jueves, 21 de junio de 2018

LAS CONSTELACIONES DEL ZODÍACO Y EL DESTINO DE LOS HOMBRES



El nombre más ilustre que puede citarse en materia astrológica, es el del famosísimo Hermes, al cual llamaron los antiguos Trismegisto, que quiere decir tres veces grande. A él atribulan los egipcios la invención de la astronomía y las ciencias ocultas y muy especialmente le veneraron en todos tiempos los alquimistas como en su lugar lo veremos. Se le ha considerado generalmente como la verdadera personificación del sacerdocio egipcio y aunque se tienen por apócrifos los libros a él atribuidos, no dejan por esto de ser una preciosa recopilación de las teorías admitidas y explotadas por el sacerdocio del antiguo Egipto.
 
No hay duda que los sacerdotes egipcios conservaron su extraordinario ascendiente sobre la sociedad con el prestigio maravilloso de sus adivinaciones y el imponente aparato que empleaban para iniciar en los misterios sagrados a las pocas personas a las cuales juzgaban dignas de tan insigne distinción.

El erudito autor de la Historia de la Magia,  nos ha dado noticias muy concretas y precisas acerca de la disposición del zodíaco como libro profético y respecto a la teoría del horóscopo, que él define diciendo que es el cuadro figurativo de los signos y radiaciones misteriosas, cuyas combinaciones explicadas por una doctrina general y tradicional permiten presentir desde el nacimiento de un niño los bienes y los males de que se compondrá su existencia.

Para mayor claridad de su descripción la hace ir acompañada de extensas explicaciones acerca del que se llamó con toda propiedad el planisferio del cielo fatídico, haciendo notar que presenta la zona circular del zodíaco dividida en sus doce partes iguales o Casas, cada una de las cuales contiene un signo y su número correspondiente, desde Aries que es el primero, hasta Piscis que es el último.

Esta zona se subdivide por una cruz, cuya extremidad superior, que corresponde al número X, señala el centro del cielo o sea el zenit. La extremidad inferior, que corresponde al número IV, señala el fondo del cielo, el hipogeo, el nadir. Los brazos de la cruz, señalan a la izquierda el oriente, que corresponde al número I y a la derecha el occidente que corresponde al número VII.

Los arcanos de la Casa I, Punto cardinal de oriente, contienen, según nos explica el mismo autor, las probabilidades de longevidad, el misterio del temperamento físico y de las aptitudes intelectuales y morales.

La Casa II recibe los arcanos del bien material de la riqueza en numerario de las ganancias producidas por el trabajo, la industria o el juego.

En la Casa III se encuentra todo lo concerniente a las relaciones entre hermanos, hermanas y próximos parientes; las relaciones contraídas a poca distancia y los pequeños viajes.

La Casa IV, en el fondo del cielo, punto cardinal del Septentrión, recoge cuanto hace relación al padre, a la madre, los antepasados, las cosas ignoradas u ocultas y la propiedad del suelo.

La Casa V pertenece a los presagios de buena fortuna venidera, a las ligeras satisfacciones de la existencia y a la procreación de los hijos.

La Casa VI contiene el pronóstico de las enfermedades más o menos graves, de las tribulaciones más o menos serias que puede encontrar el hombre según su condición social en sus relaciones con los subalternos, súbditos, servidores o vecinos.

La Casa VII, punto cardinal de occidente, abraza todo lo relativo a las alianzas en general y al matrimonio en particular, encontrándose en ella, por la analogía de los contrarios, todo lo referente a las contestaciones, los procesos, las enemistades declaradas y la guerra.

En la Casa VIII, se encuentra la respuesta a las preguntas relativas a la muerte natural o violenta y a las esperanzas de heredar o de recibir imprevistas donaciones.

En la Casa IX, se hallan respuestas correspondientes a las cuestiones religiosas y a los viajes remotos por mar y tierra.

La Casa X, punto culminante del horóscopo, revela el destino ascendente o precipitado; todo lo relativo a los honores y dignidades, las probabilidades de elevación y de estabilidad y las de decadencia y ruina.

En la Casa XI, se agrupan las relaciones de amistad, de benevolencia, de favor o de apoyo.

Por último, en la Casa XII se encuentran las persecuciones, las prescripciones, el cautiverio, el destierro, los grandes infortunios de toda especie, los enemigos ocultos y sus asechanzas.

Hay en este dibujo una estrella de doce puntas trazada por cuatro triángulos equiláteros y concéntricos, cuyos vértices corresponden a las casas y a los números I, IV, VII y X, esto es, a los cuatro puntos cardinales indicados por la cruz central.

Estos triángulos tienen por objeto las Triplicidades, es decir, las tres fases generales y sucesivas de la vida: la infancia, la juventud, la edad madura y la vejez, puntos cardinales de la existencia humana.


Es fácil observar que siguiendo las Casas por el orden indicado, se encuentran clasificadas en ellas como en una serie rigurosamente lógica, los fenómenos que suelen acompañar al hombre desde la cuna al sepulcro, todas las satisfacciones que embelesan su corazón, todas las luchas y contrariedades que amargan su espíritu en su azarosa peregrinación sobre la tierra.




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