martes, 26 de junio de 2018

LA ASTROLOGÍA Y LOS FALSOS ORÁCULOS


No hemos de caer en la vulgaridad ni incurrir en la injusticia de tildar de supersticiosos o de impostores a cuantos se consagraron al cultivo de la magia en las remotas edades. La ciencia, aun la verdadera, la única digna de este nombre, ha sido oculta, o como diríamos ahora monopolizada, mientras la división de castas ha levantado infranqueables barreras entre las clases sabias y ese vulgo ignorante del cual nos habla Quinto Curcio con tan notable desenfado.
 
Explicarle a esta muchedumbre indocta las causas y la trascendencia de los fenómenos que le llenaban de admiración, sin sentirse capaz de comprender su índole y genuina significación, habría sido para los privilegiados de la ciencia un verdadero sacrilegio. Hoy que esta es patrimonio de todos y fruto del esfuerzo individual unido a la libre y colectiva actividad de las generaciones, nos cuesta mucho trabajo comprender que hayan podido existir semejantes misterios en mengua de la humana dignidad y del progreso de los pueblos; pero este asombro, sin duda muy justificado, no puede ser parte a impedir que sea este un hecho rigurosamente histórico, reproducido en varias civilizaciones por espacio de muchos siglos.

Hay más aun: en aquellos climas espléndidos de Oriente en cuya tibia atmósfera se desarrollan con tan prodigiosa fecundidad los más copudos árboles, los más frondosos arbustos, las más aromáticas flores de la tierra; en donde las aves ostentan más vistoso plumaje y las selvas están pobladas de los más arrogantes y majestuosos modelos del reino zoológico, el hombre exclusivamente consagrado  a la meditación ha de sentir por necesidad subyugada su mente por la irresistible influencia de aquella poesía incomparable que de todas partes hace brotar la pródiga naturaleza.
 
Es este un fenómeno que se revela en todas las obras de la imaginación oriental. Ahora bien: ¿seria absurdo suponer que el sacerdote convencido de hallarse en posesión de las grandes verdades religiosas y científicas, cuyo conocimiento estaba vedado al común de los mortales, sintiese vacilar su buen sentido en sus noches de solitaria contemplación, y que al escudriñar los infinitos espacios de aquel firmamento purísimo, llegase a figurarse que el mismo Creador se dignaba revelar a tan privilegiada criatura los arcanos de lo por venir? ¿Seria absurdo suponer que en esas horas de indecible arrobamiento llegase a confundir la austera embriaguez que es la preciada recompensa del estudioso, con la engañosa ilusión del visionario hasta el punto de creerse en relación directa e inmediata con el Alina del Universo, madre de todas las manifestaciones de la vida? Por nuestra parte creemos que no.

Sea como fuere, conviene no echar en olvido al tratar de la ciencia astronómica de los egipcios, que si bien ellos comunicaron a Grecia y a Roma las teorías astrológicas, créese fundadamente que no llegaron a cultivar con éxito completo la astronomía hasta que llegó a su mayor desenvolvimiento la escuela de Alejandría.
 
Esta aserción se apoya en dos razones que no dejan de tener mucho peso: es la primera la de que son griegas las figuras de las constelaciones y no tienen la menor analogía con los bajos-relieves del antiguo Egipto, y la segunda el hecho tan elocuente de no tener sino once signos el Zodíaco entre los griegos hasta el siglo III antes de J. C, lo cual no deja de quitar una gran parte de su prestigio de antigüedad al horóscopo que anteriormente describimos.

También conocieron los egipcios la superstición de los oráculos, siendo celebérrimo el de Buto, diosa antiquísima en la cual vieron los griegos una representación de la Noche, el Caos y las Tinieblas.

En la villa que llevaba el nombre de esta deidad, le edificaron un grandioso templo cuyos pórticos tenían diez brazas de altura. Cerca de este templo había un lago muy extenso y profundo, y en él una isla que decían ser flotante, en la cual crecían sin cultivo muchísimas palmeras y otros árboles frutales. Buto escondió allí a Horus cuando lo buscaba Set para matarlo y no sabia Isis cómo preservarlo de su saña. Como se ve, la diosa Buto representaba un importantísimo papel en la leyenda principal de la mitología egipcia. Herodoto confunde, al tratar de este oráculo, a Isis y Horus con Deméter y Apolo.

No era este el único oráculo que se conocía y veneraba en Egipto, y lo prueba una tradición referente al rey Amasis:
 
Era este soberano de extirpe plebeya y al principio de su reinado dieron sus súbditos en despreciarle por la humildad de su origen; pero él, que tenia el entendimiento agudo y el genio perseverante, apeló a un ingenioso ardid para granjearse su estima. Entre otros objetos de gran precio, se veía en su palacio un gran lebrillo de oro, en el cual solían lavarse los pies el monarca y los magnates que comían a su mesa. Lo hizo fundir y lo trasformó en la estatua de un dios que mandó colocar en el sitio más visible de la ciudad. Se juntó al punto el gentío para admirarla y todos le tributaron culto.

No bien lo supo Amasis, cuando mandó que compareciesen a su presencia los murmuradores, y después de haberles declarado la procedencia del ídolo, les dijo:

- Lo mismo me pasa a mí: yo antes era plebeyo; pero ahora soy vuestro rey y os invito a tributarme el honor y el respeto que me debéis.

Ante la fuerza de tan sutil argumento, cesaron desde aquel día las murmuraciones.

Tenia este monarca la costumbre de chancearse con sus cortesanos y dedicar a frívolos pasatiempos los ratos que le dejaban libres las tareas de la gobernación del Estado, y como se atreviesen algunos de sus amigos a reprocharle esta conducta como indigna de un gran rey, les replicó:

- ¿No sabéis que el arco no se tiende sino cuando es preciso, porque de otro modo se rompería? Lo mismo es el hombre: si se aplicase constantemente a cosas serías sin tomar ningún descanso ni consagrar ningún rato al esparcimiento del ánimo, acabaría por volverse loco o idiota. Por esto me place repartir el tiempo entre los negocios serios y los placeres.

Estas dos anécdotas parecen demostrar que el tal Amasis tenia un carácter eminentemente filosófico; mas la Historia nos lo pinta como un rematado calavera.

Parece ser que cuando Amasis no era más que un simple particular, huía sistemáticamente de toda ocupación seria y nada le gustaba tanto como beber y holgar y derrochar el tiempo en francachelas y jolgorios. Como esto le salía muy caro y no siempre se hallaba en disposición de pagar sus placeres al contado y él no tenia bastante fuerza de voluntad para privarse de ellos, robaba cuanto podía. Alguna vez hubieron de quejarse los perjudicados y negando él descaradamente el delito, le llevaron ante el oráculo del lugar, el cual unas veces lo condenó y otras lo absolvió, declarándolo puro de toda mancha.
 
En cuanto se hubo sentado en el trono, despreció a los dioses que le hablan declarado inocente, descuidó sus templos y no quiso ofrecerles ningún sacrificio, juzgándolos indignos de todo culto porque eran falsos oráculos; pero tuvo por buenos y veneró muchísimo a los que le habían condenado.
 
 
 

lunes, 25 de junio de 2018

ATRIBUCIONES Y OBLIGACIONES DEL APRENDIZ MASÓN


La iniciación da a los Aprendices los derechos y privilegios de los Masones a excepción de los que están reservados a los Compañeros y Maestros porque a estos grados pertenecen prerrogativas y conocimientos mas extensos.

Los Aprendices tienen derecho de asistir a todas las asambleas de su grado, y de dar su sufragio cada vez que el escrutinio circule para la iniciación de un profano a los misterios del orden, o para la filiación de un Hermano.

Cada vez que vayan a la Logia tienen el derecho de repasar los borradores de los asientos de su grado, y de leer el catecismo y el código de las leyes, que el H.·. secretario está obligado a confiarles, y que le devolverán antes de salir del local. Por su deseo de instruirse con el conocimiento de las leyes y en todo lo que sea concerniente a su grado, señalarán su celo y su amor por la Masonería.

El grado de Aprendiz es un estado de prueba en el que el nuevo iniciado debe hallar en las Logias de este grado poderosos motivos para inclinarlo a la practica de las obligaciones impuestas al Masón, tanto en la Logia como entre los profanos.
 
Debe también reflexionar maduramente sobre la Masonería en general, y particularmente sobre el intento moral de su grado; resumiendo entonces sus reflexiones sobre el papel se las comunicará a su padrino o al Orador de la Logia. En dicho resumen evitará emplear una vana ostentación de ciencia, y se contentará con explicar sus ideas con claridad y precisión, para probar con ella que estaba bien penetrado del asunto que trataba.

Los Aprendices están obligados a asistir a todas las sesiones de su grado, y particularmente a las Logias de instrucción, a menos que obligaciones importantes no se lo impidan y en este caso dará sus justificaciones a la logia.

El Aprendiz está privado del derecho de proponer por si mismo profanos a la iniciación aunque los considere muy dignos de ser admitidos en la sociedad posiblemente no lo están para darlos a conocer al Masón, por lo que ha de hacerlo ante el Maestro, el que considerando y atendiendo a las buenas cualidades del sujeto propuesto se encargará de la proposición y de la responsabilidad.

Si ha cumplido exactamente con sus deberes en el tiempo fijado por los reglamentos generales para todo Aprendiz puede estar bien persuadido que conseguirá sin dificultad el segundo grado Simbólico.

Aunque los Aprendices están privados del de hablar en la Logia no obstante se les permite hacer proposiciones, por medio de segunda persona, que será un Maestro en que tenga confianza.

AL APRENDIZ MASÓN:

La moral de los Masones es la escuela de las mas bellas virtudes; todo Masón que haya recogido toda la pureza que encierran las máximas esenciales del orden deseando hacer de ellas la regla constante de sus acciones y de su conducta, podrá sin fanatismo asegurar que si todos los hombres fueran Masones, renacería de nuevo el decantado siglo de oro, en la belleza y amenidad de las costumbres y en las obras de beneficencia que el amor fraternal construiría.
 
En una palabra: la institución Masonería no es otra cosa que una sociedad de hombres que procuran hacer felices a los que les rodean haciéndolos mejores de lo que son.

No basta el ser introducido en una Logia ni el conocer las palabras, el signo y el tocamiento de un grado para llamarse propiamente Masón. Lo que constituye sobre todo al Masón es el convencimiento y conocimiento de sí mismo, y solo por un trabajo constante podrá llegar a concebir con el desarrollo de sus ideas lo que es un verdadero Masón, por esto en nuestros talleres nos hablan continuamente de trabajar, y todos nuestros emblemas no son sino instrumentos u obras maestras que no pudieron ejecutarse sin los mismos instrumentos que han servido para trazar sus justas proporciones.

La ociosidad se debe tener en horror entre los Masones, pero el trabajo es nada si no le precede el estudio y la meditación. El nuevo Masón se debe penetrar de la obligación que contrajo cuando se recibió como tal acordándose a todas horas que la sociedad no busca miembros inútiles porque corromperían todo lo bueno de ella.
 
Semejante á la abeja industriosa, cada uno debe llevar a su Taller que es el panal o centro común, el fruto de su labor. Trabajando para todos trabaja también para sí, pues participa al mismo tiempo del producto recogido por todos sus Hermanos si su poca experiencia no le permite elevarse a lo mas alto del edificio del corte R.·.
 
Le basta al principio estudiar y meditar sobre los misterios que se le han hecho vislumbrar, examinando con cuidado todo lo que le han hecho hacer, leyendo, estudiando con asiduidad y meditando el catecismo de su grado. Cada palabra, cada articulo, cada número, contiene un sentido oculto que son otros tantos eslabones que se deben unir para formar una sola cadena; poco a poco con el estudio y la meditación levantará el velo que cubre nuestros misteriosos emblemas y los principios de moral que descubrirá en ellos, le servirán de base para las virtudes que debe practicar, para poder un día tener el justo y verdadero título de Masón.
 
 
 

LOS SIETE ESPÍRITUS INTERMEDIOS


Escritores dotados de verdadera despreocupación científica han afirmado categóricamente que los Magos han sido en todos tiempos los fieles guardadores de las verdades científicas y que lejos de admitir la indeclinable influencia de una ciega fatalidad, veían en los fenómenos del mundo físico y moral un lógico encadenamiento de causas y efectos, revelación de la Sabiduría y Omnipotencia infinitas del Sumo Hacedor.
 
Estudiando luego sus doctrinas tradicionales, profesadas por varios pueblos de Oriente, han hecho notar que los siete espíritus de los libros herméticos no son más que los siete Devas de la India, los siete Amschaspands de Persia, los siete Angeles mayores de la Caldea, los Sephiroth de la Cábala hebraica y los siete Arcángeles que S. Juan declara en el Apocalipsis haber visto ante el trono del Altísimo. Prescindiendo de este último ejemplo, no negaremos la verosimilitud de esa teoría que hace derivar esa coincidencia de una tradición perpetuada en Oriente a través de los siglos.


Por lo demás, no necesitamos recordar a nuestros lectores que esa doctrina de los espíritus intermedios, mensajeros y ejecutores de la divina voluntad, es completa e irreprochablemente ortodoxa. A este propósito es imposible echar en olvido las notables palabras de Dionisio el Areopagita:

«Los Serafines contemplan en Dios la bondad suprema; los Querubines la verdad absoluta; los Tronos la justicia. Por medio de los Serafines nos inspiró Dios el amor a toda perfección; por los Querubines nos comunica la verdad religiosa y moral; por los Tronos ejerce sobre nosotros la justicia. Las Dominaciones gobiernan las funciones que los Angeles desempeñan con respecto a nosotros. Los Principados vigilan a los caudillos de los pueblos. Las Potestades contienen los esfuerzos de los demonios que trastornarían el mundo. Por las dominaciones se manifiesta la majestad de Dios; por los Principados, su reinado; por las Potestades, su providencia tutelar. Las Virtudes obran las maravillas de la creación; los Arcángeles son los mensajeros de los decretos divinos y los Angeles nos siguen, invisibles, pero siempre presentes, hasta el término de nuestra carrera.

Debemos ponernos en comunión con los Angeles por nuestra obediencia; con los Arcángeles por nuestro celo en estudiar la ley divina; con las Virtudes por nuestra compasión hacia los que sufren; con las Potestades por nuestra resistencia a las tentaciones; con los Principados por nuestra humildad; con las Dominaciones por nuestro imperio sobre nosotros mismos; con los Tronos por nuestra justicia; con los Querubines por la elevación de nuestra alma en la concepción de la sabiduría divina y por último con los Serafines por nuestra universal caridad.»


Ya se deja comprender que una clase tan convencida de la excelencia y superioridad de sus conocimientos y dotada de tan singulares privilegios necesariamente había de adoptar toda suerte de precauciones para que estos no se desvaneciesen generalizándose por efecto de la traición o de la imprudencia. Así habían tenido la previsión de hacer dictar una ley por la cual se vedaba bajo las penas más severas a los iniciados la propagación de los misterios que les habían sido revelados al agregarlos a la clase sacerdotal.


 
«Los egipcios, ha dicho Clemente de Alejandría, no revelan sus misterios a todos indistintamente; no manifiestan a los profanos las verdades que recelosamente ocultan; no las confian sino a aquellos que están destinados a ejercer un día el gobierno del Estado y a algunos de sus sacerdotes considerados como los más recomendables por su educación, su saber y sus buenas calidades. »



sábado, 23 de junio de 2018

DISCURSO PARA LA RECEPCIÓN DE UN APRENDIZ MASÓN


Hermano Mío:

Cuando abriste tus ojos a la luz, una infinidad de objetos nuevos para el entendimiento humano se presentaron delante de tus ojos: las diversas circunstancias de tu recepción, las pruebas a que te has sometido, los viajes que has hecho, y los adornos del Templo en que te hallas, son emblemas que necesariamente deben haber excitado tu curiosidad. Voy, Hermano mío, a hacer lo posible para satisfacerte haciéndote ver una parte de nuestros misterios.
 
Entregado a manos desconocidas y puesto en un lugar donde la imagen de nuestra disolución está por todas partes repetida, debes haberte penetrado de la nada de las grandezas humanas; el orgullo y la ambición, esos fantasmas tras los cuales corren todos ciegamente, deben haber perdido en tu corazón todo su aliciente, descorriendo de tu razón el velo con que cubren sus defectos, y dejando en cambio sus esqueletos descarnados por los vicios, para darte a mostrar el escollo que debes evitar cuidadosamente por ser adonde vienen a estrellarse todas nuestras pasiones y deseos desordenados.


¿En aquella obscura y silenciosa morada, has reflexionado profundamente Hermano mío? ¿Has concentrado tu espíritu en ti mismo? ¿Has pensado en tu existencia desde el momento en que has comenzado a figurar sobre la tierra, y en el que tendrás que desaparecer de su superficie?

¿La reflexión y la meditación te ha inclinado a creer, que cuando dejes tu mortal despojo, tendrás que abandonar para siempre tus parientes, tus amigos y todo lo que mas amas en el mundo? ¿No vino la dulce, la halagüeña idea de la inmortalidad del alma a derramar en tus sentidos un bálsamo salutífero y consolatorio? ¿No te ha penetrado el Gran Arquitecto del Universo con un rayo de su benéfica luz?

Si, Hermano mío, queremos creerlo, tus virtudes, la regularidad de tus costumbres en tu conducta pasada, tu firme resolución de ver la Lux, nos es un garante seguro que el Supremo Hacedor te ha mirado con benevolencia.

Debes haber sentido que existía en ti una pequeña partícula del principio generativo, que pronto o tarde se debe unir al gran todo, del cual es una parte. Sobre esta profunda verdad Hermano mío, debes dirigir todas tus reflexiones para que meditando sobre ella te procures la luz que ha de acabar de ilustrarte.

La Masonería, cuyo origen se pierde en los siglos mas remotos tiene por intento el reunir a todos los hombres, que penetrados de la necesidad de ocuparse en la virtud y en los medios de propagar la dulce y sana moral que nos enseña, quieran trabajar en esta obra meritoria, con toda la tranquilidad, calma y recogimiento que merece; para apartar los profanos cuya ceguedad, ignorancia y vicios hubieran necesariamente embarazado nuestros augustos trabajos, hemos tenido que envolvernos en misterios, símbolos y signos, que ningún sentido presentará a los que no están admitidos en ellos, pero que pueden traer siempre a la memoria de los verdaderos Masones, su conducta y su deber.

Recorriendo los objetos representados en cuadro que tienes bajo la vista, voy a descubrirte parte de nuestros emblemas; con perseverancia, celo y exactitud, podrás un día conocer lo que no puedo revelarte en este momento.

El conjunto de este cuadro, representa el Templo de Salomón. Bien sabes que aquella obra maestra de las artes, aquella maravilla del mundo, ha sido considerada como un monumento perfecto; sobre semejante modelo debemos elevar el Templo de la virtud. Para hacernos dignos de ella, no debemos solamente valernos de cuidados y precauciones, sino trabajar asiduamente con celo y ardor, esforzándonos en hacernos perfectos, que es el único medio de lograr nuestro intento.

La copa amarga con que has sido refrigerado, te anuncia que no llegarás sin obstáculos; pero como la amargura no te ha impedido bebería hasta la hez, lograrás también con la fuerza y perseverancia vencer los obstáculos que puedan detenerte un momento.

El Ven.·. M.·. confiriéndote el grado de Apren.·. M.·. que has merecido por la constancia con que has soportado las pruebas necesarias a tu recepción, te ha dado ya a conocer la Columna J.·. que debes percibir al Sept.·. ya que este es el punto de reunión de los Aprendices.

Las granadas que coronan el capitel y cuyas numerosas pepitas ves, te designan claramente la fecundidad de la naturaleza. Todavía no te es permitido subir las cinco gradas que preceden el enlosado mosaico, pero presumiendo bastante de tu celo por el trabajo, para creer que con tu inteligencia llegarás a él un día, debes ahora detenerte en la tercera grada para los tres pasos de Apren.·. que te han sido enseñados.

El número ternario debe presentar a tu imaginación diversos objetos que han de ocupar siempre el espíritu del verdadero Masón, los tres signos de la naturaleza, las tres Columnas, inmóviles que sostienen el edificio Masón, la Sabiduría, la Fortaleza, y la Hermosura; las tres Luces del Templo, las tres palabras del Evangelio, tocad, buscad, y pedid. En fin Hermano mío, la Divinidad, la Naturaleza, y el Hombre.

Observa ahí pues, una parte de la mina fecunda que este número simbólico te da a examinar y profundizar. Este trabajo, se te ha indicado solamente, semejante a la piedra bruta que estás viendo, no sacarás de él ningún fruto, si por el trabajo y el bruñido no le das la forma que debe tener.


Debes fácilmente divisar en lo alto del cuadro, los dos astros que se presentan uno en pos de otro para iluminar el planeta que habitamos: el uno con su luz propia, y el otro por reflexión. De este modo verás que el Masón nunca está en las tinieblas: siempre tiene fijos los ojos sobre el Gran Arquitecto del Universo, le mira como su guía, y se dirige por él.

Esos globos resplandecientes nos presentan el mas bello ejemplo que debemos seguir; si la verdad de sus luces benéficas nos penetra con sus rayos, hagamos de modo que nuestras almas a imitación del astro de la noche, reflecten sobre los HH.·. que están en las tinieblas, una porción de aquellas luces que ha prodigado con nosotros.

Para esto H.·. mío es menester que la dulce amistad nos una; que la igualdad representada por el nivel, sea una de las verdades que sientas fuertemente. Aquí todos somos iguales, hijos de la misma madre, es decir de la naturaleza fecunda, no se reconocen ninguna de aquellas distinciones profanas que solo ensoberbecen a los fatuos y a los que no saben o no pueden decorarse con sus propias virtudes; en una palabra, si tratas de encontrar entre nosotros al mas grande, busca al mas virtuoso.

El compás, emblema de la precisión y de la exactitud, prescribe a los verdaderos Masones (por el circulo que traza) el no emprender nada que no sea justo, sino después de haber reflexionado maduramente su proyecto, y haberlo examinado desde la superficie hasta el centro, a fin de estar casi seguro de lograr el intento propuesto.

El fleco dantelado que decora el remate del cuadro, es el emblema de los vínculos que deben unir y estrechar alertamente todos los Masones esparcidos sobre la tierra, para dirigirles hacia el mismo intento; examina la perpendicular, que ella te indicará claramente por el punto adonde va dirigida que todo viene de arriba.

Mira aquí Hermano mío la base y fundamento de la Masonería, queremos erigir templos a la virtud, pero nuestros trabajos se perderán quedando sin efecto, si no tenemos mucha indulgencia para con nuestro prójimo. El Masón que construye edificios materiales, se sirve de la llana para igualar y encubrir los defectos de su obra. Así nosotros elevando el Templo dedicado a la virtud debemos hacer uso de la llana para ocultar los defectos de los HH.·. que puedan deslucir este lugar sagrado; por este medio purificaremos nuestros corazones para que cuando llegue el día de la disolución del hombre mortal, pueda el hombre inmortal deshacerse sin trabajo de su despojo terrestre, para unirse puro y sin tacha al primer principio de donde dimana.

Entre tanto elevemos nuestros corazones con tranquilidad y fervor hacia la Divinidad y repitamos por tres veces:

¡Gloria al Gran Arquitecto del Universo!



LOS COMIENZOS DE LA ASTROLOGÍA


En Babilonia los astrólogos gozaban de un crédito muy especial entre los Magos, así por sus conocimientos verdaderamente científicos, como por el ostentoso aparato con que habían sabido revestir sus teorías acerca de la relación misteriosa que suponían existir entre los astros y los fenómenos acaecidos en nuestro suelo.
 
Se ha dicho que ellos hablan inventado el Zodíaco, cuyos doce signos eran regidos por otras tantas divinidades que presidian respectivamente los doce meses del año; que cada uno de estos meses los dividieron en tres partes, presididos por otras tantas estrellas.
 
Había divinidades encargadas de la dirección de los sucesos que acontecían sobre la superficie de la tierra y otras que velaban por lo que pasaba debajo de ella. El planeta más venerado por la excelencia de sus revelaciones, era Saturno, según Diodoro de Sicilia.

Según la relativa posición de los planetas con respecto a las constelaciones del Zodíaco, predecían los astrólogos los futuros destinos de las personas que iban a consultarles para conocer la suerte que les esperaba en este valle de lágrimas.

Todo esto es ya muy conocido. Tampoco diremos nada nuevo al recordar que los caldeos, como los hindús y en general todos los pueblos orientales, creían hallar la profética revelación de lo venidero, no solo en los incidentes acaecidos en los sacrificios, sino hasta en los más insignificantes sucesos, que por interesada superchería y aun a veces por verdadera superstición consideraban como agüeros favorables o adversos que el cielo enviaba a los mortales.

En Egipto se consagraron los hombres ilustrados con tanto entusiasmo a la astrología, que merced a las muchas analogías que tuvo entre ellos esta ciencia con la de los caldeos, llegó a discutirse con mucho empeño a cuál de estos pueblos debía atribuirse tan maravilloso descubrimiento.

Habían los egipcios consagrado los días y los meses del año a diversas divinidades y se reputaron sobresalientes en el arte de sacar el horóscopo de los hombres por la observación de las conjunciones de los astros, prediciendo la suerte de los que les consultaban y la clase de muerte que les esperaba. Fueron también muy diligentes en la observación de los prodigios y llevados de un inmoderado afán de generalizar anotaban los acontecimientos que en pos de ellos sucedían, convencidos de que en iguales circunstancias hablan de reproducirse puntualmente los mismos fenómenos.

Sin embargo, en Egipto no había adivinos inspirados y de oficio como entre los griegos, sino que se reservaba este cometido a la casta sacerdotal, intérprete de los dioses.

Como quiera que sea, ello es positivo que el nombre más ilustre que puede citarse en la materia, es el del famosísimo Hermes, al cual llamaron los antiguos Trismegisto, que quiere decir tres veces grande. A él atribulan los egipcios la invención de la astronomía y las ciencias ocultas y muy especialmente le veneraron en todos tiempos los alquimistas como en su lugar lo veremos. Se le ha considerado generalmente como la verdadera personificación del sacerdocio egipcio y aunque se tienen por apócrifos los libros a él atribuidos, no dejan por esto de ser una preciosa recopilación de las teorías admitidas por el sacerdocio del antiguo Egipto.

Ya hemos visto el extraordinario prestigio de que disfrutaban estos entre todas las clases de la sociedad. Con todo, nada puede dar a nuestro juicio una idea más justa de la consideración que disfrutaban en la antigua edad, que la curiosa anécdota que refiere Quinto Curcio en el libro IV de su Vida de Alejandro.

Dice de este modo el gran historiador:

«Después de haber acampado el rey dos días en aquel lugar mandó que anunciasen su marcha para el día siguiente. Pero al llegar la noche, estando claro y sereno el firmamento vio apagándose la luz de la luna, apareciendo por momentos este astro como manchado y tinto en sangre. Como esto acontecía precisamente la víspera de librarse una gran batalla, cuyo éxito era objeto de general preocupación, todo el ejército se sintió profundamente turbado por un religioso sentimiento que no tardó en convertirse en verdadero espanto.


Clamaban todos a porfía que el cielo hacia aparecer visiblemente las señales de su cólera, que contra la voluntad de los dioses se les llevaba a las extremidades de la tierra; que los ríos se oponían a su paso y los astros les negaban su ordinaria claridad; que no encontraban más que desiertos y espantosas soledades y que era insensato que para satisfacer la vanidad de un solo hombre tantos millares de hombres hubiesen de prodigar su sangre, y que esto era aun mucho más desagradable tratándose de un caudillo que menospreciaba su patria, que renegaba de su padre y pretendía pasar por un Dios.

Estos murmullos habrían sin duda terminado convirtiéndose en una verdadera sedición; pero Alejandro, que era hombre a quien nada de este mundo podía admirar, hizo llamar a su tienda a los jefes principales del ejército y ordenó a los adivinos egipcios a quienes creía más versados en la ciencia de los astros que le manifestasen su parecer acerca de aquel suceso.

Ellos, que sabían muy bien que los cuerpos celestes tienen sus revoluciones y sus periodos y que el eclipse de luna se realiza cuando la oscurece la sombra de la tierra, no explican al vulgo el secreto de su arte y se contentaron con afirmar categóricamente que el sol era favorable a los griegos y la luna propicia a los persas y que esta no se eclipsaba jamás sin amenazar a estos pueblos con una terrible calamidad; lo que apoyaron con muchos ejemplos tomados de la historia de los reyes de Persia, de los cuales dijeron que los eclipses de luna hablan sido siempre para ellos mensajeros de sangrientas derrotas. 


No hay nada tan poderoso como la superstición para enfrentar al populacho. Por inconstante y furioso que sea, basta que turbe su ánimo una vana imagen de religión para que obedezca mucho mejor a los adivinos que a sus caudillos. No bien se hubo divulgado entre las tropas esta respuesta de los egipcios, cuando de improviso renacieron las esperanzas y se reanimó el valor en todos los corazones.»

 

DISCURSO PARA LA RECEPCIÓN DE UN COMPAÑERO MASÓN


Hermano Mío:

Con un trabajo constante y asiduo hemos logrado dar una forma regular a la piedra bruta, emblema del grado de Aprendiz. Guiados por esta primera luz que se representa en la estrella flamígera, hemos penetrado hasta el centro de la piedra misteriosa, para descubrir desde ella, el principio de nuestros trabajos, que aunque muy simples, ofrecen a los espíritus mas ilustrados, un objeto digno de su admiración, meditación, e investigaciones.

En vano el hombre se elevaría hasta lo mas eminente de la naturaleza si no recapacita todos los puntos que ha recorrido, para conocerse a sí mismo. Desconociendo este principio, merece nuestra piedad, porque entregado a la orgullosa presunción, irá con su delirio, hasta olvidarse de las leyes mas sagradas.

Este cuadro representa Hermano mío, casi los mismos emblemas que el del grado de Aprendiz; la diferencia que percibís en él consiste en las cinco gradas que os conducen a las puertas del Templo, a la entrada del cual veis una piedra cúbica en lugar de una bruta, que en vuestro primer grado os representaba el Caos; en fin, ya veis todo el circuito del Templo iluminado por los rayos brillantes de la estrella flamígera. Estos nuevos emblemas serán para ti, de un precio inestimable, si con profundas meditaciones llegas a comprender los verdaderos principios de la grande obra de la sabiduría.


Como el arte mecánico que sirve de emblema a nuestros trabajos, requiere que el que lo profese tenga el conocimiento necesario de la Geometría práctica; así es, que nosotros no podemos ejecutar el plan de arquitectura que se nos ha confiado, sin el conocimiento de la quinta ciencia, esto es la geometría simbólica; por ella sacarás en claro que nuestro Templo no se puede elevar sino bajo la reunión de las proporciones mas exactas en todas las partes del edificio; y verás por fin, que las piedras cúbicas y simbólicas que están destinadas a formarlo, deben ser exactamente examinadas por nuestros Arquitectos, antes de sentarlas; por temor de que conteniendo irregularidades, puedan causar la ruina total del Templo.

Con la geometría ignorada de los profanos hemos sondado la profundidad del Templo, y medido su alto y todas sus dimensiones; por sus leyes, han guardado simetría todos los ornamentos con que se ha decorarlo cada una de sus partes, con los emblemas propios para descubrir al sabio meditador el intento de nuestros trabajos; por este arte se han levantado las Columnas de Bronce; con los números que contiene, se han adornados sus capiteles de granadas y embellecido el conjunto de olorosos lirios. En fin, por la geometría se conoce la medida y el peso de las palabras de la sabiduría.

Sube con confianza las cinco gradas que te conducen al Templo donde todo profano tiembla al llegar; y ayudado de nuestra Sublime Geometría apura todos tus recursos para llegar a conocer con perfección el número; porque sin este conocimiento tan necesario, J.·. y B.·. serán para ti un misterio impenetrable.

Por nuestros institutores se nos ha ensenado que el número cinco es el de la unión y del matrimonio, compuesto de 2 y 3 números par e impar. En efecto, acuérdate que nuestro Templo es el emblema del universo, y que dos substancias constituyen todos los seres por medio de tres principios. Estas dos substancias son el cielo y la tierra; que estas, teniendo por agentes los tres principios, forman un conjunto armonioso, en la producción de todos los mixtos o compuestos de la naturaleza. En fin estos tres principios constitutivos de los seres están representados por las tres Columnas, Sabiduría, Fuerza, y Belleza, que sostienen el Templo.

Este número cinco aumentado en dos porciones iguales, forma el 10, que es el complemento de toda perfección: el 1, representa al G.·. A.·. D.·. U.·. y el 0, la inmensidad de su poder; porque el círculo no tiene ni principio ni fin.

La cifra X de los Romanos, representa del mismo modo un emblema muy precioso para los Masones, porque desmontándola, poniéndola y analizándola, forma un sentido distinto. Separando los dos brazos y levantando uno de ellos perpendicularmente y sentando el otro horizontal en su extremidad, se forma la letra L; unidos en ángulos, la letra V; y cruzados, la letra X, las que unidas, forman la voz latina LVX, Luz. Así pues, por el arte Geométrico obtendrás el conocimiento de esta luz increada que da la inteligencia y la vida: pero estos números, son números racionales, nunca los profanes considerándolos materialmente, pues como tales pueden servir solo a usos profanos. Esta demostración será inútil si nos limitamos a el conocimiento abstracto de la luz, pero volvamos a su principio y sigámosle en sus progresos, a fin de poder recoger toda su sabiduría que es el último y mas perfecto resultado de sus producciones.

Esa estrella resplandeciente es el emblema de la luz que procede del G.·. A.·. D.·. U.·. y para darnos a conocer su principio, se ha puesto en su centro la letra G, que indica el nombre de Dios, Gibor Elshim, cuyo significado es, Dios fuerte, creador de los elementos y de lo mas perfecto.

Sin la Geometría, en vano comenzarías la obra de la sabiduría que debes perfeccionar; en vano intentarás erigir un templo simbólico, pues todo quedaría sin efecto: para conseguirlo toma la perpendicular y elévate hacia al verdadero principio de la luz, esto es hacia el G.·. Arq.·. D.·. U.·. del cual recibimos la inteligencia que nos hace penetrar todos los secretos de la naturaleza.

Esta estrella es pues, la luz que aclara todo hombre que viene al mundo, y luce en medio de las tinieblas, no como fuego fatuo, sino como el centro de donde dimana toda.


Ella hermosea y adorna toda la naturaleza; a ella debemos el fuego de la imaginación, los dichos agudos, la sublimidad de los pensamientos, la profundidad del juicio; en una palabra, todo lo que caracteriza la inteligencia del hombre. Es el principio del movimiento y de la vida; compone todos los cuerpos, los perfecciona, los multiplica y los destruye, para darles una forma nueva y mas perfecta que la primera; como se ve en el gusano de seda, cuando lo saca de la tumba donde estaba sepultado, para hacerle gozar una segunda vez, del beneficio de sus rayos. En su primer estado era un animal vil, pesado y proscrito con inclinaciones terrestres, condenado al trabajo, reducido a arrastrarse y a ramonear con ansia los alimentos mas groseros, ofreciendo a la vista un exterior feo y asqueroso. Llega el momento de su regeneración, convertido en Mariposa, y es la agilidad misma, no le detiene la tierra, pues parece que la mira con desprecio. Adornado con los mas bellos colores, no se alimenta sino de miel y rocío, este dulce licor con el cual se embriaga, la hace mas ligera, fuerte, atrevida y alegre; agita blandamente sus alas, y con vuelo rápido y sinuoso, anda de un cabo a otro, llanuras inmensas, vergeles y prados sembrados de flores; se columpia en el aire, donde la influencia de la luz es mas abundante, y parece cuando despliega sus alas brillantes y ligeras, que quiere elevarse hasta el santuario del Ser Supremo para rendirle homenaje por la vida que recibió de él.

Parece que la abeja industriosa no va a sacar su alimento del cáliz aromático de las flores sino para producir la materia que perpetua la claridad de la luz, cuando la noche quiere ocultárnosla. Esta materia tan pura como la esencia de las flores de donde saca su existencia, que se emplea en el culto de los templos de los Dioses, y que alimenta la llama que se reduce en vapor, se confunde con el humo del incienso que se ofrece a la Divinidad en holocausto, para volver a la región de la luz, como su primer origen.

Cuando después del invierno aparece la hermosa primavera, ostenta a nuestra vista los mixtos, cuerpos y substancias que ha ido preparando silenciosamente debajo de los velos. En cada flor despliega sus libreas en los colores que las embellecen y que nos presenta en su arco iris. La modificación de sus rayos produce el lustre y el olor de la rosa, el sabor de los frutos, la blancura del lirio, y la púrpura del amaranto. Esta misma modificación aparece en las piedras preciosas, pues en algunas de ellas la luz ha concentrado su resplandor. En una palabra, es  fuente de la vida y de la salud; y si os dedicáis al bien de la humanidad, debéis hacer un estudio particular de ella.

Cuando nos pintan la sabiduría, le ponen sobre la cabeza una lengua de fuego y en el pecho un sol resplandeciente. Pero la sabiduría según dice Salomón no gusta arraigarse sino con los hijos de los hombres; en vosotros mismos tenéis la obra de la luz.

¡HH.·. míos! elevemos nuestros espíritus hacia su creador, y démosle las debidas gracias por el don tan precioso con que nos ha dotado. A la luz debe toda la naturaleza su existencia; por ella se hacen las combinaciones cuyo resultado es la armonía de todos los cuerpos existentes. Esta luz está combinada con una esencia sutil que se evapora, y sin la cual nada opera, esta esencia es la humedad radical de los cuerpos.

Sea pues esta esencia el objeto de nuestras observaciones; ocultas bajo la corteza de la piedra bruta, se libra de sus prisiones por el trabajo asiduo de obreros laboriosos y sufridos, que forman de ella la piedra cúbica con punta. Informe en el primer grado, se prestaba a todas las formas y figuras que se le quisieran dar; pero ahora con la asistencia de la luz, se ofrece a tus ojos bajo una forma regular, como recompensa debida a tus trabajos.

El orden os acaba de conferir Hermano mío un nuevo grado, que en los tiempos primitivos solo se otorgaba después de cinco años de Aprendizaje. Sin hacer valer este favor como una gracia, se lisonjea este Resp.·. cuerpo que no olvides nunca que el Compañero debe dar prueba de su adhesión a nuestra sociedad; bien sea comunicándole sus luces, o viniendo a agotar en sus fuentes los principios y conocimientos que ignores; sin que padezca tu amor propio creyéndote superior a aquellos mismos principios y conocimientos.

Redobla tu celo y actividad Hermano mío; medita con madurez los emblemas de nuestro arte; acuérdate que la parábola no tiene sino un verdadero sentido, pero que se puede interpretar de diferentes maneras.

La explicación que te damos de nuestros emblemas te parecerá quizá errónea, porque estamos obligados a ocultarte en parte su verdadera interpretación cuyo descubrimiento debe ser el fruto de tu trabajo, de tu inteligencia y sobre todo de tu veneración por todo lo que lleve el carácter augusto de aquella sabiduría, cuyo santuario es este Templo, y nosotros sus verdaderos ministros.

Ejercita nuestro espíritu, buscando la verdad. El atleta solo adquiere fuerza y vigor con un ejercicio continuo; así mismo no se desenvuelve el espíritu de un sabio, no se enriquece de conocimientos, sino a fuerza de un trabajo infatigable. El hilo que ha de servirte de guía en el laberinto confuso de tu entendimiento ya se te ha puesto presente para que por su medio puedas llegar al conocimiento de esta estrella misteriosa, que te guiará, como guiaba a los magos cuando buscaban al Señor de la naturaleza, al conocimiento de sus obras, y de ti mismo.






jueves, 21 de junio de 2018

LAS CONSTELACIONES DEL ZODÍACO Y EL DESTINO DE LOS HOMBRES



El nombre más ilustre que puede citarse en materia astrológica, es el del famosísimo Hermes, al cual llamaron los antiguos Trismegisto, que quiere decir tres veces grande. A él atribulan los egipcios la invención de la astronomía y las ciencias ocultas y muy especialmente le veneraron en todos tiempos los alquimistas como en su lugar lo veremos. Se le ha considerado generalmente como la verdadera personificación del sacerdocio egipcio y aunque se tienen por apócrifos los libros a él atribuidos, no dejan por esto de ser una preciosa recopilación de las teorías admitidas y explotadas por el sacerdocio del antiguo Egipto.
 
No hay duda que los sacerdotes egipcios conservaron su extraordinario ascendiente sobre la sociedad con el prestigio maravilloso de sus adivinaciones y el imponente aparato que empleaban para iniciar en los misterios sagrados a las pocas personas a las cuales juzgaban dignas de tan insigne distinción.

El erudito autor de la Historia de la Magia,  nos ha dado noticias muy concretas y precisas acerca de la disposición del zodíaco como libro profético y respecto a la teoría del horóscopo, que él define diciendo que es el cuadro figurativo de los signos y radiaciones misteriosas, cuyas combinaciones explicadas por una doctrina general y tradicional permiten presentir desde el nacimiento de un niño los bienes y los males de que se compondrá su existencia.

Para mayor claridad de su descripción la hace ir acompañada de extensas explicaciones acerca del que se llamó con toda propiedad el planisferio del cielo fatídico, haciendo notar que presenta la zona circular del zodíaco dividida en sus doce partes iguales o Casas, cada una de las cuales contiene un signo y su número correspondiente, desde Aries que es el primero, hasta Piscis que es el último.

Esta zona se subdivide por una cruz, cuya extremidad superior, que corresponde al número X, señala el centro del cielo o sea el zenit. La extremidad inferior, que corresponde al número IV, señala el fondo del cielo, el hipogeo, el nadir. Los brazos de la cruz, señalan a la izquierda el oriente, que corresponde al número I y a la derecha el occidente que corresponde al número VII.

Los arcanos de la Casa I, Punto cardinal de oriente, contienen, según nos explica el mismo autor, las probabilidades de longevidad, el misterio del temperamento físico y de las aptitudes intelectuales y morales.

La Casa II recibe los arcanos del bien material de la riqueza en numerario de las ganancias producidas por el trabajo, la industria o el juego.

En la Casa III se encuentra todo lo concerniente a las relaciones entre hermanos, hermanas y próximos parientes; las relaciones contraídas a poca distancia y los pequeños viajes.

La Casa IV, en el fondo del cielo, punto cardinal del Septentrión, recoge cuanto hace relación al padre, a la madre, los antepasados, las cosas ignoradas u ocultas y la propiedad del suelo.

La Casa V pertenece a los presagios de buena fortuna venidera, a las ligeras satisfacciones de la existencia y a la procreación de los hijos.

La Casa VI contiene el pronóstico de las enfermedades más o menos graves, de las tribulaciones más o menos serias que puede encontrar el hombre según su condición social en sus relaciones con los subalternos, súbditos, servidores o vecinos.

La Casa VII, punto cardinal de occidente, abraza todo lo relativo a las alianzas en general y al matrimonio en particular, encontrándose en ella, por la analogía de los contrarios, todo lo referente a las contestaciones, los procesos, las enemistades declaradas y la guerra.

En la Casa VIII, se encuentra la respuesta a las preguntas relativas a la muerte natural o violenta y a las esperanzas de heredar o de recibir imprevistas donaciones.

En la Casa IX, se hallan respuestas correspondientes a las cuestiones religiosas y a los viajes remotos por mar y tierra.

La Casa X, punto culminante del horóscopo, revela el destino ascendente o precipitado; todo lo relativo a los honores y dignidades, las probabilidades de elevación y de estabilidad y las de decadencia y ruina.

En la Casa XI, se agrupan las relaciones de amistad, de benevolencia, de favor o de apoyo.

Por último, en la Casa XII se encuentran las persecuciones, las prescripciones, el cautiverio, el destierro, los grandes infortunios de toda especie, los enemigos ocultos y sus asechanzas.

Hay en este dibujo una estrella de doce puntas trazada por cuatro triángulos equiláteros y concéntricos, cuyos vértices corresponden a las casas y a los números I, IV, VII y X, esto es, a los cuatro puntos cardinales indicados por la cruz central.

Estos triángulos tienen por objeto las Triplicidades, es decir, las tres fases generales y sucesivas de la vida: la infancia, la juventud, la edad madura y la vejez, puntos cardinales de la existencia humana.


Es fácil observar que siguiendo las Casas por el orden indicado, se encuentran clasificadas en ellas como en una serie rigurosamente lógica, los fenómenos que suelen acompañar al hombre desde la cuna al sepulcro, todas las satisfacciones que embelesan su corazón, todas las luchas y contrariedades que amargan su espíritu en su azarosa peregrinación sobre la tierra.




LA INICIACIÓN A LOS MISTERIOS EGIPCIOS. SIGNIFICADO DEL TAROT EN LA INICIACIÓN

 
Vamos a explicar algo de lo que acerca de las antiguas iniciaciones que refiere Jámblico, filósofo neo-platónico, discípulo de Porfiro y profesor en Alejandría que floreció a fines del siglo III y a principios del IV de la era cristiana.

Este escritor mezcló la magia a su filosofía mística, jactándose de conocer el modo de poner en comunicación al hombre con Dios o con los demonios y de poseer el don de obrar prodigios. Se ha conservado de él un libro referente a los Misterios de los egipcios y que se ha creído pertenecer antes a su escuela que a él mismo. Como quiera que sea, la obra contiene pormenores por todo extremo interesantes, que creemos oportuno dar a conocer sucintamente a nuestros lectores.

Parece ser que la famosa esfinge de Gizeh daba entrada a los escondidos subterráneos cuya puerta de bronce abrían tan solo los magos y por la cual se penetraba en unos sombríos e intrincados corredores que llegaban hasta la gran pirámide.


 
Cuando se presentaba un postulante solicitando la honra de ser iniciado en los Misterios y se le concedía esta gracia por unanimidad de votos, los dos iniciados más antiguos le llevaban de noche y vendados de ojos a la misteriosa puerta, le hacían descender una escalera espiral practicada en la peña viva y al píe de la cual se abría otra nueva puerta de bronce dando entrada a una sala circular en donde sus dos conductores le decían al postulante que se hallaba al borde de un abismo y que no podían pasar adelante hasta que se hubiese echado un puente levadizo desde la margen opuesta de aquella sima.

Entonces los dos sacerdotes vestían dos túnicas de lino blanco, dos cinturones, uno de oro y otro de plata y ocultaban sus facciones el uno con una cabeza de león y el otro con una cabeza de toro. Las túnicas simbolizaban la pureza del mago, las máscaras dos signos del Zodíaco y el oro y la plata eran metales consagrados al sol y la luna, astros que aquellos signos recordaban.

De repente se oía un grande estrépito y aparecía un espectro que blandiendo una hoz gritaba:

- ¡Ay del profano que viene a turbar la paz de los muertos!

Al mismo tiempo los sacerdotes arrancaban la venda que cubría los ojos del postulante. Si éste no retrocedía ante una triple sorpresa tan inesperada, le felicitaban por su valor anunciándole que iba a sufrir otra prueba más difícil y en la cual debía aquilatarse su humildad.
 
En seguida le entregaban una lámpara y tocando un resorte hacían girar una plancha de bronce, detrás de la cual se veía un corredor tan bajo y angosto que solo era posible pasar por él andando a gatas y sus conductores le instaban a vencer con viril resolución los temores que debía infundirle aquel pasaje, símbolo de la estrechez y tinieblas del sepulcro. Le besaban deseándole un buen viaje y la plancha de bronce volvía a cerrarse con estridente ruido en tanto que una voz lúgubre, cuyas palabras repetía muchas veces el eco, gritaba:

- ¡Aquí perecen los insensatos que ambicionan la ciencia y el poder!

Como si todo esto no fuera bastante aun para trastornar el ánimo mejor templado, el postulante notaba muy pronto que aquel extraño corredor se prolongaba formando un plano inclinado como si condujese a las mismas entrañas de la tierra.

Después de un buen rato de terror, de indecisión y de tardío arrepentimiento, aquel corredor iba ensanchándose y parecía al mismo tiempo que su techo se iba elevando por grados. Sin embargo, nada ganaba con esto el cuitado, pues su vista azorada veía desde lejos que aquel lóbrego camino le llevaba hasta el borde de un gran cráter en forma de cono invertido, cuyo interior era liso y tan reluciente que brillaba como el acero al pálido resplandor de la lámpara. Entonces, terminado ya el corredor, encontraba el postulante una escala de hierro, por la cual bajaba por la sencilla razón de que no le era dado hacer otra cosa.

Se armaba de valor mientras descendía por ella; mas al llegar al último peldaño notaba que el cono terminaba en un pozo abierto; subía otra vez aterrado por el peligro y entonces veía una abertura dentro de la cual se descubrían algunos escalones; entraba en ella y se hallaba en un camino que en forma de espiral se desenvolvía en la roca y que le conducía a una verja de bronce al través de la cual podía contemplar una extensa galería sostenida a entrambos lados por una docena de cariátides y en cuyos muros había pintados varios frescos representando personajes y símbolos misteriosos, iluminados por una línea de trípodes de bronce colocada en el centro de la galería.

Un mago, al cual llamaban Pastoforo o guardián de los símbolos sagrados, abría entonces la verja, felicitando al postulante por su denuedo y por la protección que la diosa Isis le dispensaba; mas también le advertía que aun le esperaban nuevos peligros que confiaba sabría vencer con su probada intrepidez.

Luego le mostraba los cuadros de la galería, revelándole la oculta significación de cada uno.

Del conjunto de aquellos arcanos deducía la Magia que la ciencia de la voluntad era principio de toda sabiduría y manantial de todo poder y que cada uno de ellos era la fórmula de una ley de la actividad humana en su relación con las fuerzas espirituales y las fuerzas materiales cuya combinación produce los fenómenos de la vida.

El primer arcano se designaba con la letra A, equivalente al número 1 y era la expresión del Ser absoluto en el Mundo divino. En el Mundo intelectual la unidad era principio y síntesis de los números, y la Voluntad, principio de los actos. En el Mundo físico representaba al Hombre, el más privilegiado de los seres relativos, llamado a elevarse por una perpetua expansión de sus facultades en las esferas concéntricas de lo Absoluto.

Figuraba este arcano el Mago, tipo del hombre perfecto, es decir, en plena posesión de sus facultades físicas y morales. Le representaban en píe, actitud de la voluntad que va a proceder a la acción, vestido de una túnica blanca, imagen de la pureza original o reconquistada y llevando a la cintura una serpiente que se mordía la cola, símbolo de la eternidad.


 
Ceñía su frente una diadema de oro que simbolizaba la circunferencia universal en que gravitan las cosas creadas, en tanto que el metal de que estaba formada era emblema de la luz.
 
Tenía en la diestra un cetro de oro, como signo de mando y lo elevaba al cielo para indicar la aspiración a la ciencia, la sabiduría y la fuerza y señalaba la tierra con el índice de la mano izquierda para significar que la misión del hombre perfecto es reinar sobre el mundo material. También denotaban estas actitudes que la voluntad humana debe reflejar acá abajo la voluntad divina para producir el bien e impedir el mal.
 
Delante del Mago había una piedra cúbica, encima de la cual se veían una copa, una espada y un siclo, moneda de oro que tenia una cruz grabada en el centro. La copa significaba la mezcla de las pasiones que contribuyen a la felicidad o a la desgracia según sabemos dominarlas o nos dejamos dominar por ellas. La espada simbolizaba el trabajo, la lucha que atraviesa los obstáculos y las pruebas que nos hace sufrir el dolor. El siclo figuraba las aspiraciones realizadas, las obras llevadas a cabo, la suma de potencia conquistada por la perseverancia y la eficacia de la voluntad. La cruz, sello de lo infinito, representaba la futura ascensión de esta potencia en las esferas de lo futuro.

Cuando el postulante había contemplado este cuadro, le decía el Pastoforo:

- Recuerda, hijo de la tierra, que el hombre debe, como Dios, obrar sin descanso. No querer nada, no hacer nada, no es menos funesto que querer o hacer el mal. Si aparece el Mago entre los signos fatídicos de tu horóscopo, anuncia que una firme voluntad y la fe en ti mismo guiadas por la razón y el amor a la justicia te conducirán al término que quieres alcanzar y te preservarán de los peligros del camino.

El arcano II que designaban la B y el número 2, expresaba en el Mundo divino la conciencia del ser absoluto que abraza, los tres términos de toda manifestación: el tiempo pasado, el presente y el venidero; en el Mundo intelectual, el Binario, reflejo de la unidad y la ciencia, percepción de las cosas visibles e invisibles; en el Mundo físico la Mujer, molde del hombre y unificándose con él para cumplir un destino igual.

Figuraba este arcano una mujer sentada al dintel del templo de Isis, entre dos columnas. La de la derecha era roja, significando el espíritu puro y su luminosa ascensión encima de la materia. La columna de la izquierda era negra y figuraba la noche del caos y el cautiverio del espíritu impuro en los lazos de la materia. La mujer estaba coronada de una tiara que tenia en la punta la media luna y la envolvía un velo cuyos pliegues caían sobre su rostro. Llevaba al pecho la cruz solar y tenia sobre las rodillas un libro abierto medio escondido bajo el manto.

Este simbolismo personificaba la ciencia oculta que espera al iniciado en los umbrales del santuario de Isis para comunicarle los secretos de la Naturaleza universal. La cruz solar significaba la fecundación de la materia por el espíritu, al par que como sello de lo infinito significaba que la ciencia procede de Dios y que es ilimitada como su fuente. El velo representaba que la verdad se oculta a las miradas de la curiosidad profana. El libro medio escondido bajo el manto quería decir que los misterios no se revelan sino en la soledad al sabio que se recoge silencioso en la plena y tranquila posesión de sí mismo.

Al mostrarle este cuadro le decía el Pastoforo:

- Recuerda, hijo de la tierra, que el espíritu se ilustra buscando a Dios con los ojos de la Voluntad. Con ella hizo Dios la luz que inunda el espacio y con ella debe el hombre buscar la manifestación de la verdad y el logro del bien. Si aparece en tu horóscopo este arcano, llama con resolución á las puertas de lo venidero y te serán abiertas, pero estudia mucho tiempo el camino que vas á emprender. Vuelve el rostro al Sol de Justicia y alcanzarás la ciencia de lo verdadero.

Calla tus designios para sustraerlos a la contradicción de los hombres.

Señalaban el tercer arcano la C y el número 3 y expresaba la Potencia suprema equilibrada por la Inteligencia eternamente activa y la Sabiduría absoluta.

Esto en el Mundo divino, pues en el intelectual representaba la fecundidad universal del Ser y en el Mundo físico la germinación de los actos emanados de la Voluntad.

Figuraba este arcano la imagen de una mujer sentada en el centro de un sol radiante, coronada de doce estrellas y con los pies apoyados en la luna. Era la personificación de la fecundidad universal. El sol era el emblema de la potencia creadora, la corona estrellada simbolizaba con el número doce el de las Casas, o estaciones que recorre este astro anualmente en torno de la zona zodiacal. Esta mujer que era en suma la Isis celeste o la Naturaleza, llevaba un cetro coronado de un globo, signo de su perpetua acción sobre las cosas nacidas y por nacer.

En la otra mano llevaba una águila símbolo de las alturas en las cuales puede el espíritu cerner su vuelo. La luna que tenia bajo sus pies figuraba la infinidad de la Materia y su dominación por el Espíritu.

Al llegar a este arcano le decían al postulante:

- Recuerda, hijo de la tierra, que afirmar lo que es verdadero y querer lo que es justo ya es crear, y afirmar y querer lo contrario es condenarse a sí mismo a la destrucción.

Si el arcano tercero se manifiesta entre los signos fatídicos de tu horóscopo, espera el éxito de tus empresas, con tal que sepas unir la actividad que fecunda a la rectitud de espíritu que hace fructificar las obras.

El arcano cuarto, que también se designaba con la letra D, expresaba en el Mundo divino la realización perpetua y jerárquica de las virtualidades contenidas en el Ser absoluto; en el Mundo intelectual la realización de las ideas del Ser contingente por el cuádruple trabajo del espíritu: Afirmación, Negación, Discusión y Solución; en el Mundo físico la realización de los actos dirigidos por la ciencia de la Verdad, el amor a la Justicia, la fuerza de la Voluntad y el trabajo de los Órganos.

Figuraba este arcano un hombre cubierto con un casco coronado y sentado en una piedra cúbica con un cetro en la diestra y la pierna derecha doblada apoyándose en la otra en forma de cruz. La piedra cúbica figura del sólido perfecto, figuraba la obra humana llevada a cabo; el casco coronado era el emblema de la fuerza que ha conquistado el poder; aquel dominador en posesión del cetro de Isis y la piedra que la servía de trono representaban la materia avasallada y la cruz que trazaban sus piernas simbolizaba los cuatro elementos y la expansión de la potencia humana en todos sentidos.

Delante de este arcano oía el postulante:

- Recuerda, hijo de la tierra, que nada resiste a una voluntad firme que tiene por palanca la ciencia de lo verdadero y lo justo. Combatir para asegurar su realización es más que un derecho, es un deber. El hombre que triunfa en esta lucha no hace más que cumplir su misión terrestre; el que sucumbe adquiere sacrificándose la inmortalidad. Si aparece este arcano en tu horóscopo, piensa que la realización de tus esperanzas depende de un Ser más poderoso que tú: procura conocerle y obtendrás su apoyo.

El arcano E = 5 expresaba en el Mundo divino la Ley universal, reguladora de las manifestaciones infinitas del Ser en la unidad de sustancia; en el Mundo intelectual, la Religión, relación del Ser absoluto al Ser relativo, de lo Infinito a lo Finito y en el Mundo físico la inspiración comunicada por las vibraciones del fluido astral, la prueba del hombre por la libertad de acción en el círculo insuperable de la ley universal.

Figuraba este arcano la imagen del hierofante o Maestro de los Misterios sentado entre las dos columnas del santuario. Se apoyaba en una cruz de seis brazos y con el índice de la mano derecha trazaba sobre el pecho el signo del silencio.

A sus pies había dos hombres prosternados, el uno vestido de rojo y el otro de negro. El hierofante, intérprete supremo de la ciencia sagrada, representaba el Genio de las buenas inspiraciones del espíritu y de la conciencia; su gesto invitaba al recogimiento para que se oyera la voz del cielo en el silencio de las pasiones y los instintos de la carne. La columna de la derecha simbolizaba la ley divina, la de la izquierda la libertad de obedecer o desobedecer. La cruz, el emblema de Dios penetrando los tres mundos para hacer brotar en ellos todas las manifestaciones de la vida universal. Los dos hombres prosternados figuraban al genio de la luz y al de las tinieblas, sometidos al Maestro de los arcanos.

Aquí le decían al postulante:

- Recuerda, hijo de la tierra, que antes de decir si un hombre es feliz o desgraciado se ha de saber que uso ha hecho de su voluntad, pues todo hombre crea su vida a imagen de sus obras. El genio del Bien está a tu derecha y el del Mal a tu izquierda; solo tu conciencia oye su voz: recógete y te responderá.

El arcano VI, U, V = 6 expresaba en el Mundo divino la ciencia del Bien y el Mal; en el Mundo intelectual, el equilibrio entre la Necesidad y la Libertad y en el físico el antagonismo de las fuerzas naturales y el encadenamiento de las causas y los efectos.

Lo figuraba un hombre en pié e inmóvil colocado en el ángulo formado por la unión de dos caminos. Tenia fijas las miradas en el suelo y los brazos cruzados sobre el pecho. Dos mujeres, una a cada lado, le ponían la mano en el hombro, invitándole a tomar la una el camino de la derecha y la otra el de la izquierda.

Aquella llevaba una diadema de oro y representaba la virtud; ésta una corona de pámpanos y personificaba el Vicio tentador. Se cernía encima de este grupo el Genio de la Justicia en el seno de una aureola fulgurante, tendiendo su arco en ademan de disparar contra el Vicio la flecha del castigo. El conjunto de esta escena expresaba la lucha entre las pasiones y la conciencia.

Mientras lo contemplaba el postulante, le dirigían esta recomendación:

- Recuerda, hijo de la tierra, que para la generalidad de los hombres el atractivo del vicio tiene más prestigio que la austera belleza de la virtud. Si el arcano VI aparece en tu horóscopo, anda con tiento en tus resoluciones. Los obstáculos alzan barreras en el camino de la felicidad que buscas; los contratiempos te amenazan y tu voluntad vacila entre opuestos partidos. La indecisión es en todas las cosas más funesta que una mala elección. Avanza o retrocede, pero no vaciles y sabe que una cadena de flores cuesta más de quebrantar que una cadena de hierro.

El arcano VII - Z expresaba en el Mundo divino la dominación del Espíritu sobre la Naturaleza; en el intelectual el Sacerdocio y el Imperio y en el físico la sumisión de los elementos y las fuerzas de la Materia a la Inteligencia y al trabajo del hombre.

Lo figuraba un carro de guerra en forma cuadrada, con un dosel o baldaquino estrellado y sostenido por cuatro columnas. Iba en este carro un guerrero vestido con coraza y llevando la espada y el cetro en las manos y coronado de un círculo de oro con tres estrellas de cinco puntas.

Aquel carro simbolizaba la obra realizada por la Voluntad vencedora de los obstáculos y las cuatro columnas del dosel estrellado los cuatro elementos sometidos al maestro del cetro y la espada. En la cara cuadrada anterior del carro se veia una esfera sostenida por dos alas desplegadas, signo de la exaltación ilimitada de la potencia humana en lo infinito del espacio y el tiempo. La corona de oro en la frente del guerrero triunfante significaba la posesión de la luz intelectual que ilumina todos los arcanos de la Fortuna. Las tres estrellas simbolizaban la Potencia equilibrada por la Inteligencia y la Sabiduría. En la coraza había trazadas tres escuadras que significaban la rectitud de Juicio, de Voluntad y de Acción que da la Fuerza, de la cual era emblema aquella arma defensiva. La espada levantada era el signo de la Victoria. El cetro coronado de un triángulo simbolizaba el Espíritu; de un cuadrado, la Materia; de un círculo, emblema de la Eternidad, la perpetua dominación de la Inteligencia sobre las fuerzas de la Naturaleza. Tiraban de este carro dos esfinges; blanca la una y negra la otra, simbolizando la primera el Bien y la segunda el Mal, ambas servidoras del Mago que había triunfado de las pruebas.

Delante de este arcano le dirigían al postulante estas exhortaciones:

- Recuerda, hijo de la tierra, que el imperio del mundo pertenece a aquellos que poseen la soberanía del Espíritu, esto es, la luz que ilumina los misterios de la vida. Derribando los obstáculos destruirás a tus enemigos y conseguirás el logro de todos tus deseos, si avanzas con una audacia armada de la conciencia de tu derecho, mas cortadas figuraban la extinción de la vida o la destrucción de las doce casas del horóscopo y el triángulo invertido simbolizaba una catástrofe.

Delante de este cuadro oía el postulante que le dirigían estas recomendaciones:

- Recuerda, hijo de la tierra, que la abnegación es una ley divina de la cual nadie se halla dispensado; pero no esperes más que ingratitud de parte de los hombres. Ten siempre dispuesta tu alma a dar cuenta de sus actos al Eterno, pues si aparece este arcano en tu horóscopo, la muerte violenta tenderá sus lazos en tu camino. Pero si el mundo atenta a tu vida terrestre, no expires sin aceptar con resignación este decreto de Dios y sin perdonar a tus más crueles enemigos, pues aquel que no perdone acá abajo será condenado allende esta vida a una soledad eterna.

El arcano XIII, designado por la M = 30, expresaba en el Mundo divino el movimiento perpetuo de creación, destrucción y renovación; en el intelectual la ascensión del Espíritu a las esferas divinas y en el físico la muerte natural, o sea la trasformación de la naturaleza humana llegado el término de su último periodo orgánico.

Lo figuraba un esqueleto segando cabezas en un prado del cual brotaban por todas partes manos y pies de hombre a medida que la hoz iba haciendo su tarea.

Era el emblema de la destrucción y el renacimiento perpetuo de todas las formas del Ser en el dominio del tiempo.

Entonces le enderezaban al postulante las siguientes recomendaciones:

- Recuerda, hijo de la tierra, que las cosas terrestres duran poco tiempo y los más altos poderes son segados como la yerba de los campos. La disolución de tus órganos visibles acontecerá más pronto de lo que tú lo esperas; pero no la temas, pues la muerte no es más que la puerta de otra vida. El universo vuelve incesantemente a absorber todo lo que ha salido de su seno sin espiritualizarse.

Pero la emancipación de los instintos materiales por una libre y voluntaria adhesión de nuestra alma a las leyes del movimiento universal constituye en nosotros la creación de un segundo hombre, del hombre celeste y empieza nuestra inmortalidad.

El arcano XIV, que se designaba por la M y el número 50, expresaba en el Mundo divino el movimiento perpetuo de la vida; en el intelectual la combinación de las ideas que crean la vida moral y en el físico la combinación de las fuerzas de la Naturaleza.

Lo figuraba el genio del sol teniendo una urna en cada mano y echando de la una a la otra la savia conductora de la vida. Era el símbolo de las combinaciones que se operan sin cesar en todos los reinos de la Naturaleza.

Aquí le decían:

- Hijo de la tierra, consulta tus fuerzas no para retroceder ante tus obras, sino para destruir los obstáculos, como el agua cayendo gota a gota gasta la piedra más dura.

El arcano XV, designado por X = 6o, expresaba en el Mundo divino la Predestinación; en el intelectual, el Misterio y en el físico lo imprevisto, la Fatalidad.

Lo figuraba Seth, o sea Tifón, Genio de las catástrofes elevándose del fondo de un abismo incandescente y sacudiendo unas antorchas encima de dos hombres encadenados a sus pies. Era la imagen de la Fatalidad que estalla en ciertas existencias como la erupción de un volcán y envuelve a grandes y pequeños, fuertes y débiles, hábiles e imprevisores en la igualdad del desastre.

Al llegar á esta alegoría, le decían:

- Seas quien fueres, hijo de la tierra, contempla las añosas encinas que desafiaban el rayo y que el rayo despedazó después de haberlas respetado por más de un siglo. Cesa de creer en tu sabiduría y en tu fuerza si Dios no te ha permitido conseguir la clave de los arcanos que encadenan la Fatalidad.

El arcano XVI, representado por la O y el número 70 expresaba en el Mundo divino el castigo del orgullo; en el intelectual, el desfallecimiento del Espíritu que intenta penetrar el misterio de Dios y en el físico el derrumbamiento de la fortuna.

Lo figuraba una torre decapitada por el rayo. Un hombre coronado y otro sin corona, eran de ella precipitados, juntamente con las almenas destrozadas por el fuego celeste. Era el símbolo del conflicto de las fuerzas materiales, capaces de triturar a los grandes como a los pequeños, a los reyes como a los súbditos.

Era también el emblema de las rivalidades que no conducen por ambas partes sino a la común ruina, de los proyectos esterilizados, de las esperanzas desvanecidas, las empresas abortadas, las ambiciones destruidas y las muertes trágicas.

En frente de esta alegoría oía el postulante:

- Recuerda, hijo de la tierra, que toda prueba del infortunio aceptada con resignación a la suprema voluntad del Todopoderoso, es un progreso del cual serás eternamente recompensado. Sufrir es trabajar para emanciparse de la Materia y revestirse de inmortalidad.

El arcano XVII, que representaban las letras F, P = 80 expresaba en el Mundo divino la Inmortalidad; en el intelectual, la luz interior que ilumina el Espíritu y en el físico la Esperanza.

Lo figuraba una radiante estrella de ocho rayos rodeada de otras siete estrellas, todas brillando sobre una doncella desnuda que derramaba sobre el árido suelo los fluidos de la Vida universal contenidos en dos copas, la una de oro y la otra de plata. Cerca de ella había una mariposa posada en la corola de una rosa.

La doncella era el emblema de la Esperanza que derrama su rocío sobre nuestros días más tristes. Iba desnuda para significar que la esperanza nos queda cuando estamos despojados de todo. La estrella significaba la revelación de los Destinos cerrada con 7 sellos que son los 7 planetas representados por las otras 7 estrellas.

La mariposa era el símbolo de la resurrección allende la tumba.

Acompañaba a la contemplación de este cuadro la siguiente exhortación:

- Recuerda, hijo de la tierra, que la Esperanza es hermana de la Fe. Despójate de tus pasiones y tus errores para estudiar los misterios de la verdadera Ciencia y tendrás la posesión de su clave. Entonces brotará un rayo de la divina luz del santuario oculto para disipar las tinieblas de tu porvenir y enseñarte el camino de la felicidad. Sean cuales fueren las vicisitudes de tu existencia, no marchites jamás las flores de la Esperanza y cogerás los frutos de la Fe.

El arcano XVIII representado por T, S = 90 expresaba en el Mundo divino los abismos de lo Infinito; en el intelectual las tinieblas que rodean al espíritu cuando se somete al imperio de los instintos y en el físico los desengaños y los enemigos ocultos.

Lo figuraba un campo escasamente iluminado por los rayos de la luna escondida entre las nubes. Se elevaba una torre a cada lado de un sendero que iba a perderse en el desierto horizonte. Delante de la una había un perro agachado y en frente de la otra se veía otro perro ladrando a la luna. Entre estos animales se arrastraba un cangrejo. Simbolizaban las torres la falsa seguridad que no presiente los peligros ocultos, más temibles que los descubiertos.

La voz del Pastoforo decía entonces:

- Recuerda, hijo de la tierra, que aquel que arrostra lo desconocido corre a su ruina. Los espíritus hostiles figurados por el lobo le rodean de acechanzas, los espíritus serviles figurados por el perro le ocultan sus traiciones con pérfidas lisonjas y los espíritus perezosos figurados por el cangrejo contemplarán impasibles su ruina. Observa, escucha y sabe callar.

El arcano XIX, representado por la Q = 100 expresaba en el Mundo divino el cielo supremo, en el intelectual la Verdad sagrada y en el físico la dicha apacible.

Lo figuraba un sol radiante iluminando a dos niños, imagen de la inocencia, dándose la mano en medio de un círculo esmaltado de flores. Era el símbolo de la felicidad que prometen la sencillez de la vida y la moderación de los deseos.

Explicaba el Pastoforo esta alegoría, diciendo:

- Recuerda, hijo de la tierra, que la luz de los Misterios es un fluido formidable puesto por la Naturaleza al servicio de la Voluntad. Ilumina a los que saben dirigirla; pero abrasa a los que ignoran su poder o abusan de él.

El arcano XX, representado por K = 200 representaba el paso de la vida terrestre a la vida futura.

Lo figuraba un genio tocando la trompeta encima de una tumba, de la cual sallan un hombre, una mujer y un niño, símbolo colectivo de la trinidad humana.

Era signo del cambio que es el fin de todas las cosas, del Bien como del Mal.

- Recuerda, hijo de la tierra, decía el Pastoforo, que siempre es voluble la fortuna, por estable que parezca. La ascensión del alma es el fruto que debe sacar de sus pruebas sucesivas. Espera en el sufrimiento, pero desconfía en la prosperidad.

No te duermas en la pereza ni en el olvido. La rueda de la Fortuna se pondrá en movimiento cuando menos lo esperes y así puede elevarte como hacerte precipitar por la Esfinge.

El arcano O representado por la 8 = 300 figuraba el castigo que sigue a todas las faltas.

Lo figuraba un ciego cargado con un zurrón lleno que tropezaba en un obelisco roto y encima del cual había un cocodrilo con la boca abierta. Aquel ciego era el símbolo del hombre que se hizo esclavo de la Materia. Lo que llenaba el zurrón eran sus errores y sus faltas. El obelisco roto figuraba la ruina de sus obras y el cocodrilo era el emblema de una implacable fatalidad y de la inevitable Expiación.

El arcano supremo del Magismo era el XXI, representado por 7 = 400.

Lo figuraba una corona de rosas de oro rodeando una estrella y colocada en un círculo en torno del cual se veían equidistantes una cabeza humana, una cabeza de toro, otra de león y otra de águila. Era el signo que ostentaba el Mago ascendido al más alto grado de la iniciación y puesto por ella en posesión de un poder cuyos grados ascensionales no tienen más límites que su inteligencia y su sabiduría.

Después de mostrarle esta última alegoría, le decían al postulante:

- Recuerda, hijo de la tierra, que el imperio del mundo pertenece al imperio de la Luz, y que el imperio de la Luz es el trono que Dios reserva a la Voluntad santificada. La Felicidad es para el Mago el fruto de la ciencia del Bien y el Mal; pero Dios no permite coger este fruto imperecedero sino al hombre bastante dueño de sí mismo para acercarse a él sin codiciarlo.

Toda la enseñanza contenida en estos símbolos, la resumía luego el Pastoforo en los siguientes principios:

- La Voluntad humana ilustrada por la Ciencia y manifestada por la Acción, crea la Realización de un poder del cual usa o abusa según su buena o mala Inspiración en el círculo que le trazan las leyes del orden universal.
 
Después de haber dominado la Prueba que la impuso la divina Sabiduría, entra por su Victoria en posesión de la obra que ha creado y constituyendo su Equilibrio sobre el eje de la Prudencia domina las oscilaciones de la Fortuna. La Fuerza del hombre santificada por el Sacrificio que es la ofrenda voluntaria de sí mismo en el altar de la abnegación o de la expiación, triunfo de la Muerte y su divina Trasformación, elevándole allende la tumba en las regiones serenas de un progreso infinito opone la realidad de una inmortal Iniciativa a la eterna mentira de la Fatalidad. El curso del tiempo se mide por ruinas; pero allende cada Ruina se ve reaparecer la aurora de la Esperanza o el crepúsculo de los desengaños.

El hombre aspira sin cesar a lo que huye de él, y el sol de la Felicidad no sale para él sino detrás de la tumba, después de la Renovación de su ser por la muerte, que le abre una esfera más alta de voluntad, de inteligencia y de acción.

Finalmente, toda voluntad que se deja gobernar por los instintos del cuerpo, hace acto de abdicación de su ingénita libertad, condenándose de este modo a la Expiación del gran error que en ello cometió. Por el contrario, toda voluntad que se une a Dios para manifestar la Verdad y obrar la Justicia, entra ya desde esta vida a participar del poder divino sobre todos los seres y todas las cosas, lo cual constituye la Recompensa eterna de los espíritus emancipados.

Hemos trascrito íntegra la descripción de estos arcanos por lo notabilísimas que son estas máximas, tan idóneas para formar generaciones vigorosas de espíritu.

Se comprende la superioridad intelectual y moral de la clase de los Magos, considerando que algo había de enseñarse de estas severas doctrinas a los escogidos para participar del conocimiento de los Misterios.

Decimos algo porque saltan a la vista las analogías que presentan estos principios comparados con los del Cristianismo, fenómeno que, a nuestro entender, tiene dos satisfactorias explicaciones, pues por un lado encierran grandes verdades que el sentido de los hombres no ha podido desconocer en ningún tiempo, y por otra parte no es posible echar en olvido que la aparición de la escuela neoplatónica, a la cual se atribuye gran parte de estas ideas, es posterior a la del Cristianismo.

No deja de ser un estudio curioso y que sumerge la mente en contemplaciones de imponderable atractivo, el de esa exposición de principios en la cual se ven revueltas y confundidas una vaga reminiscencia de la Fatalidad antigua, el espiritualismo pagano de Platón, la doctrina estoica de la impasibilidad y los preceptos evangélicos de la resignación y la caridad cristiana. Hasta se ve una reminiscencia del Apocalipsis en la estrella cerrada por otras siete del arcano XVII, que recuerda aquel famoso libro cerrado con siete sellos de que nos habla S. Juan en el cap. V y siguientes y del cual han dicho los comentadores que representaba el Libro perfecto, o en otros términos la Escritura.
 
 
 

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