LA ESTRELLA DE CINCO PUNTAS, CAMINO HACIA LA PERFECCIÓN

 

La estrella de cinco puntas está colocada en Oriente, en la pared, encima de la cabeza del Venerable Maestro y se le llama «estrella de Oriente», «estrella flamígera» o de la Iniciación.

 

Es el símbolo del hombre perfecto, del Hombre de Vitrubio representado por Leonardo Da Vinci, del GADU manifestado en el hombre.

 

Los cinco caminos de la estrella nos marcan cinco espacios de nuestra vida que debemos trabajar cada año, a razón de 72 días cada uno (aproximadamente: 5 x 72 = 360, los grados de la circunferencia, que representan la perfección).

 

Si contamos a partir de nuestro cumpleaños, los primeros 72 días/grados nos invitan a trabajar nuestra voluntad, a planificar la puesta en marcha de nuevos proyectos, a analizar nuestras actuaciones desde un punto de vista ético, a poner entusiasmo en cada acción.

 

Los segundos 72 días/grados nos impulsan a trabajar el aspecto emocional de los acontecimientos, a comprender los sentimientos que movemos en los demás con nuestras actuaciones, a sentir con fuerza cada movimiento.

 

Los terceros 72 días/grados nos ayudarán a razonar nuestras actuaciones, a penetrar en el terreno de las ideas, de la lógica.

 

Los cuartos 72 días/grados nos servirán para llevar a la práctica los proyectos iniciados después del cumpleaños, será el momento de materializar, de plasmar en la realidad.

 

Los quintos 72 días/grados 2 son de libre albedrío, es el momento en que el ser humano debe crear, realizar su propia obra, actuar sin ayuda.

 

El ser que aprovecha al máximo sus oportunidades diarias, el que por la mañana abre su alma a las energías de la jornada y pide instrucciones al GADU, ese ser tiene más posibilidades de alcanzar la omnisciencia que preconiza la estrella flamígera.

 

El secreto es vivir en profundidad, con la conciencia desplegada en todas direcciones, cinco veces 72 días al año, es la auténtica cuadratura del círculo. Cuando todos los elementos de la naturaleza humana han evolucionado, el ser humano se convierte en un ser perfecto, en dueño de sí mismo y de los distintos planos de su existencia.