martes, 8 de mayo de 2018

ORIGEN Y PROGRESOS DE LA MASONERÍA EN GENERAL


La Masonería y la Filosofía, sin ser la misma cosa tienen el mismo intento y caminan a un mismo fin.

El culto del G.·. A.·. del Universo, el conocimiento de las maravillas de la naturaleza, y la dicha de la humanidad por la práctica constante de todas las virtudes: estos son sus principales objetos.

Un Francmasón es un filósofo práctico, que bajo emblemas religiosos adoptados en todos tiempos por los sabios, construye sobre planos trazados por la naturaleza y la razón el edificio moral de sus conocimientos.

El Masón debe encontrar en la producción simétrica, todas las partes de este edificio racional, el principio y la regla de sus deberes, y la fuente de todos sus placeres. En el ejercicio de sus mismos deberes perfecciona su moral, se hace mejor, y halla en esta asamblea de hombres virtuosos, con los sentimientos mas puros, los medios de multiplicar los actos de beneficencia.


La quintaesencia filosófica, es el néctar con el cual los Hermanos Masones se embriagan, y la ambrosia con que se alimentan. La escala misteriosa de las criaturas, cuyo pie está enterrado, y cuya cabeza elevándose hacia el cielo se pierde en la inmensidad de los aires, les sirve de escalón y de grado para salir desde el lodo donde se arrastran las otras criaturas, hasta la esfera Superior donde brilla el triángulo luminoso cuya imagen decora nuestros templos.

Los símbolos de la sabiduría adornan los mismos templos donde todo es alegórico y relativo al intento secreto de la Masonería.

Es solo para la sabiduría el incienso que arde sobre nuestros altares, y así debe arder en nuestros corazones el fuego sagrado de la verdad.

Han nacido los hombres para vivir en sociedad: si la intención del G.·. A.·. D.·. U.·.  hubiera sido que este viviera aislado y separado de los demás individuos de su especie, cada uno de ellos tendría las calidades propias a este genero de vida, pero no es así, la mayor parte de las facultades físicas y morales del hombre, sus inclinaciones naturales, su flaqueza, sus necesidades, en fin, todo, sirve a manifestar las intenciones del gran principio de los seres, que es, el que todo concurra a acercar el hombre, al hombre, abandonado sobre la tierra, desnudo, débil y desarmado; el interés y la necesidad le obliga a unirse con otros, para defenderse, conservarse y mejorar su existencia.

Como si no hubieran sido suficiente, todo esto ordenó Dios a los hombres, el precepto de amarse, de socorrerse, y de ayudarse mutualmente.

"Ama a tu prójimo como a ti mismo. No le hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti. Eres hombre, y con esta calidad nada de lo que puede interesar a los demás te debe ser extraño."

De aquí, aquella santa y antigua ley de la hospitalidad; ley que desde el origen del mundo era religiosamente observada en todo él: entre los Hebreos Dios mismo se presentaba a sus servidores bajo la apariencia de un caminante. En tiempos posteriores los mitologistas para dar mas sanción a esta ley, fingieron que Júpiter, Mercurio y los demás Dioses viajaban cubiertos de andrajos, porque querían con esto probar la humanidad de los hombres. La observación de esta ley se recompensaba con magnificencia y su infracción se castigaba con severidad.

De estas relaciones generales que unen todos los hombres y que hace de ellos como una sola e inmensa familia, derivaron después las sociedades particulares. Unos que estudiaban con atención la sabiduría, y otros cuyos corazones estaban acalorados, y cuyas cabezas se exaltaban con el sublime entusiasmo de la virtud, se asociaron y se ligaron para resistir al choque de los vicios que empezaban a corromper el fundamento de las virtudes primitivas. Esos mortales generosos y respetables, se dedicaron al bien de la humanidad haciendo con valor la guerra al vicio, esforzándose para restablecer entre los hombres, la caridad fraternal casi borrada de la memoria y del corazón; defendiendo los derechos del débil y oprimido, contra las injustas usurpaciones y asechanzas del ambicioso poderoso.

Pero como la ejecución de un proyecto tan vasto y grande exigia almas libres, animosas, constantes, desinteresadas, e inflamadas del noble deseo de ser útiles, los fundadores de las primeras sociedades particulares, cuidaron de separar toda alma débil que estuviera entregada al vicio y  a la malicia, que cubriéndose con la máscara de la hipocresía deseara participar de las asociaciones, y gozar de las ventajas que procuran, sin contribuir en nada al bien común, al mismo tiempo que las corromperían con la depravación de sus costumbres; imaginaron signos, y palabras, símbolos misteriosos para el vulgo, los que se usaban para reconocerse en todas las partes del universo. Solían someter a los candidatos a rigorosas pruebas para asegurarse de su firmeza y constancia, y para conocer si tendrían bastante poder sobre sí para conservar inviolable el secreto de los misterios que les iban a ser confiados.


A esta época, comenzó el espíritu Masón a sujetarse a reglas particulares pues aunque supongan que el nombre de Masón es moderno, y aunque los detractores de la Masonería hayan dicho para envilecerla que había sido instituida por un tirano cruel, el espíritu Masón tan antiguo como el mundo, fue constantemente el alma de aquellas graves sociedades que bajo diferentes denominaciones se formaron sucesivamente en todas las partes de él.

En Egipto apareció en todo su lustre: aquel suelo hermoso, propio para cultivar las ciencias y las artes, vio salir de su seno una multitud de genios superiores, que se pueden considerar como los reparados, y los bienhechores de la humanidad degradada. Menfis fue el hogar de donde surgió la luz que en poco tiempo disipó las tinieblas de la ignorancia y de la barbarie que obscurecían las facultades intelectuales del espíritu humano.

El origen de la Masonería marcha de frente con la filosofía religiosa porque le debe su nacimiento y es su hija amada. Se vio desaparecer de la tierra en siglos bárbaros y llenos de falsa filosofía y cuando un ateísmo estúpido arrojó de sí la madre y la hija, y con ellas las ciencias, las artes y las virtudes.

El restablecimiento de la Masonería se debe al Mercurio de Egipto, mas conocido bajo el nombre de Trismegisto, que quiere decir, tres veces grande. Este antiguo soberano de Tebas, que ha dado su nombre a la filosofía Hermética, fue al mismo tiempo gran filósofo, gran sacerdote y gran político. Este hombre que debió su deificación al reconocimiento, era de la familia de los Atlantes que trajeron a los países meridionales del Asia y a las riberas del Nilo las reliquias de las artes y ciencias, de un mundo sumergido por las aguas, y que yacían en un profundo olvido.

Este Hermes fue el institutor de la sabiduría Egipcia famosa en otro tiempo; es él en fin el verdadero restaurador de la Masonería y de la antigua ciencia de los sabios.

Hermes cuyos doctos escritos están mirados por la antigüedad como el origen primitivo donde todos los sabios se ilustraron en las ciencias y artes, fundó una sociedad de magos, palabra que significa arquitecto. Estos trabajaban sobre los planos que el Gran Arquitecto del Universo ha señalado y los hizo depositarios de varios principios de la Masonería y de sus conocimientos, sublimes escritos en caracteres sagrados, de los cuales ellos debían ser los únicos interpretes.

Les obligó a reunir en masa todos sus bienes, a vivir como Hermanos, y a prometerse y jurarse que no confiarían la explicación e inteligencia de los misterios M.·. sino a los que mereciesen este favor, después de haberse asegurado, con el tiempo y las pruebas, de la fidelidad y constancia de ellos.

Tubo la fortuna de poseer una de las columnas que habían erigido los hijos de Enoc inventor de las artes antes del diluvio; este hombre deseando conservar sus invenciones para el bien de la posteridad grabó sobre monumentos de aquella especie los principios de las artes que había inventado, los nombres de los inventores y la fecha de la invención. Pero para la inteligencia de esta historia es menester volver a tiempos mas remotos:

Enoc era el sexto de la generación de Adán, vivía en el temor de Dios y Dios se le apareció un día en un sueño y le habló de esta manera:

"Pues que tu deseas saber mi nombre, según parece, sígueme que yo te lo daré á conocer."

Le pareció al mismo tiempo a Enoc que se hallaba sobre una alta montaña y que Dios le mostraba una lámina de oro de forma triangular muy resplandeciente, con los caracteres que declaraban su verdadero nombre, y que Dios le prohibía que lo profiriese jamás. Luego se halló Enoc como transportado a un lugar subterráneo donde tuvo que bajar por nueve arcos, y en el noveno que era el mas profundo, vio brillar la misma lámina de oro.

Enoc convencido de la voluntad de Dios, fabricó un Templo subterráneo compuesto de nueve arcos los unos bajo de los otros, como lo había visto en su sueño. Matusalem su hijo dirigía esta obra sin saber los designios de su padre; este edificio fue fabricado en la tierra de Canaán, que fue después la de promisión, luego Jerusalén, y ahora la tierra santa. (Estas circunstancias son pruebas bien claras que éste debía ser el lugar donde había de imprimirse el sello de la santa alianza.)

Enoc hizo construir una lámina de oro de forma triangular de un codo de alto en cada ángulo, la enriqueció con las piedras mas preciosas, la embutió sobre un ágata de forma cúbica, y habiéndola llevado al noveno arco grabó sobre ella los mismos caracteres que Dios le había mostrado, colocando todo sobre un pedestal de mármol blanco.

Dios le dijo hiciese la entrada de los arcos con una gran piedra, con una abrazadera de hierro, y que su trabajo serviría un día para indicar a los hombres más sabios el lugar mas sagrado de la tierra; que este tiempo llegaría después de un diluvio universal con el cual debía castigar sus crímenes e impiedades.

Así fueron cerrados los nueve arcos y ninguna criatura podía penetrar en ellos. Enoc solo sabía el tesoro precioso que contenían y la pronunciación del nombre sagrado.

La depravación de los hombres aumentaba todos los días, y Dios amenazó el mundo entero de una ruina próxima e inevitable.


Enoc, temiendo que el conocimiento de las artes fuese destruido por un diluvio universal quiso conservar los principios de ellas a la posteridad, de los que Dios por su bondad perdonase, y salvase, con este intento mandó construir dos grandes columnas sobre la mas alta montaña de la tierra que habitaba, la una de bronce para resistir al agua, y la otra de piedra para resistir al fuego; dejó grabado con jeroglíficos sobre la columna de piedra que en los arcos subterráneos del Templo que había erigido al Señor, que allí estaba un tesoro muy precioso, y sobre la de bronce grabó los principios de las artes liberales y particularmente los de la Masonería.

Matusalem fue padre de Lamet que fue el de Noé, a quien Dios habló de esta manera:

"Quiero castigar a los hombres con un diluvio universal, te ordeno que construyas una arca, que pueda contener a ti y a tu familia, porque quiero salvaros de este diluvio."

Y dios le mostró el lugar donde quería que se fabricase el arca. Noé estuvo un año construyendo dicha arca, su edad entonces era de 600 años, la de su hijo Sem de 99, y hacía poco tiempo que su padre, Lamet, había muerto en la de 777.

De todos los patriarcas que habían vivido después de Adán, Matusalem abuelo de Noé era el solo que quedaba: tenía entonces 969 años, no se hace mención de él, después de este tiempo, por lo que se cree que pereció en el diluvio.

Dios mandó a Noé que entrase con toda su familia en el arca que había construido e inmediatamente principió el diluvio, cuyo acontecimiento sucedió en el año 1656 de la creación del mundo.

Todo fue destruido por las aguas, los más soberbios monumentos desaparecieron, la columna de piedra que Enoc había erigido no se pudo conservar; pero la de bronce resistió a las aguas: por este medio las artes liberales han llegado a nosotros, y la Masonería le debe el título de su antigüedad.

Esta columna que se encontró en el año 2076 de nuestra era, fue para el grande Hermes, un hallazgo que le procuró una multitud de conocimientos y de combinaciones científicas; halló medio de observar las maravillas de la naturaleza con el arte de la astronomía; hizo ver con el resultado de sus combinaciones que solo había un Dios. Dividió los días en doce horas, y el zodiaco en 12 signos; e inventó la escritura jeroglífica tal cual la hemos conservado.

Esta Masonería, como se deja ver, era el deposito de los conocimientos del mundo antes del diluvio, y escrita en las lenguas primitivas; unida a la arquitectura moral, se conservó por los patriarcas, que la restablecieron en su primera pureza.

Fue en aquellos siglos de paz y de inocencia cuando la Masonería tomó una forma constante y determinada: aquellos patriarcas o magos, aquellos antiguos filósofos religiosos que el vulgo consideraba como adoradores del fuego celeste, porque adoraban al autor del universo, bajo este brillante emblema, ellos, y ninguna otra persona, eran los depositarios de las ciencias divinas y humanas, y los únicos que poseían el conocimiento de los símbolos y de la lengua sagrada, en la cual estaban escritas.

Los magos establecieron la Masonería en Egipto; estos con los sacerdotes y los filósofos formaban una sola comunidad, vivían como HH.·. y solo admitían a algunos en sus misterios después de una larga y penosa prueba. Ellos solos estaban encargados de la educación de los hombres destinados a gobernar, porque eran los que conocían las ciencias, las artes y la naturaleza.

La doctrina de estos hombres era una teología natural, fundada sobre el culto y la adoración de una divinidad suprema. Las historias de Abraham, de Jacob, de Joseph, y particularmente la de Moisés, prueban que estos patriarcas debían muchas de sus luces a los magos.

La magia degeneró poco a poco por el olvido de los símbolos jeroglíficos de la lengua sagrada, y de las grandes verdades contenidas en los emblemas. Los errores que arrastra la ignorancia, cubrieron el mundo; pero en medio de este desorden, algunos colegios de sacerdotes, y principalmente los de Menfis y Heliópolis conservaron la magia y la franca Masonería en todo su esplendor.

En aquellos tiempos tan remotos, cuando la mayor parte de los hombres vivía errante y sin leyes, el que se sentía con bastante valor para ser útil a sus hermanos, iba a instruirse a Egipto, y a hacerse iniciar en los misterios de Menfis. Volvía después lleno de todas aquellas sabias instituciones que civilizan las comarcas mas salvajes, persuadía a los hombres a que se juntaran y erigieran ciudades y les enseñaba el arte de prevenirse contra las invasiones de un vecino ambicioso. También les invitaba y persuadía a que rindiesen al G.·. A.·. del U.·. el mas profundo homenaje, tributo de reconocimiento que le deben todas las criaturas. En fin, no formaban estas asociaciones otra cosa que un conjunto de sistemas filosóficos, militares y religiosos.

Allí dicen que fue Orfeo a aprender los medios de formar una patria; allí sacó Licurgo la severidad de costumbres y disciplina que hizo de los Espartanos una nación de guerreros valerosos, llenos de virtud heroica.

Solón sacó de allí mismo, las leyes que publicó en Atenas, y Pitágoras penetró el dogma de la inmortalidad del alma bajo el ingenioso emblema de la metempsicosis. El conocimiento de todos estos misterios, inspiró al genio de Platón aquellas sublimes ideas de la divinidad que le valieron el sobrenombre de divino; en fin, Tales, Solón y los demás sabios de Grecia fueron a Egipto a buscar las luces y conocimientos filosóficos con que instruyeron entonces a sus conciudadanos, y le han servido de antorcha para la ilustración presente.

Esos misterios no tardaron mucho en pasar a Grecia, y se establecieron en Eleusis, bajo el nombre de misterios de Ceres. Poetas, filósofos, guerreros, todos procuraron ser iniciados en ellos, pero los grandes principios de moralidad sacados de Egipto mudaron de naturaleza al instante, que pasaron por la imaginación brillante de los Griegos: de símbolos, hicieron divinidades; los vicios, los seres metafísicos, tomaron un cuerpo y de allí nació el politeísmo, así las ideas mas sanas, las mejores instituciones, vienen a quedar regularmente alteradas y corrompidas.

Salomón, aquel rey filosófico, tan instruido en todos los secretos de la naturaleza, fue el restaurador de la antigua ciencia de los sabios; la simbolizó en los grados que componían el primer templo; y habiéndole Dios reservado, la gloria de hallar en las entrañas de la tierra, el tesoro precioso que Enoc había ocultado, supo el verdadero nombre del Eterno, y se lo comunicó a los Masones a quienes condecoró con el grado de la Sublime perfección Masónica. Luego, esta asociación, que en su principio había sido de tanta utilidad a la humanidad, fue dividida en diferentes ramos, y se formaron sociedades religiosas, militares, y filosóficas.

Las religiosas se ocupaban en arreglar lo que tocaba al culto de la divinidad. Las guerreras se consagraban a la defensa de la patria, o iban de una parte a otra de la tierra, para destruir tiranos y bandidos; así el reconocimiento de los mortales no tardó en erigirles estatuas que la superstición comenzó luego a incensar.

Las filosóficas instruían el mundo, desplegando los grandes principios de la moral, enseñando a los hombres a arreglar sus costumbres, a buscar la felicidad en la práctica y en el amor de su prójimo; pesaron en la balanza de la equidad y la justicia, los derechos de las naciones y los de cada hombre en particular; en fin hicieron lo posible para hacer concurrir a un mismo fin, el interés particular con el bien general.

En el tiempo en que las herejías se multiplicaban en todas partes, la Masonería, como la religión, tuvo sus revoluciones. Los Masones viendo con dolor que los infieles habían invadido los lugares en donde los más grandes misterios se habían practicado, erigieron los grados contenidos en la M.·. conocidos con el nombre de renovados. Estos grados son alegóricos a los sucesos que acaecieron para restablecer el culto.

En tiempo de las cruzadas, los cristianos mezclados con los infieles, se vieron forzados a reunirse en secreto para poder celebrar sus misterios bajo emblemas. Cada secta religiosa juzgó serle conveniente establecer una compatibilidad entre su opinión religiosa y Masónica.

Corrían los fines del siglo XIII, cuando Godofredo de Bouillon conducía los Cruzados a la conquista de la Tierra Santa. Para ocultar y cubrir los misterios de la religión cristiana bajo figuras alegóricas, instituyó el Subgrado de la R.·. +.·. e hizo de él, el punto perfecto de la Masonería, que nombró M.·. cristiana. Allí establecieron los diversos ritos bajo la denominación de la M.·. general de Heredon, Cristiana, Escocesa, Adoniramita, de San Andrés, de York, Prusiana y filosófica.

Dichosamente en medio de estos desordenes algunos H.·. M.·. de los primeros siglos, siempre habían conservado algunas partículas del fuego sagrado de la primera M.·. unos de estos, cerca del año 926 recibieron de Adelstan rey de Inglaterra, el derecho de tener en su reino asambleas para celebrar sus misterios y para iniciar a aquellas personas que les pareciesen dignas; también les concedió algunas franquicias y el derecho de jurisdicción.

La G.·. L.·. de los verdaderos F.·. M.·. fue establecida en York, donde se mantuvo hasta 1422 que Jacob I, G.·. M.·. entonces de todas las LL.·., la hizo transferir a Heredom, que distaba seis millas de Edimburgo; de este lugar principal ha vuelto a salir toda la dependencia directa y absoluta del cuerpo M.·.

Consideremos ahora nuestra antigua caballería, cuyo carácter y distintivo era la integridad, el valor, la franqueza y la lealtad.

Este espíritu de constancia, de firmeza en los peligros, este espíritu de afición a su patria, de fidelidad en guardar inviolablemente la palabra dada aunque fuera a un enemigo perjuro, este espíritu de liberalidad, de fraternidad, les hizo héroes amables en la paz, terribles en la guerra, y el objeto de la admiración del universo. Eran al mismo tiempo, la defensa de Europa, los protectores de la inocencia, los defensores del oprimido y los bienhechores de la humanidad, sin distinguir país ni religión.

Echemos la vista atrás sobre un campo de batalla: se verán soberanos mezclados entre el horror y encarnizamiento de la pelea, levantan su espada, y ya pronta a atravesar el corazón de su adversario, reconocerlo por H.·. dejarla caer de repente de su mano, correr hacia él, deponer todo orgullo, olvidarse de la distancia que hay de una diadema a un simple caballero, abrazarle, regarle con sus lágrimas, y formar con su pecho un antemural que le defienda.

De los Caballeros Templarios, cuya existencia fue tan ilustre como su fin desgraciado (la causa de su destrucción será siempre un problema) ¿cuál era el objeto de su establecimiento y cuales eran sus institutos?

Escoltar a los peregrinos que iban de todas las partes del mundo cristiano a visitar los lugares santos, protegerlos, defenderlos contra los ataques, vejaciones e insultos de los Musulmanes; y derramar hasta la ultima gota de su sangre por mantener la religión de su país; haciendo una guerra leal a los enemigos de este y de aquella, y guardando fiel y religiosamente sus tratados hasta con los detractores de su fe.

Este sublime motivo fue también el que animó a los valientes caballeros de Malta, sacrificaban sus fortunas y vidas peleando contra infieles, ellos eran un baluarte insuperable entre Europa y sus enemigos, limpiaban los mares de ladrones y piratas, y por este medio aseguraban la libertad del comercio.

Sus piadosos trabajos eran tan necesarios en aquel tiempo a los imperios como a la religión.

Los de los verdaderos Mas.·., aunque sean menos brillantes, no son menos útiles. Los medios de que se han valido otros para hacer obrar las diferentes sociedades que se han formado en el universo, están unidas en sí para dirigir las acciones de los verdaderos Mas.·.

Constantes y firmes en toda circunstancia no encuentran dificultad cuando hay que arrostrar los mayores peligros para salvar a sus HH.·.

Tan fieles a su palabra como firmes en su creencia, nada puede hacerles olvidar intereses tan caros. Aunque sean amigos de todos los hombres y ciudadanos del mundo entero, su patria siempre posee el primer lugar en su corazón. Se creen obligados a ser afables y benéficos, para con todos los hombres, modestos y corteses en el comercio de la vida, y procuran hacer el bien sin aspirar a la gloria de haberlo hecho.

Semejante a la naturaleza que nos oculta sus operaciones, el Mas.·., rompe (sin darse a conocer) las cadenas de los encarcelados y alivia la indigencia. Insensible al placer de asistir a la humanidad doliente ¿sería posible que pudiese vivir en una tranquila indiferencia? ¿podría estar satisfecho con deplorar las miserias del género humano? ¿Podría entregarse a aquella austera filosofía, a aquel orgulloso egoísmo que endurece el corazón e impide el trabajar al bien de sus semejantes y a los intereses de la sociedad? al contrario, el espíritu Mas.·. que le anima, le hace tener una satisfacción muy dulce en ser el bienhechor de los miserables, en consolar las almas afligidas, en animar a el que ha caído en alguna falta para que vuelva a la virtud y en corregirle con indulgencia y sin severidad.

Cuan suprema es la dicha del que puede triunfar a la vez de la miseria y del vicio, aliviando e instruyendo a criaturas semejantes a nosotros, inclinándolas al bien con sabias lecciones y buenos ejemplos que son mas eficaces que aquellas.

Dichoso el mortal que posee las virtudes M.·., siempre está contento de sí mismo, de la pureza de sus costumbres, y su vida inocente. Hacen callar la maledicencia que quisiera dar que sospechar en contra de una sociedad cuyo objeto es la práctica de las virtudes y el bien de la humanidad; inspira la paz y el gozo a todos los corazones, todos aman y desean su sociedad, porque guiada a la caridad fraternal, nunca ofende el amor propio de persona alguna.

En fin, estrechamente unidos por los vínculos de la franqueza, de la cordialidad y de la igualdad mas perfecta, los verdaderos Masones traen a la memoria en sus reuniones ocultas a los ojos del vulgo profano la imagen de aquella edad de oro tantas veces cantada por los poetas; cuando todos los hombres iguales en derechos y prerrogativas no conocían ni a grandes ni a pequeños, ni ricos ni pobres y cuando en fin las virtudes Masónicas, hacían de ellos una familia fraternal dichosa con la dicha de sus HH.·.


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