domingo, 4 de marzo de 2018

5 - SIGNIFICADO Y SIMBOLISMO DEL NÚMERO 5


El Cinco es el número del hombre y de la quintaesencia.

El Cinco es el número del hombre, que igual que una estrella de cinco puntas aparece en el mundo, tal como lo representaban Leonardo da Vinci y Baldassare Peruzzi. Los cuatro miembros de nuestro cuerpo se corresponden con los cuatro elementos. Sin embargo, la cabeza simboliza la quintaesencia, ese misterioso e invisible quinto elemento al que solo puede acceder el ser humano. El hombre está dotado, además, de cinco sentidos, y en cada mano tiene cinco dedos, con los que puede tocar y coger la realidad (4) y además percibir el sentido (5).
 
Según nos han enseñado nuestros antepasados, la totalidad de la creación se origina a partir de los cuatro elementos: fuego, tierra, aire y agua. Pero existe además un quinto elemento que no se ve. Ese quinto elemento está en representación de la esencia, del significado y sentido que encierra la creación y que relaciona de tal manera el espíritu y la materia que las hace figurar como las dos caras de una medalla. Este sentido tan solo es reconocido por el hombre. Aristóteles llamó a este quinto elemento éter, y los alquimistas prefirieron el término quintaesencia.
 
Este misterioso punto, esta atalaya superior, viene simbolizado por la punta de la pirámide, que unifica las cuatro esquinas, al igual que si fueran los cuatro elementos, en una plataforma más elevada. Esto mismo sucede si observamos la arquitectura de los templos e iglesias, en los que con frecuencia el altar principal se encuentra rodeado por cuatro columnas con imágenes y figuras de los apóstoles o de los cuatro evangelistas. Este espacio representa la realidad terrenal y da la sensación de que los santos que aparecen en esas columnas quisieran elevar al hombre hacia la mitad de la cúpula, donde confluyen los ángulos y coinciden en el punto de la quintaesencia.
 
Ahí nos encontramos alguna señal o símbolo del Altísimo, como, por ejemplo, una paloma, en representación del Espíritu Santo, un cordero que simboliza a Cristo o simplemente una pequeña abertura que permite atravesar la luz como símbolo del Dios que no vemos físicamente.
 
Esta misma simbología aparece en muchos frescos, cristaleras de iglesias o catedrales, cuadros que presiden los altares de los templos y otro tipo de representaciones, que sitúan a Jesucristo en una posición central rodeado de los cuatro evangelistas. En el blasón de los Rosacruz florece una rosa de cinco pétalos en el punto de la quintaesencia de la cruz y, sin duda alguna, las cinco heridas que presenta Cristo en su crucifixión pertenecen a este tipo de simbología. Los budistas tibetanos parecen conocer también estos símbolos. Numerosos mandalas rodean el círculo de la perfección, el cual encierra a los cuatro principios básicos.
 
El símbolo de la estrella de cinco puntas significa fundamentalmente que el hombre toca con sus pies la tierra, mientras que su cabeza mira hacia el cielo, siendo así el único ser de la creación que fusiona en sí mismo el espíritu (cielo) con la naturaleza (tierra). En el interior de cada estrella de cinco puntas siempre nos encontramos con un pentágono que encierra en sí una nueva estrella de cinco puntas que a su vez vuelve a contener un pentágono. Este modelo, que se puede reducir o agrandar como se quiera, es un reflejo de la ley de Hermes, que dice: macrocosmos = microcosmos.
 
Intentemos adentramos con ayuda de nuestra imaginación en el interior de esta figura e identificamos con la estrella. Si lo conseguimos, seremos capaces de colarnos en la más microscópica semilla o en aquello que por el contrario sea macroscópicamente inmenso, como, por ejemplo, en la configuración astral de nuestro horóscopo en el cielo.
 
Así se convierte la estrella de cinco puntas en el símbolo del hombre racionalmente integrado en el todo cósmico. La quintaesencia no se encuentra en la superficie, y los pentágonos son en realidad unas figuras geométricas poco indicadas para cubrir totalmente un área. El sentido siempre se encuentra en el centro, el cual nunca cambia, independientemente de lo grande o pequeña que sea la estrella de cinco puntas.
 
El papel especial que asume el ser humano en la creación conlleva unas peculiaridades muy marcadas que son características del hombre. Somos los únicos seres que podemos actuar en contra de nuestra naturaleza. Por esta razón, solo nosotros gozamos de libertad de decisión. Solamente nosotros, corno seres humanos, conocemos criterios como el bien y el mal, las virtudes y los pecados, lo noble y lo profano. Únicamente el hombre es capaz de ser responsable de sus actos. Esta polaridad viene representada por el Cinco, ya que en la simbología cristiana de los números es equiparada con la naturaleza pecadora, pues son cinco los sentidos que tenemos y, según la doctrina de la Iglesia, el hombre peca a través de ellos. Mucho más popular es la estrella pentagonal, cuya punta principal señala hacia abajo y que simboliza el mal. Se la llama pentagrama y se dice que simboliza la magia negra. Esta simbología está muy influenciada por valores patriarcales y constata lo siguiente: arriba, el Padre, el cielo, el espíritu = bueno. Abajo, la madre, la tierra, el cuerpo = malo.
 
Existe una explicación algo más simpática de este significado ambivalente. La punta de la estrella que está orientada hacia arriba demuestra que el hombre aspira a conseguir la unidad y que se esfuerza por superar el separatismo. El otro tipo de estrella está formado por dos puntas que señalan hacia arriba simbolizando la separación, la discordia y la pérdida de unión. Por esta razón, en la Edad Media el símbolo de Cristo era un unicornio, mientras que el diablo, que destruye la unidad (en griego "diaballein"), viene representado por dos cuernos cuyas puntas dirigidas hacia arriba nos recuerdan al pentagrama.
 
Guardan cierta similitud con esta simbología la comparación de las cinco vírgenes listas con las cinco vírgenes tontas, que son mencionadas en la Biblia (Mt 25, 1-13). Se trata de un símil con los cinco sentidos, que pueden ser utilizados de manera «inteligente» o «necia».

Las cinco vírgenes listas serian equiparables a la estrella, cuya punta principal señala hacia arriba, mientras que las vírgenes tontas representarían al pentagrama. La estrella, por lo tanto, nos quiere demostrar que el hombre tiene libre elección para decidir entre lo bueno y lo malo. Pero tomar esta decisión no siempre resulta tarea fácil, ya que en el fondo al ser humano perpetrar una maldad le cuesta mucho más que realizar una buena acción.
 
En el cuadro que aparece sobre el altar de Isenheim, y que representa la resurrección de Jesucristo, podemos ver reflejada esta simbología de la estrella de cinco puntas. En él podemos observar cómo Cristo abandona el mundo polar, introduciéndose en el círculo perfecto del sol, abriendo así al hombre el camino hacia el Paraíso. La cabeza y los brazos se encuentran formando un triángulo (el Tres divino) dentro del círculo, mientras que las dos piernas están liberándose ya del mundo de la polaridad.
 
En el islam, el número Cinco adquiere también una importancia religiosa que cabe resaltar. El muecín llama a los fieles para que, orientados a La Meca, recen sus cinco oraciones diarias.
 
El pentagrama es considerado en el mundo de la magia como un símbolo lleno de fuerza, a través del cual podemos realizar juramentos y conjuros. Tiene, por lo tanto, un doble sentido. En la magia se le llama estrella centelleante y se tiene por un símbolo de poder al cual están supeditados los espíritus elementales. Por esta razón simboliza el dominio de los cuatro elementos a través del espíritu y es al mismo tiempo un símbolo protector, en cuyo interior el mago no puede ser atacado por ninguna fuerza enemiga cuando está realizando un conjuro.
 
En realidad, toda la humanidad estaría a salvo, protegida del mal, ya que Venus alcanza cada ocho años el punto más cercano a la Tierra, dibujando así una y otra vez una nueva estrella de cinco punta que protege a la Tierra. Pero como Venus, al contrario de lo que ocurre con la Tierra, no reconoce días intercalados o años bisiestos, la quinta conjunción no es del todo correcta, desfasándose en dos días, y por ello el dibujo de la estrella no se cierra del todo. Goethe plasmó en su obra el concepto de ese pequeño hueco por el que se colaba la maldad en la Tierra. A través de él llega Mefistófeles al estudio de Fausto, a pesar de que este se había protegido del mal por medio de una estrella de cinco puntas que, para su desgracia, no estaba bien dibujada. Mefistófeles le explicaba entonces a Fausto:

¡Mírala bien!
Los trazos no están bien hechos:
Este ángulo que está orientado hacia el exterior está, como puedes ver, algo abierto (Fausto 1400). 

Si tenemos en cuenta que el Cinco representa el sentido común y lo importante que es la dirección en la que señala la punta principal de la estrella pentagonal, entonces resulta sumamente interesante el hecho de que la palabra sentido signifique en varios idiomas «orientación». Así, decimos, por ejemplo, «en el sentido de las manecillas del reloj», cuando nos referimos a que algo se mueve hacia la derecha. También en inglés, francés, italiano y alemán la palabra sentido significa orientación (serse, senso, Sinn).
 
En la obra realizada por el pintor y místico William Blake, en la que Adán está dando un nombre a cada uno de los animales, queda perfectamente reflejada la idea de la búsqueda y del encuentro del sentido relacionada con el número Cinco. Al fondo aparece el relato bíblico (Gen 2, 19), según el cual Dios ordenó a Adán que diera un nombre a los animales. Si pensarnos que a través del nombre era designada la especie originaria y lo más importante de cada animal y que la palabra hebrea Adán significa traducida «hombre», entonces la Biblia nos quería decir que Dios estaba encargando a Adán en realidad la tarea de reconocer y denominar la creación y a los seres creados. Por esta razón, Blake relaciona este momento con un gesto de Adán, que en un principio fue interpretado como que Adán hacía el signo del Dos. En los países anglosajones el Dos es señalado por medio de los dedos índice y corazón, mientras que el gesto de Adán es interpretado por medio de un antiguo lenguaje de dedos como la señalización de la cifra romana V.
 
 En el Tarot la carta número Cinco está representada por el SUMO SACERDOTE (HIEROPHANT), el representante de la religión. Esta palabra procede del vocablo latino renegare, que significa replegarse, y ha de interpretarse como la reestructuración del sentido perdido.
 
El mensaje de dónde y cómo se recobra de nuevo el sentido común viene reflejado en la mano del Sumo Sacerdote, que está dando la bendición, cuyos dedos erguidos simbolizan notoriedad, mientras que los dedos doblados parecen representar aquello que se pretende ocultar. Únicamente aquel que sea capaz de centrar su atención en ambas cosas a la vez, es decir, en lo visible y en lo invisible, en lo consciente y en lo inconsciente, en lo terrenal y en el más allá, en lo exotérico y en lo esotérico, solo él será capaz de encontrar lo verdaderamente esencial. En contraposición aparece la carta del DIABLO, que porta en su cabeza el pentagrama y que nos trata de decir con sus cinco dedos extendidos que no hay nada oculto, que cualquier búsqueda carece de sentido.
 
El Cinco se puede considerar, si lo contemplamos desde otro punto de vista, un número ambivalente. Como el sentido no es material y no es visible a los ojos del hombre, puede ser fácilmente ignorado. Parece que todo funciona igualmente sin la existencia de una religión, pues el campo sigue dando frutos aunque no hayamos rezado, ni hayamos celebrado un ritual para rogar por la fertilidad del suelo trabajado. Por esta razón, hay mucha gente que opina que la temática del Cinco resulta superflua, al igual que lo es una quinta rueda en un carro.
 
La forma en que se puede percibir el sentido, aunque no sea demostrable o tangible, lo ilustra el siguiente fenómeno. La geometría conoce cinco cuerpos, que son considerados especialmente armónicos, pues están compuestos por áreas de igual dimensión. Se los denomina también cuerpos platónicos. Simbolizan a los cinco elementos y se obtienen a partir de los tres números más importantes: el Tres divino, el Cuatro terrenal y el Cinco, que es el número del hombre.
 
En un intento por alcanzar un estado de armonía en nuestro mundo, Johannes Kepler experimentó con este tipo de cuerpos. Para ello creó un modelo en el que colocaba las figuras de tal forma que cada una de ellas estuviera rodeada por la bola más pequeña posible y que a su vez estuviera contenida en la más grande posible. Así se obtienen en total seis bolas que llenan y recubren a las figuras. Si calcularnos la distancia entre las seis bolas, el resultado coincide con la distancia entre las órbitas que El Sol y los seis planetas describen en nuestro sistema solar.
 
Para que nos hagamos una idea, sería como si Mercurio describiese su órbita en el marco de la superficie  de la bola más interna, en la siguiente la describiría Venus, seguida de la Tierra, de Marte y de Júpiter, mientras que Saturno estaría describiendo el límite exterior de este modelo, siendo el más alejado del Sol.
 
La verdad es que este modelo no pretende demostrar nada y se puede considerar quizá como una casualidad interesante, pero insignificante. Pero si tenemos en cuenta que estos cuerpos geométricos están en realidad relacionados con unos números significativos, como son Dios (3), Tierra (4) y hombre (5), que son considerados desde el inicio de los tiempos como cuerpos perfectamente armónicos (si son colocados unos dentro de otros), y que además son una imagen especular de nuestro sistema planetario, entonces sí que adquieren cierta importancia. Además, nos llevan a percibir ese sentido no tangible y oculto ante la creación que es la quintaesencia. 



 

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