lunes, 1 de enero de 2018

LA MASONERÍA, SIEMPRE SOLIDARIA


A pesar de los numerosos artículos publicados en prensa y de una gran cantidad de libros editados sobre el tema, la institución masónica sigue siendo un misterio para muchos.
 
En la masonería hay una parte de obra exterior, mundana, social, política, y una parte interior, íntima, secreta. En el exterior, la masonería representa una fuerza activa, formada por varios millones de individuos evolucionados, empeñados en aportar una mejora a las condiciones de vida de la sociedad.
 
Aunque en el interior de la logia se prohíba hablar de política, en el exterior, el nombre de la masonería va unido a la proclamación de los derechos humanos, elaborados y promovidos por masones, a la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos, decretada por el masón Georges Washington, a la emancipación de la mujer, a la escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años... Allí donde una ley avance en dirección al progreso, o conduzca a un mayor bienestar social, ahí se encuentra un masón o un grupo de masones que la han elaborado.
 
En Inglaterra, plaza fuerte de la masonería, la obra exterior realizada por ellos es colosal y cubre barrios enteros: hospitales donde los más eminentes especialistas prestan sus servicios gratuitamente a las clases poco favorecidas; bibliotecas públicas, escuelas, establecimientos de ayuda social...

Una de las virtudes cardinales de la masonería es la solidaridad de sus miembros. A menudo esa solidaridad le ha sido reprochada por los que observan la institución desde el exterior. Pero la masonería es ante todo una fraternidad, una fraternidad de personas unidas por un mismo empeño: el de ir más allá de lo cotidiano, más allá de los valores convencionales y transitorios, más allá de la función social y de la familia, ampliando el concepto de familia más allá del vínculo físico. Es natural, pues, que si se pretende formar una nueva familia ésta sea solidaria. Solidaria en los éxitos y en los fracasos, en las virtudes y en los errores que pueda cometer.
 
A veces se ha reprochado a la masonería el proteger a un determinado miembro que ha cometido delitos en el terreno social o político. Pero ¿qué familia sería la masónica si negara su ayuda y comprensión a un hermano enfrentado a la experiencia del error? La solidaridad masónica funciona hasta los niveles más elevados.
 
Cuentan los historiadores de la masonería que en la Segunda Guerra Mundial al general De Gaulle le costaba ser reconocido por el presidente Roosvelt como representante de la Francia libre y, por consiguiente, sus medios eran muy limitados. Se le ocurrió entonces recurrir al Gran Maestro de la Gran Logia Nacional Francesa para que intercediera a su favor cerca del presidente americano, célebre masón. El Gran Maestro aceptó la misión y fue gracias a esa conversación de hermano a hermano que De Gaulle consiguió el reconocimiento americano y los medios económicos que éste representaba. Sin ese apoyo material y moral, Francia, tras su liberación, lo hubiera pasado mucho peor. Si trasladamos esta anécdota al ámbito personal, cuando nos enfrentemos a un problema complejo lo mejor será acudir a un hermano, a alguien que comparte nuestras ideas y nuestra forma de ver la vida, y seguro que nos dará una solución.
 

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