"Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"
(Mateo, 18, 20).
Se ha definido a la masonería como “Arca de los símbolos” por su papel de integrar o salvaguardar el acerbo y simbolismo de ciertos movimientos iniciáticos o mistéricos que se han sumido en sueños o cerrado sus puertas más o menos explícitamente.
Es el caso de la alquimia, el hermetismo, la cábala… e incluso el templarismo. Esta receptividad de la Orden a tradiciones extintas con el consiguiente riesgo de hacer parecer a la masonería como la panacea de todo, ha llevado a algunos masones a criticar la acrítica permeabilidad de la Orden hacia todo tipo de influencias extrañas.
Así, “desde entonces, las compuertas estaban abiertas, y ya no quedaba sino hacer desfilar a los egipcios, a Pitágoras, a David y a Salomón, a los esenios y a los cabalistas”. Sin embargo, esta frase contiene una evidente exageración pues los propios textos masónicos de época medieval mencionan expresamente a Hermes, los egipcios, a Pitágoras o a Salomón como ilustres masones y custodios y transmisores del Arte Real. Referencias que, dicho sea de paso, no hay que tomar al pie de la letra, sino más bien como prueba de la vocación de la masonería para reunir lo mejor de la cultura universal y transmitir ese legado a las generaciones siguientes.
En efecto, ya el manuscrito Regius del año 1390, el manuscrito Cooke redactado entre los años 1410 a 1420 o el manuscrito Grand Lodge nº 1 del año 1583, etc. remontan el origen de la masonería a los personajes antes citados para reforzar su legitimidad como herederos del Arte Real.
El Regius invoca la autoridad de san Pablo para recordar que “Moisés fue enseñado en toda la sabiduría de los egipcios” (Hechos de los Apóstoles 7, 22) y que “el clérigo Euclides fundó este oficio de la Geometría en tierras de Egipto” y que de Egipto “Este oficio llegó a Inglaterra en los días del buen Rey Adelstonus” (vieja piedra).
Otro de los manuscritos ingleses, el denominado Cooke, explica que, tras el diluvio, las columnas del conocimiento fueron halladas por “un gran doctor llamado Pitágoras y Hermes, el filósofo, encontró la otra”. Y el citado manuscrito Cooke, afirma que “está escrito en la Biblia, Génesis, capítulo X, que Cam, hijo de Noé, generó a Nimrod, y que... inició la construcción de la Torre de Babilonia, y enseñó a sus obreros el Arte de la medida, y tenía muchos constructores” hasta el extremo de enviarlos a otros reinos para ayudar a la construcción de ciudades. De entre ellos destacaba Abraham, quien “marchó hacia Egipto en peregrinación”. Posteriormente, cuando los descendientes de Abraham “fueron conducidos fuera de Egipto, llegaron a la Tierra de Behest, que ahora se llama Jerusalén. Y el Rey David inició la construcción del Templo”. Posteriormente tuvo lugar la translatio scientiae hacia Europa: “Y de allí (Jerusalén) esta importante ciencia fue llevada a Francia y a otras Regiones” (verso 575) bajo la protección de monarcas franceses como Carlos Martel o ingleses como Athelstan y su hijo.
Otro de los manuscritos denominado Gran Lodge nº 158, cuya data se sitúa poco antes de 1583 explica que tras el Diluvio, los dos pilares del conocimiento fueron encontrados por Hermes, bisnieto de Noé, garantizando la translatio scientiae a través de una cadena que incluye a los masones enviados por el rey Nemrod a su primo el rey de Nínive y el viaje de Abraham a Egipto y formar a discípulos como Euclides, quien enseñó el Arte a los hijos de la nobleza egipcia. Tiempo después, gran número de maestros masones fueron contratados por los reyes David y Salomón para construir el Templo de Jerusalén a las órdenes del maestro Aynon (Hiram). Al igual que otros textos, se explica que uno de tales maestros de obras llamado Naymus Grecus ("el de nombre griego") llegó a Francia en donde fue acogido por el rey Carlos Martel “y allí enseñó el arte de la masonería a los hombres de Francia” (XIV), pasando luego a Inglaterra.
Otros manuscritos, como los denominados Iñigo Jones (circa 1607) o Dumfries nº 459 (circa 1710) recogen los mismos temas y repiten una semejante secuencia pues no en vano, el primero es una copia casi literal del manuscrito Gran Lodge nº 1, y el segundo es una adaptación de los manuscritos Regius y Cooke.
Por su parte, las Constituciones de Anderson (1723), considerado el texto fundacional de la masonería moderna o especulativa que viene a ser una recapitulación de antiguos textos masónicos, contiene todos los temas ya citados. Menciona que Adán tenía “escritas en su corazón las artes liberales, particularmente la geometría”, puesto que ésta es “el fundamento de todas las artes y especialmente de la arquitectura y de la masonería”. Sigue la translatio scientiae a través de Caín, que edificó la ciudad de Enoc (Génesis 4, 17) y de su hermano Seth, Noé, la torre de Babel y la ciudad de Nemrod (Génesis 10, 10-12), las pirámides de Egipto, patria de Moisés quien “fue enseñado en toda la sabiduría de los egipcios” (Hechos 7, 22), Betsalel y Oholias, constructores del Tabernáculo móvil (Éxodo 35, 30-36), las dos columnas del templo de Dagon (Jueces 16, 22-30), el templo de Salomón construido por el maestro Hiram (1 Reyes 5-7), reconstruido por Ciro y Zorobabel (II Crónicas 36, 22-23). "Con el tiempo llegó el Arte Real a Grecia", y tiempo después "de Sicilia, Grecia, Egipto y Asia aprendieron los antiguos romanos las ciencias y las artes".
En roma confluyó la translatio scientiae con la translatio imperii; "así fue Roma el centro del saber, al par que del poderío imperial, hasta llegar al cénit de su esplendor en el reinado de César Augusto".
Las Constituciones de Anderson invocan la autoridad de "antiguos textos masónicos" para afirmar que Carlos Martel, rey de Francia, "envió varios artífices y hábiles arquitectos a Inglaterra, a petición de los reyes sajones", en donde se desarrolló el Arte Real. En suma, las Constituciones de Anderson invocan los descubrimientos de la crítica histórica y de la moderna arqueología para confirmar que este Arte Real se transmitió a través de una cadena ininterrumpida que, desde el jardín de Edén, Caldea, Egipto, Israel, Grecia, Roma, Francia... ha llegado providencialmente hasta Gran Bretaña.
También recuerda que tales conocimientos necesarios para la construcción se denominan “Arte Real” en homenaje a los reyes que fueron protectores y patrocinadores de las grandes obras.
Como se puede apreciar, tras la lectura de los textos masónicos medievales, la invocación de una supuesta herencia hermética, egipcia, pitagórica, etc. no puede considerarse una innovación de la masonería del siglo XVIII.
Bien es verdad que sería difícil concretar la influencia del hermetismo o de la Cábala en la masonería. Aunque de ello se tratará más adelante, baste señalar que destacados masones de finales del XVII y comienzos del XVIII fueron abiertos practicantes de la Cábala.
Mayor importancia tuvo el movimiento rosacruz. A principios del siglo XVII se había extendido la leyenda de la Rosa Cruz a través de obras tales como la Fama Fraternitatis Rosae Crucis y la Confessio Fraternitatis basadas en la existencia de una misteriosa fraternidad fundada en el siglo XIV por cierto Christian Rosenkreuz después de fabulosos viajes a Oriente.
Autor- E. Doraval
Charlas Para Masones; Los Métodos de Meditación
Charlas Para Masones; Los Métodos de Meditación
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