lunes, 18 de diciembre de 2017

EL TAROT ES UN SER


La mayor parte de los autores de libros sobre el Tarot se limitan a describir y analizar una carta tras la otra sin imaginar el conjunto del juego como una totalidad. No obstante, el verdadero estudio del significado de cada arcano comienza con una ordenación coherente de todo el Tarot: de cada detalle, por pequeño que sea, parten líneas de unión que abarcan a las 78 cartas.
 
Para comprender esos múltiples símbolos hay que haber visto el símbolo final, que forma la totalidad de ellos, un mandala. Según Carl G. Jung, el mandala es una representación de la psique, cuya esencia nos es desconocida: las formas redondas simbolizan en general la integridad natural, en tanto que las formas cuadrangulares representan la toma de conciencia de esta integridad.
 
Para la tradición hindú el mandala, símbolo del espacio sagrado central, altar y templo, es a la vez una imagen del mundo y la representación del poder divino. Una imagen capaz de conducir al que la contempla a la iluminación...
 
De acuerdo con esta concepción, me propuse ordenar el Tarot como si estuviera construyendo un templo. En todas las tradiciones, el templo resume la creación del universo, que es visto como la unidad divina que ha estallado en fragmentos. Osiris, encerrado en un cofre por sus enemigos celosos y su hermano Seth, es arrojado en las aguas del Nilo, mutilado, despedazado y luego resucitado por el aliento de Isis.
 
Simbólicamente los arcanos del Tarot son un cofre donde se ha depositado un tesoro espiritual. La apertura de este cofre equivale a una revelación. La tarea iniciática consiste en unir los fragmentos hasta recuperar la unidad...
 
Se parte de un mazo de cartas, se mezclan los arcanos y se los extiende sobre una superficie, es decir, se despedaza al Dios. Se los interpreta, se los reúne en frases. El lector iniciado (Isis, el alma) en una búsqueda sagrada reúne los pedazos. El Dios resucita, ya no en la dimensión inmaterial sino en el mundo material.
 
Con el Tarot se compone una figura, un mandala, que permite abarcarlo entero de una sola mirada. Esta idea de que las cartas no habían sido concebidas una por una, como símbolos separados, sino como partes de una unidad, no me apareció de golpe. Fue un largo proceso que partió de intuiciones nebulosas, hasta llegar con el transcurso de los años a descubrimientos que con toda certeza probaban la voluntad de unión de este «ser» que es el Tarot.

Ordené las cartas colocando los pares a mi izquierda y los impares a mi derecha porque en las tradiciones orientales los números pares son considerados pasivos y los impares activos; el lado derecho es considerado activo y el izquierdo pasivo. Comparé las ornamentaciones de los templos occidentales con los orientales. En la fachada de las catedrales góticas, por ejemplo Nuestra Señora de París, Jesucristo, andrógino, de pie entre un dragón terrestre y un dragón celeste, nos bendice ubicado en la puerta central. En la puerta de su derecha (nuestra izquierda como espectadores) se alza la Virgen María (feminidad, receptividad), y en la puerta de su izquierda vemos un sacerdote dominando con su báculo a un dragón (masculinidad, actividad).
 
Por el contrario, en los templos budistas tántricos, las divinidades masculinas se colocan a nuestro lado izquierdo como espectadores y las femeninas a nuestro lado derecho. Se explica esto porque Buda no es un dios sino un nivel que cualquier ser humano, si realiza la gran obra espiritual, puede alcanzar.
 
El creyente deja de ser espectador y se ubica en medio del macho y la hembra, convertido en el templo mirando al exterior. una el imitarlo. Por el contrario, Cristo es una divinidad, ningún creyente puede convertirse en él, sólo puede imitarlo. Los santos orientales son budas. Los santos occidentales imitan a su Dios. Por lo cual las catedrales actúan como espejos. La derecha del edificio representa nuestro lado izquierdo y el lado izquierdo del edificio representa nuestro lado derecho...
 
El Tarot de Marsella, producto judeocristiano, nos indica en El Mundo (XXI) que lo usemos como espejo: la dama sostiene en su mano izquierda el bastón activo y en su mano derecha la redoma receptiva...
 
Con estos y otros detalles que sería largo enumerar, me guié para ir formando grupos con las cartas hasta que un día todos ellos se unieron en un mandala. Obtuve una esvástica, símbolo del torbellino creativo alrededor del cual se extienden las jerarquías que emana. Esta esvástica, por indicar manifiestamente un movimiento de rotación alrededor del centro, acción del Principio Divino sobre la manifestación, fue largo tiempo considerada como un emblema de Cristo.

En India la hicieron emblema de Buda, porque representa la Rueda de la Ley (Dharmachakra). También emblema de Ganesha, divinidad del conocimiento. En China la esvástica simboliza al número diez mil, que es la totalidad de los seres y de la Revelación. Es también la forma primitiva del carácter fang que indica las cuatro direcciones del espacio cuadrado, de la tierra, expansión horizontal a partir del centro.

En el simbolismo masónico, en el centro de la esvástica figura la estrella polar, y los cuatro brazos (letras gamma griegas cuya forma es la de una escuadra) que la constituyen forman las cuatro posiciones cardinales de la Osa Mayor alrededor de ella (la Osa Mayor simboliza un centro director o iluminador). Sin embargo, debo reconocerlo, los arcanos permiten innumerables formas de ser ordenados en un todo. Siendo el Tarot un instrumento esencialmente proyectivo, no hay en él una forma final, única, perfecta. Esto concuerda con los mandalas. dibujados con arena coloreada por los monjes tibetanos. Son todos parecidos pero nunca semejantes.

Por la comprensión de este mandala comienza nuestro estudio: no se puede analizar las partes sin conocer el todo. Cuando se conoce el todo cada parte adquiere un significado global y revela sus lazos con todas las otras cartas. Cuando se toca un instrumento en una orquesta, hace resonar todos los otros.

El Tarot es una unión de arcanos. Cuando, después de muchos años, logré reunirlo en mi primera versión coherente del mandala, le pregunté: «¿De qué me sirve este estudio? ¿Cuál es el poder que me puedes dar?», e imaginé que el Tarot me respondía: «Sólo has de adquirir el poder de ayudar. Un arte que no sirve para sanar no es arte.

¿Pero qué es sanar? Toda enfermedad, todo problema, es producto de un estancamiento, ya sea corporal, sexual, emocional o intelectual. La curación consiste en recuperar la fluidez de las energías. Esta concepción se puede encontrar en el Daodejing [Tao Te Ching] de Lao zi, y de manera muy precisa en El libro de las mutaciones o Yijing [I Ching].

¿Correspondía el Tarot de alguna manera a tal filosofía?

Sabiendo que el lenguaje óptico del Tarot no podía ser encarcelado en una sola explicación verbal, decidí hacer mías las palabras de Buda: «Verdad es aquello que es útil,  dando a los cuatro Palos una significación que de ninguna manera osaría afirmar que era la única o la definitiva sino la más útil para el uso terapéutico que yo anhelaba dar a los arcanos. Me parecía que en lugar de utilizar el Tarot a semejanza de una bola de cristal, convirtiéndolo en herramienta para que exóticos videntes desentrañaran con él hipotéticos futuros, debía ponerlo al servicio de una nueva forma de psicoanálisis, la tarología.

Mi primera tendencia al tratar de ordenar las cartas fue lograr una forma simétrica. Después de infructuosos ensayos pude constatar la imposibilidad de tal cosa. Recordé que en mi primer viaje a Japón el guía que me mostraba el antiguo palacio imperial me indicó que ningún muro estaba construido en línea recta, que ninguna ventana o puerta estaba dividida en cuadros simétricos: para la cultura japonesa la línea recta y la simetría eran demoníacas.

Efectivamente, estudiando el arte sagrado, se puede constatar que nunca es simétrico. La puerta a nuestra izquierda de la catedral de Nuestra Señora de París es más ancha que la puerta a nuestra derecha... Todo arte simétrico es profano. El cuerpo humano tampoco es simétrico: en el lado derecho nuestro pulmón tiene tres lóbulos y en el izquierdo dos. El Tarot demuestra ser arte sagrado porque nunca en una carta la parte superior es idéntica a la inferior, ni el lado izquierdo es igual al derecho. Siempre hay un pequeño detalle, a veces muy difícil de captar, que rompe el parecido. Por ejemplo, el Diez de Oros, a primera vista perfectamente simétrico, tiene en el ángulo inferior de nuestra derecha un oro diferente a los otros: si en los otros tres ángulos hay oros de doce pétalos, éste sólo tiene once pétalos. Si en el extremo inferior del eje central hay una flor con dos cortas hojas amarillo claro en el interior y amarillo oscuro/naranja en el exterior, en el extremo superior del eje la flor tiene más largas estas dos hojas. Pienso que los creadores del juego voluntariamente dibujaron detalles mínimos para enseñarnos a ver.

La visión que nos transmiten nuestros ojos cambia según el nivel de conciencia que desarrollemos. El secreto divino no se oculta, está delante de nosotros. El que lo veamos o no depende de la atención que dediquemos a observar los detalles y a establecer conexiones entre ellos.

Una vez que fui consciente de que bajo una simetría aparente el Tarot negaba siempre las repeticiones, comencé a darme cuenta de que los arcanos menores se organizaban siguiendo una ley que se podía formular como «De cuatro partes, tres son casi iguales y una es diferente. Y de las tres iguales, dos son más parecidas». Es decir: ([ 1+ 2] + 3) + 4.

Los ejemplos son múltiples. He aquí algunos de ellos: De los cuatro Palos, tres son objetos fabricados (la espada, la copa y el oro) y uno es un elemento natural (el basto). Y de los tres, dos son más parecidos por reposar en una superficie (el oro y la copa) y el tercero es diferente porque lo esgrime en el aire una mano. Las Espadas, los Bastos y las Copas tienen números. Los Oros no tienen números. En las Espadas y Bastos los V tienen la punta hacia el centro, en las Copas los V tienen la punta hacia fuera. Los Pajes de Espadas, Bastos y Oros tienen sombrero. El de Copas marcha con la cabeza desnuda. El Paje de Espadas y el de Oros tienen sombreros similares. El de Bastos porta un gorro muy diferente. Las Reinas de Bastos, Copas y Oros, aparte del símbolo que les corresponde llevan en la otra mano un objeto. La Reina de Espadas no. Tres Reyes están en el interior de un palacio. Un cuarto está en medio de la naturaleza. Tres tienen corona, el cuarto un sombrero. De los Caballeros, tres caballos son azules, el cuarto es blanco, etc.

Si buscamos esta ley en las religiones y mitologías y en la realidad, encontraremos, por ejemplo en el cristianismo, tres (Padre, Hijo, Espíritu Santo) más uno (Virgen María). De estos tres, dos son inmateriales (Padre, Espíritu Santo) y el tercero (Jesucristo) está encarnado. ([Padre + Espíritu Santo] 4- Jesucristo) + Virgen María.

En los cuatro Evangelios, tres parecidos (Marcos, Mateo, Lucas) y uno diferente (Juan). Y entre los tres parecidos, dos más semejantes (Marcos, Lucas) y uno algo distinto (Mateo). ([Marcos + Lucas] + Mateo) + Juan.

La Cábala distingue cuatro mundos: tres inmateriales divididos en dos que forman el Macroposopus, Atziloth (arquetipal) y Briah (creativo) y uno que es el Microposopus, Yetzirah (formativo). Este trío nutre a la Novia, Asiah (material). ([Atziloth + Briah] + Yetzirah) + Asiah.

Las cuatro Nobles Verdades descubiertas por Gautama, el Buda: el sufrimiento, el deseo, la codicia, la vía media. ( [Deseo + Codicia] + Sufrimiento) + Vía Media.

Las cuatro castas de la India antigua. Acción en el mundo material: los Sudras (obreros), los Vaisyas (negociantes), los Kshatriyas (guerreros). Acción en el mundo espiritual: los Brahmanes (religiosos). ([Sudras + Vaisyas] + Bshatriyas) + Brahmanes.

En los cuatro elementos, tres semejantes (aire, agua, fuego) y uno diferente (tierra). Y entre los tres semejantes, dos más cercanos (aire, fuego) y uno distinto (agua). ([Aire + Fuego] + Agua) + Tierra.

En la cabeza humana, las orejas, los ojos y las fosas nasales son dobles mientras que la boca es una. Las orejas y los ojos están separados. Las fosas nasales se unen en una sola nariz. ([Orejas + Ojos] + Narices) + Boca.

Con esta fórmula se puede ordenar los cuatro temperamentos del organismo (nervioso, linfático, sanguíneo y bilioso), los cuatro tríos del Zodíaco (Aries-Leo-Sagitario, Géminis-Libra-Acuario, Cáncer-Escorpión-Piscis y Tauro-Virgo-Capricornio); las cuatro fases de la alquimia: la obra en amarillo (citrinitas), la obra en rojo (rubedo), la obra en blanco (albedo), la obra en negro (nigredo); los cuatro estados de la materia (gaseoso, líquido, sólido y radiante), etc.

En fin, observando algunos grabados alquímicos en el Ro-saire des philosophes encontré una confirmación del mandala del Tarot.

Numerología

Si daba a El Loco el rol de comienzo infinito y a El Mundo el de fin infinito, si comprendía que los Pajes, Reinas, Reyes y Caballeros, por no tener número, no podían identificarse como 11, 12, 13 y 14 en cada uno de los cuatro Palos, me encontraba con seis series de diez números, Espadas del uno al diez, Copas del uno al diez, Bastos del uno al diez, Oros del uno al diez, arcanos mayores desde El Mago a La Rueda de Fortuna y arcanos mayores desde La Fuerza a El Juicio...

Si quería comprender la esencia del Tarot, tenía que visualizar estos diez números, con sus seis aspectos. Por ejemplo, el número 1 contiene a los cuatro Ases más El Mago y La Fuerza... El Mago está representado por un hombre y La Fuerza por una mujer.

Las Espadas y los Bastos son símbolos activos; las Copas y los Oros, símbolos receptivos. Lo que me demostraba que estos diez números no podían ser definidos como masculinos o femeninos, sino en todo momento como andróginos...

Pero en la numerología tradicional encontré que se declaraba al número 1 como la primera cifra impar, activo, macho, el Padre, la unidad... y al número 2 como la primera cifra par, pasivo, femenino, la Madre, la multiplicidad... Me fue imposible adherirme a ese esoterismo antifeminista donde los números 2, 4, 6, 8 y 10, llamados femeninos, son sinónimos de oscuridad, frío y negatividad. Y a los números impares, 1, 3, 5, 7 y 9, exaltados como masculinos, se les equipara a la luz, el calor y lo positivo...

Para evitar esto, al definir los diez números, eliminé todo concepto de feminidad o masculinidad. Preferí asociar los números pares con la receptividad y los números impares con la actividad. Una mujer puede ser activa y un, hombre puede ser receptivo. Encontré también en un gran número de libros una definición del número 2 como la dualidad 1 + 1...

Lo que me pareció, al aplicarla al Tarot, muy desacertada. Porque si adoptamos, esta teoría no nos queda más que interpretar cada uno de los siguientes números como simples multiplicaciones de la unidad, el 3 sería 1+ 1 + 1, el 4 sería 1 + 1 + 1 + 1 y así hasta 10.

Otra tendencia esotérica consistía en darles significado a los números de acuerdo al resultado de sumas interiores. El más complejo de todos sería el 10, diferente si era el resultado de 9 + 1 u 8+ 2 o 7+ 3 o 6+ 4 (excluido el resultado de números repetidos como 5 + 5).

Este sistema, al no haber razón alguna para detenerse a sumar sólo dos cifras, conduce a aberraciones tales como 10 = 1 + 2 + 3 + 4. 0 bien, 10 = 3 + 5 + 2, etc.

Un símbolo es una totalidad como un cuerpo. Sería ridículo afirmar que el cuerpo humano es la suma de dos piernas + dos brazos + un tronco + una cabeza y, por este camino, + un hígado, + un par de ojos, etc.

De la misma manera es absurdo, en el Tarot, definir a cada uno de los diez números como la suma de otros números. Para comprender su mensaje debemos considerar a cada uno de esos diez números como un ser, con sus muy especiales características.

 
Alejandro Jodorowsky
La Vía del Tarot.


 

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