Los números Masónicos se deben a Euclides, Pitágoras y Arquímedes, es decir a los tres primeros Geómetras de la antigüedad.
Han sido adoptados por los Masones que se han impuesto la obligación de estudiar las causas que determinaron a los antiguos a considerarlos como sagrados y a atribuirles propiedades de mucha consideración.
La unidad no teniendo partes, debe menos pasar por un número que por el principio generativo de ellos; es, decía Pitágoras, el atributo esencial y el sello de la divinidad: es, dicen los Mas.·., el número que comprende el Gran principio de todo, el Gran Arquitecto del Universo.
El número tres es el símbolo del primer ser perfecto, representa la esencia divina que formó la parte mas principal y perfecta del universo, la muestra en su origen y la da a conocer en sus efectos; en fin es el de la Trinidad, el de las virtudes teologales, y de muchas épocas interesantes de la vida de Cristo. Si buscamos este número en la mitología Griega, Egipcia etc... encontraremos que es el de las tres Gracias; si consultamos la Iconológica, veremos que los antiguos esperaban de estas Divinidades benéficas los mayores bienes.
Su poder se extendía sobre todos los placeres de la vida. Ellas dispensaban a los hombres, no solamente la gracia, la alegría, el buen humor, la facilidad de insinuarse y todas aquellas calidades que esparcen mil encantos en la sociedad sino también la liberalidad, la elocuencia y la sabiduría. La mas bella de sus prerrogativas era el presidir a las buenas obras y al reconocimiento.
Hombres instruidos en las ciencias antiguas nos han transmitido lo que creían los sabios de aquel tiempo sobre sus atributos, descubriéndonos los misterios que encerraban estos.
"Llamaban a estas diosas Chantes, nombre derivado de la voz griega que significa Gozo, para darnos a entender que debemos "tener el mismo gusto en hacer favores" que en el reconocer los que se nos hacen.
"Eran jóvenes para enseñarnos que la memoria de un beneficio nunca debe envejecer" vivas y ligeras, para hacernos conocer que se ha de dar luego porque el socorro que se hace esperar pierde mucho de su mérito.
"Los Griegos solían decir también que una "gracia que se hace lentamente deja de ser gracia". Eran vírgenes para dar a entender que haciendo el bien debemos tener "intenciones puras", pues faltando estas, se destruye todo lo que se haya hecho de bueno. "Que la inclinación benéfica debe ser" acompañada de prudencia y de circunspección".
Se tenían por principio para significar que debemos con beneficios recíprocos "serrar y reunir de mas en mas los vínculos fraternales que nos unen". "Danzaban en corro" para ensenarnos que debe haber entre los hombres una circulación de beneficios, y además que por medio del reconocimiento deben volver estos al centro de donde salieron.
El número tres es también el de los jueces infernales, de las parcas y de las furias: el Júpiter troyano tenia tres ojos, uno observaba el cielo, otro que fijaba la tierra, y el tercero que miraba hacia los infiernos.
Los Griegos tenían su Mercurio tricéfalo, su triple Hécate, su Cerbero con tres cabezas y su Hérmes Trismegisto. Los indios tienen su dios Trimurti, que reúne en sí los tres poderes, de criar, conservar, y destruir.
El número cinco fue estimado también por los Antiguos, que le miraban como el número favorecido de Juno, porque está compuesto de dos primer número par, y de tres primer número impar, lo cual según ellos es el emblema o imagen del matrimonio.
Pero ningún número fue tan venerado como el siete, parece que está íntimamente unido a todos los sistemas y que pertenece a todas las sectas. Philon de Alejandría decía a Calígula:
"Todo cuerpo activo está compuesto de tres dimensiones, largura, anchura y espesor, y de cuatro extremos que son, el punto, la línea, la superficie, y el solido; he aquí siete calidades que son la perfección de todo cuerpo". Y esta perfección está justificada por muchas virtudes; a los siete años comienzan los dientes de los niños a caerse y crecer, a los siete doblados, viene el poder generativo. Sigue así todos los años bisiestos, tiempos aciagos que los antiguos nos han hecho mirar como épocas constantes, en las cuales la economía animal tiene que sufrir una revolución.
El número siete es el de las Pléyades, el de los planetas semanarios, de las maravillas del mundo, de los tonos de la música, de las artes liberales, y el de las fases de la luna. Los Hebreos advierten que el Arca de Noé, se detuvo después de siete meses de inundación, y que la paloma trajo el ramo al cabo de siete días. Moisés, prohíbe a su pueblo recoger mana el séptimo día. Joseph predijo siete años de fertilidad y siete de esterilidad. El candelero colocado delante del arca tenia siete brazos y siete sacerdotes tocaban la trompeta delante de ella. En el Apocalipsis se ven siete candeleras; el libro cerrado con siete sellos; y el Omnipotente que tiene en su mano siete estrellas. Después del Apocalipsis hemos tenido los siete dones del Espíritu Santo y los siete sacramentos.
Existe pues en todas las mitologías una predilección por el número siete, y cuando los Masones lo escogieron por su número perfecto, quisieron sin duda que los neófitos buscasen lo que había dado a los números 1, 3, 5, 7, tanta veneración, amor y respeto en la antigüedad.
El número nueve no se respeta menos que todos los otros: representa la armonía perfecta de la naturaleza humana, es el término de la generación, de la producción de todos los seres organizados, es el número de aberturas dadas por la naturaleza para nuestras necesidades indispensables. Es el número de las Diosas que presiden a las ciencias y a las artes; y es en fin el número completo de las cifras aritméticas, y la triple batería de los M.·. Mas.·.
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