La lanza que en la leyenda del Graal aparece como un símbolo complementario de la copa y es una de las numerosas figuras del “Eje del Mundo”. Al mismo tiempo, esa lanza es también, decíamos, un símbolo del “Rayo celeste”, y, es evidente que ambas significaciones en el fondo coinciden: pero esto explica igualmente el que la lanza, como la espada y la flecha, que son en suma sus equivalentes, sea asimilada a veces al rayo solar.
Debe quedar bien claro que los dos simbolismos, el polar y el solar, no deben nunca ser confundidos, y que, el primero tiene un carácter más fundamental y realmente “primordial”; pero ello no quita que lo que podría llamarse “transferencias” de uno a otro constituya un hecho frecuente, cuyas razones trataremos quizá de explicar más netamente en alguna otra ocasión.
Por el momento, nos limitaremos a mencionar más especialmente, a ese respecto, la atribución de la flecha a Apolo: sabido es, en particular, que por medio de sus flechas mata aquél a la serpiente Pitón, como, en la tradición védica, Indra mata a Ahi o Vrtra, análogo de Pitón, por medio del vajra que representa al rayo; y esta vinculación no deja duda alguna sobre la equivalencia simbólica original de las dos armas.
Recordaremos también la “flecha de oro” de Abaris o de Zalmoxis, de que se trata en la historia de Pitágoras; y aquí se ve más claramente aún que ese simbolismo se refiere expresamente al Apolo hiperbóreo, lo que establece precisamente el vínculo entre su aspecto solar y su aspecto polar.
Si volvemos a la consideración de las diversas armas como representantes del “Eje del Mundo”, se impone una observación importante: esas armas, no siempre pero al menos muy a menudo, son de doble filo o bien de dos puntas opuestas. Este último caso, que es en particular el del vajra, debe ser manifiestamente referido a la dualidad de los polos, considerados como las dos extremidades del eje, con todas las correspondencias que ella implica.
En cuanto a las armas de doble filo, donde la dualidad está marcada en el mismo sentido del eje, debe verse en ello una alusión más directa a las dos corrientes representadas de otro modo por las dos serpientes que se enroscan en torno del bastón o caduceo; pero como esas dos corrientes inversas están respectivamente en relación con los dos polos y los dos hemisferios, se ve inmediatamente que en realidad los dos simbolismos coinciden. En el fondo, se trata siempre de una fuerza doble, de esencia única pero de efectos aparentemente opuestos en su manifestación, efectos resultantes de la “polarización” que condiciona a esta última, así como condiciona por lo demás, en niveles diferentes, a todos los grados y modos de la manifestación universal.
La espada puede ser considerada, de modo general, como un arma de doble filo; pero un ejemplo aún más notable es el de la doble hacha, que pertenece en particular al simbolismo egeo y cretense, o sea prehelénico, pero no es exclusiva de él. Ahora bien; el hacha, es muy especialmente un símbolo del rayo y por lo tanto, a este respecto, un equivalente estricto del vajra; y la comparación de estas dos armas muestra, por consiguiente, la identidad profunda de las dos formas de simbolismo mencionadas, la de las armas de doble filo y la de las armas de doble punta.
La representación del vajra ofrece múltiples variantes; Ananda K. Coomaraswamy ha señalado que la forma más habitual, con triple punta en cada extremo, está por eso estrechamente emparentada con el triçûla o tridente, otra arma simbólica muy importante pero cuyo estudio especial nos apartaría demasiado de nuestro tema; observaremos solamente que, mientras que la punta medial es la terminación del eje mismo, las dos puntas laterales pueden ser referidas también a las dos corrientes, de derecha y de izquierda, ya aludidas, y que, por esta misma razón, tal triplicidad se encuentra en otros casos de simbolismo “axial”, por ejemplo en ciertas figuraciones del “Árbol del Mundo”.
La espada puede ser considerada, de modo general, como un arma de doble filo; pero un ejemplo aún más notable es el de la doble hacha, que pertenece en particular al simbolismo egeo y cretense, o sea prehelénico, pero no es exclusiva de él. Ahora bien; el hacha, es muy especialmente un símbolo del rayo y por lo tanto, a este respecto, un equivalente estricto del vajra; y la comparación de estas dos armas muestra, por consiguiente, la identidad profunda de las dos formas de simbolismo mencionadas, la de las armas de doble filo y la de las armas de doble punta.
La representación del vajra ofrece múltiples variantes; Ananda K. Coomaraswamy ha señalado que la forma más habitual, con triple punta en cada extremo, está por eso estrechamente emparentada con el triçûla o tridente, otra arma simbólica muy importante pero cuyo estudio especial nos apartaría demasiado de nuestro tema; observaremos solamente que, mientras que la punta medial es la terminación del eje mismo, las dos puntas laterales pueden ser referidas también a las dos corrientes, de derecha y de izquierda, ya aludidas, y que, por esta misma razón, tal triplicidad se encuentra en otros casos de simbolismo “axial”, por ejemplo en ciertas figuraciones del “Árbol del Mundo”.
A. K. Coomaraswamy ha mostrado igualmente que el vajra se asimila tradicionalmente a otros símbolos conocidos del “Eje del Mundo”, como el eje del carro, cuyas dos ruedas corresponden al Cielo y la Tierra, lo que explica, por lo demás, en particular, ciertas representaciones del vajra como “soportado” por un loto, sobre el cual está puesto verticalmente.
En cuanto al cuádruple vajra, formado por la reunión de dos vajra ordinarios dispuestos en cruz, si se lo considera situado en un plano horizontal, como lo sugiere su designación de Karma-vajra, está muy próximo a símbolos tales como el svástika y el chakra; nos limitaremos aquí a estas diferentes indicaciones, sobre las cuales tendremos quizá oportunidad de volver en otros estudios, pues es un tema de aquellos que no podría tenerse la pretensión de agotar.
Vajra, además del sentido de ‘rayo’, tiene también el de ‘diamante’, lo que evoca inmediatamente las ideas de indivisibilidad, inalterabilidad, inmutabilidad; y, en efecto, la inmutabilidad es ciertamente el carácter esencial del eje en torno del cual se efectúa la revolución de todas las cosas y de la cual él mismo no participa. A este respecto, hay también otra vinculación muy notable: Platón describe precisamente el “Eje del Mundo” como un eje luminoso de diamante; este eje está rodeado de varias vainas concéntricas, de dimensiones y colores diversos, correspondientes a las diferentes esferas planetarias y en movimiento en torno de él.
Vajra, además del sentido de ‘rayo’, tiene también el de ‘diamante’, lo que evoca inmediatamente las ideas de indivisibilidad, inalterabilidad, inmutabilidad; y, en efecto, la inmutabilidad es ciertamente el carácter esencial del eje en torno del cual se efectúa la revolución de todas las cosas y de la cual él mismo no participa. A este respecto, hay también otra vinculación muy notable: Platón describe precisamente el “Eje del Mundo” como un eje luminoso de diamante; este eje está rodeado de varias vainas concéntricas, de dimensiones y colores diversos, correspondientes a las diferentes esferas planetarias y en movimiento en torno de él.
Por otra parte, el simbolismo búdico del “trono de diamante” situado al pie del “Árbol de la Sabiduría” y en el centro mismo de la “rueda del Mundo”, es decir, en el punto único que permanece siempre inmóvil, no es menos significativo a este respecto.
Para volver al rayo, se lo considera, como representante de un doble poder, de producción y destrucción; puede decirse, si se quiere, poder de vida y muerte, pero, si se lo entendiera solo en el sentido literal, no sería sino una aplicación particular de aquello de que en realidad se trata. De hecho, es la fuerza que produce todas las “condensaciones” y “disipaciones”, que son referidas por la tradición extremo oriental a la acción alterna de los dos principios complementarios, yin y yang, y que corresponden igualmente a las dos fases de “expir” y “aspir” universales; es lo que la doctrina hermética, por su parte, llama “coagulación” y “solución” respectivamente y la doble acción de esa fuerza está simbolizada por los dos extremos opuestos del vajra en cuanto arma “fulgurante”, mientras que el diamante representa a las claras su esencia única e indivisible.
Señalaremos incidentalmente, a título de curiosidad (pues desde nuestro punto de vista no podría ser otra cosa) una aplicación de orden muy inferior, pero directamente vinculada al asunto de las armas simbólicas: el “poder de las puntas”, muy conocido en magia e inclusive en física profana, se refiere realmente a la “solución”, es decir, al segundo aspecto del doble poder a que acabamos de referirnos.
Para volver al rayo, se lo considera, como representante de un doble poder, de producción y destrucción; puede decirse, si se quiere, poder de vida y muerte, pero, si se lo entendiera solo en el sentido literal, no sería sino una aplicación particular de aquello de que en realidad se trata. De hecho, es la fuerza que produce todas las “condensaciones” y “disipaciones”, que son referidas por la tradición extremo oriental a la acción alterna de los dos principios complementarios, yin y yang, y que corresponden igualmente a las dos fases de “expir” y “aspir” universales; es lo que la doctrina hermética, por su parte, llama “coagulación” y “solución” respectivamente y la doble acción de esa fuerza está simbolizada por los dos extremos opuestos del vajra en cuanto arma “fulgurante”, mientras que el diamante representa a las claras su esencia única e indivisible.
Señalaremos incidentalmente, a título de curiosidad (pues desde nuestro punto de vista no podría ser otra cosa) una aplicación de orden muy inferior, pero directamente vinculada al asunto de las armas simbólicas: el “poder de las puntas”, muy conocido en magia e inclusive en física profana, se refiere realmente a la “solución”, es decir, al segundo aspecto del doble poder a que acabamos de referirnos.
Por otra parte, una correspondencia con el primer aspecto, el de la “coagulación”, se encuentra en el uso mágico de los nudos o “ligaduras”; recordaremos también a este respecto el simbolismo del “nudo gordiano”, que Alejandro, por lo demás, corta con la espada, lo cual es también bastante significativo: pero aquí aparece otro aspecto, el del “nudo vital”, que, si bien en relación analógica con el precedente, sobrepasa con mucho el dominio y alcance de la simple magia.
Por último, debemos mencionar otro símbolo “axial”, que no es un arma propiamente dicha, pero que se asimila empero a un arma por su forma terminada en punta: el símbolo del clavo; y, entre los romanos, el clavo (clavus) y la llave (clavis), que su lengua vinculaba de modo muy singular, se referían ambos al simbolismo de Jano. Con la llave, que es también un símbolo “axial”, nos veríamos llevados a otras consideraciones en las cuales no queremos entrar por el momento; diremos solo que el “poder de las llaves”, o sea el doble poder de “atar” y “desatar”, no es en verdad diferente del que acabamos de exponer: en el fondo, se trata siempre, en realidad, de “coagulación” y “solución” en el sentido hermético de estos términos.
Por último, debemos mencionar otro símbolo “axial”, que no es un arma propiamente dicha, pero que se asimila empero a un arma por su forma terminada en punta: el símbolo del clavo; y, entre los romanos, el clavo (clavus) y la llave (clavis), que su lengua vinculaba de modo muy singular, se referían ambos al simbolismo de Jano. Con la llave, que es también un símbolo “axial”, nos veríamos llevados a otras consideraciones en las cuales no queremos entrar por el momento; diremos solo que el “poder de las llaves”, o sea el doble poder de “atar” y “desatar”, no es en verdad diferente del que acabamos de exponer: en el fondo, se trata siempre, en realidad, de “coagulación” y “solución” en el sentido hermético de estos términos.
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