viernes, 1 de diciembre de 2017

EL SIGNIFICADO DE SER MASÓN


¿De dónde vengo? ¿Quién soy? y ¿A dónde voy?...

Preguntas que se plantea todo masón en cada etapa de su proceso iniciático, y que invocan a Mnemosine, diosa Memoria, indispensable para que devuelva el recuerdo, olvidado, de la Verdadera Identidad.

Conócete a ti mismo, dice la máxima hermética, origen y razón de todos nuestros traba­jos, sacrificios, búsquedas, estudios y más altos propósitos, que, de llevarlos a término, nos convierten en verdaderos héroes por las di­ficultades que este proceso implica, sobre todo el combate a muerte propiciado por Marte, dios de la guerra y el rigor intelectual, contra la falsa identidad, la ignorancia, los falsos egos, la inercia, la grave­dad, la ilusión; permitiendo que la Luz de la Inteligencia nos fecun­de haciendo inteligibles los Misterios del Ser, penetrando en el tiempo mítico, y fundiéndonos así en el fuego de la Unidad.

Primero habrá que remontarse al Origen, Divino, no profano, o sea, al Artífice, al G.-. A.-. D.-. U.-. cuyo Pensamiento todo ha conce­bido y concibe eternamente y que a través de su Sabiduría, el Verbo o la Palabra, produce el Fiat Lux fecundando con sus Chispas Divi­nas, en su Inteligencia Receptiva, la Potencia de Crear, dando ésta a su vez un Orden a toda la creación que se despliega por medio del movimiento, manifestando así sus atributos. Es decir, habremos de remontarnos a los Principios, a la Ontología, a la Tri-Unidad del Ser de donde emanan los tres principios: el activo, el receptivo y la unidad que los genera, une y conjuga, imprimiendo el Orden y las ideas Arquetípicas en cada uno de los tres planos o mundos jerarquizados en los que se manifiesta el tiempo como una imagen mó­vil de lo Eterno, dividiendo el espacio que es uno solo, dando forma a todos los seres y las cosas, concretándolos en la materia.

Este discurso, es posible gracias a una Doctrina, una Enseñanza y una Iniciación verdadera en los Misterios del Ser, que Isis vela y revela, y que por la Gracia del Espíritu, el soplo Divino, anima la materia muerta, fecundándola y haciendo posible que esa Luz que yace oculta dentro de la nuez o semilla, en las profundidades de la tierra, bote su cáscara y germine "dándose a luz" a sí misma, iluminando esa alma que habrá de volver a su origen atraída por aquello que reconoce como semejante, devolviéndole la Memoria de su Origen Divino; fecundándole con el ardor o amor por su verdadero Padre, olvidado en el descenso a lo múltiple y fragmentado, uniendo la Tierra, que le ha nutrido, al Cielo, por la atracción ejercida por el Principio de donde nunca se ha salido más que ilusoriamente.

La unidad se manifiesta a través de números, pues está escrito que:

"Dios hizo todas las cosas con número, peso y medida".

Este movimiento, a manera de una escala descendente por medio de la cual se manifiesta la unidad, también se puede ver en la serie numérica. Esta fragmentación de la unidad en lo múltiple la podemos observar claramente en el desarrollo de los primeros nueve números que manifiestan todo lo creado.

Los números son portadores de ideas-fuerza que permiten comprender la estructura y orden cósmico; nos indican cualidades del ser, medidas y proporciones que nos describen el desarrollo del discurso del Creador y la ruta de retorno a la unidad que todo lo contiene y que a su vez es inmóvil pues no hay nada fuera de ella. Es la primera determinación que al manifestarse lo hace polarizadamente en dos opuestos, o sea por una vertical que se refleja en la horizontal cruzándose en el centro formando una cruz, los que se conjugan y unen en este último siendo esa la dinámica de todo lo creado.

El número cinco es por excelencia el número del compañero.

El cinco está ubicado en el centro de los primeros nueve números lo cual lo signa como un intermediario entre la unidad o punto, y el nueve, circunferencia o periferia de la rueda, o sea, que viene a ser un número central donde se conjugan las dos polaridades: espíritu y materia, sintetizándose en perfecta unión; razón por la cual es el número con el que se identifica al hombre, siendo a éste a quien le toca unir Cielo y Tierra, arriba y abajo, en el centro de su ser. Visto bajo esta perspectiva podríamos decir que el cinco resulta de la suma del primer número par o sea el dos, femenino, y el tres, primer número impar, masculino, debido a lo cual es llamado "nupcial" por los pitagóricos, ya que efectivamente une y conjuga en sí estos dos principios.

Desde otro aspecto más elevado el cinco también nace de la suma de la unidad con el cuaternario o sea como la Quintaesencia o Eter que reúne en sí a los cuatro elementos desde donde emanan hacia afuera retornando a él, y a los cuatro mundos o planos que coexisten en el hombre; punto central, axial y polar de donde todo emana y a donde todo vuelve, sede o habitáculo de la unidad en el hombre, la Ciudad Celeste donde habitan los inmortales, los dioses y donde se sintetizan en Uno solo. También se puede ver a la Quintaesencia como la proyección vertical del punto desde el centro del cuadrado hacia el cenit, y polarizándose en dos opuestos desde esa sumidad hacia la base formando un triángulo que en el plano vendría a ser un cuadrado con un triángulo superior, imagen del Templo; en lo volumétrico, podría verse como un cubo con un triángulo equilátero con base cuadrada a modo de una pirámide superior formando una Piedra cúbica en punta, símbolo de la Perfección de la Obra.

El hombre, al poder ser inscrito dentro de una estrella de cinco puntas, y ésta a su vez dentro de un círculo, nos señala la analogía entre macro y microcosmos, o sea, que el hombre no sólo está contenido dentro de la totalidad simbolizada por el círculo, marcando sus límites que son análogos a los del macrocosmos, sino que siendo un espacio análogo, abarca todas las posibilidades en él contenidas. En otras palabras, podemos decir que el hombre está creado a imagen y semejanza del cosmos entero. Si buscamos con el compás el centro de esta figura veremos que éste se ubica en los genitales señalando de esta manera su potencia generativa y creadora, capaz de reproducir en sí mismo todo el orden cósmico. Esto nos conduce a considerar el lugar central que ocupa el hombre en el cosmos sintetizándolo todo en el centro de su corazón.

Podemos decir que aquel iniciado que ha logrado, a través de múltiples pruebas, estudios y trabajos pulir su Piedra bruta haciéndola poco a poco cúbica perfecta, ha comprendido que su verdadera función es restituir en sí mismo el lugar central que le ha sido dado y que le corresponde según el plan del G.·. A.·. D.·. U.·.. Su verdadero propósito es retornar a su origen divino y tomar conciencia de la divinidad en él y así poder unir la Tierra –todo ese mundo según lo perciben los sentidos, transformándolos,– al Cielo, a la realidad verdadera, divina y eterna en el centro de su ser donde el tiempo se detiene y asiste a las nupcias reales, simbolizadas por el resultado de la suma de los dos primeros números par e impar (2 y 3). Nupcias propiciadas por Venus y Amor generando un nuevo mundo análogo a aquel del Creador; o sea que no sólo une en su centro las dos energías cósmicas, positiva y negativa, sino también lo alto y lo bajo y lo de atrás y adelante, es decir, el pasado y futuro en el siempre presente donde el tiempo no es más que espacio único.

Como masones hemos recibido un legado revelado desde tiempos inmemoriales continuando así la cadena invisible de la Tradición de todos los tiempos –transmisión de la Sabiduría Perenne– resguardada en Occidente en la Masonería, recipiendaria de este tesoro del cual somos, a su vez, guardianes, receptores, conservadores y transmisores. De aquí la responsabilidad que nos toca conservando la Doctrina en toda su verdad y transmitiéndola a aquellos que aún tienen oídos para escuchar.

Al compañero le toca una función intermediaria, esto es, ayudando a aquellos aprendices que precisan de su apoyo y ánimo para continuar labrando su Piedra bruta dentro del orden que su grado precisa. Por otro lado, el compañero ayuda en todo lo posible al maestro haciendo cualquier trabajo que le sea requerido de buena gana y con amor. Sabemos que el trabajo por el trabajo mismo es un sinsentido, pero el trabajo encaminado al conocimiento de sí mismo y a la Gloria del G.·. A.·. D.·. U.·., glorifica al masón. Así lee el Recipiendario al final de su Quinto Viaje:

¡Gloria al Trabajo!

Con ese ánimo debemos emprender nuestras labores, aunque sabemos que las circunstancias de la vida muchas veces se nos presentan adversas.

Gracias a las herramientas que el Recipiendario recibió en sus Cuatro Viajes, dado que el Quinto y último lo efectuó con las manos vacías, ha podido seguir el camino vertical emprendido como aprendiz. Con la ayuda del Mazo y el Cincel, herramientas con las que hasta entonces había pulido su Piedra bruta, ahora rectifica, confirma y hace suyo lo aprendido y siendo uno con ello se encamina a transformarse en Piedra cúbica Perfecta. Nos recuerda el Muy Ven.·. Maestro:

Aprended a conocer bien vuestra profunda naturaleza, para no mentiros nunca a Vos mismo… deberéis des-arrollar vuestros cinco sentidos, porque constituyen el medio indispensable de control para esta búsqueda, como también son los útiles necesarios para la toma de contacto con el exterior.

Con la ayuda de la Palanca, en la que puede apoyarse con las dos manos, el ahora compañero multiplica su fuerza que hará posible se establezca y fije lo logrado hasta entonces, elevándose a lo más alto moviendo aquellos obstáculos de una vez por todas, ya que como dice el Ritual:

"… una voluntad inquebrantable, inteligente y desinteresada triunfa de todos los obstáculos".

Esta voluntad guiada por la Regla que recuerda la ley, la norma y direccionalidad a seguir, nos muestra la manera como hemos de emprender nuestra construcción:

"… sed una Columna viva que se eleve hacia lo alto, sin dejar de apoyarse en la Tierra que os ha dado la vida. Seréis así uno de los pilares inquebrantables de nuestro Templo".

La Plomada y el Nivel nos recuerdan que la verdad es vertical y que para que este edificio pueda elevarse, el terreno deberá estar perfectamente nivelado, o sea, que la tierra deberá estar a plomo con el Cielo para que la elevación del templo sea perfecta. Estas herramientas nos recuerdan las Artes Liberales de las cuales debe hacer uso el compañero en la penetración del Conocimiento del Ser, ya que estas artes y ciencias nos enseñan a conocer en profundidad el significado de la Palabra y del Logos espermático, el ritmo y la metría del cielo y la tierra, el movimiento de los astros, sus cualidades y los efectos que ejercen sobre los seres y las cosas, el devenir y todo el orden de lo creado, o sea las ideas y las formas por medio de las cuales se manifiesta el G.·. A.·. D.·. U.·., sin olvidar que siempre debe proceder con prudencia y modestia. Con la Escuadra, símbolo de rectitud e instrumento de arquitectura por el cual somos probados, podremos rectificar todos los ángulos de nuestra Piedra para que sea un cubo perfecto apto para ser colocado a la par de otras Piedras igualmente cúbicas, elevando así el Templo Universal a la Gloria del Gran Arquitecto.

Finalmente, la vista puesta en la misteriosa Letra G que resplandece en el centro de la Estrella Flamígera nos remite a considerar no sólo su ubicación central sino polar. Colocada, en el grado de compañero, en el lugar más elevado de Oriente entre el Sol y la Luna nos da a entender que esta Letra situada en el interior de la Estrella está simbolizando algo mucho más profundo y misterioso que lo que podría simbolizar cualquier palabra que empiece con la letra G latina, letra perteneciente a una lengua moderna. Recordando lo que nos dijo el Muy Venerable M.·. al ser esta Estrella desvelada:

"Hermano Recipiendario, considerad atentamente la Estrella Misteriosa cuyos rayos luminosos llaman por primera vez vuestra mirada. En su centro resplandece la Letra "G". Es el gran símbolo del Compañero y, como todos los símbolos, puede ser interpretado de diversas maneras. Mencionamos, en primer lugar, la interpretación tradicional dada por los antiguos manuales: "El Gran Arquitecto, creador del Mundo entero, o bien el que ha sido elevado hasta lo más alto del Templo sagrado".

A nuestro entender, este símbolo podría considerarse como el Principio Supremo, la Luz Divina o el Sol oculto en el Universo, la Estrella Polar de la cual pende la Plomada de la Deidad hasta el centro solar, o corazón del Hombre regenerado, de donde emana la revelación, la voz interior que guía al Compañero masón en los más profundos secretos, elevándolo por el eje hasta el Polo, a lo más alto del Templo, a la cúspide donde se funde en el fuego de la Unidad.

NOTA


Este trazado pertenece al volumen de arquitectura: "La Logia Viva, Simbolismo y Masonería", publicado por Ed. Obelisco, Barcelona



 

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