La alegoría es la voz de la sabiduría. Los símbolos y los emblemas fueron el lenguaje primitivo de los pueblos orientales, y su origen solo expresaban la imagen simple de la calidad de las cosas.
Mas tarde llegaron a encerrar las mas grandes concepciones. Creación, divinidad, dogmas, doctrinas, creencias, ciencias, artes, todo lo abarcaron; y el lenguaje simbólico y emblemático, pasando a ser patrimonio de los sacerdotes, de los sabios, de los poetas y de los artistas, fue sagrado en todos los pueblos.
Así las palabras símbolo, emblema, alegoría, jeroglífico, etc., cuya significación viene a ser análoga en el sentido mas lato, son la expresión de las ideas representadas por medio de imágenes. Pero conviene advertir, que el símbolo representa algo más grande que el emblema, que solo tiene una expresión simple y determinada; que la alegoría es la exposición de un objeto por medio de figuras, lo que la ha convertido en lengua universal para los artistas, y que los jeroglíficos son caracteres simbólicos de los que se sirvieron los hombres de la antigüedad, y muy señaladamente los sacerdotes egipcios, para expresar los misterios de su religión y los secretos de su ciencia y de su política.
Los símbolos y los emblemas, serán siempre objeto de gran veneración para los Francmasones reflexivos, porque bajo su velo metafísico se perpetúa y se encuentra el criterium del dogma filosófico de la Institución; y porque cada figura simbólica o emblemática de las que se ofrece a su vista en los templos consagrados a la Francmasonería, es imagen de una verdad luminosa, cuyo desarrollo científico les conduce al conocimiento exacto de los principios morales que esta atesora.
Desgraciadamente no todos lo comprenden así, y el simbolismo es objeto de discusión; y no faltan escritores quienes, calificándolo de pueril y de superfluo, hayan abogado por su completa abolición. Esto sería la muerte de la Institución; y considerándonos en el deber de poner en guardia a los jóvenes iniciados para que puedan precaverse de los perniciosos efectos de esta funesta propaganda, trasladamos a continuación algunos párrafos de los Estudios Filosóficos del hermano Dareres, en los que este ilustre escritor trata magistralmente esta cuestión.
«Algunos Masones ilustrados, dice, pero seducidos por el falso brillo de la ciencia profana, imaginan que los símbolos y emblemas carecen de solemnidad y que no tienen ningún alcance social, y por tanto, quisieran borrar su lenguaje sagrado del código masónico, porque, en su concepto, para colocar la Francmasonería a la altura del siglo, es preciso nacionalizar su lenguaje y encaminar su espíritu por la vía ascendente que han trazado las ciencias y las artes a las inteligencias contemporáneas. Esto son errores peligrosos que es necesario combatir. Una Institución fundada sobre los principios eternos de la ley natural, no puede cambiar ni alterar su doctrina, porque la verdad que emana del seno de Dios no tiene más que una manera de expresarse y de proceder a su enseñanza.
Desgraciadamente no todos lo comprenden así, y el simbolismo es objeto de discusión; y no faltan escritores quienes, calificándolo de pueril y de superfluo, hayan abogado por su completa abolición. Esto sería la muerte de la Institución; y considerándonos en el deber de poner en guardia a los jóvenes iniciados para que puedan precaverse de los perniciosos efectos de esta funesta propaganda, trasladamos a continuación algunos párrafos de los Estudios Filosóficos del hermano Dareres, en los que este ilustre escritor trata magistralmente esta cuestión.
«Algunos Masones ilustrados, dice, pero seducidos por el falso brillo de la ciencia profana, imaginan que los símbolos y emblemas carecen de solemnidad y que no tienen ningún alcance social, y por tanto, quisieran borrar su lenguaje sagrado del código masónico, porque, en su concepto, para colocar la Francmasonería a la altura del siglo, es preciso nacionalizar su lenguaje y encaminar su espíritu por la vía ascendente que han trazado las ciencias y las artes a las inteligencias contemporáneas. Esto son errores peligrosos que es necesario combatir. Una Institución fundada sobre los principios eternos de la ley natural, no puede cambiar ni alterar su doctrina, porque la verdad que emana del seno de Dios no tiene más que una manera de expresarse y de proceder a su enseñanza.
Por tanto, para que esta doctrina no se halle sujeta a falsas interpretaciones o a excentricidades heréticas, tiene necesidad de una lengua universal e inmutable, tanto en su forma y en el fondo, como en las figuras y en lo que éstas expresan. El sentido oculto y problemático de las palabras ha sembrado en todos tiempos la confusión y el desorden en el mundo, haciendo abandonar al género humano el camino de la razón y de la verdad.
Los cristianos de Oriente y del Occidente discutieron y se batieron fieramente durante cuatro siglos, por cuestión de cinco o seis palabras que no comprendían ni los unos ni los otros; y durante cuatro siglos los mas fuertes degollaron a los mas débiles, sin mas razón que esta absurda sentencia: "Dios lo quiere".
La lengua simbólica es una e indivisible, y como se atiene a la naturaleza y a las propiedades anteriores y exteriores de las cosas, no puede cambiar la significación de sus figuras y de su expresión sin destruir al mismo tiempo su propiedad distintiva.
Las lenguas nacionales distan mucho de ofrecer las mismas ventajas, y cambian sin cesar, a consecuencia de los abusos que cometen ciertos escritores y degeneran en una corrupción tal, que apenas dejan al talento y al genio la facultad de darse a comprender.
Por otra parte, ¿acaso en una lengua hermosa y rica como la española, la francesa o la italiana, no es todo figurado en ellas? En un período de veinte palabras, ¿se encontrarán por ventura cinco que no tengan un sentido figurado? ¿Las metáforas, las hipérboles, las metonimias, de las que tan frecuente uso hacen nuestros poetas, no son en pequeño lo que los símbolos en mayores proporciones? ¿En qué consiste la diferencia? Pues sencillamente, en que los tropos no expresan más que una idea, mientras que los símbolos forman un cuadro representando todas las ideas de un objeto.
La lengua simbólica y emblemática no ha perdido nada de sus ventajas naturales, y es siempre la lengua de las altas concepciones de la inteligencia. El arte, dice Simónides, es un pensamiento mudo que nunca se reproduce mejor que por medio de imágenes; pero los pensamientos metafísicos, en los que descansan los dogmas religiosos y políticos, aquellos que el genio presta a la poesía, son también verdades silenciosas, y tienen necesidad de ser materializados, o sirviéndonos de una frase de Brebéuf, de adquirir cuerpo y color. Indudablemente que las palabras les dan un valor real, pero únicamente los símbolos tienen el privilegio de hacer que mientras hablan a los ojos revelen al espíritu todos los atributos de su naturaleza.
Una lengua universal, sigue diciendo Dareres, que lejos de corromperse, se perfecciona y enriquece a medida que envejece, es una ayuda preciosa para una Institución esparcida por toda la superficie de la tierra y que se halla dividida en pequeñas corporaciones independientes entre sí, porque por ella se conservan la unidad de la fe, la pureza de su doctrina, la ortodoxia de su ley, la homogeneidad de la enseñanza, y en fin, porque es el fluido eléctrico de la ciencia social que se comunica por todos partes con la misma fuerza, produciendo por igual también los mismos efectos.
Privar a la Francmasonería de su lengua sagrada, es despojarla de su fuerza directora y del soplo vivificador de su animación universal; es robarle todo el encanto que va unido a su creencia y las dulces esperanzas que le inspiran sus filantrópicos esfuerzos. Hay misterios en esta Institución que el espíritu debe saber comprender sin tratar de definirlos. Lo que es creencia y luz puede representarse por el símbolo, pero no explicarse por la lógica de las palabras. En esto es la fe la que quiere y la conciencia la que decide.
El símbolo del Oviathan de los Ofitas o los de Sephiroth, de los cabalistas hebreos, que encierran en un simple cuadro los atributos de Dios y sus propiedades espirituales, son imágenes grandes y sublimes que nos inspiran la admiración y el respeto, pero que nos imponen la humildad y el silencio.
¿Queréis evitar el necio examen de los indiferentes y de los impíos y no dar a una orgullosa filosofía los medios de utilizar vuestras doctrinas y de materializar vuestra fe?
Respetad el velo bajo el cual oculta la Naturaleza sus misterios, y contentaos con el lenguaje mudo que ella emplea para hablar a vuestra razón, mostrándose ella misma como un gran símbolo, como una imagen perfecta de una suprema Providencia. Permaneced, pues, siendo fieles a la lengua que se os ha dado para iniciaros a la obra eterna de beneficencia y de amor del G.·. A.·. D.·.U.·. »
De la religión de los magos y de los egipcios, el lenguaje simbólico pasó a la del Cristianismo; y cuando en los siglos III y IV estalló la división entre sus adeptos, por las discrepancias que se suscitaron acerca de los puntos fundamentales de su creencia, éste fue un auxiliar poderoso para los que se vieron perseguidos por el partido dominador.
Las diferentes sectas que surgieron del espantoso conflicto de las opiniones dogmáticas, se sirvieron también de este lenguaje para formular la enseñanza de su doctrina religiosa.
Entre ellas se encontraba la que había unido los antiguos ritos a la sublime moral de J. C. Esta era la única que perseguía la gran obra del perfeccionamiento intelectual de la especie humana; la que quería alcanzar la perfecta dicha por medio de la fraternidad. Eran los primeros Francmasones cristianos poco numerosos todavía, pero tenían gran saber y obraban como sabios. Su probidad y sus vastos conocimientos, les atraían el amor y la veneración del reducido número de hombres que aspiraban a que los pueblos llegasen a conquistar la mas venturosa independencia por medio de la adquisición de las luces y de la práctica de las virtudes. Sin embargo, la consideración que habían conquistado, lejos de proporcionarles una posición mas dulce y tranquila, les atrajo las iras de sus enemigos, que eran entonces los mas fuertes, y por consiguiente los más intolerantes.
Para sustraerse de esta tiranía incesante, y tanto más, odiosa, por cuanto era el resultado de una negra hipocresía, envolvieron sus doctrinas en las sombras del misterio, y a imitación de los antiguos sabios del Egipto, simbolizaron las verdades de la naturaleza y las virtudes morales, para hacerlas objeto de su culto y base fundamental de su enseñanza.
La Masonería simbólica así instituida permaneció pura de toda mezcla profana, y no conservó de las ciencias ocultas que habían invadido el Oriente, mas que lo necesario para velar su teología y ponerse al abrigo de una bárbara Inquisición.
Cuando las ignorantes y supersticiosas poblaciones de Europa, poseídas de un exceso de celo, que otros han calificado de espíritu de sabia política, fueron al Asia a guerrear contra los discípulos de Mahoma, aquellos de entre los cruzados que sentían el amor de las ciencias y que querían aprovecharse de las ventajas de la conquista para ilustrarse, se vieron obligados a aprender el lenguaje simbólico, que puede decirse que era la llave del tesoro científico de Oriente.
Por otra parte, las órdenes religiosas caballerescas, descontentas del yugo receloso y sombrío que la corte de Roma les hacia sufrir, no encontraron nada mejor para escapar a su escrutadora mirada, que familiarizarse con este lenguaje y encubrir el pensamiento político de sus estatutos secretos. De manera que cuando los cruzados regresaron a Europa, la lengua simbólica se esparció por todos los países y llegó a ser el idioma de los sabios.
Adoptados por los hermanos de la Sociedad de Juan (Francmasones), por ser la lengua natural que sus hermanos los cristianos de Oriente habían escogido para imprimir a la inteligencia el genio supremo que preside a nuestra augusta Institución, ha venido trasmitiéndose hasta nosotros con todo el esplendor y la frescura de la juventud, y cabe esperar que conserve intacta su belleza virginal, mientras que la Francmasonería subsista sobre la tierra.
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