lunes, 26 de marzo de 2018

EQUINOCCIO DE PRIMAVERA: «SI NO MORÍS, NO VIVIRÉIS»


«SI NO MORÍS, NO VIVIRÉIS»

Esperáis que os hable... pero, ¿qué más queréis? Mirad, la naturaleza ya nos ha hablado a todos.

¿Os habéis dado cuenta que por todas partes a vuestro alrededor se está produciendo un acontecimiento que se llama primavera?..
 
¡Ah! os habéis dado cuenta...
 
Es magnífico, sentimos que todo se agita; una nueva ola afluye desde el cosmos, y dentro de poco tiempo toda la tierra se llenará de flores, de árboles,  de pájaros... ¡qué maravilla! He ahí uno de los fenómenos más extraordinarios de la vida: la primavera.

Cada año todo se renueva... Sí, todo, ¡excepto los seres humanos! Los hombres no cambian, no se sintonizan con esta renovación. Sienten, desde luego, que hay algo en el aire, pero no se dejan influir.

Deben aprender ahora a abrir sus puertas y sus ventanas para que esta vida pueda también penetrarles e impregnarles. Esto es lo más importante que puedo deciros esta mañana. Porque es una lástima que este renacimiento se produzca solamente en la naturaleza y que los humanos, demasiado concentrados en las viejas cosas, apenas lo noten.
 
Debemos estar libres, disponibles, y recibir con los brazos abiertos esta nueva vida. Sin duda que inconscientemente todo el mundo se siente un poco agitado, sobre todo los jóvenes: no saben lo que les ocurre, pero sienten un impulso, una necesidad de amar. Esta voz que se hace oír y dice a todas las semillas, a todas las simientes:« ¡Vamos, despertaos, creced ahora!» es de una potencia inaudita; pero la mayoría de los hombres son sordos a esta voz, y continúan paralizados, estancados.

Para un Iniciado, este período del equinoccio de primavera es muy importante. Sabe utilizarlo para hacer todo un trabajo de purificación, de regeneración. Sí, no basta con observar que los pájaros cantan, que las flores crecen y que los hombres están un poco más alegres. Hay que hacer todo un trabajo, un trabajo de renovación. Cuando venís por la mañana a la salida del sol sólo debéis tener en la cabeza la idea de esta renovación. Dejad a un lado todos los demás temas, todo aquello que ya es viejo y caduco, y concentraos únicamente en la nueva vida para entrar en comunicación con esta gran corriente que brota del corazón del universo.

¡Sí, alegraos, la primavera está ahí, cantad, bailad! Algunos dirán: «Para nosotros ya se acabó... la primavera es para la juventud». Al razonar así se apartan de la vida. Todo el mundo debe sintonizarse con la renovación ya que en eso no hay que hacer distinción entre jóvenes y viejos. ¿Acaso habéis oído decir a los viejos árboles: «para nosotros ya pasó la edad de florecer, ahora dejamos eso para los  jóvenes»? No, también ellos, en primavera, se cubren de flores y de hojas. Así que, hasta las abuelitas y los abuelitos deben entrar en el corro, corretear, saltar, danzar - simbólicamente, claro - y todo les irá mejor.

¿Cómo no ver que la naturaleza entera piensa en nosotros? Cada primavera nos envía todas las energías y los estímulos que necesitamos para el resto del año, y a nosotros nos corresponde no dejarlas pasar de largo sino aprovecharlas.

Ya habéis recibido mucho esta mañana a la salida del sol, ¿qué queréis que yo añada ahora? Estoy aquí para interpretar ciertos fenómenos, para daros explicaciones, para orientaros, eso es todo; para lo demás, dirigíos al sol. ¡Mirad tan sólo el trabajo que hace sobre todas las pequeñas simientes que dormían! Les dice: «¿A qué esperáis? Ahora tenéis que dar algo. ¡Hala, vamos a trabajar! -Pero, somos pequeñas, somos débiles... ..No, no, probad y veréis, yo os voy a ayudar». Y entonces todas estas pequeñas simientes cobran ánimo. Cada día el sol las calienta, las acaricia, les habla, y, después de algún tiempo, se ven aparecer unas flores magníficas junto a las que los poetas, los pintores, los músicos, vienen a maravillarse y a inspirarse. ¿ Por qué ho iba a suceder lo mismo con nosotros?

Nosotros somos semillas plantadas en algún lugar del suelo espiritual y, expuestos a los rayos del sol, podemos producir colores y perfumes tan exquisitos que hasta las divinidades queden extasiadas.

¿Qué es una flor? No sabe ni cantar, ni danzar, ni tocar el violín, y sin embargo, hasta los cantores, los bailarines y los músicos se extasían ante ella... y si, de igual forma, nosotros sabemos ser como flores, ¿por qué las divinidades, que son muy superiores a nosotros, no iban a quedar fascinadas? Dirán: «¡Qué bonita flor!», y se ocuparán de nosotros para hacemos aún más puros, más luminosos, más perfumados.

Ahí está, pues, la renovación, la regeneración que se acerca; y éste es el proceso que nos interesa: todo lo demás debemos dejarlo de lado. Este período del equinoccio de primavera es uno de los más importantes del año. Y si se ha situado la resurrección de Jesús en este momento es porque, en realidad, se trata de la resurrección de toda la naturaleza que era ya festejada desde mucho antes de Jesús. Sólo que, en el transcurso de los siglos, la luz de la Iniciación se perdió y los cristianos ya no saben cómo comprender la resurrección.

En todos los santuarios iniciáticos del pasado, y mucho antes de la época de Jesús, los hierofantes revelaban a sus discípulos cómo resucitar para acceder al rango de inmortales. La resurrección la estudiaron los Iniciados en primer lugar en la naturaleza, que siempre ha sido su guía.
 
Observaban la naturaleza y a través de la metamorfosis de la oruga en mariposa, por ejemplo, o del grano que tiene que morir para fructificar, comprendían sus lecciones.

«Si no morís, no viviréis», dijo Jesús. La noción de resurrección está obligatoriamente ligada a la de muerte, de descomposición. En tanto no muere, la semilla se opone a la manifestación de la potencia de vida oculta dentro de ella. En el hombre, es la naturaleza inferior la que debe morir para dejar su sitio al espíritu, el principio divino, que encuentra entonces la posibilidad de liberarse para actuar y transformarlo todo.

El secreto de la resurrección está ahí, delante nuestro, en la: naturaleza, y espera que nosotros lo comprendamos, que nos decidamos a morir conscientemente para que surja de nosotros un hombre nuevo. Muy pocos, incluso entre los Iniciados, han logrado resucitar para convertirse en inmortales, porque no hay cosa más dificil que dominar a la naturaleza inferior, que es extremadamente hábil, astuta, y sabe todo lo que tiene que hacer para engatusarnos. Para poder escapar de ella hay que tener mucho discernimiento, un amor estable y una voluntad poderosa.

En algunas Iniciaciones del pasado, la prueba final para el discípulo que había superado con éxito las etapas preliminares era la de la muerte y la resurrección. Era colocado en un sarcófago en donde permanecía durante tres días y tres noches, vigilado por sus Maestros, los cuales, con ayuda de determinadas prácticas por ellos conocidas, le mantenían en estado hipnótico y separaban de su cuerpo físico sus cuerpos etérico y astral con los que el discípulo viajaba por el espacio. Durante tres días visitaba todas las regiones; el infierno, el paraíso... miraba, quedaba asombrado, horrorizado, extasiado, vivía la verdad. Cuando volvía, los lazos entre sus cuerpos etérico y astral y su cuerpo fisico eran de una naturaleza totalmente diferente: todo lo que había visto, todas las impresiones que había vivido se habían grabado en su cerebro, y podía ahora recordarlas con todo detalle.

Algunos movimientos espiritualistas han conservado estos ritos de muerte y resurrección.

Desgraciadamente, en la mayoría de los casos se trata de una comedia, porque los Iniciados y los grandes Maestros ya no están presentes. Queda sólo un lejano recuerdo de ritos antiguos, en espera de que los humanos recobren un día el sentido de lo sagrado que antes poseían. Pero es muy dificil: para llegar a recobrar y a vivir toda esta ciencia, es preciso liberarse de las cortapisas que les pone la naturaleza inferior; y son muy raros los que quieren liberarse.

Para resucitar y lograr la inmortalidad existen varios métodos que nos son revelados por los símbolos de los dos triángulos, el uno con el vértice hacia arriba y el otro con el vértice hacia abajo.

Estos dos triángulos representan los dos procesos universales de evolución e involución, evolución de la materia e involución del espíritu. Nos enseñan cómo debemos elevamos hasta la Divinidad para fundirnos en ella, al mismo tiempo que debemos atraerla para que venga a habitar y a manifestarse en nosotros. Decís: «Señor, yo no soy quien vive y se manifiesta, sino tu Espíritu en mí». Os perdéis en el espacio infinito a fin de que no quede ni un átomo de vosotros y venga El, el Poderoso, el Grande, el Fuerte, a ocupar vuestro lugar...

Así es como hay que comprender la muerte que se nos pide desde el punto de vista espiritual: no destruís el cuerpo físico, sino únicamente el principio que mantiene la muerte en vosotros. Es el «Solve» y el «Coagula» de los alquimistas: os diluís, os fundís en el espacio y pedís a Dios, que es la inmensidad, que venga a encarnarse en vosotros. Ahora comprendéis cómo expresan estos dos triángulos el proceso de resurrección. Son conocidos, sobre todo, con el nombre de hexagrama o sello de Salomón; pero este símbolo ya existía desde mucho antes de Salomón.

Evidentemente, la verdadera resurrección total, definitiva del ser humano no se produce de golpe, sino progresivamente. Cuando encendéis una vela, podéis estar seguros de que podéis prender fuego a la tierra entera; porque ya poseéis una llama. De igual forma, desde el instante en que encendéis una célula en vuestro corazón o en vuestro cerebro, puede decirse que estáis encendidos: aunque las demás células no hayan prendido aún, pueden hacerlo. En Pascua, en las iglesias ortodoxas, el pope enciende un cirio, luego transmite la llama al cirio de su asistente, y así, sucesivamente, cada uno enciende su cirio con el del vecino y la iglesia pronto queda iluminada.

Esto puede producirse también en vosotros: en cuanto hayáis encendido una célula, vuestro cuerpo entero puede ser encendido e iluminado, siempre que, claro está, la naturaleza inferior no venga a oponerse al proceso de regeneración. La resurrección difinitiva presupone que se han producido ya varias resurrecciones... Así que, mis queridos hermanas, debéis lograr resucitar por lo menos una célula, porque ésta es capaz de encender otra a su lado, y ésta, a su vez, otra... y así es como la luz se propagará poco a poco en todo vuestro ser.

«Si no morís, no viviréis». Morir significa fundirse en el infinito para ceder el sitio al Señor a fin de que sea El quien venga a reinar en vosotros. No os aferráis a vuestra existencia, queréis desaparecer, pero con una sola condición: que sea Dios mismo quien ocupe vuestro sitio. Y si insistís verdaderamente, se ve obligado a capitular porque utilizáis fuerzas de la misma naturaleza que la Suya. No puede decir: «Veamos, voy a reflexionar, voy a estudiar cómo vivió en el pasado». No hay pasado ni nada: ante semejante deseo todo lo demás queda borrado, sólo queda la decisión que hoy tomáis.

Mientras no queráis ceder vuestro sitio a un ser superior, ni siquiera al Señor, seguiréis siendo vulnerables, endebles, miedosos, desgraciados. No existe religión más elevada que el sacrificio: aceptar morir para vivir, para estar vivo de otra vida distinta de la vuestra, para estar vivo de la vida de Dios.

Habéis querido desaparecer, y no sólo no desaparecéis sino que os volvéis más grandes que antes. Y ése es el verdadero heroísmo. Los verdaderos héroes son aquellos que no tienen miedo de desaparecer para ser reemplazados por la Divinidad.

Ahora voy a daros un ejercicio. Imaginaos que os proyectáis hacia las alturas, y que, al mismo tiempo que os eleváis, os extendéis en el espacio infinito, os diluís en el Alma universal y desaparecéis sin miedo, sin temor. Aunque tengáis la impresión de que habéis perdido totalmente la consciencia, no debéis inquietaros por ello. Y al mismo tiempo que os disolvéis en el espacio, pensad que el espíritu divino desciende sobre vosotros, que se instala en vosotros para trabajar y que es él quien habla, quien actúa, quien se manifiesta. No os inquietéis por lo que vaya a suceder, seguiréis siendo vosotros; aunque ya no seáis los mismos, no perderéis nada de vuestra verdadera identidad.
 
Mostradme algo en el mundo que sea más significativo que estas dos palabras: vida y muerte. No lo hay. Todo está contenido en estos dos procesos: la vida y la muerte. Son las dos palabras más poderosas. Decid tan sólo: «la vida» o «la muerte», todo está ahí, y las gentes tiemblan o se exaltan.

Todo lo demás no es nada al lado se estas dos palabras.

Es preciso morir para poseer la verdadera vida; y los que quieren morir, en realidad, están ya muriéndose.



0 comentarios:

Publicar un comentario

LOS ALTOS GRADOS EN LA MASONERÍA

LOS ALTOS GRADOS EN LA MASONERÍA

Comienzos de la Masonería en los distintos países del mundo

ÉTICA Y CÓDIGO MORAL MASÓNICO

DICCIONARIO DE CONCEPTOS MASÓNICOS

MÚSICA MASÓNICA

ORACIONES PARA MASONES

TEXTOS, PLANCHAS, LITERATURA MASÓNICA

TEXTOS, PLANCHAS, LITERATURA MASÓNICA

INSTRUCCIONES, LITURGIAS, CATECISMOS, MANUALES...

INSTRUCCIONES, LITURGIAS, CATECISMOS, MANUALES...

VISITA MI CANAL EN YOUTUBE

VISITA MI CANAL EN YOUTUBE
ORACIONES DEL MUNDO EN VIDEO

SIGUE MIS PUBLICACIONES EN FACEBOOK