sábado, 30 de diciembre de 2017

INTRODUCCIÓN A LA CÁBALA

 
Cábala significa tradición; más concretamente tradición oral, entendiendo por ello esa parte de las enseñanzas tradicionales que nos vienen de Moisés, recogidas  en la Biblia.
 
Moisés, en el Sinaí, recibió una revelación procedente de Jehová y la escribió en una serie de libros que figuran en cabeza de la Biblia. Éstos contienen la descripción de cómo el mundo fue creado por un grupo de obreros llamados Elohims, obreros que poseían una mente, pero sin corporeidad física, y nos dice después de qué forma, bajo qué reglas, el mundo funciona.
 
Si ese relato de Moisés es auténtico, tendríamos ahí una pieza de incalculable valor, ya que sería la noticia explicativa del funcionamiento de la máquina del mundo, o de sus "instrucciones". Pero los libros de Moisés son difíciles de entender por una razón: porque nuestro organismo psíquico está poco preparado para su comprensión y somos como un párvulo al que se le diera un libro de fórmulas matemáticas.
 
En el primer capítulo del Génesis, Moisés nos dice que el mundo fue creado en siete días. Esto está claro y lo entendemos perfectamente, pero si lo razonamos, nos damos cuenta de que es imposible que un artefacto tan complejo como nuestro mundo haya podido ser elaborado en siete días tal como hoy los conocemos. Nos decimos que los días de entonces debían de ser distintos a los de ahora, y que Moisés se refiere a épocas, a períodos y que cada día de la creación constituye un proceso generativo que quizá haya durado millones y millones de años nuestros.
 
Por otra parte, para entender a Moisés, además de saber la lengua hebraica convencional, es preciso conocer el significado de cada letra en particular. Ese código hebraico primitivo está formado por 22 letras, que van del Aleph al Tau. Cada una de estas letras representa un estado de las energías primordiales, y al constituir con ellos una palabra, se expresa un modo de ser, una cualidad compleja, que puede ser positiva, negativa, neutra o las tres cosas sucesivamente, de acuerdo con el período de regencia de cada una de las letras.
 
El que esta palabra, traducida convencionalmente, signifique caballo o cedro, tiene poca importancia. Lo importante son las fuerzas que actúan en las distintas letras que la componen.
 
La Cábala es una reflexión profunda, inacabable, sobre el significado de cada una de las letras que componen el relato de Moisés. Este relato empieza con la palabra Bereschit, compuesta por las letras Beith-Reish-Aleph-Shin-Yod-Tau, y ahí empieza la Cábala, preguntándose qué puede significar ese conjunto de letras. Entonces aparece un cabalista y dice: en esas seis letras se encuentra la explicación del misterio de los seis días de la creación, puesto que en el séptimo Dios descansó y, por consiguiente, ninguna fuerza está activa en este día. De esta forma el cabalista va meditando, letra por letra, sobre el relato bíblico y comunica a sus discípulos el resultado de sus meditaciones, aportando su grano de arena a la comprensión del gran misterio del mundo.
 
La Cábala, o sea el conjunto de esas meditaciones, se transmitió oralmente durante siglos, hasta que un día los rabinos, al verse constantemente expulsados de sus países de origen y dispersados, temiendo que la tradición se perdiera, decidieron consignarla por escrito y ello dio lugar al libro que conocemos con el nombre de «Zohar» o «libro del Esplendor». Y sobre este libro, que es un comentario de la Biblia, se han escrito centenares que son a su vez reflexiones sobre el significado de las letras del relato bíblico.
 
Sin embargo, todos los cabalistas están de acuerdo en estimar que la enseñanza oral es superior a la enseñanza escrita, porque lo escrito es algo cristalizado, sin posibilidad de cambio, mientras que la verdad es un valor permanente, en constante evolución, y la enseñanza oral incorpora a la doctrina los nuevos valores que van apareciendo.
 
Dicho esto, debemos preguntarnos si tantos siglos de reflexión han dado un resultado concreto en lo que se refiere a la comprensión de las leyes del mundo. El estudio de la Cábala ¿nos permite movernos mejor en el universo en que vivimos? La respuesta a esta pregunta es afirmativa.
 
La ciencia cabalística ha puesto en pie un sistema lógico que permite ir descubriendo la dinámica de la creación, de tal forma que los errores van auto eliminándose al evidenciarse que difícilmente encajan dentro del edificio levantado por el pensamiento.
 
La Cábala explica la creación a través de un esquema llamado «el Árbol Cabalístico», en el que figuran diez Séfiras (Sefirot) o centros de vida, cada uno de ellos ligado al otro por un sendero. Esos diez Séfiras son centros transformadores de las energías primordiales y pueden ser comparados a nuestras modernas fábricas donde las materias primas son elaboradas y convertidas en objetos concretos.

El Árbol está formado por tres columnas, la de la derecha, llamada de la misericordia o de la tolerancia; la de la izquierda, que es la de las normas o el rigor, y la del centro, que es la del equilibrio. El primero de sus centros, situado en lo alto de la columna del centro, se llama «Kether». Kether es el Séfira de la voluntad, ya que, nos revela la Cábala, la voluntad es la que lo mueve todo. El primer acto de creación divino es un acto de voluntad que puso en marcha todo el proceso de creaciones ulteriores.
 
La particularidad de la Cábala y su superioridad sobre los demás sistemas filosóficos es que contempla la creación más allá de un hecho histórico, como algo actual que está sucediendo en cada uno de nosotros constantemente. Por lo tanto, dice la Cábala, si Dios creó el mundo mediante un acto de voluntad ese procedimiento quedó interiorizado en la dinámica del universo de tal manera que, para crear cualquier cosa, grande o pequeña, será preciso que el hombre movilice en él la voluntad.
 
La voluntad es el atributo de Kether y Kether se encuentra interiorizado en todos los niveles de la creación: o sea, Kether está en cada uno de nosotros, como lo están los demás centros del Árbol, y desde nuestro Kether particular debe salir la voluntad que pondrá en marcha el engranaje de los demás centros.
 
El segundo Séfira, situado en lo alto de la columna de la derecha, se llama «Hochmah», y es la fábrica especializada en amor-sabiduría, de modo que el amor es el segundo ingrediente que apareció en el proceso creativo, y ese amor primordial se define como la fuerza capaz de unir todo aquello que, por su naturaleza, puede ser unido. Es el ingrediente que lo unifica todo. A nivel individual, ese amor de Hochmah se manifiesta en nuestras vidas bajo la forma de circunstancias favorables a la realización de aquello que la voluntad ha programado, es lo que llamamos comúnmente suerte. De modo que la Cábala viene a decirnos: desplegad la voluntad con extremo vigor y veréis cómo os vienen del mundo las circunstancias que permitirán realizar aquello que la voluntad ha puesto en marcha. Es una ley que siempre se ve refrendada por la realidad y cada uno de nosotros puede comprobarlo con sus propias experiencias.
 
El tercer Séfira, situado en lo alto de la columna de la izquierda, se llama «Binah», y su atributo es la inteligencia activa. Es un centro especializado en la construcción de la idea-marco en el que el propósito de la voluntad ha de realizarse. Toda experiencia en curso necesita un marco legal en el que poder ser realizada, una estructura y unas normas. La cosmogonía de Moisés relata que, al iniciar su obra, Dios trazó un círculo para delimitar en ese espacio su creación. Ese círculo es el zodíaco. Del mismo modo, al disponernos a realizar una experiencia cualquiera, debemos definir un marco. Esa delimitación de un espacio aparece en las antiguas ciudades, que se construían dentro de un recinto amurallado, y esa necesidad de definir un espacio se expresa en nuestras logias con el compás, instrumento primordial al comienzo de la obra.
 
Esos tres primeros Séfiras se sitúan en un plano llamado por los cabalistas «Mundo de Emanaciones» (se corresponde al elemento Fuego), de modo que al comenzar cualquier experiencia, la parte más elevada de nosotros mismos la emana, en vistas a su proyección en el mundo material en que nos movemos.
 
El cuarto Séfira se denomina «Hesed», y su atributo es la expansión y el poder. Está situado por debajo de Hochmah en la columna de la derecha. Cuando Binah ha trazado el marco en que se desarrollará la experiencia y ha establecido las leyes que han de observarse necesariamente, dadas las condiciones de ese marco, entonces Hesed construye en él todo lo que ese espacio pueda abarcar.
 
Hesed es el primer Séfira del denominado «Mundo de Creaciones» (se corresponde con el elemento Agua), en el que actúan los sentimientos humanos, de modo que cuando la personalidad divina que hay en nosotros ha elaborado un programa de acción, lo transmite a nuestra personalidad emotiva para que le dé una forma que resulte complaciente para nuestras emociones. Cuando Hesed ha edificado su mundo con criterios sentimentales, entra en funciones el quinto Séfira, llamado «Gueburah, que es el rectificador, el que utiliza ese liquido que nosotros llamamos «Vitriol» para corregir el trazado, si es que Hesed ha vulnerado las leyes dictadas por Binah.
 
Después de haber actuado Gueburah, el deseo de la experiencia a realizar es más equilibrado y puede inscribirse en el programa del centro ejecutivo, representado por Tiphereth, el sexto Séfira, segundo de la columna del centro.
 
Aparecen luego los tres Séfiras inferiores, los cuales se encargan de la elaboración mental del doble propósito que les viene de nuestra personalidad espiritual y emotiva. Netzah, situado en la columna de la derecha, por debajo de Hesed, representa la armonía y la belleza.
 
Después de haberse equilibrado en Tiphereth, la experiencia debe ser recubierta de un bonito embalaje para que resulte más sencillo venderla. Hod, que se sitúa a la izquierda, por debajo de Gueburah, aportará a la experiencia el punto de raciocinio necesario, le ayudará a encajar dentro de una línea lógica. Y Yesod, el Séfira situado en la columna del centro, por debajo de Tiphereth, es el contacto con la realidad, el que le ofrece a la experiencia el último toque, la postrera instrucción antes de salir al mundo y desarrollarse. Los tres forman el Mundo de Formación (corresponde al elemento Aire).
 
Malkuth, situado al final de la columna central, es el Séfira número 10, que representa el mundo material en que vivimos. Forma el Mundo de Acción (corresponde al elemento Tierra).
 
La Cábala nos da un conjunto de reglas prácticas sobre la manera en que debemos conducir nuestra vida y sobre la forma correcta de crear nuestro mundo.
 
Las logias masónicas son la escenificación de la dinámica creadora; son los templos cabalísticos. En ellas aparecen las tres columnas del Árbol Cabalístico y podemos reconocer perfectamente en el Venerable Maestro a Kether, dispensador de la voluntad. En el Orador encontramos la figura de Hochmah, el que une todo lo que puede ser unido y rechaza aquello que es disconforme a nuestra organización. En el Secretario encontramos a Binah, el institutor de la reglas. En el Tesorero vemos a Hesed, el que posee los medios, el poder de realizar. En el Experto vemos a Gueburah, el que tiene atributos para rectificar lo incorrecto. En el Primer Vigilante vemos a Tiphereth, el que transmite la voluntad del Venerable Maestro. En el Maestro de Ceremonias vemos a Netzah, encargado de que la voluntad de arriba se ejecute en el mundo de abajo. En el Guarda Templo vemos a Hod, encargado de la comunicación con el exterior. Y en el Segundo Vigilante encontramos a Yesod, el que contacta con el mundo de formación (se encarga de la formación de los aprendices).
 
El Árbol Cabalístico tiene 32 senderos, de igual modo que en la masonería hay 32 grados, más el 33 que es la culminación de un recorrido que conduce a la suma perfección. La Cábala nos dice que nuestra obra humana consiste en bajar los peldaños que van de nuestro ser espiritual a la realidad material, para luego subir las experiencias realizadas en el mundo de abajo hasta nuestro yo-eterno para enriquecerlo con ellas. Esta subida es la descrita por los alquimistas mediante ese proceso de purificación de los metales, y la que tiene lugar en nuestras logias a medida que ascendemos hacia ese mítico grado 33.
 
A cada paso que damos, debemos pronunciar una palabra de pase, una palabra compuesta de letras hebraicas que, como hemos dicho al principio, son fuerzas que describen un determinado estado espiritual. Al pronunciar la palabra, queremos decir que hemos alcanzado ese estado, que somos aquello y que, por consiguiente, tenemos derecho a que la puerta se abra.
 
Resulta complejo, en tan poco espacio, dar una idea del perfecto encadenamiento lógico del pensamiento cabalístico.
 
Eliphas Levi, uno de los hombres más eminentes que ha tenido la Cábala, dijo de ella que eran las matemáticas del espíritu, y es una justa apreciación.
 
La Cábala es la vía occidental por excelencia hacia el conocimiento trascendente, y en los próximos años ha de conocer un sorprendente desarrollo. Y la masonería está llamada sin duda a ser el vehículo material de instauración de las doctrinas cabalísticas.


viernes, 29 de diciembre de 2017

EL NOMBRE SIMBÓLICO


Desde el mismo momento en que entramos en el templo, empezamos a formar parte de un ritual y a medida que apliquemos ese ritual a nuestra vida y lo vayamos entendiendo nos iremos transformando y limando nuestras imperfecciones.
 
Cuando entramos en el taller debemos comportarnos con una personalidad distinta a la ordinaria, superior, y mantenerla activa por lo menos durante el tiempo que estamos dentro. Esta es la razón por la cual es necesario el uso de un nombre distinto al habitual, uno que refleje nuestra nueva visión de la vida.
 
Utilizar un nombre simbólico está en consonancia con la enseñanza que nos proporciona la vida masónica, ya que la personalidad que penetra en el ritual es distinta a la que se mueve todos los días en la calle, la que sigue unos cánones y unos objetivos marcados por la sociedad.
 
La personalidad sagrada ha abandonado los metales al traspasar el umbral del templo y se ha calzado una calidad superior, que se mueve por motivaciones diferentes. Si es una persona distinta es lógico que su nombre también lo sea.
 
Ponernos el mandil nos ayuda a vestirnos de una forma distinta y refleja la necesidad de mostrar aspectos diferentes de nuestra personalidad, de tratar de ser personas nuevas, dispuestas a servir a lo superior que hay en nosotros mismos. La personalidad superior es la que entrará en ese templo.
 
En todas las órdenes religiosas, tanto esotéricas como exotéricas, sus miembros cambian de nombre en cuanto ascienden a una jerarquía superior y se supone que deben comportarse de una forma sublime. El Papa de Roma, por ejemplo, elige otro nombre en cuanto alcanza esta dignidad. La personalidad espiritual tiene unas necesidades muy distintas a la física, que tiene que comer, beber o ir al lavabo; éstas son razones por las cuales realizar estas actividades con el mandil puesto es un error, ya que se estarían entremezclando las dos personalidades.
 
Cuando descendemos y volvemos a la vida ordinaria, lo primero que hay que hacer es desprenderse de las insignias que llevamos puestas para manifestar el cambio de personalidad.
 
Si decimos que en el templo nos transformamos en otra persona, será lógico que nos llamen de otra manera. A la hora de elegir un nombre simbólico o sagrado se puede buscar el de alguien que haya realizado una gesta histórica, sobre todo de orden espiritual, algo extraordinario, porque al calzarnos ese nombre nos acercamos a su energía y a comportarnos de acuerdo con el nivel que esa persona haya adquirido.
 
También podemos buscar un nombre que sea el resultante de la combinación de varias letras del código hebraico, lo cual lo dotaría de una fuerza extraordinaria. Encontrar el nombre simbólico debe ser el resultado de una profunda meditación, de una conexión con nuestro ser interior. Cada paso dado en la dirección de trabajar nuestra personalidad sagrada nos acercará a ese ideal de sabiduría marcado por el rey Salomón.

EL TRONCO DE LA VIUDA, LA SOLIDARIDAD

 
Después de las proposiciones, el Venerable hace circular el Tronco de la Viuda (es un pequeño saco), que sirve para recoger valores (dinero) de los miembros de la logia.
 
Una vez recolectados, el Venerable pregunta si algún miembro solicita que le sea entregado el Tronco.
 
Este acto contiene un doble simbolismo. Primero muestra la necesidad del iniciado de compartir sus valores y después indica que la comunidad masónica está siempre dispuesta a auxiliar a sus hermanos cuando se presente la ocasión.
 
En el orden profano, nos indica que regularmente debemos preocuparnos de comprobar si alguna de nuestras tendencias (también podría referirse a la familia, los amigos, los vecinos) necesita ser atendida, reclama más atención. Y si es así, debemos concedérsela.
 
 

CONTENTOS Y SATISFECHOS, EN PROVECHO DE TODOS


Una de las preguntas que más me gustan del ritual la efectúa el Venerable al Primer Vigilante:
 
«- ¿Están los obreros contentos y satisfechos?
- Así lo parecen en ambas columnas, Venerable Maestro».
 
Se trata de una pregunta sencilla, pero absolutamente necesaria, ya que ningún ritual puede terminarse sin la plena satisfacción de sus componentes.
 
La satisfacción indica que los trabajos han resultado provechosos. El aprendizaje a extraer de esta enseñanza ritual es que cada día deberíamos estar contentos de haber desarrollado nuestro trabajo, o por lo menos una parte de él, de forma satisfactoria.
 
Busquemos entre las acciones realizadas durante la jornada aquella de la cual nos sentimos más complacidos y dediquemos unos minutos a reflexionar sobre las que han resultado poco provechosas.
 
 
 
 

LA PALABRA SAGRADA: YOD-HE-VAV-HE



En toda multitud hay seres
a los que nunca se distingue,
pero portadores de mensajes prodigiosos.
Y sin saberlo ellos mismos.

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

Las letras Yod-He-Vav-He son las que conforman el nombre de Jehová. Forman parte del código hebraico y los masones las consideran sus palabras sagradas (las tres primeras, puesto que la cuarta es una repetición de la segunda), y cada una de las iniciaciones se relaciona con cada uno de los tres grados simbólicos.
 
La primera le será comunicada al Aprendiz; la segunda, al Compañero, y la tercera, al Maestro. Este modo de proceder, lejos de ser arbitrario o caprichoso, esconde un significado profundo, ya que estas letras contienen una gran fuerza que es preciso domesticar, volver dócil y utilizable, y es natural que para conseguirlo se necesite un lapso de tiempo.
 
Yod-He-Vav-He son las cuatro letras que empleó Moisés para escribir el nombre de la divinidad. Traducido al lenguaje convencional, la palabra suena Jehová, y su traducción esotérica es la de: «ser que fue, que es y que será», o sea, la imagen de lo permanente.

Pero esa palabra que describe la divinidad define al mismo tiempo el proceso de la creación, por lo que estaríamos hablando del macrocosmos y del microcosmos. Conocer ese proceso, como dato histórico, ya es interesante de por sí, pero lo es aún más cuando se nos dice que ese proceso de creación tiene lugar cada vez que nosotros hacemos algo. Es decir, cuando nos disponemos a emprender cualquier obra, un negocio, una creación artística, una conquista sentimental, debemos pasar por las cuatro fases que representan las cuatro letras. Así se cumple la ley hermética que reza: «lo de arriba es igual a lo de abajo, y viceversa».

 
El GADU creó por el mismo procedimiento que nosotros utilizamos, y si nos alejamos de él las cosas fallan, la obra se hunde. Es natural que una sociedad de constructores, como la masonería, ponga gran cuidado en otorgar el título de constructor de la sociedad (con las claves que conlleva) sólo a aquellos que están preparados para trabajar con las herramientas correspondientes a su grado, en cada una de las fases necesarias para la edificación: albañil (Aprendiz); aparejador (Compañero); arquitecto (Maestro).
 
 
 
 

jueves, 28 de diciembre de 2017

LA VISION DE LA LUZ Y LA CONCIENCIA DE LA NO SEPARATIVIDAD


El Venerable
 
¿Qué significa que al aprendiz masón se le retire la venda y vea la luz?
 
- Desde el punto de vista metafísico, tal iluminación no es más que la experiencia de que no hay separación. Liberación es liberarse del concepto ego, que cree ser independiente. Con la iluminación el ego es aceptado como elemento funcional, pero al mismo tiempo ya no se experimenta como algo separado. Con ello pierde su autonomía aunque no su importancia.

El Primer Vigilante
 
- Dice Eric Fromm que:
 
La conciencia de la separación humana (sin la reunión por amor) es la fuente de toda culpa y toda angustia. En la sociedad occidental contemporánea, la unión con el grupo es la forma predominante de superar el estado de separación. Se trata de una unión en la que el ser individual desaparece en gran medida, y cuya finalidad es la pertenencia al rebaño. Si soy como todos los demás, si no tengo sentimientos o pensamientos que me hagan diferente, si me adapto a las costumbres, las ropas, las ideas, el patrón del grupo, estoy salvado; salvado de la temible experiencia de la soledad…
 
Esta unión por la conformidad suele resultar insuficiente para aliviar la angustia de la separación. La frecuencia del alcoholismo, la afición a las drogas, la sexualidad compulsiva y otros fenómenos parecidos constituyen los síntomas de ese fracaso relativo de la conformidad tipo rebaño.
 
El Segundo Vigilante
 
La angustia de los seres humanos se debe a que se identifican con su yo. El yo busca realización en un mundo ilusorio. En realidad el yo no es ni más ni menos que una ola en el océano de la Realidad Una. Primero la ola intenta caer en la cuenta de que es el océano. Después se revelará que el océano se reconoce como ola. Creemos ser la playa que anhela el mar. Somos el mar que juega con la playa.

El Venerable

Dice Einstein que:

Un ser humano es parte de un todo, llamado por nosotros universo, una parte limitada en el tiempo y el espacio. Se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos como algo separado del resto… algo así como una ilusión óptica de su conciencia. Esta falsa ilusión es para nosotros como una prisión que nos restringe a nuestros deseos personales y al afecto que profesamos a las pocas personas que nos rodean. Nuestra tarea tiene que ser liberarnos de esa cárcel, ampliando nuestro círculo de compasión, para abarcar a todos los seres vivos y a toda la naturaleza.
 
El Primer Vigilante

Dice Sri Ramana Maharshi:

Los estados de sueño profundo, de sueño con sueños y de vigilia son meros fenómenos que aparecen sobre el Sí mismo ¿Puede alguien permanecer apartado del Sí mismo en algún momento? ¿Estoy yo más cerca de mí mismo en mi estado de sueño profundo que en mi estado de vigilia? El Sí mismo es pura consciencia. Nadie puede estar jamás apartado del Sí mismo. La pregunta es posible solamente si hay dualidad. Y no hay ninguna dualidad en el estado de pura consciencia.

El Segundo Vigilante

Según Willigis Jäger:

Como el dedo de una mano no puede existir sin el cuerpo, tampoco puede existir algo separado en este universo. Todo está relacionado como en una red de pesca. Ninguna malla está aislada. Da igual por qué parte de la red se tire, toda ella se pone en movimiento. En el universo todo está aprisionado: lo bueno como lo malo, ángel, demonio, persona, animal, planta, materia. Nuestra existencia únicamente tiene sentido en relación con todo el cosmos. Este conocimiento nos libra del orgullo desmesurado de considerarnos el centro del universo y del miedo a desaparecer en la nada. En el universo todo está relacionado entre sí. No existe el estar separado. Lo que sucede en un lugar puede repercutir directamente en otro completamente distinto. En la Realidad una hay relaciones a-causales que de manera incomprensible se influyen mutuamente. Comienzan en tu silla de meditación, en tus pensamientos y sentimientos.

El Venerable

No es nuestra vida la que vivimos, es la vida de Dios. El antiguo paradigma era: "Somos seres humanos que hacen una experiencia espiritual".
 
En rigor "Somos seres espirituales que hacen una experiencia humana". Lo que el individuo entiende por persona es una "persona falsa".
 
Esa persona (la consciencia del yo) se experimenta separada de la Realidad primera. No somos cuerpos materiales que poseen espíritu, sino espíritu que se ha creado una estructura material. Somos vida divina que se ha encarnado en un cuerpo-mente.

Solamente existe lo Uno. Todos los seres individuales en todas las dimensiones y niveles de consciencia no son más que facetas de ese Uno. Lo que consideramos diferenciación es una ilusión. Solamente se diferencia siempre la Realidad una. Toda individualidad es un espejismo. Sólo existe ese campo único y uniforme de energía cósmica.
 
Si alguien dice "soy Dios", suena a blasfemia. Esta impresión se debe a que suponemos que es el yo quien habla así. Pero si un místico dice "soy Dios", no tiene nada que ver con su ego. Entonces habla Dios.

 
 
 
 

INICIACIÓN DEL CANDIDATO A APRENDIZ: EL PIE, LA RODILLA, EL PECHO Y LA SOGA

 
El pie izquierdo al desnudo. Los pies son nuestro instrumento para hacer camino, mientras el derecho marca la senda que debe ser recorrida, nos orienta hacia el futuro, el izquierdo es como un cuentakilómetros que marca lo que queda detrás de nosotros. El izquierdo es el que «sabe» cuál es la senda por la que debemos adentramos. Ese pie «conoce» el objetivo de nuestra alma y cuando vamos hacia algo que está en contra de nuestra realidad profunda el pie izquierdo tropieza, se tuerce, se quiebra en los desniveles de la calzada. Es su forma de advertimos que nuestra andadura se está desviando de su línea de flotación real.
 
Al ponerlo al descubierto, el rito pretende decirle al neófito: has encontrado tu camino, aquel que es la continuación lógica de los pasos que tu alma ha andado anteriormente y ahora tu pie izquierdo, que contiene la memoria de un itinerario pasado, te conducirá al templo.
 
El pie que retiene la información, que ejerce de «disco duro», debe estar descalzo para empaparse de la nueva realidad que está viviendo la persona a través de la iniciación.
 
La rodilla derecha al descubierto. Las rodillas están regidas por el signo de Capricornio. Los dioses del Olimpo, cuando querían conseguir un favor de Zeus, su jefe supremo, le acariciaban las rodillas, porque son la plaza fuerte de la voluntad realizadora y con la caricia pretendían captarla. Capricornio es el signo que rige la arquitectura, la construcción, y, en el cuerpo humano, las rodillas nos permiten elevarnos y situar en la cima lo que está en el suelo.
 
Este movimiento de elevación se emplea diariamente en los ritos de la iglesia exotérica, a menudo sin comprender su exacto significado. Los comentaristas del ritual católico han tomado la genuflexión únicamente como un gesto de humildad, cuando uno de los aspectos más importantes que quiere poner de relieve ese movimiento es la facultad del hombre de elevarse cuando se encuentra arrodillado y hundido.
 
Al realzar esta parte, el ritual masónico pretende llamar la atención del candidato. Primero sobre el hecho de que su misión, al recibir la luz, es la de construir, la de recoger constantemente los materiales que la naturaleza ha esparcido por la costra de la tierra y elevarlos mediante el juego de rodillas. Segundo, que su principal tarea, en el ámbito personal, será la de elevarse sin cesar por encima de los niveles en que se encuentra. En las horas sombrías, cuando todo parezca perdido, cuando el gran empeño humano se desmorone, el candidato recordará que las rodillas le han sido dadas para levantarse.
 
Del mismo modo, el signo de Capricornio se encuentra en el lugar más elevado del zodiaco, en señal de que la naturaleza negra, la piedra bruta de la obra alquímica, acabará siendo un día más resplandeciente que la luz del Sol. Las rodillas capricornianas hacen que el hombre permanezca poco tiempo postrado, y si sobre la rodilla izquierda reposan todos los esfuerzos de elevación realizados en el pasado, la rodilla derecha, la que se descubre, encierra la potencialidad de los esfuerzos de elevación contenidos en el porvenir.
 
La rodilla constituye, además, uno de los puntos más fuertes y relevantes del cuerpo, puesto que permite el movimiento. Ponerla al descubierto también significa que se descubre el punto de mayor fuerza porque a partir de la iniciación la fuerza dejará de estar en el exterior y pasará a ser una potencia interna.
 
Por último, al descubrir el pecho izquierdo, lugar donde está situado el corazón, el ritual quiere llamar una vez más la atención del candidato sobre el ineludible deber de poner el corazón a la obra. La vía masónica, ya lo hemos comentado, es la que pasa por la mente, la órbita de Caín, pero para avanzar en la obra es imprescindible la colaboración de Abel, que opera a través del corazón. Cuando una excesiva intelectualización amenaza con helar la obra, es preciso despertar a Abel de su letargo para incorporarlo al trabajo.
 
Reconocimiento del sendero, sentido de la acción y armonía entre el corazón y la mente son enseñanzas que el ritual dispensa al candidato en el momento de su iniciación. Esta colaboración entre el corazón y la mente se subraya cuando al candidato, al llamar a la puerta del templo, se le recibe con una espada apuntando sobre su pecho descubierto. Las espadas, uno de los símbolos de los arcanos menores del tarot, son el emblema del elemento Aire, que corresponde al mundo del pensamiento, de donde proceden las ideas.

Las ideas, en su estado natural, son hostiles a los sentimientos, son sus enemigas irreconciliables y de ahí ese gesto de hostilidad con que es recibido el candidato al apuntarle con la espada al corazón. Su trabajo consistirá en armonizar esas dos fuerzas, llamándolas a colaborar en la realización de la obra. En nuestra vida cotidiana tenemos que poner corazón en cada actividad que desarrollemos, es preciso conciliar nuestra parte razonable, las necesidades, con los deseos; debemos intentar que nos guste y nos motive la actividad que estamos desarrollando, sobre todo si se trata de nuestro trabajo habitual.

En cuanto a la cuerda al cuello, que se le quita al llegar al templo, es símbolo de los condicionamientos que atan al candidato al mundo. El cuello está regido por el signo de Tauro, que representa los goces terrenales, esos placeres que constituyen para nosotros una atadura. Las enseñanzas que el neófito recibirá en el templo lo liberarán de esas ataduras, de las pasiones.
 
 
 

miércoles, 27 de diciembre de 2017

EL SIGNIFICADO DE VAV, LA ETAPA DE MAESTRO

 
Vav simboliza la realización. Cuando el constructor ha conseguido encontrar el espacio en que debe ubicarse su obra, ésta empieza a levantarse y será la resultante de la idea primigenia y de las posibilidades que ofrece el mundo exterior. En el proceso biológico humano, Yod es la simiente, He es el proceso de incubación de la criatura y Vav es la exteriorización de la energía acumulada.

La ciencia de Vav consiste en velar para que esa obra nunca se despersonalice, perdiendo valores primigenios que presidieron su generación y que ayudarán a que se cumpla el objetivo para el que fue creada.

Creación-interiorización-exteriorización, tal es el proceso normal de todo producto, divino o humano.

A nivel de enseñanza intelectual, lo que se genera en la mente, después de haberse convertido para nosotros en impulso vital, debe ser transmitido al exterior. Nuestro saber debe ser comunicado y el masón que se inicia en una logia tiene la obligación de fundar él mismo su logia (simbólica o literalmente) y enseñar lo que ha aprendido. Podrá hacerlo, claro está, cuando alcance la fase Vav, es decir, cuando, después de haber acumulado la simiente creadora siendo Aprendiz y la haya interiorizado dentro de él siendo Compañero, llegue a la etapa de exteriorización como Maestro.

Para entonces habrá aprendido también a reconocer entre las personas con las que convive a las más aptas para el desarrollo de la fase Yod, las más aptas para vivir He y las más aptas para el Vav, así como los períodos que más se prestan a la realización de cada una de las experiencias en el terreno práctico, puesto que, como muy bien decía Salomón, hay un tiempo para reír y un tiempo para llorar, un tiempo para cada cosa.

El segundo He de la palabra sagrada en el nombre divino significa la prolongación indefinida de la fecundidad. En el plano humano representa la obra del hijo, de Vav.

Es evidente que la empresa puesta en marcha genera a su vez otra vida. El segundo He es el nieto, que se convierte, automáticamente, en Yod de un nuevo ciclo realizatorio (al tener sus propios hijos), ya a una escala inferior, a otro nivel. Lo mismo ocurre con una semilla (Yod) que se convierte en árbol (He) y da frutos (Vav), esos frutos contienen nuevas semillas (segundo He).

Cualquier proyecto necesita de una fase Yod en la cual la voluntad nos empuja a la realización de una idea; de la fase He, en la cual encontramos la tierra adecuada para fecundar nuestra voluntad, es decir, se presentan las circunstancias propicias para que pueda arraigar nuestro proyecto; la fase Vav, en la cual la idea cobra consistencia y puede salir ya al exterior, y la fase segundo He, en la cual el proyecto ya dará sus frutos. Siguiendo este razonamiento comprenderemos que la fase de Compañero (He) es la más delicada (es cuando la mujer está embarazada).
 

SIGNIFICADO DE HE, LA ETAPA DE COMPAÑERO


He es el segundo paso en el camino de la creación, tanto la macrocósmica como la microcósmica, la nuestra, la humana.
 
Si Yod es la fuerza generadora, He es la fuerza fecundadora: es el límite, la tierra, el molde.
 
En la historia de la creación leemos que Dios delimitó un espacio para realizar en él su obra. Esos límites de la creación divina están constituidos por el zodíaco, que es la pared cósmica que concentra las energías que provienen de Yod generador.
 
En el actual periodo evolutivo, las fuerzas de He se concentran en la mujer. Ella es la que recoge la semilla de Yod y la que realiza la función de molde, dando forma a la obra, a la criatura. Pero cuando se trata de una creación mental, el artista debe trabajar dentro de sí las fuerzas encerradas en He para hacerlas útiles a la realización de la obra. ¿En qué consiste este trabajo? Sencillamente, en encontrar la buena tierra. Sí se trata de construir un edificio, un puente, un monumento, se medirá la capacidad del suelo para soportar la obra, se harán los oportunos análisis del subsuelo, todo ello está perfectamente codificado en los libros de ingeniería. Pero si la obra va más allá de lo propiamente físico, si se trata más bien de fundar una sociedad, un partido, una empresa recreativa o espiritual, la técnica está menos codificada y el éxito o el fracaso residirán en la inspiración del artista.

¿Encajará la obra en la realidad viva en la que pretende implantarse? ¿Qué resistencias producirá en el medioambiente? ¿El momento es adecuado? Estas preguntas forman parte de la ciencia de He y serán trabajos a los que deberá enfrentarse el Compañero masón en el curso de su instrucción.
 
Cualquier actividad despierta una reacción en el ambiente en que tiene que desarrollarse, genera una violencia, ya que, estando cubierto todo el espacio humano, cualquier implantación significará desalojar algo que ya está establecido en la realidad física, pero también en la emotiva y la intelectual. A veces mover ideas o sentimientos resulta más difícil que pulverizar objetos físicos.
 
Por otra parte, hay algo muy importante en la ciencia de He y es aprender a controlar la repercusión que tendrá en el propio artista la reacción natural de los que se sientan expoliados con la implantación de la obra. En la fase Yod hay un impulso que se acumula en el interior y que acaba proyectándose al exterior. En el momento de la descarga ya estamos enlazando Yod-He, ya hemos creado una doble polaridad y estamos bajo el imperio de la ley del binario.
 
Nuestra realidad está tanto en Yod como en He, puesto que son dos fases de nuestro proceso de creación, pero como Yod representa nuestro impulso creador subjetivo y He, las circunstancias objetivas con las que tropezamos, ocurre a menudo que nos identificamos con el polo representado por Yod y consideramos lo que viene de He como un producto elaborado por el enemigo, por el que se opone a la realización de esa obra que proyectamos. Dicho de otra manera, la idea que ponemos en marcha tiene que adaptarse al medio en el que debe implantarse y es aquí donde solemos chocar y tomar el medio como hostil cuando ha dejado de plegarse a nuestros deseos.
 
Si nuestra conciencia se sitúa en el punto central, entonces acogeremos las reacciones provenientes de la realidad objetiva con filosofía. Si esas reacciones son violentas, en lugar de devolver la violencia, el artista se dirá: «he pinchado en un punto muy sensible, tantearé el terreno y trataré de buscar un lugar mejor», y así procederá hasta encontrar la zona justa. Acabará encontrando esta zona con toda seguridad, porque en la ciencia de Yod se encierra una virtud que permite descubrir el espacio, físico o espiritual, donde ha de ubicarse He.
 
Cuando se ignora este arte, la creación también pasa automáticamente por estas fases, pero la conciencia se polariza en un punto y estalla la eterna lucha contra el «enemigo», que es la reacción exterior de algo o alguien a quien hemos tocado por error, por ignorancia. Esto sucede, por ejemplo, cuando un entrenador trata de imponer un sistema de juego en un equipo acostumbrado a jugar de forma diferente. Se producirá un choque.
 
En las mitologías antiguas He era representado como la matriz femenina y la actual guerra entre sexos es una perfecta ilustración de lo que acabamos de decir sobre la polarización de la conciencia en uno de los extremos de esta línea, que en el simbolismo masónico está representada por una regla.
 
La regla masónica encierra el secreto de la ley binaria. Cuando un marido se pelea con su mujer y le reprocha que es muy distinta a cuando la conoció, sin comprender cómo ha podido casarse con ella, es que su conciencia se ha refugiado en uno de los dos polos de esta regla y le cuesta reconocer como válido lo que se encuentra en el polo contrario. La solución de este conflicto está en Vav, que es el hijo.
 
 
 


SIGNIFICADO DE YOD, LA ETAPA DE APRENDIZ

 
Cuando el edificio se está levantando, los distintos utensilios: escuadra, plomada, nivel, mallete, cincel, permitirán al constructor asegurar la estabilidad de la obra. Pero antes de edificar, es preciso que se realice un trabajo interior. El edificio debe estar construido antes en la mente del arquitecto para proyectarlo en la realidad física. Yod significa el impulso irresistible que nos lleva a realizar algo, el designio primordial, una fuerza interior irreprimible que activa nuestro cerebro y comunica al intelecto el deseo ardiente de la obra, la sed de realizaciones, podríamos decir.
 
Si esa sed dejara de existir, nada firme sería construido y aquello que se edifique sin la concurrencia de esta fuerza será una simple chabola, una caseta playera provisional que se llevará el primer temporal. En otras palabras, es preciso que toda construcción humana disponga, en una fase previa, de un tiempo mental, el cual constituye sus auténticos cimientos. Si se pasa por alto ese tiempo, la obra o bien nunca se hará o bien se derrumbará por falta de cimientos.
 
Así, el Aprendiz masón se limitará, en su primer año, a aprehender designios, a almacenar en su espíritu la fuerza de Yod, haciendo hervir esos designios en su interior con el fin de purificarlos, de quitarles todo lo que ha dejado de ser esencial.
 
La idea en bruto se seguirá perfilando en su mente, luego le quitará las asperezas, apreciará ya ciertos defectos de elaboración, hasta que quede una concepción pura, inmaculada.
 
En la sociedad, la inexistencia de esa etapa de Yod es la que lleva al fracaso las conversaciones y propuestas improvisadas. Si una persona, antes de solicitar un empleo, de pedir una entrevista para un negocio, se toma la molestia, durante días y hasta semanas, de pensar, de estudiar la mejor forma de abordar el problema, de pulir una y otra vez la idea original, el resultado de su gestión será otro muy distinto al que hubiera obtenido con una simple improvisación.
 
Las civilizaciones antiguas han dado a Yod la forma del órgano viril y lo esculpían erecto para adorarlo. Es la imagen más clara que se puede dar de esa fuerza y también la más adecuada para comprender su utilidad. En efecto, la simiente oculta en el órgano viril es la que engendra el hijo que nacerá después. El proceso de su evolución podemos observarlo desde el exterior en la madre, pero si aquel feto se desarrolla y nace la obra, es debido al impulso invisible del órgano varonil.
 
Si alguien viene a decirnos que la fuerza de Yod es innecesaria para realizar una obra, nosotros le responderemos que lo pruebe tratando de engendrar un hijo sin el concurso de la semilla.

Yod simboliza también la fuerza de voluntad necesaria en el arranque de cualquier actividad, la energía que debe utilizarse para romper la rutina, el marasmo de lo establecido, de aquello que representa nuestra seguridad temporal.

 
 
 
 
 

martes, 26 de diciembre de 2017

SIGNIFICADO DEL ESQUELETO EN LA CÁMARA DE REFLEXIÓN


El esqueleto indica al candidato que ha de estar dispuesto a llegar hasta la realidad última de las cosas. Acaba de ingresar en una fraternidad cuyo objetivo supremo es el trabajo, que se olvide de expresar sentimientos, de emitir pensamientos, de elaborar bellas teorías y recrearse en contemplaciones sublimes.
 
El esqueleto indica que estamos aquí para construir, para edificar los esquemas básicos que mas tarde han de dar vida a todo un organismo social. Las ideas, los pensamientos deben ir proyectados hacia ese objetivo ultimo que simboliza el esqueleto, entorno al cual se organizara la vida.
 
Si la masonería propone un esqueleto como modelo de la organización de la sociedad que se debe construir, es porque de todas las edificaciones existentes es la mas perfecta. El esqueleto es un conjunto arquitectónico que ha sido imaginado por el Gran Arquitecto del Universo, y el neófito deber tratar de imitarlo en sus construcciones humanas.
 
Es preciso analizar el esqueleto, pieza por pieza, calibrando la resistencia de los materiales, su flexibilidad, su vertebración, su solidez. Podemos buscar en el secreto del esqueleto la formula mágica para realizar la obra que se propone. Toda realidad material, se trate de un negocio, de una ley, de una institución, debe tener su cabeza y sus pies.
 
Una cabeza para proyectarse mas allá de la misma realidad y trascenderla, y los pies que puedan posarse en una estructura preexistente, de forma que, partiendo de algo estructurado, puedan avanzar hacia algo a crear.
 
El esqueleto representa la estructuración de la realidad, el orden, la organización, la base sobre la que se sustentará el edificio. El símbolo del esqueleto aplicado a la vida cotidiana indica que las cosas deben realizarse con un orden y que cada idea, proyecto, relación deberá sustentarse sobre una base solida.
 
El esqueleto es lo primero que se forma en el recién nacido y lo ultimo que desaparece en el cadáver. Esotéricamente, se dice que son las fuerzas activas en la región arquetípica del mundo del pensamiento las que construyen el esqueleto, de modo que se sugiere al candidato que toda vida física se organiza en torno a un pensamiento, a una idea. Para que exista una forma física primero debe haber una mental que ejerza una atracción, semejante a la de un imán, sobre los átomos físicos llamándolos a organizarse.
 
 
 

lunes, 25 de diciembre de 2017

MASONERÍA, LA BÚSQUEDA DE LA LUZ

 
" - ¿Sois masón?
- Mis hermanos me reconocen como tal."
 
Esta es la primera frase que se pronuncia en el ritual de apertura de los trabajos en una logia masónica y una de las que mas me han impactado a lo largo de mi trayectoria como masón. El hecho de que mis hermanos me reconozcan significa que las virtudes que he adquirido ya se han hecho visibles, han salido al exterior. He conseguido así pulir mi piedra bruta y modificar mi personalidad de manera que se perciba mi avance mas allá de mis fronteras personales.
 
Creo que este es uno de los mayores logros a los que puede aspirar un masón o cualquiera que se encuentre en el camino del conocimiento, cualquiera que este dispuesto a descifrar El camino de la Luz.
 
El germen de la masonería arranca en la noche de los tiempos, data del principio de nuestra era. La leyenda esotérica cuenta que los hijos de la viuda (nombre con el que se conoce a los masones) somos descendientes de Caín, que en el relato Bíblico (escrito en lenguaje simbólico) encabezaba la rama del conocimiento, la cual se asocia a la masonería y a las corrientes esotéricas y que en tiempos pasados se entendía como la rama del conocimiento reservada a algunos eruditos, a los que se apartan de la creencia oficial, a los que buscan vías distintas de evolución.
 
En cambio, Abel representaba la fe, la que se asocia a las iglesias exotéricas (lo que va al pueblo, a todo el mundo). Pero la poca preparación existente en aquellos tiempos para comprender la información dispensada por los descendientes de Caín y el que a menudo fueran perseguidos por su interpretación de las escrituras (aún hoy existen lugares en que la palabra «libertad» es delito) propicio la creación de grupos de iniciados que conservarían y transmitirían ese saber.
 
Una de las fraternidades que tuvo acceso a este conocimiento fue la masonería. Los masones descifraron la noticia explicatoria para conocer el funcionamiento de nuestro universo, las leyes básicas para conseguir un equilibrio y a través de ellas la felicidad. Utilizaron el lenguaje de grabar los símbolos en la piedra, que si bien resultaba complejo para sus coetáneos perduraría eternamente. Ellos fueron los constructores de catedrales en la Edad Media. Utilizaron el estilo gótico, también llamado «argotico» o «argot», el idioma de los iniciados. Marcaron sus construcciones con una serie de signos (los cuales todavía hoy podemos encontrar) que después serian descifrados por los iniciados.
 
Hoy la masonería ha dejado de ser operativa para ser simbólica, y esos signos y símbolos se transmiten a través de un ritual que se realiza en un espacio cerrado, al que se denomina «logia».
 
La masonería es pues,  un camino iniciatico que debe acercarnos a un mundo de valores nuevos, a través de los cuales seamos capaces de comprender un poco mas lo que sucede en nuestra vida y a nuestro alrededor. A diario vivimos inmersos en un mar de símbolos que aparecen en los sueños (cuando dormimos) o en las circunstancias anecdóticas que vivimos a diario (cuando estamos despiertos). La búsqueda, los signos, los códigos nos permitirán descifrar esas imágenes y comprender así cual es la actuación correcta para estar en consonancia con nuestra línea de evolución. La masonería marca, en cierto modo, la evolución personal de cada ser humano en su camino hacia la conciencia superior de su propia identidad.

Para convertirse en masón es necesario desear la luz, que se traduce como conocimiento y tendencia a desear aquello que nos falta, es, pues, necesario encontrarse en las tinieblas, vivir situaciones difíciles para experimentar el deseo de salir de ellas. La iniciación en los misterios de la masonería se dirige a los espíritus inquietos, a las almas que han sentido desasosiego o que se han despertado del letargo de la rutina.
 
El ritual masónico es uno de los códigos escritos mas antiguos que se conocen. Un ritual consiste en la repetici6n sistemática de movimientos, gestos y palabras recubiertos de un significado simbólico y que deben acercamos a la comprensión de una realidad para después poderla aplicar en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, una plegaria consiste en repetir unas palabras que tienen que elevar nuestro espíritu y cuyo objetivo es entrar en contacto con una entidad superior: los Ángeles, Dios. Esa conexión activa los resortes de nuestra espiritualidad y debe ayudarnos, día a día, a ser mejores personas.
 
Los ritos representan la forma física de aproximarse al Creador. Podemos acercarnos a El mediante el pensamiento y ello dará lugar al estudio y a la meditación, que nos llevara a la comprensión de las leyes divinas. Podemos acercarnos a El por el sentimiento, amándolo, venerándolo, dirigiéndole palabras de amor, plegarias, esa es la vía de la fe, de la iglesia. El rito es la única manera de llegar físicamente al creador, ya que implica trabajo corporal, en el curso del cual nos desplazamos, gesticulamos, movemos energía, objetos y herramientas con el propósito de construir en nosotros y en la sociedad el mundo espiritual.
 
La enseñanza ritual es inseparable de la simbólica puesto que se manejan objetos que tienen un significado oculto, de modo que esa enseñanza moviliza la inteligencia del neófito hacia la comprensión del símbolo que aparece de una manera tangible ante el. Cada persona tiene un ritmo de aprendizaje distinto, algunas necesitan que les digan las cosas cien veces para asimilarlas, a otras les bastará con diez. El ritual permite las repeticiones que sean necesarias para llegar a su completa comprensión. Es importante conocer las peripecias del iniciado para descifrar El código de la Luz, empezando por escarbar en las profundidades de su gruta, de su personalidad interna, para alcanzar la máxima altura del templo.
 
Cuando el ser humano se aproxima a su trascendencia, lo hace siempre a tientas, disparado por una sensación de descontento con la vida que esta llevando; movido por un Pepito Grillo interno que le hace preguntas, que le empuja a ir mas lejos; alentado por un impulso interior que le dice que mas allá de si mismo hallará otro mundo, otra dimensión, respuestas. Luego, cuando los primeros pasos han sido dados, cuando ha entrevisto la luz, puede contemplar ese soberbio paisaje que intuía.
 
El primer viaje, por ejemplo, que se realiza en el ritual de iniciación masónica (denominado «Prueba de Tierra») conduce a un cuarto llamado «Gabinete de Reflexión», que intenta representar ese antro oscuro construido a la imagen y semejanza de nuestro fuero interno. Allí nos encontramos con objetos simbólicos, inscripciones poco tranquilizadoras, exactamente igual que si pudiéramos sumergirnos en nuestro subconsciente. ¿Quién de nosotros puede presumir que, de poder hacerlo, hallaría allí la paz y la tranquilidad? Algo tenebroso duerme en nuestras almas y el que penetra en su recinto interno se enfrenta con esa realidad. Pero en ese fondo humano se encuentran igualmente los elementos que permiten encontrar el camino de la Ley y será reflexionando sobre ellos, penetrando en su significado, como encontraremos el hilo de Ariadna que nos conducirá a la luz.
 
Enfrentarse consigo mismo, con su propia realidad humana sin contemplaciones, es la primera tarea del aspirante a masón, mediante el cual espera descifrar su propio código de la luz. «Enfrentarse» quiere decir retar su realidad mundana, librar contra ella un singular combate que le conducirá a una muerte segura para que la personalidad sagrada pueda nacer.
 
La palabra «francmasón» deriva de los vocablos egipcios "Phree messen", «hijos de la luz». La masonería se basa en la creencia de que un ser superior ha elaborado los planos de nuestro universo. Ese Dios es conocido como el Gran Arquitecto del Universo. "Arche" es una palabra griega que significa «sustancia primordial» o «primaria». "Tekton" significa «constructor». Todo masón verdadero es un hijo de la luz, un constructor, que está esforzándose por construir el templo de su personalidad, con arreglo a las medidas, a los parámetros que marca el GADU (Gran Arquitecto del Universo).
 
El aspirante masón, el buscador de luz, se compara con la piedra en bruto, que tomara su forma definitiva bajo la acción del cincel y del martillo, del discernimiento y de la voluntad. Debe perfeccionarse hasta llegar a ser la piedra cúbica que representa al iniciado. Esta piedra cúbica apta para unirse a las otras que servirán para construir el edificio social le recuerda al masón que debe formar parte de la vida realizar una obra útil e incorporarse, con los demás masones, a la edificación y el desarrollo de una sociedad estable.
 
Los ritos masónicos son, de esta manera, ritos del sendero de prueba que intentan ser una preparación para la verdadera iniciación y una escuela para el entrenamiento de los seres humanos en la conquista de la senda del conocimiento. La representación del ritual en cada uno de los grados (la masonería simbólica tiene tres, Aprendiz, Compañero y Maestro) se propone ayudar a que se activen ciertas energías para que la persona a quien se le ha concedido el grado despierte dentro de si misma ese aspecto de conciencia que corresponde al simbolismo del grado, lo cual ayudará a su evolución y a la de sus compañeros de ruta.
 
Si volvemos la vista atrás, encontramos numerosos ejemplos de fraternidades que, como la masonería, buscaban un crecimiento equilibrado del ser humano. Las escuelas pitagóricas trabajaron en intima asociación con las enseñanzas de los misterios, pero sin las ceremonias, a través de una exposici6n filosófica de los simbolismos. En esas escuelas los alumnos eran divididos en tres grados que se correspondían con los de la masonería simbólica y los llamaron etapas de Purificación, Iluminación y Perfección, respectivamente. En el programa pitagórico el primer grado era el de los "akoustikoi" u oyentes, quienes casi nunca tomaban parte en las discusiones o conferencias durante el primer año, sino que guardaban silencio para escuchar y aprender (como los Aprendices). Al final de este lapso, si eran considerados satisfactorios, los estudiantes eran aptos para el segundo grado, el de los "mathematikoi".
 
Las matemáticas eran estimadas como una preparación para algo de mayor alcance, mas elevado y mas práctico. En este grado se coordinaba el estudio de la geometría, las matemáticas y la música. El tercer grado de los pitagóricos era el de los "Phisykoi", estudiantes de la verdadera vida interna. Para alcanzarlo se les exigía a los alumnos una gran pureza.
 
C. W. Leadwater, en su libro La vida oculta en la masonería, nos explica como trabajaban los masones egipcios. He recogido aquí un texto significativo:

"Había en Egipto tres grandes logias, cada una de las cuales estaba estrictamente limitada a cuarenta miembros, todos ellos como partes igualmente necesarias del mecanismo. Incluso los oficiales encargados del rezo del oficio y de la magnetización de la logia; cada miembro representaba una particular cualidad. A uno se le llamaba el Caballero del Amor; a otro, el Caballero de la Verdad; a otro, el de la Perseverancia, y así sucesivamente, de modo que a cada uno de ellos se le suponía capaz de ser en pensamiento, palabra y obra una perfecta expresión de la cualidad representada. La idea consistía en que cuarenta cualidades, así manifestadas en el conjunto de la logia, formaban el carácter del hombre perfecto, una especie de hombre celeste mediante el cual podría derramarse la energía divina por todo el país.
 
Como todos los participantes habían de contribuir a la construcción de la forma, eran absolutamente necesarias la exacta cooperación y la perfecta armonía. Solo a los capaces de olvidarse por completo de si mismos en la magna obra se los elegía de entre el cuadro de las logias para formar parte de una de las tres grandes logias, cuyo poder era tal que invadían con su influencia todo el país. La mas leve tacha en el carácter de uno de los cuarenta miembros hubiera debilitado considerablemente la obra. Tal vez una reminiscencia de esta suprema necesidad es la regla actual de que si dos hermanos están enemistados deberán esperar a ceñirse el mandil hasta que hayan zanjado amistosamente sus diferencias.
 
Como ejemplo transcribo una lista de las cualidades positivas o virtudes representadas en una gran logia, aunque a veces resulta difícil encontrar en nuestros modernos idiomas palabras que expresen exactamente las ideas de los antiguos egipcios:

1. Amor y sabiduría 2. Fortaleza 3. El poder de descubrir y apreciar la belleza 4. Discernimiento 5. Elocuencia 6. Veracidad y exactitud 7. Habilidad 8. Eficiencia 9. Sentimiento de unidad 10. Cortesía 11. Tacto 12. Decisión 13. Valor 14. Jovialidad 15. Confianza 16. Calma 17. Equilibrio 18. Perseverancia 19. Reverencia 20. Devoción 21. Previsión 22. Rectitud 23. Sentimiento de honor 24. Imparcialidad 25. Justicia 26. Indecisión 27. Dominio mental 28. Dominio emocional 29. Dominio físico 30. Prudencia 31. Dominio de la memoria 32. Meditación 33. Pureza 34. Paciencia y afabilidad 35. Persuasión 36. Adaptabilidad 37. Tolerancia 38. Humildad 39. Estudio 40. Perspicacia.

Cada hermano tenia el deber de manifestar en su conducta la cualidad que representaba. También en las logias ordinarias tomaban todos los miembros parte en la obra, y el trabajo de los que ocupaban las columnas, en ocasiones, se consideraba mas arduo que el de los oficiales, pues mientras estos tenían que efectuar con suma exactitud especiales acciones físicas, aquellos habían de valerse siempre del poder de su pensamiento y reunirse en ciertos puntos del ritual para emitir corrientes mentales de índole mas parecida a la de la fuerza de voluntad que a la de meditación, a fin de construir con el mancomunado esfuerzo por encima y alrededor de la logia una magnifica y radiante forma mental de perfectas proporciones, de manera que sirviese del modo mas efectivo de conducto transmisor a la energía espiritual atraída por su devoción. 
Resulta útil y esclarecedor ver como se trabajaba en el antiguo Egipto, porque aquellos masones practicaban las ceremonias con completo conocimiento de su significado, lo cual daba mayor fuerza al ritual. Consideraban su templo lo mismo que el mas fervoroso cristiano considera su iglesia parroquial, aunque su actitud derivaba del conocimiento científico más que del emotivo. Sabían que el templo estaba vigorosamente magnetizado y que era preciso estar bien concentrado para conservar el pleno vigor de ese magnetismo. Hablar en el templo de cosas profanas hubiera sido considerado sacrilegio, pues seguro que acarrearía perturbadoras consecuencias, ya que se perdería la concentración.
 
Trabajar como en el antiguo Egipto es un objetivo de la masonería actual. Tenemos en nuestras logias masónicas un hermoso ceremonial, revestido de un profundo significado simbólico, que cuando se comprende despierta el espíritu investigador y pone en marcha los procesos alquímicos internos. La alquimia masónica tiene por objeto principal la transformación del plomo de la personalidad en el oro del espíritu. Una de las actitudes que más llaman la atención en el mundo profano sobre los misterios de la masonería es su secretismo y lo enigmático de sus rituales, pero tiene una sencilla explicación. Toda empresa que se precie guardará el secreto sobre sus estrategias de marketing. Además, ante cualquier cambio en la vida, en el ámbito que sea, una persona debe mantener un cierto nivel de discreción.
 
La masonería preconiza la necesidad de un cambio interno que produzca a su vez una transformación en el exterior y que acabe por modificar la sociedad. Durante los años de dictadura en España (y lo mismo sucede en todos los países con un régimen totalitario, ya que la orden proclama la libertad como premisa fundamental) los masones eran perseguidos por su condición de hombres libres.
 
Lo desconocido suele generar miedo, incomprensión, porque basamos nuestra seguridad en aquello que dominamos. La masonería, por mucho que explique sus «secretos», siempre será una orden discreta, porque el crecimiento de sus miembros es personal e intransferible y, aunque traduzcamos el simbolismo, existirá el factor humano, el elemento de transformación alquímica que tendrá lugar en el interior de todos los que pasen por una iniciación. Nada extraño tiene pues que, ante la imposibilidad de explicar los procesos personales internos, un masón opte por el silencio.
 
Será de gran ayuda conocer el simbolismo de las pruebas iniciáticas de Tierra, Aire, Agua y Fuego, las cuales todo ser humano debe franquear en el camino de la ascensión hacia el conocimiento. La masonería es un camino de luz. Desde nuestra situación de aprendiz en la vida, debemos activar en nosotros el impulso que nos lleve a desvelar y caminar por el sendero de la Luz.

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