Todo examen del simbolismo y de la filosofía francmasónica debe ir necesariamente precedido de una breve investigación sobre los orígenes e historia de la institución.
¿En dónde nació esta Orden tan antigua y universal? ¿Cuáles fueron los accidentes relacionados con su fundación? ¿De qué institución similar o pareja se derivó? ¿Fueron, por el contrario, sus comienzos originales y autóctonos, independientes de toda clase de influencias externas y sin relación alguna con otra institución?
Estas preguntas son las que debe hacerse todo investigador inteligente en los comienzos de su estudio. Y debe contestarlas categóricamente, antes de que pueda esperarse que comprenda su verdadero carácter de institución simbólica, porque, para apreciar su carácter, es preciso conocer antes sus antecedentes. Pero quien espere llegar a una solución satisfactoria de este examen tiene que sustraerse a la influencia de un error en que suelen incurrir los novicios en filosofía masónica; no confundir la doctrina francmasónica con su forma externa y extrínseca. No debe presuponer que la suma y sustancia de la Francmasonería está constituida por ciertas costumbres y ceremonias que existen actualmente, pero que, aun hoy día, están sujetas a extensas variaciones en diferentes países.
"La antigüedad prudente", dice Lord Coke, “expresó las substancias por medio de ceremonias, para dar mayor solemnidad, a lo que debía hacerse y recordarlo y observarlo mejor". Sin embargo, debe tenerse siempre presente que la ceremonia no es sustancia, sino la vestidura externa con que ella se cubre y hasta se adorna, a la manera que cubre el vestido a la figura humana. Desnudad al hombre de su cubierta externa y todavía tendréis el microcosmos (Palabra griega que significa “un mundo en miniatura”), la maravillosa creación, con todos sus nervios, huesos y músculos, y, sobre todo, con su cerebro, ideas y sentimientos. Si separásemos de la Francmasonería sus ceremonias externas, todavía nos quedarla su filosofía y su ciencia, las cuales han sido siempre las mismas, mientras que las ceremonias han variado según las épocas y países. Tantas veces se ha definido la Francmasonería diciendo que "es una ciencia de moral, velada en alegorías y esclarecida por medio de símbolos" que si no fuera por la belleza de esta definición, sería hasta enojoso repetirla; pero ella expresa el principio exacto que acabábamos de anunciar.
La Francmasonería es una ciencia, una filosofía, un sistema de doctrinas que se enseña de un modo peculiar por alegorías y símbolos. Este es su carácter interno, pues las ceremonias son adiciones externas que no afectan a su sustancia. Por eso vamos a examinar en nuestro estudio sobre los orígenes de la Francmasonería, este sistema peculiar de filosofía y no sus ceremonias.
Para investigar el origen de la filosofía masónica, hay que remontarse hasta la más remota antigüedad, en donde se encontrarán sus principios latiendo en el seno de asociaciones parejas, en que se mantenía y enseñaba la misma filosofía. Pero si se confunden las ceremonias francmasónicas con su filosofía y se buscan los orígenes de la asociación en formas externas semejantes a las actuales, bastará con retroceder tan sólo hasta principios del siglo XVIII, pues en esta época se introdujeron grandes modificaciones en su ritual. Habiendo llegado ya a la conclusión de que no debemos investigar el origen del ritual, sino el de la filosofía masónica, nos resta por ver cual es la naturaleza característica de esta filosofía.
Nosotros creemos que la filosofía de la Francmasonería tiene por objeto la contemplación del carácter divino y del humano. Nuestra filosofía considera a Dios como un solo ser eterno, existente per se, en contraposición a la mitología de los pueblos antiguos sobrecargada de multitud de dioses y diosas, de semidioses y héroes; y al HOMBRE como ser inmortal, que se prepara en esta vida para otra eterna y futura, en idéntica contraposición con la filosofía de la antigüedad que circunscribía la existencia humana a la vida presente. Por lo tanto, estas dos doctrinas - la de la unidad de Dios y la de la inmortalidad del alma,- constituyen la filosofía de la Francmasonería. Por eso, cuando queremos definirla sucintamente, decimos que es un antiguo sistema filosófico que enseña estos dos dogmas. De ahí que, al encontrar en todas las épocas ciertas asociaciones e instituciones que enseñaron estas verdades de un modo alegórico y simbólico particulares, a pesar de desarrollarse en un ambiente en que predominaban el oscurantismo intelectual y la degradación de las antiguas religiones politeístas, creamos tener derecho a sostener que esas asociaciones fueron la incunabula -los predecesores- de la institución masónica, tal como, hoy día existe.
Comprendidas ya estas observaciones preliminares, creemos que el lector se encuentra capacitado ya para considerar la teoría del origen de la Francmasonería que exponemos en las siguientes proposiciones:
1. En primer lugar creemos que en los mismísimos comienzos del mundo existieron ciertas verdades de gran importancia para el bienestar de la humanidad, que fueron comunicadas probablemente al hombre por directa inspiración divina.
2. Estas verdades consistían principalmente en las proposiciones abstractas de la unidad de Dios y de la inmortalidad del alma, de cuya verdad no se puede dudar de un modo racional. La creencia en estas verdades no es más que una consecuencia necesaria del sentimiento religioso, rasgo perenne de la naturaleza humana. El hombre es, enfáticamente y por distinguirse de todas las otras criaturas, un animal religioso. Gross comienza su interesante trabajo sobre The Heathen Religión in its Popular and Symbolical Development, afirmando que "La existencia universal de ideas religiosas, la creencia en algo sobrenatural y divino y el culto que al mismo se le rinde, es uno de los fenómenos característicos de la raza humana." Y si la naturaleza ha implantado el sentimiento religioso, también debe haberlo encauzado por un canal adecuado. La creencia y el culto debieron haber sido en sus comienzos tan puros como la fuente de que brotaron, aunque en épocas subsiguientes y anteriores al cristianismo, se corrompieran, debido a la influencia ejercida por los sacerdotes y los poetas sobre el pueblo ignorante y supersticioso. Las dos primeras proposiciones de nuestras teorías se refieren únicamente a este período primitivo anterior a las corrupciones de que acabamos de hablar.
3. Estas verdades de Dios y de la inmortalidad fueron probablemente transmitidas por los patriarcas del linaje de Set. Noé las conoció sin duda alguna, y las comunicó a sus descendientes inmediatos.
4. A consecuencia de esta comunicación, el verdadero culto de Dios continuó existiendo algún tiempo después del Diluvio, siendo cultivado por los noaquitas o descendientes de Noé.
5. En un período siguiente (cuya fecha no tiene importancia, si bien la Biblia la fija en la erección de la torre de Babel) gran parte de la raza humana se separó de los noaquitas.
6. Estos separatistas perdieron rápidamente de vista las verdades divinas que les habían revelado sus antecesores, y cayeron en los más vergonzosos errores teológicos, corrompiendo la pureza del culto y la ortodoxia de la doctrina religiosa que se les había confiado.
7. Un reducido número de miembros perteneciente al linaje patriarcal conservó estas verdades en toda su integridad, y sólo a muy pocos permitieron conocer vagas y difusas porciones de la verdadera luz.
8. El conocimiento íntegro se reservó únicamente para los descendientes directos de Noé; el parcial, se dio a los sacerdotes y filósofos, y más tarde, a los poetas de las naciones paganas, a quienes iniciaron en los secretos de estas verdades. De la persistencia de estas verdades religiosas entre los patriarcales descendientes de Noé, hay pruebas evidentes . en la historia sagrada. Y, en cuanto a su existencia en las corporaciones de gentiles cultos, nos quedan los testimonios de muchos escritores inteligentes que han dedicado sus energías al estudio de este problema. Por ejemplo, Grote dice en su Historia de Grecia que: "Algunos sabios investigadores, especialmente Creuzer, han relacionado la interpretación alegórica de los mitos con la hipótesis de que existió un antiguo cuerpo de sacerdotes muy instruidos, que tuvo su origen en Egipto u Oriente y que enseñó a los rudos y bárbaros griegos la ciencia física, histórica y religiosa, bajo el velo de los símbolos. Esto mismo podría decirse de las demás naciones intelectuales de la antigüedad.
9. Los autores masónicos han denominado a la primera clase de doctrina o sistema, es decir a la enseñanza íntegra, "la Francmasonería primitiva y pura de la antigüedad", mientras que a la parcial, le han aplicado el nombre de "Francmasonería espúrea". Estos términos fueron aplicados por primera vez, si no estamos mal informados, por el Doctor Oliver, y se aplican de la siguiente manera: la palabra puras, a las doctrinas enseñadas por los descendientes de Noé, y la palabra espúreas, a las de sus descendientes de linaje gentil o pagano.
10. Las masas populares -principalmente las gentiles- desconocían por completo esta verdad divina, piedra fundamental de ambos géneros de Francmasonería, la pura y la espúrea, y estaban profundamente sumergidas en los errores y falsedades del culto y de la religión pagana.
11. Los errores de las religiones gentílicas no eran invenciones voluntarias de quienes las cultivaban, sino corrupciones graduales y casi inevitables de las verdades que Noé les enseñara por primera vez. Tan palpables son estas corrupciones que puede seguirse su proceso de formación desde la forma original de que se fueron desviando. Por ejemplo, la vida y hazañas de Baco o Dionisos, no es más que una parodia de la de Moisés; y en el nombre de Vulcano, el dios forjador, puede observarse una evidente corrupción etimológica del nombre de Tubal Caín, el primer artífice en metales, pues Vulcano, no es más que una forma modificada de Baal-Caín, el dios Caín.
12. Los individuos pertenecientes a la masa (existieron algunos de ellos que conocieron la verdad) recibieron su doctrina por medio de una iniciación en ciertos sagrados Misterios, en el seno de los cuales se conservaba, ocultándola al pueblo.
13. Estos Misterios existieron en todos los países paganos, con nombre distinto en cada uno y hasta tomando diferentes formas, si bien tuvieron siempre el idéntico objeto de enseñar por medio de doctrinas alegóricas y simbólicas las grandes enseñanzas masónicas de la unidad de Dios y de la inmortalidad del alma. Esta es una proposición importantísima que no debe perderse de vista al investigar los orígenes de la Francmasonería, pues los misterios paganos fueron a la Francmasonería espúrea de la antigüedad, lo que las Logias de Maestros a la Francmasonería actual. Creemos innecesario demostrar la existencia de los misterios, puesto que todos los autores antiguos y modernos la admiten. El estudiar minuciosamente su carácter y organización ocuparía todo un volumen. El Barón de Sainte-Croix ha escrito dos grandes tomos que tratan de este tema, sin lograr agotarlo.
14. Las dos divisiones de la Institución Masónica definidas en el párrafo noveno, es decir, la Francmasonería primitiva y pura de los descendientes judíos de los patriarcas, llamados para distinguirlos, los noaquitas o descendientes de Noé, porque no habían olvidado ni abandonado las enseñanzas de su gran antecesor, y la Francmasonería espúrea, practicada en las naciones paganas, siguieron en el curso del tiempo corrientes paralelas, a veces, muy próximas, pero nunca unidas.
15. Pero estas dos corrientes no podían permanecer siempre separadas. Brotaron en remotos tiempos de una fuente común - la del antiguo sacerdocio de que ya hemos hablado en la proposición octava, - y se dividieron en Francmasonería pura y espúrea, manteniéndose separadas durante muchos siglos; pero, por fin, se encontraron y unieron en la erección del templo de Jerusalén, siguiendo los israelitas el ejemplo del rey Salomón, y los tirios el de Hiram, rey de Tiro, e Hiram Abif. Es cierto que la Francmasonería espúrea no dejó entonces de existir, pues, por el contrario, perduró muchos siglos después de este periodo, hasta que los Misterios paganos fueron abolidos durante el reinado del emperador Teodosio. Pero con la unión de los francmasones judíos o puros, con los espúreos o tirios verificada en Jerusalén, empezaron a infundirse sus doctrinas y ceremonias respectivas, lo cual terminó con la abolición de los dos sistemas y la fundación de uno nuevo, que puede considerarse como el prototipo inmediato de la institución existente en nuestros días. Por eso muchos estudiantes masónicos no remontan sus investigaciones más que hasta los hechos enunciados en la proposición quince, y se contentan con encontrar los orígenes de la Francmasonería en el templo de Salomón. Pero, si nuestra teoría es cierta, la verdad es que entonces no nació, sino que sufrió una modificación de su carácter. La leyenda del tercer grado la leyenda áurea fue adoptada entonces por la Francmasonería pura, tomándola de la espúrea; pero la leyenda había existido con otros nombres y formas en todos los Misterios de las épocas anteriores. La doctrina de la inmortalidad, que hasta entonces habían enseñado los noaquitas en forma de abstracta proposición, se inculcó desde aquel momento por medio de una lección simbólica: el símbolo de Hiram el Arquitecto acabó por ser el rasgo distintivo de la Francmasonería.
16. Pero el sistema masónico tenía que sufrir otra importante modificación durante la construcción del templo, porque antes de que se verificara la unión, la Francmasonería pura de los noaquitas habla sido siempre especulativa, y no se parecía a la organización actual más que en que rendía culto a los mismos principios abstractos de la verdad divina.
17. Por el contrario, los tirios eran arquitectos de profesión. Sus jefes pertenecían a la escuela de la Francmasonería espúrea, y al unirse en el templo de Salomón con sus contemporáneos judíos infundieron los elementos del arte operativo en la ciencia especulativa practicada por los últimos.
18. Desde entonces el sistema presentó unidos los elementos de las masonerías especulativa y operativa. Esto puede observarse ya en los Collegia Fabrorum, o Colegios de Artífices, fundados en Roma por Numa, que, indudablemente, estaban organizados masónicamente; en la secta judía de los esenios, quienes trabajaban al mismo tiempo que oraban y se decían descendientes de los constructores del Templo, y también, aunque de un modo más destacado, en los Francmasones viajeros de la Edad Media, que se identifican por su nombre con sus sucesores modernos, y cuyas sociedades estaban constituidas por hombres sabios dedicados a escribir y estudiar, y por artesanos, que trabajaban y construían. Durante tan largo periodo de tiempo la Francmasonería continuó siendo a la par operativa y especulativa.
19. Pero la institución habla de sufrir otro cambio que la transformara en lo que actualmente es. Por eso no hace mucho tiempo (comparativamente hablando) que la forma operativa se abandonó llegando a ser la Francmasonería enteramente especulativa. La fecha exacta de tal acontecimiento no se fija en este caso por conjeturas, ya que sabemos que aconteció a principios del siglo XVIII durante el reinado de la reina Ana de Inglaterra. Preston cita las mismas palabras del decreto que estableció este cambio: " Los privilegios de la masonería no se limitarán tan sólo a los masones operativos, sino que se concederán a hombres pertenecientes a diversas profesiones, con tal de que sean regularmente aprobados e iniciados en la Orden."
Las diez y nueve proposiciones que acabamos de exponer contienen una breve pero sucinta perspectiva de la evolución de la Francmasonería, desde sus orígenes en las primitivas épocas del mundo como sistema de filosofía religiosa, pasando por todas las modificaciones que introdujeron las razas judía y gentiles, hasta que tomó la forma actual. Durante todo este tiempo conservó ciertos rasgos inmutables que pueden considerase desde ahora como específicos de ella, y por medio de los cuales se ha distinguido de otras asociaciones contemporáneas, por semejantes que hayan sido en su organización externa. Estas características son: en primer término las doctrinas que enseñó constantemente, es decir, las de la unidad de Dios y la inmortalidad del alma, y en segundo término, la forma de enseñarlas, a saber, por medio de símbolos y alegorías. Considerando estas características como exponentes de lo que es la Francmasonería, es inevitable llegar a la conclusión de que la especulativa actual abunda en evidentes pruebas demostrativas de la identidad de su origen con la Francmasonería espúrea del período presalomónico. Ambos sistemas proceden de una fuente pura común; pero, mientras uno de ellos conserva la pureza original, el otro la corrompe continuamente. Tal es la conclusión a que ha de llegarse necesariamente, como corolario de las proposiciones recién expuestas en este ensayo. En la historia se encuentran numerosas pruebas evidentes, (de las cuales estas proposiciones no son más que un ligero bosquejo), de que la rama tiria del sistema espúreo influyó de modo manifiesto en la Francmasonería primitiva de los noaquitas, por medio de los símbolos, mitos y leyendas que ésta recibió de aquélla, si bien modificándolos de forma que estuvieran de acuerdo con su sistema. Hay una cosa irrefutable: la de que debemos a los Francmasones tirios la introducción del símbolo de Hiram Abif. La idea de este símbolo, aunque modificada por los Francmasones judíos, no es de procedencia judía, pues fue, evidentemente, tomada de los misterios paganos, en que Baco, Adonis, Proserpina y otros seres deificados representaban el mismo papel que Hiram en los misterios masónicos.
Por último, en los términos técnicos de la Francmasonería, en sus instrumentos de trabajo, en los nombres de sus grados y en la mayor parte de sus símbolos se encuentra un testimonio fehaciente de la gran infiltración de los elementos pertenecientes al arte operativo en su filosofía religiosa. La Historia explica este hecho diciendo que se debió a la afinidad de esta institución con la Fraternidad de artífices dionisíacos constructora del templo de Jerusalén, con los Colegios de Artesanos de Numa, y con los Francmasones viajeros de la Edad Media, que edificaron todos los grandes edificios de su época. Las diez y nueve proposiciones expuestas en este ensayo forman un breve bosquejo de la teoría del verdadero origen de la Francmasonería, que hemos adoptado, después de largas y pacientes investigaciones. Si quisiéramos demostrar lógicamente o con pruebas históricas la evidencia de estas proposiciones, nos veríamos obligados a escribir un enorme volumen; por eso nos limitaremos a presentarlas como sugerencias que el estudiante masónico ha de ponderar por sí mismo. No son más que postes indicadores que han de guiarle en la difícil y bella tarea de investigar el origen y la evolución de la Francmasonería, desde su nacimiento hasta el actual estado de potente madurez. Pero, a pesar de que las hemos expuesto lacónicamente, creemos que son necesarias, como preliminar para comprender debidamente el simbolismo de la Francmasonería.
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