas en el Ser absoluto; en el Mundo intelectual la realización de las ideas del Ser contingente por el cuádruple trabajo del espíritu: Afirmación, Negación, Discusión y Solución; en el Mundo físico la realización de los actos dirigidos por la ciencia de la Verdad, el amor a la Justicia, la fuerza de la Voluntad y el trabajo de los Órganos.
Figuraba este arcano un hombre cubierto con un casco coronado y sentado en una piedra cúbica con un cetro en la diestra y la pierna derecha doblada apoyándose en la otra en forma de cruz. La piedra cúbica figura del sólido perfecto, figuraba la obra humana llevada a cabo; el casco coronado era el emblema de la fuerza que ha conquistado el poder; aquel dominador en posesión del cetro de Isis y la piedra que la servía de trono representaban la materia avasallada y la cruz que trazaban sus piernas simbolizaba los cuatro elementos y la expansión de la potencia humana en todos sentidos.
Delante de este arcano oía el postulante:
- Recuerda, hijo de la tierra, que nada resiste a una voluntad firme que tiene por palanca la ciencia de lo verdadero y lo justo. Combatir para asegurar su realización es más que un derecho, es un deber. El hombre que triunfa en esta lucha no hace más que cumplir su misión terrestre; el que sucumbe adquiere sacrificándose la inmortalidad. Si aparece este arcano en tu horóscopo, piensa que la realización de tus esperanzas depende de un Ser más poderoso que tú: procura conocerle y obtendrás su apoyo.
El arcano E = 5 expresaba en el Mundo divino la Ley universal, reguladora de las manifestaciones infinitas del Ser en la unidad de sustancia; en el Mundo intelectual, la Religión, relación del Ser absoluto al Ser relativo, de lo Infinito a lo Finito y en el Mundo físico la inspiración comunicada por las vibraciones del fluido astral, la prueba del hombre por la libertad de acción en el círculo insuperable de la ley universal.
Figuraba este arcano la imagen del hierofante o Maestro de los Misterios sentado entre las dos columnas del santuario. Se apoyaba en una cruz de seis brazos y con el índice de la mano derecha trazaba sobre el pecho el signo del silencio.
A sus pies había dos hombres prosternados, el uno vestido de rojo y el otro de negro. El hierofante, intérprete supremo de la ciencia sagrada, representaba el Genio de las buenas inspiraciones del espíritu y de la conciencia; su gesto invitaba al recogimiento para que se oyera la voz del cielo en el silencio de las pasiones y los instintos de la carne. La columna de la derecha simbolizaba la ley divina, la de la izquierda la libertad de obedecer o desobedecer. La cruz, el emblema de Dios penetrando los tres mundos para hacer brotar en ellos todas las manifestaciones de la vida universal. Los dos hombres prosternados figuraban al genio de la luz y al de las tinieblas, sometidos al Maestro de los arcanos.
Aquí le decían al postulante:
- Recuerda, hijo de la tierra, que antes de decir si un hombre es feliz o desgraciado se ha de saber que uso ha hecho de su voluntad, pues todo hombre crea su vida a imagen de sus obras. El genio del Bien está a tu derecha y el del Mal a tu izquierda; solo tu conciencia oye su voz: recógete y te responderá.
El arcano VI, U, V = 6 expresaba en el Mundo divino la ciencia del Bien y el Mal; en el Mundo intelectual, el equilibrio entre la Necesidad y la Libertad y en el físico el antagonismo de las fuerzas naturales y el encadenamiento de las causas y los efectos.
Lo figuraba un hombre en pié e inmóvil colocado en el ángulo formado por la unión de dos caminos. Tenia fijas las miradas en el suelo y los brazos cruzados sobre el pecho. Dos mujeres, una a cada lado, le ponían la mano en el hombro, invitándole a tomar la una el camino de la derecha y la otra el de la izquierda.
Aquella llevaba una diadema de oro y representaba la virtud; ésta una corona de pámpanos y personificaba el Vicio tentador. Se cernía encima de este grupo el Genio de la Justicia en el seno de una aureola fulgurante, tendiendo su arco en ademan de disparar contra el Vicio la flecha del castigo. El conjunto de esta escena expresaba la lucha entre las pasiones y la conciencia.
Mientras lo contemplaba el postulante, le dirigían esta recomendación:
- Recuerda, hijo de la tierra, que para la generalidad de los hombres el atractivo del vicio tiene más prestigio que la austera belleza de la virtud. Si el arcano VI aparece en tu horóscopo, anda con tiento en tus resoluciones. Los obstáculos alzan barreras en el camino de la felicidad que buscas; los contratiempos te amenazan y tu voluntad vacila entre opuestos partidos. La indecisión es en todas las cosas más funesta que una mala elección. Avanza o retrocede, pero no vaciles y sabe que una cadena de flores cuesta más de quebrantar que una cadena de hierro.
El arcano VII - Z expresaba en el Mundo divino la dominación del Espíritu sobre la Naturaleza; en el intelectual el Sacerdocio y el Imperio y en el físico la sumisión de los elementos y las fuerzas de la Materia a la Inteligencia y al trabajo del hombre.
Lo figuraba un carro de guerra en forma cuadrada, con un dosel o baldaquino estrellado y sostenido por cuatro columnas. Iba en este carro un guerrero vestido con coraza y llevando la espada y el cetro en las manos y coronado de un círculo de oro con tres estrellas de cinco puntas.
Aquel carro simbolizaba la obra realizada por la Voluntad vencedora de los obstáculos y las cuatro columnas del dosel estrellado los cuatro elementos sometidos al maestro del cetro y la espada. En la cara cuadrada anterior del carro se veia una esfera sostenida por dos alas desplegadas, signo de la exaltación ilimitada de la potencia humana en lo infinito del espacio y el tiempo. La corona de oro en la frente del guerrero triunfante significaba la posesión de la luz intelectual que ilumina todos los arcanos de la Fortuna. Las tres estrellas simbolizaban la Potencia equilibrada por la Inteligencia y la Sabiduría. En la coraza había trazadas tres escuadras que significaban la rectitud de Juicio, de Voluntad y de Acción que da la Fuerza, de la cual era emblema aquella arma defensiva. La espada levantada era el signo de la Victoria. El cetro coronado de un triángulo simbolizaba el Espíritu; de un cuadrado, la Materia; de un círculo, emblema de la Eternidad, la perpetua dominación de la Inteligencia sobre las fuerzas de la Naturaleza. Tiraban de este carro dos esfinges; blanca la una y negra la otra, simbolizando la primera el Bien y la segunda el Mal, ambas servidoras del Mago que había triunfado de las pruebas.
Delante de este arcano le dirigían al postulante estas exhortaciones:
- Recuerda, hijo de la tierra, que el imperio del mundo pertenece a aquellos que poseen la soberanía del Espíritu, esto es, la luz que ilumina los misterios de la vida. Derribando los obstáculos destruirás a tus enemigos y conseguirás el logro de todos tus deseos, si avanzas con una audacia armada de la conciencia de tu derecho, mas cortadas figuraban la extinción de la vida o la destrucción de las doce casas del horóscopo y el triángulo invertido simbolizaba una catástrofe.
Delante de este cuadro oía el postulante que le dirigían estas recomendaciones:
- Recuerda, hijo de la tierra, que la abnegación es una ley divina de la cual nadie se halla dispensado; pero no esperes más que ingratitud de parte de los hombres. Ten siempre dispuesta tu alma a dar cuenta de sus actos al Eterno, pues si aparece este arcano en tu horóscopo, la muerte violenta tenderá sus lazos en tu camino. Pero si el mundo atenta a tu vida terrestre, no expires sin aceptar con resignación este decreto de Dios y sin perdonar a tus más crueles enemigos, pues aquel que no perdone acá abajo será condenado allende esta vida a una soledad eterna.
El arcano XIII, designado por la M = 30, expresaba en el Mundo divino el movimiento perpetuo de creación, destrucción y renovación; en el intelectual la ascensión del Espíritu a las esferas divinas y en el físico la muerte natural, o sea la trasformación de la naturaleza humana llegado el término de su último periodo orgánico.
Lo figuraba un esqueleto segando cabezas en un prado del cual brotaban por todas partes manos y pies de hombre a medida que la hoz iba haciendo su tarea.
Era el emblema de la destrucción y el renacimiento perpetuo de todas las formas del Ser en el dominio del tiempo.
Entonces le enderezaban al postulante las siguientes recomendaciones:
- Recuerda, hijo de la tierra, que las cosas terrestres duran poco tiempo y los más altos poderes son segados como la yerba de los campos. La disolución de tus órganos visibles acontecerá más pronto de lo que tú lo esperas; pero no la temas, pues la muerte no es más que la puerta de otra vida. El universo vuelve incesantemente a absorber todo lo que ha salido de su seno sin espiritualizarse.
Pero la emancipación de los instintos materiales por una libre y voluntaria adhesión de nuestra alma a las leyes del movimiento universal constituye en nosotros la creación de un segundo hombre, del hombre celeste y empieza nuestra inmortalidad.
El arcano XIV, que se designaba por la M y el número 50, expresaba en el Mundo divino el movimiento perpetuo de la vida; en el intelectual la combinación de las ideas que crean la vida moral y en el físico la combinación de las fuerzas de la Naturaleza.
Lo figuraba el genio del sol teniendo una urna en cada mano y echando de la una a la otra la savia conductora de la vida. Era el símbolo de las combinaciones que se operan sin cesar en todos los reinos de la Naturaleza.
Aquí le decían:
- Hijo de la tierra, consulta tus fuerzas no para retroceder ante tus obras, sino para destruir los obstáculos, como el agua cayendo gota a gota gasta la piedra más dura.
El arcano XV, designado por X = 6o, expresaba en el Mundo divino la Predestinación; en el intelectual, el Misterio y en el físico lo imprevisto, la Fatalidad.
Lo figuraba Seth, o sea Tifón, Genio de las catástrofes elevándose del fondo de un abismo incandescente y sacudiendo unas antorchas encima de dos hombres encadenados a sus pies. Era la imagen de la Fatalidad que estalla en ciertas existencias como la erupción de un volcán y envuelve a grandes y pequeños, fuertes y débiles, hábiles e imprevisores en la igualdad del desastre.
Al llegar á esta alegoría, le decían:
- Seas quien fueres, hijo de la tierra, contempla las añosas encinas que desafiaban el rayo y que el rayo despedazó después de haberlas respetado por más de un siglo. Cesa de creer en tu sabiduría y en tu fuerza si Dios no te ha permitido conseguir la clave de los arcanos que encadenan la Fatalidad.
El arcano XVI, representado por la O y el número 70 expresaba en el Mundo divino el castigo del orgullo; en el intelectual, el desfallecimiento del Espíritu que intenta penetrar el misterio de Dios y en el físico el derrumbamiento de la fortuna.
Lo figuraba una torre decapitada por el rayo. Un hombre coronado y otro sin corona, eran de ella precipitados, juntamente con las almenas destrozadas por el fuego celeste. Era el símbolo del conflicto de las fuerzas materiales, capaces de triturar a los grandes como a los pequeños, a los reyes como a los súbditos.
Era también el emblema de las rivalidades que no conducen por ambas partes sino a la común ruina, de los proyectos esterilizados, de las esperanzas desvanecidas, las empresas abortadas, las ambiciones destruidas y las muertes trágicas.
En frente de esta alegoría oía el postulante:
- Recuerda, hijo de la tierra, que toda prueba del infortunio aceptada con resignación a la suprema voluntad del Todopoderoso, es un progreso del cual serás eternamente recompensado. Sufrir es trabajar para emanciparse de la Materia y revestirse de inmortalidad.
El arcano XVII, que representaban las letras F, P = 80 expresaba en el Mundo divino la Inmortalidad; en el intelectual, la luz interior que ilumina el Espíritu y en el físico la Esperanza.
Lo figuraba una radiante estrella de ocho rayos rodeada de otras siete estrellas, todas brillando sobre una doncella desnuda que derramaba sobre el árido suelo los fluidos de la Vida universal contenidos en dos copas, la una de oro y la otra de plata. Cerca de ella había una mariposa posada en la corola de una rosa.
La doncella era el emblema de la Esperanza que derrama su rocío sobre nuestros días más tristes. Iba desnuda para significar que la esperanza nos queda cuando estamos despojados de todo. La estrella significaba la revelación de los Destinos cerrada con 7 sellos que son los 7 planetas representados por las otras 7 estrellas.
La mariposa era el símbolo de la resurrección allende la tumba.
Acompañaba a la contemplación de este cuadro la siguiente exhortación:
- Recuerda, hijo de la tierra, que la Esperanza es hermana de la Fe. Despójate de tus pasiones y tus errores para estudiar los misterios de la verdadera Ciencia y tendrás la posesión de su clave. Entonces brotará un rayo de la divina luz del santuario oculto para disipar las tinieblas de tu porvenir y enseñarte el camino de la felicidad. Sean cuales fueren las vicisitudes de tu existencia, no marchites jamás las flores de la Esperanza y cogerás los frutos de la Fe.
El arcano XVIII representado por T, S = 90 expresaba en el Mundo divino los abismos de lo Infinito; en el intelectual las tinieblas que rodean al espíritu cuando se somete al imperio de los instintos y en el físico los desengaños y los enemigos ocultos.
Lo figuraba un campo escasamente iluminado por los rayos de la luna escondida entre las nubes. Se elevaba una torre a cada lado de un sendero que iba a perderse en el desierto horizonte. Delante de la una había un perro agachado y en frente de la otra se veía otro perro ladrando a la luna. Entre estos animales se arrastraba un cangrejo. Simbolizaban las torres la falsa seguridad que no presiente los peligros ocultos, más temibles que los descubiertos.
La voz del Pastoforo decía entonces:
- Recuerda, hijo de la tierra, que aquel que arrostra lo desconocido corre a su ruina. Los espíritus hostiles figurados por el lobo le rodean de acechanzas, los espíritus serviles figurados por el perro le ocultan sus traiciones con pérfidas lisonjas y los espíritus perezosos figurados por el cangrejo contemplarán impasibles su ruina. Observa, escucha y sabe callar.
El arcano XIX, representado por la Q = 100 expresaba en el Mundo divino el cielo supremo, en el intelectual la Verdad sagrada y en el físico la dicha apacible.
Lo figuraba un sol radiante iluminando a dos niños, imagen de la inocencia, dándose la mano en medio de un círculo esmaltado de flores. Era el símbolo de la felicidad que prometen la sencillez de la vida y la moderación de los deseos.
Explicaba el Pastoforo esta alegoría, diciendo:
- Recuerda, hijo de la tierra, que la luz de los Misterios es un fluido formidable puesto por la Naturaleza al servicio de la Voluntad. Ilumina a los que saben dirigirla; pero abrasa a los que ignoran su poder o abusan de él.
El arcano XX, representado por K = 200 representaba el paso de la vida terrestre a la vida futura.
Lo figuraba un genio tocando la trompeta encima de una tumba, de la cual sallan un hombre, una mujer y un niño, símbolo colectivo de la trinidad humana.
Era signo del cambio que es el fin de todas las cosas, del Bien como del Mal.
- Recuerda, hijo de la tierra, decía el Pastoforo, que siempre es voluble la fortuna, por estable que parezca. La ascensión del alma es el fruto que debe sacar de sus pruebas sucesivas. Espera en el sufrimiento, pero desconfía en la prosperidad.
No te duermas en la pereza ni en el olvido. La rueda de la Fortuna se pondrá en movimiento cuando menos lo esperes y así puede elevarte como hacerte precipitar por la Esfinge.
El arcano O representado por la 8 = 300 figuraba el castigo que sigue a todas las faltas.
Lo figuraba un ciego cargado con un zurrón lleno que tropezaba en un obelisco roto y encima del cual había un cocodrilo con la boca abierta. Aquel ciego era el símbolo del hombre que se hizo esclavo de la Materia. Lo que llenaba el zurrón eran sus errores y sus faltas. El obelisco roto figuraba la ruina de sus obras y el cocodrilo era el emblema de una implacable fatalidad y de la inevitable Expiación.
El arcano supremo del Magismo era el XXI, representado por 7 = 400.
Lo figuraba una corona de rosas de oro rodeando una estrella y colocada en un círculo en torno del cual se veían equidistantes una cabeza humana, una cabeza de toro, otra de león y otra de águila. Era el signo que ostentaba el Mago ascendido al más alto grado de la iniciación y puesto por ella en posesión de un poder cuyos grados ascensionales no tienen más límites que su inteligencia y su sabiduría.
Después de mostrarle esta última alegoría, le decían al postulante:
- Recuerda, hijo de la tierra, que el imperio del mundo pertenece al imperio de la Luz, y que el imperio de la Luz es el trono que Dios reserva a la Voluntad santificada. La Felicidad es para el Mago el fruto de la ciencia del Bien y el Mal; pero Dios no permite coger este fruto imperecedero sino al hombre bastante dueño de sí mismo para acercarse a él sin codiciarlo.
Toda la enseñanza contenida en estos símbolos, la resumía luego el Pastoforo en los siguientes principios:
- La Voluntad humana ilustrada por la Ciencia y manifestada por la Acción, crea la Realización de un poder del cual usa o abusa según su buena o mala Inspiración en el círculo que le trazan las leyes del orden universal.
Después de haber dominado la Prueba que la impuso la divina Sabiduría, entra por su Victoria en posesión de la obra que ha creado y constituyendo su Equilibrio sobre el eje de la Prudencia domina las oscilaciones de la Fortuna. La Fuerza del hombre santificada por el Sacrificio que es la ofrenda voluntaria de sí mismo en el altar de la abnegación o de la expiación, triunfo de la Muerte y su divina Trasformación, elevándole allende la tumba en las regiones serenas de un progreso infinito opone la realidad de una inmortal Iniciativa a la eterna mentira de la Fatalidad. El curso del tiempo se mide por ruinas; pero allende cada Ruina se ve reaparecer la aurora de la Esperanza o el crepúsculo de los desengaños.
El hombre aspira sin cesar a lo que huye de él, y el sol de la Felicidad no sale para él sino detrás de la tumba, después de la Renovación de su ser por la muerte, que le abre una esfera más alta de voluntad, de inteligencia y de acción.
Finalmente, toda voluntad que se deja gobernar por los instintos del cuerpo, hace acto de abdicación de su ingénita libertad, condenándose de este modo a la Expiación del gran error que en ello cometió. Por el contrario, toda voluntad que se une a Dios para manifestar la Verdad y obrar la Justicia, entra ya desde esta vida a participar del poder divino sobre todos los seres y todas las cosas, lo cual constituye la Recompensa eterna de los espíritus emancipados.
Hemos trascrito íntegra la descripción de estos arcanos por lo notabilísimas que son estas máximas, tan idóneas para formar generaciones vigorosas de espíritu.
Se comprende la superioridad intelectual y moral de la clase de los Magos, considerando que algo había de enseñarse de estas severas doctrinas a los escogidos para participar del conocimiento de los Misterios.
Decimos algo porque saltan a la vista las analogías que presentan estos principios comparados con los del Cristianismo, fenómeno que, a nuestro entender, tiene dos satisfactorias explicaciones, pues por un lado encierran grandes verdades que el sentido de los hombres no ha podido desconocer en ningún tiempo, y por otra parte no es posible echar en olvido que la aparición de la escuela neoplatónica, a la cual se atribuye gran parte de estas ideas, es posterior a la del Cristianismo.
No deja de ser un estudio curioso y que sumerge la mente en contemplaciones de imponderable atractivo, el de esa exposición de principios en la cual se ven revueltas y confundidas una vaga reminiscencia de la Fatalidad antigua, el espiritualismo pagano de Platón, la doctrina estoica de la impasibilidad y los preceptos evangélicos de la resignación y la caridad cristiana. Hasta se ve una reminiscencia del Apocalipsis en la estrella cerrada por otras siete del arcano XVII, que recuerda aquel famoso libro cerrado con siete sellos de que nos habla S. Juan en el cap. V y siguientes y del cual han dicho los comentadores que representaba el Libro perfecto, o en otros términos la Escritura.