domingo, 10 de diciembre de 2017

LOS VIGILANTES


En la Logia los Vigilantes son la segunda y tercera Luces del Taller, inmediatamente después del Venerable en funciones. Eso significa que en el caso de una ausencia del Venerable es el Primer Vigilante quien lo reemplaza, o el Segundo si el Primero no está disponible tampoco.
 
En Inglaterra y en Estados Unidos no ocurre así: los Ex-Venerables se sientan en el Oriente y si el Venerable en funciones se ausenta, la Tenida es presidida por uno de sus predecesores.
 
El origen de los Vigilantes es operativo y muy antiguo. En varias versiones de los "Antiguos Deberes" que son muy anteriores a las Constituciones de Anderson, las "Tres Grandes Luces del Taller" son el Maestro de la Logia y los dos Vigilantes. La definición de las tres grandes luces que dice que son la Biblia, la escuadra y el compás, no parece ser anterior al siglo XVIII.

Los Vigilantes están estrechamente asociados con las columnas: cada uno de ellos se sienta "sobre columnas del Templo y controla una de las columnas del Taller". El Primer Vigilante o Vigilante Antiguo (Senior Warden) vigila la columna de los Compañeros y el Segundo Vigilante o Vigilante Nuevo (Junior Warden) vigila la columna de los Aprendices.

Aquí se plantea el problema de la ubicación exacta de los vigilantes en la Logia. En el rito Escocés, el Primer Vigilante se sienta a la izquierda al entrar, al lado de la columna "B" y el Segundo Vigilante está a la derecha, al lado de la columna "J". Se ha discutido mucho sobre este tema. Según Wirth ambos sistemas son admisibles suponiendo que las correspondencias se crucen en diagonal; pero con la condición de que el Primer Vigilante se siente siempre cerca de la columna "B" y el Segundo siempre cerca de la columna "J".

La colocación de los Vigilantes también está en relación con el simbolismo cósmico del Templo. En el rito Emulación el Primer Vigilante se sienta al Occidente y el Segundo Vigilante se sienta al Mediodía. El Primer Vigilante tiene como misión "indicar el momento en el que el Sol se encuentra en el Poniente", para cerrar los trabajos por instrucciones del Venerable, luego de asegurarse de que los obreros recibieron cumplidamente su salario. En el Mediodía el Segundo Vigilante "observa el paso del Sol por el Meridiano" y está encargado de llamar a los Hermanos del descanso al trabajo y del trabajo al descanso para que así obtengan provecho y alegría".
 
Se han hecho otras analogías simbólicas. En el árbol sefirótico los Vigilantes corresponden a "Hod", la victoria, y a "Netzáh", la gloria. Wirth y el rito de Salomón asocian al Primer Vigilante con "Marte" cuyo rigor y cuya fuerza deben ser inflexibles y el Segundo Vigilante con "Venus". Marte y Venus son opuestos y se complementan: el primero es la fuerza masculina y el segundo la gracia femenina. Sobre el "Sello de Salomón" (la Estrella de seis puntas), los dos Vigilantes forman los dos ángulos de la base del triángulo ascendente que "dirige" la Logia. Si nos imaginamos superpuesta al Templo la figura de un hombre acostado boca arriba, los Vigilantes representan, bien sea las piernas (Ritos Francés y Escocés), o bien el corazón y el sexo (Rito Emulación). En el plano del simbolismo de los metales, el Primer Vigilante representa el Acero y el Segundo el Cobre.
 
Las joyas de los Vigilantes son el Nivel para el Primero y la Perpendicular para el Segundo.

El Venerable abre y cierra los trabajos con la ayuda de los Vigilantes. Estos, al igual que el Venerable, portan un Mallete, herramienta de "mando" en el sentido en que "marca" el tiempo y establece la puntuación rítmica de las acciones mediante la percusión. En los ritos francés y escocés recorren las columnas, armados con sus malletes, para verificar si todos los presentes son masones regulares, haciéndolos colocar al Orden. En el rito de Salomón es el Experto que efectúa esa verificación para dar cuenta a los Vigilantes.

Durante los trabajos, los Hermanos de las Columnas le solicitan el uso de la palabra a los Vigilantes. Éstos transmiten las solicitudes al Venerable, quien otorga o no la palabra. Los Hermanos no toman la palabra sino hasta que el Vigilante de su columna les transmite la autorización del Venerable. Sin embargo, un Vigilante puede no darle curso a una solicitud de uso de la palabra si juzga que es mejor así.

Los Vigilantes tienen a su cargo la formación de los nuevos adeptos. El Segundo Vigilante forma a los aprendices y el Primer Vigilante a los compañeros. Los vigilantes son iniciadores. Ese es el aspecto esencial de su función. El Segundo Vigilante prepara a los aprendices para el trabajo de compañero y el Primer Vigilante prepara a los compañeros para las responsabilidades de la maestría. En una comunidad fraternal el deseo de avanzar en la senda iniciática debe ser alimentado por estímulos, incitaciones y enseñanzas brindados por guías. Tal como lo hace notar con mucha razón Gilbert Alban en su "Manual Práctico del Segundo Vigilante", el fetichismo de los altos grados, la intolerancia religiosa, la politización, etc. se originan en el relajamiento de la instrucción masónica en los dos primeros grados.

Por su característica misma de "iniciadores", los Vigilantes no deben limitarse a una formación exclusivamente ritual y formal: cómo comportarse en Logia, cómo tomar la palabra, etc... Les corresponde hacerle entender a los aprendices y compañeros por qué y cómo es que la profundización en el significado de los símbolos amplía el espíritu, favorece la introspección, libera de los prejuicios y los dogmas, permite poner orden en el interior de sí mismo, construye la libertad interior y, por allí mismo, asegura el disfrute de la libertad. Les corresponde mostrar toda la riqueza del lema "Muere y deviene". Van formando el porvenir de la Logia y de la Francmasonería. Si no están a la altura de sus funciones, la Logia no tendrá de masónico más que el nombre y no se parecerá más que a un club y a una especie de guardería para adultos.

Por supuesto que la Logia es un organismo viviente y por lo tanto, si algunas de sus funciones presentan fallas, otras facultades pueden compensar agudizándose. El oído y el olfato se desarrollan cuando falla la vista. Pueden entonces presentarse fallas en algunos oficiales y, sin embargo, la Logia puede funcionar bien si otros oficiales compensan las carencias.
 
En lo concerniente a los Vigilantes, con frecuencia resulta útil que el Venerable se vincule estrechamente a la formación de los aprendices y compañeros. La estructura tradicional de la Logia prevé que todo debe ser supervisado por el Venerable. Sin embargo, si uno de los oficiales no realiza correctamente su trabajo, la Logia resulta mutilada y dicha mutilación es grave si los oficiales que fallan son los Vigilantes.

El Segundo Vigilante es el que mayor responsabilidad afronta por cuanto orienta los primero pasos de los neófitos en el Arte Regio. El Maestro responsable de la columna del septentrión facilita o, por el contrario puede dificultar, la expansión de la luz en el Templo. Es necesario que tenga abundante contacto con los aprendices por fuera de las reuniones de la Logia. Esos contactos no deben ser siempre sesiones de trabajo. Pueden ser salidas en conjunto, veladas de recreo y distensión, con abundante conversación informal que no esté siempre orientada hacia la masonería, pero que sí sea siempre masónica en su espíritu y ambiente.

El segundo vigilante debe promover y mantener las relaciones amistosas y fraternales con los aprendices y entre los mismos aprendices. Debe estar disponible. Si los aprendices sienten la necesidad de consultarlo con frecuencia, de verlo, de hacerle preguntas, de conversar con él o, inclusive simplemente, de disfrutar de su compañía, ¡entonces todo está muy bien porque augura un porvenir maravilloso para la Logia!

Los aprendices trabajan sobre los símbolos de su grado y sobre todos los símbolos en su grado. Si en determinado momento desean buscar más allá, el segundo vigilante no debe impedírselo. En numerosas Logias se le prohíbe a los aprendices desarrollar un tema que contenga aspectos, símbolos o mitos que no se supone que deba conocer. Sin embargo, no es restringiendo el trabajo de los neófitos por medio de tabúes que se logra desarrollar una verdadera pedagogía activa del Despertar. Cualquier profano cultivado conoce la leyenda de Hiram, aunque sólo sea por haber leído a Gérard de Nerval, conoce también la Estrella Flamígera, etc. La Francmasonería, su simbolismo y su mitología constituyen una parte del patrimonio cultural de todos y no un compartimiento aislado, reservado y tabú. Es ridículo no poder hablar de algún tema relacionado con la Orden en el interior de un Templo masónico luego de haber ingresado en la institución, y de estar motivado por el interés, el amor por la Orden y las expectativas elevadas que se tienen de ella. Debemos estar en posibilidad de abordar cualquier tema al igual que en una reunión profana. Recordemos que en la ceremonia de iniciación en el primer grado hay un momento en el cual se levanta la venda del candidato y se le permite contemplar una pequeña luz antes de proceder a los viajes iniciáticos. Eso significa que si se quieren hacer progresos en cualquier campo, es necesario tener una idea de lo que está más allá del propio nivel. Se avanza mejor en un sendero cuando se puede ver un poco más lejos que el lugar en el que uno está poniendo los pies... lo cual tampoco significa que no se deba dar serenamente un paso tras el otro. Pero el tener una perspectiva del conjunto ayuda bastante.

Por lo demás, la percepción intelectual de un simbolismo asociado con un grado que no se posee aún no perjudica en nada la calidad de las emociones experimentadas en el momento de pasar la ceremonia de recepción en dicho grado. Lo vivido sigue siendo una experiencia inefable. Se puede hablar durante mucho tiempo y con mucha erudición acerca de un fruto; pero su sabor es indescriptible. Por el contrario, es bastante útil adquirir sólidas nociones sobre dicho fruto para prepararse a degustarlo.

El aprendiz debe trabajar sobre los símbolos de su grado, las herramientas, la piedra bruta, etc. Además debe meditar acerca de las herramientas de los constructores como símbolos y sobre el interés que pueden tener, acerca de la identidad HACER = HACERSE y sobre el interés que puede tener dicha identidad, etc.

El Segundo Vigilante debe guiarlo mostrándole el interés de este proceso. Debe suministrarle una documentación, darle una bibliografía amplia, con autores y puntos de vista variados. El aprendiz Francmasón es un adulto generalmente cultivado que debe ser orientado en sus investigaciones mediante consejos, incitaciones y sugerencias y no mediante órdenes ni prohibiciones.

El Segundo Vigilante suministra y comenta la documentación con la misma libertad con la cual el aprendiz la explora. El punto inicial es la compilación: cuando se aborda un tema hay que saber lo que otros han dicho acerca de él. Condenar la compilación es absurdo. Pero además, el Segundo Vigilante debe invitar al aprendiz a no contentarse con compilar. El aprendiz tiene que aportar de sí en forma personal en su trabajo. Aunque se hayan escrito volúmenes enteros acerca de la Piedra Bruta, siempre hay algo que agregar, una idea distinta y expresada de otra manera. Recordemos que con las mismas notas de la escala musical, inclusive tomadas dentro de una misma octava siempre se pueden componer nuevas melodías luego de haber escuchado aquellas producidas por los compositores anteriores. La vida no surge de la nada y a la vez ningún ser humano se parece exactamente a otro. La compilación servil y la imaginación delirante son los dos excesos que hay que evitar para que el Neófito pueda progresar en el Arte.
 
¿No se llama acaso nuestra vía, la Vía del Medio?

El Segundo Vigilante, al igual que todo Maestro digno de su mandil, debe responder con benevolencia a todas las preguntas; sí, todas las preguntas, que le planteen los aprendices. Debe incitar a los aprendices a que hagan preguntas. Y si esas preguntas son embarazosas y si no conoce la respuesta, simplemente debe responder: "no sé". Nadie disminuye su valía por el hecho de reconocer que no sabe algo. El hombre más ilustrado, aquel que posee una cultura tan vasta que cuesta trabajo imaginar sus límites, en realidad no hace más que poseer unos vacíos situados en la mitad de una ignorancia enciclopédica.
 
Sócrates, a quien honramos en nuestros Templos por sus palabras: "Conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses", que muestran el camino; habría también dicho lo siguiente: "Lo único que sé con seguridad, es que no sé nada." Por eso es que si un Maestro teme reconocer su ignorancia ante un aprendiz, es que ese Maestro no ha entendido nada; y si el aprendiz se siente desilusionado del Maestro por la ignorancia que éste ha mostrado acerca de uno u otro punto, dicho aprendiz tampoco ha entendido nada.

En la Logia nos ayudamos apoyándonos en nuestras referencias particulares y utilizando nuestras herramientas para avanzar hacia la luz. Cada uno es portador de un poco de luz en medio de su oscuridad. Estas luces, todas siempre de un fulgor moderado, deben reunirse para que el Templo se ilumine. Lo que no hay son dos castas: la de los neófitos que todo lo ignoran y la de los Maestros que todo lo saben.

El Segundo Vigilante debe alentar la curiosidad y la investigación, debe suscitar preguntas, debe responder si puede hacerlo bien y decir cuando no pueda responder. En ningún caso debe hacer trampa; y el peor y más lamentable engaño que puede hacérsele a un joven Masón que plantea una pregunta, es decirle: "Ese no es un tema de tu edad; espera, que luego lo sabrás". Un Maestro que hable así debería ser despojado en el acto de su mandil. No es más que un profano con mandil. Es por culpa de semejantes Maestros que las Logias Masónicas vegetan en la mediocridad.


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