sábado, 10 de febrero de 2018

LA MASONERIA OPERATIVA

 
En un trabajo anterior hicimos diversas consideraciones sobre la Ley del Silencio y tuvimos la ocasión de ver cómo su significado está íntimamente relacionado con el proceso iniciático, en la medida que Silencio y Misterio (o Secreto) tienen una significación análoga.
 
En esta ocasión, quisiéramos considerar cómo, igualmente, la Ley del Silencio está íntimamente relacionada con la Operatividad inherente al proceso iniciático. De tal manera podrían vincularse Silencio y Operatividad que bien podríamos decir que si no se comprende una, la otra tampoco adquiere su sentido pleno.
 
Verdaderamente, la iniciación regular transfiere al ser individual una influencia espiritual que no podría alcanzarse de otra manera, si no tomamos en consideración la influencia espiritual directa que, bien es cierto, aunque posible no debe contemplarse como probable; recordemos las referencias que hace el hermano René Guénon a los Afrad, es decir, a los nacidos fuera de la cadena de transmisión considerada "regular" pero que uniéndose a la cadena arquetípica son iniciados en los misterios. En cualquier caso, la influencia espiritual al no estar mediatizada por nada que pueda relacionarse con el ámbito humano, "transforma" al individuo que la recibe, al principio, incluso sin él mismo ser plenamente consciente de ello, y esta primera "transformación" representa ya un cambio de estado que acontece en el ámbito intermediario de la psique y, por lo tanto, puede decirse que opera en el ser individual una regeneración psíquica que le abre puertas significativas hacia un ámbito hasta ahora desconocido para él; hacia un mundo en donde el símbolo, empezando por el rito iniciático, es su único guía.
 
Vivir plenamente este primer paso es comenzar a comprender que la operatividad tiene que ver con lo más interno del ser mismo y no con sus actos u obras, y que, en todo caso, las obras no serán más que el reflejo externo de su propia construcción interna. La iniciación no hace más que eso: conferir, a través del Rito, una influencia espiritual que inicia al ser que la recibe en la comprensión de los misterios que encierra la existencia misma, que se han resumido en tres preguntas fundamentales: ¿quién soy?; ¿de dónde vengo?; ¿hacia dónde voy?
 
Estas tres preguntas demarcan claramente el sentido del camino iniciático, delimitan la perspectiva o el punto de vista desde el cual se aborda la gnosis, pues atienden al significado más profundo de la existencia y de su trascendencia y no presuponen juicio moral, ético o estético, sino más bien todo lo contrario: indagan sobre lo nuclear del ser individual y no sobre su periferia, esto es, sobre sus circunstancias, pese a que éstas están, en gran medida, presentes constantemente. En otras palabras, la operatividad iniciática se demuestra efectivamente cuando el iniciado va tomando progresivamente conciencia de que su individualidad no puede dejar de ser individualizada sino que, por el contrario, la piedra bruta que cada masón encarna va siendo perfeccionada en pos de la identificación con los principios universales que constituyen al ser individual, hasta la sublimación, que en nuestra simbólica viene representada por la piedra cúbica.
 
Así, "conocerse a sí mismo" es conocer a nuestro Principio, como reza la máxima sufí. La Masonería, pues, como cualquier organización iniciática regular, o es operativa o no es, y lo es con un punto de vista particular expresado por sus símbolos, ritos y mitos que, aunque análogos a otros, le son característicos: el arte de construir y sus útiles, la aritmética, la geometría, la práctica de las Artes Liberales, la Alquimia, en definitiva, son los propios de la Masonería. Y puede comprobarse cómo, en definitiva, aunque esto nos llevaría lejos de nuestros propósitos ahora, es la Tradición Hermética la que está presente en ella.
 
La arquitectura ha sido una expresión de la Masonería, y no al revés, ya que entonces deberíamos concluir que la arquitectura es más que la Masonería, y esto sería ver las cosas invertidas. Pensar que la Operatividad se refiere a la construcción en sí es pensar que la profesión o, incluso, la técnica agota los contenidos del Oficio, o, mejor dicho, es pensar que lo que se entiende por profesión en el ámbito profano es lo que antes era el oficio.
 
Repitamos que, ante todo, la Masonería, es una escuela iniciática, incluso podría decirse que es una escuela de pensamiento, pero no una escuela de arquitectura, aunque en la Edad Media, además, fue no ya una sino la verdadera escuela de arquitectura; tampoco es el resto de algo que antes fue y que ahora no es, como si los masones, presos de nostalgia, quisiéramos recuperar algo perdido de un tiempo idealizado que nos parece mejor y que por el hecho de repetir no ya las formas sino las formalidades vivificáramos algo realmente: esto no sería más que puro teatro.
 
En este mismo sentido, es ilusorio y denota una visión sesgada de los contenidos de la Orden, pensar que, por razones históricas, se abandonó la práctica a favor de la teoría o se pasó de una supuesta operatividad a una supuesta especulación; esto sería confundir la práctica con el trabajo manual, lo que representaría, igualmente, entender que la teoría es sólo el estudio de los textos y su discusión; estas son reducciones propias del los tiempos modernos, tan alejados del verdadero espíritu tradicional.
 
La Operatividad, como dijimos, promueve la regeneración psíquica del individuo y para esta labor, los contenidos intelectuales, es decir, espirituales, la verdadera Teoría, en definitiva, son plenamente vigentes porque son intemporales.
 
La Operatividad a la que nos referimos, ¿no se trabaja, acaso, desde el silencio interior? ¿El Athanor alquímico que cada iniciado encarna, no bulle, acaso, bajo la luz y el calor del fuego del espíritu que lo alimenta y regenera?
 
En el ámbito sagrado nada hay que pueda ser análogo al ámbito profano. En cambio, en el mundo profano pueden establecerse analogías con el ámbito sagrado. Para expresarnos claramente, si en el ámbito profano hay consejos de administración, órdenes del día, secretarios que son la voz y la memoria de las instituciones, y así podríamos encontrar muchos ejemplos, no es que la Masonería haya seguido el modelo de las instituciones profanas, sino que es justamente todo lo contrario: dichas instituciones son el vestigio, por bien que ya totalmente desnaturalizadas y exentas de cualquier valor sagrado, de las antiguas instituciones artesanales, oficiales y políticas, en donde todo se ordenaba alrededor de un principio trascendente del que derivaba toda organización social.
 
No es nuestra intención profundizar en ello, acaso fuera aclaratorio en muchos sentidos, pero exento de valor simbólico y ritual. Lo que sí interesa recalcar es que el legado de la Masonería nos habla de lo trascendente que hay en la vida cotidiana; de que, en definitiva, el ser humano dispone actualmente, como desde siempre, de todos los elementos, símbolos, ritos y mitos necesarios para su realización intelectual. De hecho, es ilusorio pensar que hay que recuperar algo; no hay nada que recuperar porque todo siempre es actual y presente. Lo que sí resulta importante es actualizar los contenidos tradicionales, es decir, encarnarlos: la única transmisión posible deviene de la identificación con los principios, de la identificación entre el ser y el conocer.
 
No hay un antes y un después en términos iniciáticos y, desde luego, en la Masonería el "era" y el "es" no son diferentes porque esto significaría negar sus orígenes míticos.
 
La Masonería tiene una historia, ciertamente, pero no hay una Masonería histórica en el sentido que no hay una Masonería doblegada o limitada por el devenir temporal. Hay una Masonería intemporal que transmite la iniciación a quienes llamen a la puerta con el corazón, y esto es aplicable a todas las estructuras iniciáticas esparcidas por la faz de la tierra. Lo importante es merecer las honras de encarnar este espíritu tradicional por el hecho mismo de quererse hacer uno con él, pues sólo así el Templo interno será construido y la operatividad verdaderamente efectiva y llevada a término en silencio y soledad.
 
No hay más Oficio que aquel que florece en el corazón; en aquel corazón que, muy a menudo, despierta en nosotros el sentimiento de que nada puedes más que sumarte a lo que ya desde siempre ha sido.
 
 
 

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