Una de las calidades mas eminentes del verdadero Masón es saber guardar un secreto.
Los antiguos filósofos y los sabios, (la mayor parte eran M.·.) miraban el saber guardar un secreto, como una virtud esencial, y así era la primera lección que daban a sus discípulos y sectarios.
En las escuelas de Pitágoras se prescribía a los novicios el silencio por un cierto tiempo, prohibiéndoles el hablar, a menos que no se le hiciesen algunas preguntas; con el fin de que el secreto importante que debían comunicarles fuese mas bien guardado.
Del mismo modo, esta gran calidad o virtud se manda y se prescribe a los HM.·. bajo las penas y obligaciones mas fuertes: pues en su modo de pensar, poco caso hacen ni se debe hacer de un hombre desprovisto de fuerza intelectual y con la habilidad necesaria para encubrir y guardar los honrados secretos que se le han confiado como también los negocios mas serios.
La historia sagrada y la profana, nos enseñan que muchas empresas que la virtud autorizaba, han tenido mal suceso por falta de secreto.
La virtud del secreto nos es recomendada por los mayores filósofos y legisladores sagrados y profanos. Los santos Patriarcas ponen el don precioso del secreto y silencio entre los principales fundamentos de la virtud, y el sabio rey Salomón, miraba al hombre que no podría guardar sus propios secretos, como indigno de tener ninguna autoridad sobre los demás.
Un hombre indiscreto puede ser traidor e infame; nada puede legitimar una indiscreción.
Una disputa seguida de una pelea en la cual se hubiese derramado sangre puede terminarse allí, y producir una reconciliación perfecta; pero el abuso de la confianza y la bajeza de vender un secreto, imprime para siempre el mas justo y mas profundo menosprecio sobre el individuo que ha sido capaz de tal crimen.
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