En la vida mundana esta acción suele asociarse a
la confección de un diario. Su valor, además del propio de la memoria, es
también el de descargar las emociones que generan nuestros actos diarios.
Escribirlos en un papel nos permite cristalizarlos, llevarlos a su máxima
manifestación, para poder darles el finiquito y empezar al día siguiente con
una energía nueva, sin lastres.
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