lunes, 4 de diciembre de 2017

MASONES: NÓMADAS Y SEDENTARIOS


En el simbolismo bíblico la historia de Caín y Abel representa los dos modos de vida que han dado origen y desarrollo a la pre­sente humanidad.

Efectivamente, Caín aparece como agricultor y por tanto representante de los pueblos sedentarios, y Abel como pastor trashumante, representando a los pueblos nómadas. De esos dos modos de vida nacen otras tantas formas de entender la exis­tencia y de organizaría, como lo demuestra la creación de las artes y los oficios inspirados por uno y otro modelo de vida. Los nómadas, dedicados al pastoreo y por tanto impelidos a recorrer el espa­cio, son creadores de la música, la poesía, las canciones, la recitación, artes todas ellas relacionadas con el ritmo, es decir con el tiempo y con la memoria, sin fijación en el espacio, que sí transitan. Los sedentarios, en cambio, agricultores pendientes del tiempo y las estaciones desarrollan sus oficios y artes en el espacio, construyen edificios, organizan ciudades y desarrollan la escritura.

En realidad se trata de dos modos diferentes de interpretar una misma realidad, lo que da como resultado formas distintas de describirla. A su vez, estos dos modelos, y en otra escala, forman, por complemento, una nueva unidad, en este caso una civilización completa, por lo que el derrumbe de uno u otro modelo, que son sus dos partes constitutivas, lleva consecuentemente a la propia extinción de ese ciclo humano.

EI hermano Rene Guénon dice en "Caín y Abel" (El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos), cuya lectura ha inspirado esta plancha, lo siguiente:

He aquí el punto en el que se manifiesta la complementariedad de las condiciones de vida: los que trabajan para el tiempo quedan asentados en el espacio; los que vagan por el espacio se modifican continuamente por el influjo del tiempo. También aparece aquí la antinomia del sentido inverso: los que viven según el tiempo, elemento versátil y destructor, se mantienen fijos y se conservan aquellos que, por el contrario, viven acordes con el espacio, elemento fijo y permanente, se dispersan y cambian continuamente. Es preciso que así ocurra para que la existencia de ambos siga siendo posible por el equilibrio, relativo al menos, que debe establecerse entre los términos representativos de las dos tendencias contrarias; si sólo actuase una u otra de estas dos tendencias, la compresiva o la expansiva, se precipitaría el final, bien por cristalización bien por volatilización, por emplear expresiones simbólicas que deben evocar respectivamente la coagulación y la disolución de la alquimia.

Es la idea que describen las dos corrientes opuestas, pero al mismo tiempo complementarias, que están presentes en todos los órdenes de la existencia, así nos podamos estar refiriendo al Cos­mos, al Microcosmos o a un ciclo concreto de la humanidad, y que la propia respiración sintetiza en sus dos fases, aspir y expir, para que sea posible la vida. En su libro Simbolismo y Arte, Federico González dice:

... la forma binaria en que el día se expresa: mañana-noche o luz-oscuridad, es la primera partición que acepta el plan cósmico, es decir, el nacimiento y muerte del Sol, origen perpetuo de vida, y su posterior resurrección del seno de la noche, anunciada por el des­pertar de un nuevo amanecer.

Para el hombre tradicional éste es un claro signo visible del modo binario que se encuentra presente en todo lo que le circunda y lleva internamente. Por un lado el crecimiento del Sol hasta su apogeo, luego el inevitable decaimiento y la extinción; no resulta difícil equiparar por analogía este hecho con la vida del hombre y de todo cuanto existe y concluir que se trata de un par de opuestos que se conjugan para que la regeneración y por lo mismo la vida se propa­guen de manera permanente dando continuidad a la creación, lo que configura un plan divino que se cumple inexorablemente y en el que el ser humano participa.

El símbolo de la muerte de Abel a manos de Caín representa, pues, el crimen cósmico de esta humanidad producido por el des­equilibrio entre sus dos componentes vitales, por lo que tal des­compensación o desnaturalización no puede conducir más que a la destrucción, en este caso por petrificación, y posterior disolución, de esta civilización.

Hoy en día es ya del todo evidente: el sedentarismo se ha convertido en solidificación y el pensamiento expansivo o nómada ha sido casi aniquilado. Los resultados de esta desarmonía social y humana, no sólo se perciben por la contracción del espacio, que vemos en el hacinamiento en las ciudades, sino que es igualmente patente en la contracción del tiempo; la falta de éste que padecen los, hombres actuales, el estrés, enfermedad conocida sólo en nuestros días, etc., lo cual sería suficiente para percatarnos de que tanto el espacio como el tiempo son de naturaleza cualitativa y no cuan­titativa, como fácilmente se está hoy dispuesto a creer.

Esta desestabilización, que como decimos es evidente ya en to­dos, los niveles en que está concatenada la existencia, bajo aspectos diversos pero todos ellos análogos, son las señales de una muerte Cíclica que necesariamente antecede a todo nacimiento. Se trata, pues, de entender lo que está pasando hoy, saber de dónde procede verdaderamente la confusión del mundo que nos está tocando vivir, ya que tanto las señales, los signos, los símbolos actuales nos están hablando a nosotros, a los seres humanos de este tiempo.

Los masones reconocemos en el símbolo, a cualquier nivel o escala en que se de, una clave para reconocer los múltiples aspectos en que el Ser Universal o Gran Arquitecto se expresa. Nuestras Logias son lugares que reproducen el Orden de la Creación y por tanto un espacio sagrado donde se efectúan las regeneraciones, pues todo está dispuesto en número, peso y medida, es decir que guarda la justa proporción con el Cosmos entero. Es su propia representación a nivel microcósmico, por eso una vez concluidos nuestros trabajos, y después de haber alimentado nuestra inteligencia por vía del rito, que es por lo que nos declaramos "contentos y satisfechos", el Ven:. Maestro dice:

Que la Luz que ha iluminado nuestros trabajos continúe brillando en nosotros para que terminemos fuera la obra empezada en este Templo...

Y continúa:

Pero que permanezca oculta a las miradas profanas.

Y se lleva la mano al corazón, lugar donde los masones albergamos nuestro secreto.

La Masonería, descendiente de los constructores, admitía igualmente a obreros desplazados como a fijos. Empezando por la edificación del Templo de Salomón, según está relatado en la Biblia, y continuando con los propios documentos de nuestra Orden, como estatutos, reglamentos, catecismos, etc., donde queda constancia de ello. Del mismo modo, los pueblos nómadas, por ejemplo los anti­guos hebreos, transportaban un elemento fijo como era el Arca de la Alianza, lo que les mantenía en su transitar por el espacio arrai­gados en su Tradición. Lo que equivale a decir que ambos modos de vida eran entendidos de acuerdo al código invariable de la ley de intercambios y equilibrios, cuyo fruto es la justicia o la armonía.

Lo expuesto nos lleva a considerar que siendo la Masonería he­redera de los pueblos sedentarios, sin embargo en ella existe un componente que la ligaría también con los nómadas: nos referimos a la transmisión oral ejemplificada en las leyendas y en algunos mitos fundadores. Por otro lado, como decimos, los antiguos ma­sones se desplazaban de un territorio a otro en el ejercicio de su oficio.

Recordaremos en este sentido que en el Compañerazgo (que en la Edad Media no se distinguía de la Masonería), era, y sigue siendo, imprescindible que el aprendiz realizara una serie de viajes que lo llevaban a recorrer una geografía simbólica durante el reco­rrido de la cual iba conociendo las técnicas y reglas del oficio, y que actualmente esta idea de "viajes" o peregrinajes se halla pre­sente durante el rito de nuestra iniciación, así como en las circun­valaciones que se llevan a cabo durante la celebración de nuestro ritual. Desde el punto de vista del proceso iniciático esta misma idea está representada por la iniciación y el recorrido interno de comprensión, que es imprescindible realizar para que ésta se haga efectiva, equivalente al proceso de pulimento de la Piedra, verda­dero trabajo operativo del masón.

Habida cuenta de las muchas señales que los tiempos actuales nos ofrecen por doquier, la conclusión lógica es reconocer que el tiempo de esta humanidad está llegando a su fin, lo cual no debe entenderse sólo como un cataclismo geológico, sino que se trata fundamentalmente de una restitución del Orden Universal, de vol­ver a sacralizar lo que el hombre de hoy ha desacralizado, que ne­cesariamente lleva aparejada la idea de disolución y posterior coa­gulación.

Siendo la Masonería el Arca que integra en sí un simbolismo li­gado a muy diversas tradiciones y a tenor del momento cíclico ac­tual, no cabe duda de que ella representa hoy más que nunca la verdadera arca de la alianza, en cuanto a Occidente se refiere, que habrá de ser transportada y entregada a la próxima humanidad, como nos fue transmitida a nosotros, lo cual puede verse como una de las semillas conservada de la Tradición Primordial, que ha­brá de pasar a germinar el nuevo ciclo.

Tomar conciencia de esa realidad, supone estar en condiciones de comprender el Plan Divi­no y por consiguiente de vivir el presente de acuerdo a ese conoci­miento. Nos dice Cristo:

"El escándalo habrá de llegar, mas ¡ay de aquél por quien el escándalo llegue!".


 

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