En su estudio sobre el celtismo, T. Basilide señalaba la importancia de Apóllôn Karneîos en cuanto dios de los hiperbóreos; el nombre céltico Belen es, por otra parte, idéntico a Ablun o Aplun, convertido en Apollôn (Apolo) entre los griegos.
Nos proponemos volver algún día de modo más completo sobre la cuestión del Apolo hiperbóreo; por el momento, nos limitaremos a formular algunas consideraciones concernientes más en particular al nombre Karneîos, así como al de Krónos (Cronos), con el cual está en estrecha relación, ya que ambos nombres tienen la misma raíz KRN, que expresa esencialmente las ideas de “elevación” y potencia”.
En el sentido de “elevación”, el nombre Krónos conviene perfectamente a Saturno, que en efecto corresponde a la más elevada de las esferas planetarias, el “séptimo cielo” o el Satya-Loka de la tradición hindú. Por lo demás, no debe considerarse a Saturno como potencia única ni principalmente maléfica, según parece haber tendencia a hacerlo a veces, pues no ha de olvidarse que es ante todo el regente de la “edad de oro”, es decir, del Satya-Yuga o primera fase del Manvántara, que coincide precisamente con el período hiperbóreo, lo cual muestra claramente que no sin razón Cronos se identifica con el dios de los hiperbóreos.
En el sentido de “elevación”, el nombre Krónos conviene perfectamente a Saturno, que en efecto corresponde a la más elevada de las esferas planetarias, el “séptimo cielo” o el Satya-Loka de la tradición hindú. Por lo demás, no debe considerarse a Saturno como potencia única ni principalmente maléfica, según parece haber tendencia a hacerlo a veces, pues no ha de olvidarse que es ante todo el regente de la “edad de oro”, es decir, del Satya-Yuga o primera fase del Manvántara, que coincide precisamente con el período hiperbóreo, lo cual muestra claramente que no sin razón Cronos se identifica con el dios de los hiperbóreos.
Es, por otra parte, verosímil que el aspecto maléfico resulte en este caso de la desaparición misma de ese mundo hiperbóreo; en virtud de una “reversión” análoga, toda “Tierra de los Dioses”, sede de un centro espiritual, se convierte en una “Tierra de los Muertos” cuando ese centro ha desaparecido.
Es posible también que ulteriormente se haya concentrado más bien ese aspecto maléfico en el nombre Krónos, mientras que, al contrario, el aspecto benéfico permanecía unido al nombre Karneîos, en virtud del desdoblamiento de esos nombres que originariamente son uno mismo; y es verdad también que el simbolismo del sol presenta en sí los dos aspectos opuestos, vivificador y matador, productor y destructor, como lo hemos señalado recientemente con motivo de las armas que representan el “rayo solar”.
Karneîos es el dios del Karn, es decir, del “alto lugar” que simboliza la Montaña sagrada del Polo, y que entre los celtas estaba representado sea por el tumulus, sea por el cairn, o montón de piedras que ha conservado aquel nombre.
Karneîos es el dios del Karn, es decir, del “alto lugar” que simboliza la Montaña sagrada del Polo, y que entre los celtas estaba representado sea por el tumulus, sea por el cairn, o montón de piedras que ha conservado aquel nombre.
La piedra, por lo demás, está a menudo en relación directa con el culto de Apolo, como se advierte en particular por el Ómphalos de Delfos y también por el cubo de piedra que servía de altar en Delfos, cuyo, oráculo ordenó duplicarle el volumen; pero, por otro lado, la piedra tenía también una relación particular con Cronos; hay en ello una nueva relación que no podemos más que indicar de paso, pues es un punto que merecería tratamiento aparte.
Al mismo tiempo, Karneîos es también, por el significado mismo del nombre, el “dios poderoso”; y, si la montaña es en uno de sus aspectos símbolo de potencia y de elevación, a causa de la idea de estabilidad que se le vincula, hay otro símbolo aún más característico desde este punto de vista, y es el de los cuernos.
Al mismo tiempo, Karneîos es también, por el significado mismo del nombre, el “dios poderoso”; y, si la montaña es en uno de sus aspectos símbolo de potencia y de elevación, a causa de la idea de estabilidad que se le vincula, hay otro símbolo aún más característico desde este punto de vista, y es el de los cuernos.
Ahora bien; existía en Delos, además de la piedra cúbica que acabamos de mencionar, otro altar llamado el Kératon, enteramente formado por cuernos de bueyes y cabras sólidamente juntados; es evidente que esto se refiere directamente a Karneîos, cuya relación simbólica con los animales de cuernos hasta ha dejado huellas en nuestros días.
El nombre mismo de “cuerno” está por otra parte manifiestamente vinculado a la raíz KRN, lo mismo que el de la “corona”, que es otra expresión simbólica de las mismas ideas, pues esas dos palabras (en latín cornu y corona) están muy próximas entre sí.
El nombre mismo de “cuerno” está por otra parte manifiestamente vinculado a la raíz KRN, lo mismo que el de la “corona”, que es otra expresión simbólica de las mismas ideas, pues esas dos palabras (en latín cornu y corona) están muy próximas entre sí.
Es demasiado evidente que la corona es la insignia del poder y la señal de una jerarquía elevada para que resulte necesario insistir en ello; y encontramos una primera relación con los cuernos en el hecho de que éstos también están situados en la cabeza, lo cual da bien la idea de una “sumidad”.
Empero, hay algo más: la corona era primitivamente un aro ornado de puntas en forma de rayos; y los cuernos, análogamente, se consideran como figuración de los rayos luminosos, lo que nos reconduce a algunas de las exposiciones que hemos hecho acerca de las armas simbólicas.
Está claro, por lo demás, que los cuernos pueden asimilarse a armas, incluso en el sentido más literal, y también así ha podido vinculárseles una idea de fuerza o potencia, como, de hecho, ha sido siempre y en todas partes. Por otro lado, los rayos luminosos son adecuados como atributo de la potencia, ya sea, según los casos, sacerdotal o real, es decir, espiritual o temporal, pues la designan como una emanación o una delegación de la fuente misma de la luz, según en efecto lo es cuando es legítima.
Está claro, por lo demás, que los cuernos pueden asimilarse a armas, incluso en el sentido más literal, y también así ha podido vinculárseles una idea de fuerza o potencia, como, de hecho, ha sido siempre y en todas partes. Por otro lado, los rayos luminosos son adecuados como atributo de la potencia, ya sea, según los casos, sacerdotal o real, es decir, espiritual o temporal, pues la designan como una emanación o una delegación de la fuente misma de la luz, según en efecto lo es cuando es legítima.
Fácilmente podrían darse múltiples ejemplos, de proveniencia muy diversa, de cuernos empleados como símbolos de potencia; particularmente, se los encuentra así en la Biblia, y más en especial aún en el Apocalipsis; citaremos otro ejemplo, tomado de la tradición árabe, que designa a Alejandro con el nombre de el-Iskándar dhú-l-qarnéyn, o sea ‘Alejandro el [señor] de los dos cuernos’, lo que habitualmente se interpreta en el sentido de una doble potencia extendida a Oriente y Occidente.
Esta interpretación es perfectamente exacta, pero sin excluir otro hecho que más bien la completa: Alejandro, declarado hijo de Ammón por el oráculo de este dios, tomó como emblema los dos cuernos de carnero que eran el principal atributo de éste; y tal origen divino no hacía, por otra parte, sino legitimarlo como sucesor de los antiguos soberanos de Egipto, al cual ese emblema se adjudicaba igualmente.
Se dice, inclusive, que se hizo representar así en sus monedas, lo cual, por lo demás, a los ojos de los griegos, lo identificaba más bien con Dioniso, cuyo recuerdo él evocaba también por sus conquistas, y en especial por la de la India; y Dioniso era hijo de Zeus, a quien los griegos asimilaban a Ammón; es posible que esta idea no haya sido ajena al mismo Alejandro; pero Dioniso estaba representado ordinariamente con cuernos de toro y no de carnero, lo que, desde el punto de vista del simbolismo, constituye una diferencia de considerable importancia.
Cabe notar, en efecto, que los cuernos, en su empleo simbólico, revisten dos formas principales: la de los cuernos de carnero, que es propiamente “solar”, y la de los de toro, que, al contrario, es “lunar”, como que, por lo demás, recuerdan la forma de una media luna. También, acerca de esto, sería posible referirse a las respectivas correspondencias de los signos zodiacales de Aries (el Carnero) y Taurus (el Toro); pero ello daría lugar sobre todo, por la aplicación que podría hacerse al predominio de una u otra forma en las diferentes tradiciones, a consideraciones “cíclicas” en que no podemos entrar por el momento.
Para terminar estas notas generales, señalaremos solo otra vinculación, según ciertas relaciones, entre esas armas animales que son los cuernos y lo que podría llamarse las armas vegetales, es decir, las espinas. Es de observar, a este respecto, que muchas plantas de las que desempeñan un papel simbólico importante son plantas espinosas; también aquí, las espinas, como las demás puntas, evocan la idea de una sumidad o de una elevación, y pueden igualmente, en ciertos casos por lo menos, tomarse como figuración de los rayos luminosos. Se ve, pues, que el simbolismo tiene siempre perfecta coherencia, como debe necesariamente tenerla, por lo demás, ya que no es resultado de una convención más o menos artificial sino, por el contrario, se funda esencialmente en la naturaleza misma de las cosas.
Cabe notar, en efecto, que los cuernos, en su empleo simbólico, revisten dos formas principales: la de los cuernos de carnero, que es propiamente “solar”, y la de los de toro, que, al contrario, es “lunar”, como que, por lo demás, recuerdan la forma de una media luna. También, acerca de esto, sería posible referirse a las respectivas correspondencias de los signos zodiacales de Aries (el Carnero) y Taurus (el Toro); pero ello daría lugar sobre todo, por la aplicación que podría hacerse al predominio de una u otra forma en las diferentes tradiciones, a consideraciones “cíclicas” en que no podemos entrar por el momento.
Para terminar estas notas generales, señalaremos solo otra vinculación, según ciertas relaciones, entre esas armas animales que son los cuernos y lo que podría llamarse las armas vegetales, es decir, las espinas. Es de observar, a este respecto, que muchas plantas de las que desempeñan un papel simbólico importante son plantas espinosas; también aquí, las espinas, como las demás puntas, evocan la idea de una sumidad o de una elevación, y pueden igualmente, en ciertos casos por lo menos, tomarse como figuración de los rayos luminosos. Se ve, pues, que el simbolismo tiene siempre perfecta coherencia, como debe necesariamente tenerla, por lo demás, ya que no es resultado de una convención más o menos artificial sino, por el contrario, se funda esencialmente en la naturaleza misma de las cosas.
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