1. Generalidades.
El hebreo se clasifica entre las lenguas semíticas.
Para la lingüística corriente, el hebreo constituye la rama cananea de las
lenguas semíticas del Noroeste, junto con el moabita, el fenicio y el
ugarítico. La palabra «semítico» designa lo perteneciente a los semitas, o sea
a los pueblos descendientes de Sem, uno de los tres hijos de Noé.
Sin embargo, desde el punto de vista de una
lingüística más rigurosa, no debería darse al hebreo el calificativo de
«semítico», pues ello no es acorde a los datos de los textos bíblicos. En
efecto, según éstos, el hebreo es denominado sefath Canaán, «la lengua
de Canaán». Y Canaán, como Kush, el ancestro de los etíopes cuya lengua también
se denomina «semítica», figura en la
Biblia entre los descendientes de Cam, otro de los hijos de
Noé, y no de Sem. Así, de acuerdo con el
relato bíblico, el hebreo es considerado como una lengua «camítica» y no
«semítica» (Cf. Génesis, 9, 18: We’Ham hou avî Kenâ’an (Cam era el padre
de Canaán), y también en Génesis, IX: 22: ‘Ham avî Kenâ’an)
El alfabeto hebreo está integrado por veintidós letras
consonantes, repartidas en la forma siguiente:
— Tres letras «madres»: Aleph, Mem, Sin.
— Siete letras «redobladas»: Beth, Guimel, Dalet, Kaf,
Pe, Res, Tav.
— Doce letras «simples»: He,
Vav, Zayin, Jet, Tet, Yod, Lamed, Nun, Samek, Ain, Sade, Qôf.
Dos letras mudas pueden ser vocalizadas si así se indica
por medio de puntos, la primera, Aleph, y la decimosexta, Ain.
La ausencia de vocales se compensa por la adición de
puntos (o trazos) colocados arriba, abajo o en el mismo cuerpo de las letras.
Las letras hebraicas poseen un valor numérico propio,
independiente de su rango de sucesión. Así, por ejemplo, si bien la primera, Aleph,
vale uno, la última, Tav, vale cuatrocientos.
Los puntos que indican vocales no modifican en ningún
caso el valor numérico de la letra. Por el contrario, la posición terminal de
algunas consonantes (Kaf, Mem, Nun, Pe y Sade) implica un cambio de
forma en dichas letras, y puede modificar su valor numérico.
Se admite por lo general, y el gramático Yahudah ben
David Chayug no deja de confirmarlo, que las palabras hebraicas están compuestas
por raíces de tres letras. Sin embargo, el diccionario hebreo Makhbéret,
redactado hacia el año 960 por Menahem ben Saruk, admite la existencia de
raíces de una o dos consonantes.
Dada la estructura y la articulación ontonumeral del
alfabeto hebraico, se hace posible que el orden de las consonantes varíe en dos
palabras diferentes, pero éstas sigan conservando un significado idéntico.
Así, por ejemplo, en las palabras Michpat
(juicio, justicia) y Chôfetîm (jueces), se observa, a pesar de su evidente
diferencia fonética, un radical común. Por otra parte, las palabras de
distintas consonantes, pero de valores correspondientes, poseen también un
radical ontológico idéntico. Si vemos, por ejemplo, que la letra Guimel
tiene por valor numérico 3, Lamed 30 y Sin 300, las palabras Guéchem
(lluvia), Chalom (paz) y Chémech (sol), observan las tres un
mismo significado ontológico. En efecto, las tres palabras tienen en común las
letras Sin y Mem; en cuanto a la letra Guimel en Guéchem,
Lamed en Chalom y la última Sin de Chémech, tienen
igualmente un mismo significado. Así pues, estas tres palabras poseen en hebreo
un mismo radical ontológico y tienen un mismo significado común: fecundación
(por Mem). La lluvia es así fecundante, como también el sol y la paz. Dice
Rachi en su comentario sobre el Pentateuco (Éxodo, XXII: 2), que «El sol
es por sí mismo paz para el mundo».
2. Simbolismo del Lenguaje.
El Maestro del Todo ha creado el mundo de acuerdo a la Ley de Sabiduría y sus setenta
y tres puertas. Luego Él ha grabado mediante tres Sefarim, con los diez Sephiroth
belimah y las veintidós letras del alfabeto sagrado.
Las veintidós letras fundamentales han sido combinadas
de acuerdo a su peso y dispuestas en una rueda que tiene doscientas treinta y
una puertas. El Maestro del Todo hace girar la rueda hacia adelante y hacia
atrás. Tal es el simbolismo del lenguaje.
Es a partir de las veintidós letras fundamentales que
el Maestro del Todo, El Schaddaï, ha hecho todo cuanto ha sido hecho.
3. El Alfabeto Sagrado según el Tratado de la Formación.
Tres letras «madres»: Aleph, Mem, Sim,
fundamentadas sobre plataformas de clemencia y de rigor, y en el lenguaje, que
obra como ley decisiva entre ambos.
Veintidós letras grabadas, talladas, pesadas y
entrecruzadas.
Veintidós letras fundamentales grabadas por la voz,
talladas por el aliento fijadas por la boca en cinco regiones.
— Sobre la garganta: Aleph, He, Jet,
Ain
— Sobre los labios: Beth, Vav, Mem,
Pe;
— Sobre el paladar: Guimel, Yod, Kaf,
Qôf;
— Sobre la lengua: Dalet, Tet, Lamed,
Nun, Tav;
— Sobre los dientes: Zayin, Samek, Sin,
Res, Sade.
Veintidós letras fundamentales fijadas en un círculo.
Así han sido pesadas y entrecruzadas. Aleph con
todas y todas con Aleph, Beth con todas y todas con Beth,
formando una circunferencia donde se encuentra todo cuanto ha sido hecho y
hablado por obra del Nombre, que es Uno.
Él ha formado lo real a partir del caos primordial y
ha hecho de su No-Ser su anterior estado. Ha esculpido enormes e inaccesibles
columnas de aire. Y éste es el signo del vidente; por conversión ha hecho todo
lo que tiene forma y todas las palabras. El Nombre que es Uno y la señal de la
palabra: veintidós elementos en un solo cuerpo.
Tres letras madres: Aleph, Mem, Sin.
Grande y extraordinario secreto, guardado y sellado por seis sellos, de donde
han salido fuego y agua, repartidos en masculino y femenino.
Tres letras madres fundamentales, de donde han nacido
los padres por los cuales fue creado el todo.
Tres letras madres, Aleph, Mem, Sin,
aire, agua y fuego en el universo. Los cielos fueron creados a partir del fuego
y la tierra a partir del agua. El aire constituyó el principio decisivo entre
el fuego y el agua.
Tres letras madres, en un ciclo de fuego, agua y
aliento primordial. Calor creado a partir del fuego, frío a partir del agua, y
saturación a partir del aliento decisivo entre los dos principios.
Tres letras madres, Aleph, Mem, Sin,
diseñadas, grabadas, esculpidas y selladas con: tres madres en el universo,
tres madres en el ciclo y tres madres en el ser vivo masculino y femenino.
Él hizo que reinara la letra Aleph por medio de
su soplo, y le dio una corona. Luego combinó las letras entre sí y selló por
medio de ellas: en el aire en el universo, la saturación en el ciclo y el
cuerpo en los seres vivos, en sus dos modalidades: masculino con Aleph, Mem,
Sin, y femenino con Aleph, Sin, Mem. (Las letras Aleph,
Sin, Mem, en ese orden, forman la palabra âshâm, que
significa falta, pecado, culpabilidad.)
Él hizo que reinara la letra Mem por el agua, y
le dio otra corona, combinando luego una y otra, y por medio de ellas selló: la
tierra en el universo, el frío en el ciclo y el vientre en los seres vivos de
ambos sexos, en el masculino con Mem, Aleph, Sin, y en el
femenino con Mem, Sin, Aleph. (Mem, Sin, Aleph
forman la palabra massâ, o sea, fardo.)
Él hizo reinar la letra Sin por el fuego, y le
dio su corona para sellar por la combinación de ambas: los cielos en el
universo, el calor en el ciclo y la cabeza en los seres vivos de ambos sexos.
Siete letras redobladas: Beth, Guimel, Dalet,
Kaf, Pe, Res y Tav, cada una con doble pronunciación,
fundamentadas sobre la vida y la paz, la sabiduría y la riqueza, que son
también semilla y poder. En cada letra se puede dar una doble pronunciación: Beth-Vet,
Guimel-G’uimel, Dalet-D’alet, Kaf-Haf, Pe-Phé, Res-R’ech,
Tav-Thav; siete letras construidas para ser duras o delicadas, fuertes o
débiles, redobladas mediante permutaciones; permutación vida-muerte, paz-mal,
sabiduría-locura, riqueza-miseria, gracia-fealdad, siembra-desolación,
dominio-esclavitud.
Siete letras redobladas, siete y no seis, siete y no
ocho. Por su conducto se llega a la verificación, por su búsqueda al cálculo y
a la firmeza de la roca, a la palabra cercana a su creador y al
restablecimiento del principio informante en lo formado.
Siete letras redobladas: Beth, Guimel, Dalet,
Kaf, Pe, Res y Tav, de cara a siete extremos o lados, de
los cuales seis constituyen lo alto y lo bajo, el Oriente y el Occidente, el
Norte y el Sur, y el palacio sagrado orienta al centro y constituye todo.
Siete letras redobladas, que han sido grabadas,
talladas y combinadas entre sí para formar las estrellas del universo, los días
en el año y las puertas en el alma. Por ellas se han grabado siete firmamentos
y siete tierras, lo mismo que siete sábados. Por ello el septenario ha sido
amado bajo todos los cielos.
Mediante la vida, Él hizo reinar la letra Beth,
y le dio una corona, con la cual formó a Saturno en el universo, el día primero
del año, y el ojo derecho en todos los seres vivientes.
Él hizo reinar la letra Guimel y le dio su
corona para formar: a Júpiter en el universo, el segundo día en el año, y el
ojo izquierdo en todo ser viviente.
Él hizo reinar la palabra Dalet, y le dio una
corona con la cual formó a Marte en el universo, el tercer día en el año, y la
oreja derecha en todo ser vivo.
Él hizo reinar la letra Kaf, y le dio una
corona para formar el sol en el universo, el cuarto día en el año, y la oreja
izquierda en todo ser viviente.
Él hizo reinar la letra Pe, y le dio una corona
para formar a Venus en el universo, el quinto día en el año, y la ventanilla
nasal derecha en todo ser viviente.
Él hizo reinar la letra Res, y le dio una
corona para formar a Mercurio en el universo, el sexto día en el año, y la
ventanilla nasal izquierda en todo ser viviente.
Él hizo reinar la letra Tav, y le dio una
corona para formar la luna en el universo, el día séptimo en el año, y la boca
en los seres vivientes.
Siete letras redobladas, que al entrar en combinación
semejan a dos piedras que levantan dos casas, tres que levantan seis, cuatro
que levantan veinticuatro, cinco que levantan ciento veinte, seis que levantan
setecientas veinte, y siete que levantan cinco mil cuarenta casas.
En adelante, la cuestión importante es: ¿Por qué la
boca no puede hablar y la oreja no puede oír?
He aquí siete planetas en el universo: Sol, Venus,
Mercurio, Luna, Saturno, Júpiter, Marte. He aquí los siete días del año, los
siete días del ciclo primordial, y he aquí las siete puertas del ser viviente,
dos ojos, dos oídos, dos ventanillas nasales y la boca. Por ellas fueron
grabados siete firmamentos, siete tierras y siete tiempos. Por ello el
septenario ha sido amado por todo lo que se halla bajo los cielos.
Doce letras simples: He-Vav,
Zayin-Jet, Tet-Yod, Lamed-Nun, Samek-Ain, Sade-Qôf.
Fundamentos de vista, oído,
habla, gusto, cohabitación, acción, movimiento, cólera, risa, meditación,
sueño; medidas de doce límites en diagonal: límite oriental-norte,
oriental-sur, oriental-bajo, oriental-alto; norte-alto, norte-bajo;
occidental-sur, occidental-norte, occidental-alto, occidental-bajo; sur-alto,
sur-bajo. Estas medidas están trazadas y extendidas de eternidad a eternidad y
constituyen los brazos del mundo.
Doce letras simples, grabadas, pesadas, talladas,
combinadas y entrelazadas. Por ellas se han formado doce constelaciones en el
mundo. Signo:
Tet-Sin-Tav, Samek-Aleph-Beth, Mem-Ain-Qôf, Guimel-Dalet-Dalet.
(Estas letras son iniciales en hebreo de los nombres de
las doce constelaciones del Zodíaco:
Tet —
Táleth Aries
Sin —
Schôr Tauro
Tav —
Th’ômim Géminis
Sámek — Sartân Cáncer
Aleph —
Arieh Leo
Beth —
Betulah Virgo
Mem —
Móznaïm Libra
Ain —
Aqrâv Escorpión
Qôf —
Quécheth Sagitario
Guimel — Guedî Capricornio
Dalet —
Delî Acuario
Dalet —
Dâguîm Piscis
También se han formado por ellas los doce meses del
año, Nissâm, Iyâr, Sîvân, Tamuz, Av, Eloul,
Tishri, Mar’heschuân, Kîslev, Tevet, Sevât,
Kadâr, y doce dirigentes dentro del ser vivo: dos manos y dos pies, dos
riñones, bazo, hígado, bilis, estómago, dos intestinos. (Dos extraños y dos
alegres, dos consejeros y dos consultas, dos carnívoros y dos cazadores) (Juegos
de palabras cabalísticos entre loazîm y alîzîm, entre yoetzîm
y yiutsim, entre torfim y tsayadim)
Tres letras madres, de las cuales han salido tres
padres y se han formado el fuego, el agua y el aliento. Tres madres, siete
redobladas y doce simples.
Tales son las veintidós letras, que tienen en yh, yhvh,
Tsevaot, Elohîm, Vida, Dios de Israel, elevado y exaltado, morada
de eternidad, su fundamento secreto. Santo es su alto Nombre y Él es Santo.
Tres padres y sus generaciones, siete estrellas y sus
ejércitos y doce límites en diagonal, y la prueba en la palabra. Testigos
fieles: mundo, ciclo anual, ser viviente, Ley, doce, siete y tres, en
combinación funcional con el Dragón (Thalî), la rueda y el corazón.
Tres: Fuego, agua y aliento. Fuego en lo alto, agua en
lo bajo y el aliento obrando como ley decisiva entre los dos. Signo de la
palabra: el fuego lleva el agua. Mem silenciosa, Sin silbada, y Aleph,
ley decisiva entre ambas.
El Dragón (Thalî) se encuentra en el mundo como
rey en su trono. La rueda en el ciclo anual como un gobernante en sus estados.
El corazón en los seres vivos, como rey en la guerra. Todo se mueve, esto al
frente de aquello, y es obra de Elohîm. El bien frente al mal, el bien
del bien y el mal del mal, el bien prueba el mal y el mal prueba el bien, bien
guardián de los males y mal guardián de los bienes.
Tres. Cada uno se mantiene solo. Siete divide, tres
frente a tres y la ley decisiva entre ambos. Doce se encuentran en guerra: tres
amigos, tres enemigos, tres entre los vivos, tres entre los muertos.
Tres amigos: el corazón, la oreja y la boca. Tres
enemigos: el hígado, la bilis y la lengua. Y Él, Rey fiel, rige sobre el todo.
Uno por encima de tres, tres por encima de siete, siete por encima de doce,
todas ellas íntimamente vinculadas entre sí.
Y al venir Abraham el Hebreo —que descanse ahora en
paz—, el Maestro de Todo —sea bendito su Nombre— estableció con él su Alianza,
y le entregó las veintidós letras sobre su lengua y le reveló su fundamento. Él
las lavó con el agua, las quemó con el fuego, las agitó con el soplo, las
consumió por el septenario y las gobernó por las doce constelaciones.
Brillante
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